Ruta de desolación y esperanza: el huracán Mattew en Cuba

[vc_row][vc_column][vc_column_text]Hay un color mustio en las laderas guantanameras del Macizo de Nipe-Sagüa-Baracoa. Estacionario por casi ocho horas en la región, el huracán Matthew cambió la tesitura y la perspectiva de un paisaje natural, cuya belleza solía ser imposible de llevar al óleo.

Ahora existe solo un matiz ocre, sin brillo. El viento arrasador del meteoro regó una intensa tonalidad “quemada” sobre todo aquel concierto verde del camino a la Ciudad Primada, el más transitado por el viajero, el que la conecta a Guantánamo, la capital territorial.

La vida silvestre, a ambos lados de esa vía, podría no volver a ser la misma. Se ha perdido de momento el encanto natural en San Antonio del Sur, Imías, Baracoa, Sabana, La Máquina y Maisí.

Huracán matthew

El ensañamiento del huracán destrozó palmas, ahuyentó animales, desgarró montañas, borró techos y paredes. Lo que no pudo llevarse Matthew fue el instinto de supervivencia. La protección –organizada en la Defensa Civil, muy conectada con la solidaridad ciudadana y la eclesiástica– frente a las debacles climatológicas ya está legitimada.

OnCuba emprendió viaje en busca de los rastros del desastre, y de las buenas acciones que en medio de él, compensan tanta calamidad. La ruta fue emprendida justamente el tercer día después del paso del huracán.

Cerca de la costa de San Antonio del Sur, donde la carretera es un paralelo, por metros, del litoral, la furia del mar dejó la vía desnuda. En la impresionante Farola –proclive a dejar esa sensación de vértigo a quienes la transitan por primera vez–, el deslave de las montañas hizo inaccesible el paso del transporte en algunos de sus tramos, algo que corrigieron trabajadores, auxiliados de bulldozer, motoniveladoras y retroexcavadoras.

El rastro de Matthew en Cuba

Las tres jornadas nuestras en Baracoa-Maisí-Toa devinieron aprendizaje enorme. El alivio ante la pérdida de cada cual era el hombro de la familia, de los amigos. El apagón se compensaba con las comidas colectivas, mientras la información llegaba en altoparlantes de los gobiernos locales, o en las llamadas telefónicas a alguien desde otro sitio de Cuba.

El estrago ha devuelvo a la gente a los ríos del camino a Baracoa y ahí a Maisí, a donde fueron lo mismo a lavar la ropa que lograron conservar que a refrescarse del intenso calor de los días que siguieron al vendaval.

El Faro Concha, de la Punta de Maisí, conservó cada una sus partes y ganó su pelea individual contra Matthew. Inaugurado el 19 de noviembre de 1862, el Concha seguirá guiando las embarcaciones que toman la ruta por el Paso de los Vientos.

También renacerá el puente del caudaloso río Toa, cuya fuerza despojó la estructura de concreto que sostenía las bases que solo hoy quedan visibles. Es que necesariamente lo agreste, lo desolador quedará atrás. Y volverán los peces a picar en la bahía de Mata. La vida seguirá. Lo mustio, por fuerza, eventualmente devolverá un paisaje que no le pertenece.

Pero hoy Matthew es aún real.

Aunque el faro Concha, de Punta de Maisí, quedó intacto, sus instalaciones sufrieron daños estimables. Foto: Denise Guerra
Cerca de la costa de San Antonio del Sur, la furia del mar quebró un pefdazo de la carretera es un paralelo. Foto: Denise Guerra
En Baracoa ha sido considerable el daño al patrimonio edificado. Foto: Denise Guerra
En La Playita, casi a las afueras de Baracoa, también Matthew dejó su huella. Foto: Denise Guerra
La corriente arrasó con el puente sobre el río Toa. Foto: Denise Guerra
Los ríos son un espacio para la socialización. Foto: Denise Guerra
Baracoa después de Matthew, octubre de 2016. Foto: Denise Guerra.
Este contenedor fue arrastrado por la fuerza del viento y del mar en las cercanías del malecón de Baracoa . Foto: Denise Guerra

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