Luis Silva: “Hemos aprendido a respirar bajo el agua”

Luis Silva y una estatuilla de Pánfilo. Foto: Claudio Pelaez Sordo.

Luis Silva y una estatuilla de Pánfilo. Foto: Claudio Pelaez Sordo.

A mediados de los 80 quiso ser pelotero porque creía que Javier Méndez, Lázaro Vargas y Germán Mesa eran los tres Reyes Magos del diamante, y Los pequeños campeones lo seducían más que las aventuras de Robin Hood y Guillermo Tell juntas.

Le insistió a su mamá para que lo dejara entrar en el béisbol; ella nunca accedió. Tuvo que conformarse con jugar al taco en un parque de Párraga y batear entre dos farolas. Allí se hizo de buen tacto y, aunque no tiene fuerza al bate, es difícil poncharlo.

De alcohol solo soporta el vino tinto, no fuma y el helado de chocolate le gusta más de lo que quisiera admitir. Tuvo su primera computadora a punto de graduarse –un “cacharrito” que le compraron–, pero se hizo cibernético.

Pasó casi cinco años haciendo colas desde temprano en los laboratorios de la Universidad de La Habana para aprender a programar. Se quedó madrugadas enteras allí y ahora envidia a sus hijos porque vinieron al mundo “conectados a Internet”.

Consagrado ya como Pánfilo, el viejito que conoció a Barack Obama, dominó mediante, todavía sueña que da jonrón con bases llenas y estadio repleto. Tiene un clóset lleno de bates, pelotas, guantes, spikes y una máquina que pitchea; y en los implementos, las firmas de Pito Abreu y el resto de la armada cubana que anima hoy las Grandes Ligas.

“Fue un empujón muy grande a Vivir del cuento y al propio Instituto Cubano de Radio y Televisión, que el presidente de Estados Unidos decidiera, en el corto tiempo de su visita histórica, asistir a un programa nacional para ser parte de una broma”. En su opinión, hubo mucha gente “con malicia” que quiso tergiversar eso.

Luis Silva no conoció a Fidel Castro, pero sabe que no se perdía una emisión de Vivir del cuento y mandaba a que cada ministro lo siguiera. De hecho, asegura, “si algún lunes a las ocho y media de la noche no podía verlo, pedía que se le enviara grabado. Decía que se enteraba más de la realidad de la Isla por nosotros que por el noticiero. Que se supiera que él lo veía ayudó a que no nos sacaran nunca del aire”.

Yo traigo un montón de preguntas y él me recibe con una pesa de goma en la mano. A ratos la aprieta, mientras responde.

¿Qué pasó contigo cuando Pánfilo llegó a la televisión?

Pánfilo surgió de un monólogo que hice en 2001 en la Universidad de La Habana, pero nunca con la idea de llevarlo a la televisión. A partir de 2008 llega a la pequeña pantalla con un programa de chistes que luego pasó a centrarse en la comedia de situaciones y es lo que es hoy Vivir del cuento.

Hay quienes quieren llegar diciendo lo que dice Pánfilo ahora, pero a Pánfilo lo dejan decir porque fue diciendo poquito a poco. En la televisión cubana no se pueden decir las cosas así como así. Lo que ocurre es que en el tono de Pánfilo eso nunca ha sonado agresivo porque es un viejito correcto el que hace la crítica, el honesto, el que está en contra de lo mal hecho. Así se fueron asimilando las críticas y el personaje se hizo tremendamente popular.

Mi vida cambió totalmente. Salir a la calle se me hace difícil. La gente no quiere verme como Luis Silva sino como Pánfilo. Agradezco el cariño, el respeto, la admiración. Que me comparen con grandes del humor cubano. Que me cuelen en una cola. Que me resuelvan en algún lugar. Que me tiren un cabo donde no tienen deseos de trabajar. Por desgracia, a veces las cosas no funcionan como deberían y cuando uno es conocido se te despejan los caminos.

Pánfilo en "Vivir del cuento", programa que en septiembre pasado cumplió 9 años al aire.
Pánfilo en “Vivir del cuento”, programa que en septiembre pasado cumplió 9 años al aire.

¿Qué marcó tu encuentro con Barack Obama?

Eso fue una sorpresa grande. Me llamaron de la Embajada de Estados Unidos y pensé que tenía problemas con la visa, aunque fui con la lejana idea de que pudiera relacionarse con el Presidente. Cuando me dijeron que la Casa Blanca tenía la idea de un encuentro de Pánfilo con Obama, me quedé muerto, sin palabras. Me pidieron que diera yo las ideas de cómo imaginaba ese encuentro. Ellos lo querían en vivo, pero nuestros capítulos se graban un mes antes de salir al aire. Querían incluso que saliera en el programa del lunes de su visita, que fue de domingo a martes, pero eso era imposible.

Así empezaron las ideas. Fue muy buena, por ejemplo, la de Pánfilo y Chequera parando botella en el Malecón. Entonces llegaba Obama y se detenía en su Bestia. Pero no era factible por cuestiones de seguridad.

Mandábamos guiones diariamente a la Casa Blanca. Pasaron más de 20 días de teleconferencias. De muchas propuestas que les dimos se quedaron con la del dominó, que se haría en un lugar cerrado. Querían que fuera solo con Pánfilo porque Obama no habla bien español, pero insistí en que estuvieran mis colegas más cercanos.

https://www.youtube.com/watch?v=2bKgJzHqYts

El guion elegido, que lo escribimos entre el director de Vivir del Cuento y yo, se fue moldeando durante mucho tiempo. El chiste que no entendía la Casa Blanca, no iba, aunque fuera gracioso para los cubanos, y alguno que era muy bueno se lo pusieron a decir a Obama.

Poco antes de llegar Obama, Washington necesitaba un golpe de efecto, algo que creara un mejor ambiente para recibirlo. Así nació la idea de hacer la llamada, que se grabó un día antes de su llegada.

Hubo gente a favor y en contra de que todo eso se hiciera. Estuvo a punto de no hacerse, pero el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba defendió la idea, especialmente Josefina Vidal. Me tuve que ver con varios ministros para saber qué se iba a hacer y decir. Creo que finalmente confiaron en nosotros.

Pero hubo quien te recriminara por no haber sido lo suficientemente “agresivo”…

Hubo quien me reclamó que no le pidiera que devolviera la Base Naval de Guantánamo. Pánfilo no estaba para decirle a Obama en medio de un sketch humorístico que devolviera nada. Cuba y el presidente Raúl Castro lo recibieron como invitado, ¿por qué iba a ser yo agresivo?

En cuanto Obama sacó un pie del avión la prensa cubana corrió a atacarlo. Fue desagradable porque se trató de hablar por hablar. Llegaron a criticar hasta el precio de los zapatos de Michelle y seguro estoy de que hubo incluso quien intentó escalar de puesto haciéndolo. Siempre hay un oportunista. Lo que no pudieron fue evitar que se hiciera y que lo viera el mundo entero.

Mi teléfono casi colapsó en aquel momento. Viví un acoso de periodistas al que no estaba acostumbrado, pero para la prensa cubana ese encuentro entre Obama y Pánfilo no existió. Todavía hay quienes preguntan si fue un montaje y eso denota que hubo problemas con la información, que no llegó correctamente. Primero no se supo qué hacer con el sketch y luego terminó poniéndose en la Mesa Redonda.

Creo que, para mí y para el programa, no existirá otro momento en los años que nos queden de vida que supere esa experiencia, que un día cuando se hable del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, se diga que nosotros pusimos nuestro granito de arena.

Recuerdo cuando Obama me vio por primera vez disfrazado. Estábamos lejos el uno del otro y me gritó: “¡Pánfilo!”, como si estuviera saludando a un amigo del barrio, en una onda de “mi socio”, “mi hermano”. Él estuvo así todo el tiempo, al igual que quienes velaban por su seguridad. Su escolta estuvo encantada en Cuba, a pesar de que les habían contado muchas cosas erróneas sobre este país. Uno de sus guardaespaldas, un rubio grandísimo, decía que su mamá no quería que viniera a Cuba por miedo a que se enfermara. Supieron que casi no tenían que cuidar a Obama porque vieron la seguridad que hay en Cuba y que los cubanos lo protegían como ellos.

Pánfilo conversa con el Presidente Obama

¿Hasta dónde puede llegar Pánfilo?

Creo que nada puede detenerlo, más que el cansancio del actor que lo interpreta. Nunca hemos sentido límites de contenido o que se nos hayan agotado las ideas. Hay momentos en que tenemos que pensar más que en otros sobre qué haremos y hemos tenido un mismo tema, pero tratado desde diferentes situaciones, enredos, que lo hacen atractivo.

Hay mucho por explorar aún en Vivir del Cuento, mucho que explotar en el personaje de Pánfilo. Últimamente hemos querido buscarle trabajos para tener nuevos escenarios y que se sepa que no quiere ser un viejito postrado.

Tampoco hemos tenido límites en cuanto a la censura. Hemos encontrado la manera de tocar los temas más difíciles. Todo está en el momento de trasmitirlo, en si a la persona autorizada que lo vio no le gustó o le dio miedo ponerlo. Lo que más ha pasado es que se ha guardado un programa y al tiempo se ha puesto, sin hacerle ningún cambio.

¿Te has sentido tenso antes de grabar cuando vas a tratar un tema complicado?

Nunca. Hemos habituado al público al doble sentido. Lo primero es que no nos autocensuramos, aunque a veces hay personas a nuestro alrededor en los ensayos que preguntan: “¿Se van a meter en eso?” No dejamos que eso nos afecte. Somos atrevidos, pero también sabemos que el programa es grabado. Hay tensión cuando tenemos que hacer algo en vivo. Casi una década en la televisión cubana nos ha dado la chispa para saber cómo hacer las cosas.

Hemos estado dos horas con el estudio paralizado porque estamos dándole vueltas a un chiste, porque no es como queremos decirlo, porque sentimos que así herimos a alguien que no lo merece o porque así no nos lo van a dejar poner. Hemos estado así por una oración, por cambiar una palabra o darle otro orden. Eso a veces es contraproducente porque nadie quiere grabar nuestro programa porque es el que más tarde termina, a pesar de que está considerado el mejor programa de la televisión cubana. Maquillistas, camarógrafos, técnicos, piensan que trabajamos demasiado, que cogemos mucha lucha con las cosas, porque repetimos las escenas hasta que queden bien.

Premios de la popularidad entregados por el programa "Entre tú y yo". Foto: Claudio Pelaez Sordo.
Premios de la popularidad entregados por el programa “Entre tú y yo”. Foto: Claudio Pelaez Sordo.

¿Cómo se prepara un humorista sin pasar por la academia?

Ni yo mismo sé. Ha sido empírico. Veo muchas series humorísticas, sobre todo españolas. No solo las veo, sino que las observo una y otra vez, las desmonto.

Empecé imitando voces famosas en el preuniversitario, pero nunca tuve una preparación artística. No me considero un actor, sino alguien que ha estudiado por sí mismo el humor. He ido aprendiendo de muchos humoristas extranjeros y cubanos, como Osvaldo Doimeadiós y Omar Franco. De ellos aprendí cómo hacer un chiste y dejarlo en tres puntos suspensivos para que cada persona lo termine como quiera.

La pelota y la lógica matemática han sido dos pasiones en tu vida. ¿Qué has aprendido de ellas para ser un mejor humorista?

La pelota es la cubanía, estar empapado de cómo se habla en la calle. Ver una discusión de pelota es lo más creíble que hay: nadie está diciendo mentiras, todos dan su criterio. Allí no existe la unanimidad.

La pelota te enseña a comunicar, a saber conectar con los televidentes, a crear empatía. Por eso en el programa se utilizan muchos términos beisboleros.

La lógica matemática, que para algunas personas es muy difícil, ha organizado mis ideas y me ha enseñado a programarme y resolver problemas. Nosotros estudiamos cada capítulo. Incluso cuando sale al aire y gusta, lo vemos otra vez y le cogemos defectos.

"No me considero un actor, sino alguien que ha estudiado por sí mismo el humor". Foto: Claudio Pelaez Sordo.
“No me considero un actor, sino alguien que ha estudiado por sí mismo el humor”. Foto: Claudio Pelaez Sordo.

¿Nunca te han llamado a contar por algún chiste que no gustó? ¿Crees que pudiera pasar?

No. La clave del éxito está en el diálogo. Lo mejor que tiene Vivir del Cuento para poder tratar los temas que toca es que el director, Ignacio Hernández, es muy inteligente y se ha dado a respetar. A él no se le puede decir: “Quita este chiste”, sino que hay que convencerlo. Con mucha mesura, ha llegado a conversar con los máximos dirigentes de la televisión y a veces lo han convencido de que un determinado chiste o tema no es oportuno en determinado momento porque puede crear una mala reacción.

No hemos tenido que esperar mucho. Después de dos semanas de retener un capítulo se ha puesto porque se enfrió el ambiente. Las cosas impuestas no nos gustan. Hemos aprendido a respirar bajo el agua.

¿Hasta qué punto es serio el humor que se hace en Cuba?

Creo que es muy variado, pero serio. Lo fundamental es que los humoristas estamos organizados a través del Centro Promotor del Humor. No obstante, hay un humor que acude a lo más fácil, otro que es más enredado, inteligente o elitista. Para mí todos son válidos y hay públicos para cada uno de ellos.

Foto: Claudio Pelaez Sordo.

¿Qué tienen de común y diferente el público cubano y el estadounidense?

Casi siempre actúo en Estados Unidos ante cubanos. Puedo salir del Karl Marx e ir a actuar al rato en Miami y haría los mismos chistes y todo el mundo los entendería. Allí nadie va a hablar de política, sino a sentir de cerca su país, a recordarlo. El problema está en los lugares. No se puede hacer la mezcla de humor con reguetón porque ese tipo de música hala a un público ostentoso, más pendiente de sus selfies y la silicona, que de los chistes. Pero trabajar en Houston, Nevada, Washington, Tampa, Miami, es trabajar en Cuba.

¿Sientes que has educado al público con un humor respetuoso?

Completamente. Lo he hecho tanto a través de la televisión como en los centros nocturnos. Años atrás la gente no quería sentarse delante en los shows humorísticos de un cabaret porque eran objeto de las burlas. Eso ha cambiado. La gente va a verme preparada para mi estilo y me lo agradecen. Me dicen: “Llevas una hora de show allá arriba y no has dicho una sola mala palabra ni te metiste con nadie”. Las personas te distinguen por eso.

Igual pasa con Vivir del cuento que siempre toca los temas con respeto, sin chabacanerías, como han sido los casos del envejecimiento o la homosexualidad.

Foto: Claudio Pelaez Sordo.
Foto: Claudio Pelaez Sordo.

¿Sigues alguna especie de ritual antes de actuar?

Soy poco creyente. Creo que la gente cree por mí. Hay mucha gente que me apoya y que me da su bendición antes de salir al escenario y que pide por mí.

Lo que sí hago siempre es concentrarme mucho, a lo Yipsi Moreno. Me molesta que minutos antes de salir a actuar haya mucha gente en el camerino. Me tiro las fotos que sean, pero mejor después del espectáculo.

Hoy puedo actuar en un cabaret de noche y mañana en un Congreso de Juristas en el Palacio de Las Convenciones. Por eso me ubico ante qué público estoy porque cada público tiene sus características y yo adapto mi show a cada uno de ellos.

Siempre has considerado a Pánfilo como el simpático, el ocurrente, ¿cómo caracterizarías a Luis Silva?

Soy una persona seria, callada, entretenida, hogareña. Hay humoristas que dentro y fuera del escenario son igual de chistosos, pero yo no soy así. En la calle la gente espera de mí la gracia de Pánfilo y no puedo dársela. Choca un poco eso. A veces me he sentido incómodo porque quienes no me conocen se hacen una expectativa que no lleno. No soy el “jodedor” de todo momento.

Foto: Claudio Pelaez Sordo.
Foto: Claudio Pelaez Sordo.

¿Te has imaginado siendo como Pánfilo cuando envejezcas?

Los que me rodean piensan eso y yo también. Ojalá llegue así de fuerte como Pánfilo. Ya yo tengo sus achaques, las molestias por lo mal hecho. Tenemos mucho el uno del otro.

No me gusta manejar mucho, sino ir en el asiento al lado del conductor porque así me entretengo mirando todo; y no entiendo cómo se construye tan mal hoy, cómo hay tanta chapucería en la calle, cómo los asfaltos no duran. Yo cojo lucha con todo eso porque son cosas que alguien tiene que solucionar, que no tienen que ser así. Pánfilo se ha hecho a mi semejanza, no al revés.

¿Crees que hubiera existido un Pánfilo sin los nuevos tiempos, sin los nuevos pensamientos?

Creo que no. Indudablemente, en los años 90 los humoristas bromeaban con la carne de res o con las balsas en un cabaret, jamás en la televisión. A todo se le hacía una doble lectura que tenía que ver siempre con irse del país.

https://www.youtube.com/watch?v=uEU8iBw7pgY

¿Qué le preocupa a Luis Silva?

Me preocupa a veces que la gente no tenga planes, que viva por vivir. El cubano es así, no se planifica ni para tomar vacaciones ni para hacer un jardín en su casa. Estoy totalmente en contra de cualquier ilegalidad, pero el propio Estado tiene que crear una base para que todo sea legal. Tiene que haber facilidades para que la gente pueda mejorar su vida.

Estoy a favor del cuentapropismo, aunque le tiren por dondequiera. No puede ser que la gente que esté avanzando sea mal vista. Desde que yo nací esa es la esfera que mejor funciona. Estamos ante la dicotomía de lo que es del Estado y lo privado. Es fácil identificarlo con solo mirarlos, como le dije a un familiar: “Los privados son los bonitos”. Ni siquiera la panadería estatal supera a las privadas. Entonces, es absurdo que una panadería estatal, mientras más malo hace el pan, más fotos y consignas de Fidel, Camilo y el Che tiene.

Yo sufro mi país. He viajado mucho con mi familia y me han hecho propuestas para quedarme fuera, pero no quiero eso. Yo necesito que las cosas mejoren, pero no que me digan que están mejorando y que yo no lo vea o que la gente se dé cuenta de que es mentira. No puede ser que la pelota sea el deporte nacional y que lleven tres años reparando el techo del Latinoamericano. Por eso los niños creen en el fútbol. Además, el fútbol se transmite en HD y en vivo, mientras la mejor pelota del mundo se pone diferida y no en HD. Ahora un niño no sigue a Industriales, sino al Barcelona. Esos es lo que queremos tratar en nuestro programa, pero con el sentimiento que lleva, y por supuesto, con gracia, porque somos, ante todo, un programa humorístico.

¿Qué implica saber que casi todos los que habitan este país siguen Vivir del cuento?

Antes no existía tanto Internet, tabletas, el paquete… Hoy la gente se hace su propia programación y Vivir del Cuento casi siempre está incluida en ella. Hay mucha gente que no nos sigue por la televisión, sino por el paquete. Cuando el grupo etario va desde niños de 2 o 3 años que reconocen a Pánfilo, hasta los ancianos, se hace más difícil porque hay que gustarles a muchos tipos de personas. Tenemos que mantener siempre una línea educativa, manejar cuidadosamente el lenguaje que empleamos. Tratamos de mantenernos en una balanza, aunque hay capítulos que se nos van más para un público joven; otras, para los más viejos. El compromiso es enorme.

¿Qué les ha enseñado Pánfilo a tus hijos, Pilar y Luis Daniel?

Ellos han aprendido a ver la vida desde el punto de vista de Pánfilo. Desde la preocupación y el respeto por los viejitos, hasta la honestidad. Mi hijo con 14 años tiene la madurez que no tuve yo a su edad. Analiza mucho las cosas, debate conmigo el programa, me cuestiona y me dice si debí decir algo de otro modo o si no le gustó. Me pone tenso el tenerlos a los dos como fieles seguidores, pero también como críticos. Ellos se sientan y a su manera valoran nuestra sociedad. Mi hija con 6 años me dice que ella no me va a abandonar cuando sea viejito. Sabe que su papá será un día un Pánfilo de verdad.

Yo trato de ser quien soy dondequiera que voy. Digo una mala palabra cuando tengo que decirla, pero no mantengo una imagen para el público y otra para mi vida privada. Por eso me molesta la doble moral. Me gustan las personas auténticas. No soporto a quienes dicen una cosa y piensan otra.

Foto: Claudio Pelaez Sordo.
Foto: Claudio Pelaez Sordo.

¿Qué necesitan Pánfilo y Vivir del cuento para ser mejores?

No nos falta tanto lo material. El programa requiere poco presupuesto porque casi todo lo que usamos son cosas viejas y hasta ahora la televisión las ha tenido. Necesitamos más apoyo de la gente, de las instituciones, de quienes nos cierran las puertas cuando vamos a grabar. En la medida en que no tenemos apoyo, se nos cierran los temas a tocar. Nos tienen pánico y se niegan a que veamos algo sucio o roto.

Fuimos a grabar una vez en las áreas verdes de Coppelia y a la administradora lo que le preocupaba era que salieran las bolas de helado.

Foto: Claudio Pelaez Sordo.
Foto: Claudio Pelaez Sordo.

Mi sueño, por ejemplo, es poder actuar con un policía real, pero solo pueden aparecer en Tras la huella y con un millón de permisos. Nos han dicho que no es prudente y yo me pregunto: “¿Los policías no se sentirían a gusto de poder participar en el programa?”. Lo mismo ha pasado con temas que requerían grabar en un avión, una fábrica, etcétera. O que nos han dejado grabar y luego los jefes han explotado o han estado a punto de explotar, como ocurrió en un hotel de Varadero.

Tenemos deseos de trabajar. Llevamos casi diez años esforzándonos y hasta ahora no nos hemos cansado, pero mientras la gente tenga algo que esconder, las cosas no van a funcionar en este país.

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