Malecón 57, lo que Irma dejó

Foto: Otmaro Rodríguez.

Foto: Otmaro Rodríguez.

Arlys duerme junto a su madre en un portal del malecón habanero, desde que se fue de Cuba el huracán. A pocos metros de su cama, más allá del muro, se ve calmado el mar que días antes invadió la ciudad, desvencijó las casas, destruyó puertas y derrumbó paredes.

Es temprano en la mañana, y el día es claro. La calle, antes concurrida, está vacía ahora. No hay nadie sentado en el muro. En la esquina superior de la casa del pequeño Arlys, donde antes hubo puerta, puede leerse la dirección: Malecón 57.

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Foto: Otmaro Rodríguez
Tayli Pérez. Foto: Otmaro Rodríguez.

“¿Aquí? ¿Estás loco? ¿Y si me mata a mí y a mi hijo? Yo quiero vivir. Lo pasé en casa de mi hermana en Cayo Hueso”, dice Tayli Pérez, madre de Arlys. En el portal y la acera los vecinos han colocado camas, piezas de madera mojadas y una mesita con agua potable. El tráfico aún permanece cerrado.

Foto: Otmaro Rodríguez
Foto: Otmaro Rodríguez

“Otros se quedaron, los de allá arriba. Pero los de aquí abajo nos fuimos, porque si en San Lázaro subió tanto el mar, imagínate aquí. Toca la pared, está fría todavía”, dice.

Tiene electricidad, pero no agua; camas, pero no cuarto. En el interior, por un pasillo, se siente un ligero silbido, cerca de las tuberías del gas. Es un escape.

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Tayli Pérez. Foto: Otmaro Rodríguez.
Foto: Otmaro Rodríguez
Foto: Otmaro Rodríguez.

“También la fosa se reventó y hay gusanos aquí adentro. El huracán tumbó varias paredes y por eso no podemos quedarnos dentro. Vivo aquí hace años, al lado, en el edificio de mi papá, pero hubo un derrumbe y bajamos para acá. Dicen que nos darán algo, me dicen que lo que tienen es en el reparto Lutgardita. ¿Dónde es eso?”

–¿Por qué volviste con la casa así?

–¿Y las cosas de uno que están aquí? Se las llevan y no se devuelven. Yo me llevé varias cosas y nada más dejé las camas que están allá afuera.

–¿Equipos electrodomésticos?

–No tengo muchos, de hecho. Pero a la vecina le robaron el televisor.

–¿Y no fue el mar?

–No. El candado estaba en la puerta. Vinieron a evacuar y hubo gente que salió y le robaron sus cosas, porque la policía no estaba atenta.

Foto: Otmaro Rodríguez
Foto: Otmaro Rodríguez.

De una escalera baja Jorge, otro vecino del lugar. Cuenta que los evacuaron a las 10 de la mañana del sábado, el día que Irma amenazaba La Habana. Regresó el domingo en horas del mediodía cuando se corrieron rumores de vandalismo en las áreas afectadas.

Foto: Otmaro Rodríguez
Foto: Otmaro Rodríguez.

“Vinimos para acá porque se habían llevado cosas, y cuando te lo dicen tienes que venir inmediatamente. El agua se llevó la puerta completa, y la mía arriba también. Esto que ves aquí –señala una pared en ruinas– era un cuarto. Ahora hay que apuntalar, porque vivo arriba y la placa pierde fuerza”, dice y sigue tomando su café.

Por el pasillo que conduce a la cocina de Tayli se ven paredes derrumbadas. Hacia las alturas, las paredes de lo que fuera un edifico parecen endebles y a punto de caerse. Hay cables al descubierto.

Foto: Otmaro Rodríguez
Parece a punto de caerse. Foto: Otmaro Rodríguez.

Los hogares de Jorge y Tyli estaban, hasta el miércoles, entre los 4400 afectados por el huracán en la ciudad. La Habana es una urbe envejecida, con deterioro en el estado constructivo en 206 788 de sus viviendas, según se supo en las últimas sesiones de la Asamblea Nacional.

Cuatro de las muertes que ocurrieron en la capital cubana por causa de Irma, fueron por derrumbes. Pudieron ser más.

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Foto: Otmaro Rodríguez
Foto: Otmaro Rodríguez.

“Ya no da más y llevamos años en esto. La señora de al lado perdió su esposo hace una semana y ahora se cayó su casa. Nos dicen que estamos en el plan para darnos casas y así han pasado los años. Pero me interesa mi hijo, que no puede seguir durmiendo así porque es asmático”, dice Taily.

–¿Te vas de aquí?

–¿Ir para dónde, si esta es mi casa? Yo me voy a quedar, a esperar que se resuelva el problema.

Foto: Otmaro Rodríguez
Foto: Otmaro Rodríguez.

Ya les facilitaron comida y el personal médico peina la zona. Con escasa higiene, dificultades con el agua potable, los días posteriores son propicios para las enfermedades. Cercano a Malecón, en la populosa calle San Lázaro, hay un ritmo distinto. La vida se mueve como antes del huracán y se escucha la música.

Pero acá abajo, en el límite con el mar manda el silencio. Los vecinos afectados conversan ocasionalmente o limpian lo que pueden. Solo el niño de cinco años, con un peluche de Mickey Mouse en brazos, altera la tranquilidad mientras corretea en el extenso portal corrido.

"...mi hijo no puede seguir durmiendo así. Foto: Otmaro Rodríguez.
“…mi hijo no puede seguir durmiendo así. Foto: Otmaro Rodríguez.
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