Argel Calcines, oficio de habaneridad

Argel Calcines. Foto: Yadira Calzadilla.

Argel Calcines. Foto: Yadira Calzadilla.

Si bien pertenece a las generaciones de ingenieros en Centrales Atómicas egresados en 1987 de la otrora Unión Soviética, lo cierto es que la verdadera vocación de Argel Calcines es el periodismo y la edición. Fe de ello es la acuciosa labor que ha desarrollado desde 1996 como Editor general fundador de la revista institucional Opus Habana, cuyo número 50 fue presentado en septiembre de 2016 por el Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, en el Aula Magna del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.

¿Qué importancia concede al hecho de haber editado 50 números ininterrumpidos de la revista?

Viéndolos sincrónicamente, cada número de nuestra revista es como un destello de la gesta rehabilitadora de La Habana Vieja en un momento determinado de la ejecución de esa Obra (en latín, Opus) que protagoniza la Oficina del Historiador, liderada por Eusebio Leal Spengler. Puedes tomar cualquiera de esos números y hojearlo como un álbum de recuerdos o como un compendio bien resuelto artísticamente de algún hito: la restauración de la iglesia de Paula en 2000, por ejemplo.

En estos 50 números consecutivos, hemos trabajado con criterios editoriales de excelencia  para destacar la necesidad de una gestión integral del Patrimonio en sus tres facetas: difusión, interpretación y educación. Y he aquí lo más importante: la revista ayuda a constatar que el Centro Histórico habanero, tal y como existe hoy, es el resultado de un sueño en potencia que llegó a convertirse en acto.

¿Considera que Opus Habana contribuye a afianzar la identidad nacional desde la perspectiva patrimonial?

La cultura de un país puede percibirse por la cantidad, diversidad y calidad de sus revistas. Opus Habana ha contribuido a legitimar la parte más antigua de la urbe como núcleo simbólico-identitario de la habaneridad y, por extensión, de la cubanidad. A través de nuestras páginas hemos contribuido a fortalecer la visualidad internacional de nuestra cultura, priorizando su encuentro con lo global trascendente.

Argel Calcines. Foto: Yadira Calzadilla.
Argel Calcines. Foto: Yadira Calzadilla.

Así, teniendo entre sus líneas principales el rescate del patrimonio religioso autóctono, la Oficina del Historiador ha contribuido a la autoconcienciación de que la cultura cubana tiene una genealogía genuinamente cristiana, de la que emanan también nuestra vocación universal y valores compartidos, seamos creyentes o no. Con ese objetivo, no solo acometió la restauración del patrimonio monumental y arquitectónico religioso, sino que impulsó el rescate y la promoción de obras sacras inéditas –o ignoradas– de la literatura, las artes visuales y la música. La recuperación e investigación de repertorios antiguos y tradiciones litúrgicas son reconocidos aportes científicos de la Oficina al patrimonio musical iberoamericano.

En 1997 dedicamos un número al Padre Ángel Gaztelu, uno de los principales protagonistas de Orígenes, esa constelación poética que encabezó José Lezama Lima. Estábamos cerrando el número cuando ese sacerdote apareció de manera imprevista en La Habana, después de muchos años viviendo en la parroquia de San Juan Bosco, en Miami. Tuve el privilegio de presenciar su encuentro con Leal y de acompañarle a su querida iglesia del Espíritu Santo, donde me concedió la única entrevista que dio en su vida. 

Foto: Archivo "Opus Habana".
Foto: Archivo “Opus Habana”.

¿Qué lugar concede a Opus… en la vida y el arte contemporáneos cubanos dentro y fuera de la Isla?

Durante la presentación del número 50, que publica la entrevista a José María Vitier, aproveché para revelar los vínculos de Opus Habana con la revista Orígenes en presencia de su madre, Fina García Marruz. Teniendo como referente esa publicación, concebida artísticamente por el pintor Mariano Rodríguez, decidimos que la portada sería la obra especialmente creada por un artista de la plástica contemporánea, a quien sería dedicada la sección “El artista y la ciudad”.

Así sucedió en 1997 con la portada del número dedicado a Ernesto Che Guevara, donde se publicó su cuento inédito “La duda”, que escribió durante su estancia en el Congo. Propuse al Historiador de la Ciudad que fuera una obra de Ernesto Rancaño, entonces apenas conocido a pesar de haber pintado su hermosísimo cuadro La izada, donde Martí y el Che aparecen levitando junto a una joven que simboliza a Cuba. Y muchos años después, ya reconocidísimo, este artista concibió el retablo cupular del Aula Magna del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana, en el mismo estilo figurativo que caracteriza a su portada de Opus Habana, concebida como si fuera un detalle de La izada.

Alternando obras de pintores generacionalmente distantes en su portada exterior y en la separata Breviario, nuestra revista se convirtió en un referente del campo de las artes plásticas cubanas. Más de 200 artistas han dejado la imagen de alguna obra suya en nuestras páginas, tal es el caso de Tomás Sánchez, quien aceptó nuestra invitación en el número 50. Esto me enorgullece en lo personal, pues considero que es uno de nuestros artistas universales en vida, junto a Alicia Alonso y Leo Brouwer, a quienes también hemos dedicado homenajes.

Según ha escrito, se enorgullecerá siempre de haber sido colaborador de Leal, de estar a su lado “aunque sea apenas un día en la historia de Cuba”…

Agradezco que me hagas esta pregunta, porque alude a la entrevista “Un día en la historia con Eusebio Leal Spengler” que le hice para el libro Legado y memoria. Me cuento entre sus colaboradores cercanos y, de alguna manera, me siento que pertenezco al grupo de sus discípulos. Leal es único. Estar a su lado en su eterno “andar La Habana” es sencillamente un privilegio. 

Usted, que durante años ha estado vinculado a la refuncionalización y el rescate del patrimonio mueble e inmueble, ¿cómo ve el Centro Histórico del futuro?

La Habana del futuro depende de nosotros mismos. Me gusta imaginarla como una suerte de Habanápolis, ciudad simbólica de todos los cubanos, donde quiera que estén. Y para ello hay que mantener el sentido de continuidad, tal y como hizo Eusebio Leal Spengler al proseguir y superar la obra iniciada por Emilio Roig de Leuchsenring, primer Historiador de la Ciudad.

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