Rebeca Martínez, el sex symbol más angelical

Rebeca Martínez Foto: Roberto Ruiz

Rebeca Martínez Foto: Roberto Ruiz

El que piense que Rebeca Martínez hacía todos esos ejercicios aeróbicos en la TV con el objetivo de provocar a los hombres está equivocado. Lejos de ser díscola y turbulenta, Rebeca es tímida y dulce como una niña grande. La gata fiera que todos han visto en el escenario es –y lo dice ella misma– el resultado de un desdoblamiento radical.

Rebeca Martínez se hizo súbitamente popular después de ganar la primera anual del show televisivo Para bailar, por allá por los años 80. En Cuba, más que su carrera como cantante, actriz y bailarina, a nadie se le olvida que pasó dos décadas y media guiando los ejercicios aerobios en la televisión, primero con el programa Gimnasia musical aerobia, en 1985, luego con Ponte en forma, en los 2000.

Objeto del deseo de muchos hombres cubanos, que la veían entrenar en aquellas inolvidables licras multicolores –quizás fijándose menos en los ejercicios que en otros atributos de la llamativa rubia–  Rebeca Martínez es un sex symbol cubano de toda una generación. Como toda artista polémica, ha sido amada por unos y repudiada por otros, sobre todo por las mujeres de aquellos hombres que por nada del mundo se perdían Ponte en forma, de lunes a viernes, a las 7 de la noche.

“Una vez –nos cuenta Rebeca– me encontré a un señor en el aeropuerto que me dijo: Por tu culpa me divorcié, y mi mujer hasta me tiró una cazuela por la cabeza. Entonces yo le pregunté: ¿Pero cómo es eso? Y él me dijo que cada vez que ponía mi programa, su mujer le apagaba el televisor. Resulta que una vez la discusión fue tan grande que terminaron divorciándose. Yo creo que esa mujer tenía instintos asesinos”.

A pesar de estar consciente de haber sido una mujer deseada, Rebeca dice que esto nunca estuvo en sus planes. En los tiempos de los aerobios le llovían las cartas de admiradores al ICRT y al INDER: “En aquel momento las muchachitas que trabajábamos en Ponte en forma usábamos una ropa que era bastante sexy. El ejercicio llevaba baile y algunos movimientos que podían resultan un poco sicalípticos”.

Por ese entonces a Rebeca la querían enamorar hasta los presos, que la veían ejercitar en televisión sus músculos de veinteañera, y le enviaban cartas de amor bastante explícitas desde la reclusión de sus celdas.

“Algunas de esas cartas ni las terminaba de leer, porque a veces me escribían personas que no estaban bien de la mente”.

A finales de los 90 y principios de los 2000, Rebeca pasaba tanto tiempo en TV –como cantante, actriz, bailarina o deportista– que terminó granjeándose una fanaticada bastante obsesiva: “Algunos averiguaban mi dirección y me esperaban en la escalera de la casa, y yo me asustaba. Tuve unos cuantos incidentes peligrosos de ese tipo.

“En una ocasión mi papá tuvo que echarle un cubo de agua encima a un hombre que no me hacía nada, el pobrecito, pero estaba esperándome con mucha frecuencia  a la salida de mi casa, a verme entrar y salir. Era un peligro, porque uno no sabía si de pronto le iba a dar por hacerme algo”.

Foto: Roberto Ruiz

“Cuando uno sale mucho en la tele –saca sus conclusiones– eso genera gente que te quiere mucho o que te odia mucho”. Y precisamente así comenzó la popularidad de Rebeca Martínez. Cayendo muy bien y cayendo muy mal. Para bailar, el programa de televisión que la hizo no terminar sus estudios de piano, fue quizás la primera oportunidad en que alguien manifestó abiertamente que no le gustaba la muchacha.

“En las competencias hay rivalidades. Y hubo muchas personas que no querían que Miguel Ángel y yo ganáramos. Aquello del Para bailar fue una guerra campal. Fue apoteósico. De hecho, el día que nosotros ganamos no se anunció. Se dijo al otro día, porque ahí se produjo una pelea violenta entre los dos bandos”.

En el ardor de la competencia de baile, dice Rebeca, lo  más pequeño que a ella y Miguel Ángel (su compañero de baile) les gritaban era: “¡Que se mueran!, ¡Que se vayan!”

“Esto no se lo he dicho a nadie en ninguna entrevista. Cuando nos gritaban esas cosas, Miguel Ángel temblaba y me decía que él no podía bailar así. Entonces yo le decía: Tú firme ahí, que vamos a bailar, y vamos a bailar bien.

Rebeca nos cuenta que la noche en que ella y Miguel Ángel ganaron el concurso que la haría conocida en toda la Isla, no pudo quedarse a dormir en su casa: “Había un grupo que nos estaba esperando allí para lincharnos, literalmente. Decían: A Miguel Ángel le sacamos los ojos, y a ella le cortamos el pelo. Cuando mi mamá escuchó esto, contactamos con la gente de seguridad para que nos empezaran a cuidar. De esa competencia pudo surgir que a muchas personas yo no les cayera bien”.

Vestida de blanco y negro, como la ven en las fotografías, Rebeca Martínez nos da esta entrevista que OnCuba estuvo buscando por más de un mes. En el lobby de nuestra revista, nos cuenta dulcemente que, contrario a la lectura que el público pueda hacer de sus rocambolescas presentaciones, ella es una persona tranquila, y una amante de la intimidad de su hogar, donde vive con su madre de 90 años y con una perrita chihuahua.

También nos cuenta –para sorpresa del que no lo sepa– que proviene de una familia católica (su nombre lo obtuvo por el homónimo personaje bíblico), aunque hace alrededor de cuatro años está “en pecado mortal”, por llevar tanto tiempo sin ir a la iglesia.

“A veces una le dedica mucho tiempo a otras cosas, y deja un poco de lado la meditación y la oración con Dios en su templo, que es como debe ser. Aunque Dios está en todas partes.

– ¿Cómo funciona esto: la católica y la diva pop fiera y revoltosa en una misma persona?

– ¿Y por qué no? Yo no veo nada que sea dispar. Las dos cosas pueden ir de la mano. Antes yo iba a la iglesia todos los domingos.

– ¿Y cómo te miraba la gente allí?

– Muy bien. De hecho, las personas de esa parroquia cuando me ven me preguntan qué pasa que no estoy yendo, me regañan, me halan las orejas.

– Cuando me dices que vas a la iglesia, ¿estamos hablando de confesarte y todo?

– Yo no soy mucho de confesarme. Solo lo he hecho unas pocas veces, pero es una de las cosas que los católicos deben hacer. Yo me confieso con Dios. Soy más de tener esa intimidad con él. Y soy muy espiritual. Antes de salir al escenario, lo que hago precisamente es orar.

Foto: Roberto Ruiz

A Rebeca Martínez se le comenzó a conocer abiertamente como vedette, desde que trabajaba en Hello Dolly junto a la diva Mirtha Medina, y la primera que ostentó el título de vedette en Cuba, Rosita Fornés.  Pero este título ha sido tan polémico como misterioso, en cuanto a su adjudicación a las artistas que lo ostentan. ¿Quién decide que alguien es vedette? ¿Un ministerio te avala en realidad como tal? ¿Qué condiciones se debe reunir para merecer ese mote? A saber, la vedette es la estrella de un show, y debe ser capaz de desenvolverse dignamente como mínimo en el canto, el baile y la actuación.

– El público que iba a vernos a Hello Dolly comentaba que yo podía llegar a ser una vedette. Y se comenzó a correr el comentario. Pero en Cuba, cuando me han llamado así en un programa o en un show, hay quien se ha disgustado porque quizás piensan que no deben nombrarme de esa manera. Otro sí. Para mí los títulos no son tan importantes.

Aunque para Rebeca Martínez hay en Cuba actualmente varias artistas que podrían llegar a convertirse en grandes vedettes, no quiere mencionar ningún nombre.

“Esas cosas crean tremendo problema. A la Fornés le preguntaron eso mismo hace tiempo. Y cuando ella respondió que yo tenía aptitudes para ser vedette aquello fue horrible. Le dijeron muchísimas cosas, y ella me lo contó después”.

Con modesta expresión, Rebeca dice que se ve a sí misma solo como “una artista integral”. Ella nos cuenta que el ya desaparecido Luis Carbonell halagaba sus aptitudes para el canto y la interpretación, llegando a decir que era una buena intérprete, versátil y creíble en cualquiera de los géneros que hacía. Otros como el difunto Rufo Caballero, conocido por sus críticas acérrimas y por defender las obras que no le gustaban ni a la madre de sus realizadores, se ensañó con Rebeca más de una vez.

Además de despalillar algunos de sus videoclips en el programa musical Lucas, Rufo escribió esto sobre ella en Juventud Rebelde: “Digamos: ¿Por qué Rebeca Martínez, simpática mujer, que canta bien y baila mejor, siente que tiene necesidad de impostar esas caritas y posturas de vampiresa, y nadie la advierte o le mueve el piso, para que la artista reaccione y no se extravíe más su carrera?”.

– Rufo no me llevó tan mal. En el video de Voy a soltarme el pelo, su crítica lo que decía era que las primeras miradas mías le recordaban a María Félix. Aunque yo no concuerdo con eso de las miradas. Hay muchas artistas foráneas que lo hacen, y no pasa nada. Pero cuando lo hace una cubana… Los cubanos nos criticamos muchísimo. Hay que apoyar los buenos talentos que hay en Cuba y no hacerles tantas críticas destructivas.

– A propósito de Voy a soltarme el pelo y otras canciones tuyas, digamos, anti–hombres como Todos los hombres son iguales y No eres el único que queda. Yo sé que los temas no los escribes tú, pero, ¿te ha ido tan mal con los hombres?

– En algunas ocasiones no me ha ido bien. Creo que a todo el mundo le ha pasado. Yo soy una mujer rebelde, que no se deja maltratar ni sicológicamente ni de ninguna forma. Yo tengo que estar con alguien que entienda mi carrera, que me valore y que se entregue totalmente. Y no soporto las infidelidades, porque soy muy fiel.

Foto: Roberto Ruiz

Dentro de la aburrida y casi inexistente escena del pop cubano, tan tercermundista, tan gris, tan anti-pop, se podría decir que Rebeca Martínez ha luchado por no ser vista solo como una rubia hermosa con buenos pechos. Con muchos más estudios profesionales que otras que han llegado más lejos que ella, cursó hasta el sexto-séptimo año de piano en el conservatorio de Música Manuel Saumell. Pasó luego al Conservatorio Amadeo Roldán y a la Escuela Nacional de Arte. Finalmente, se licenció en la especialidad de Canto en la Facultad de Música del ISA.

Pero de alguna manera, todo apunta a que no se le ha prestado a Rebeca Martínez toda la atención que ella hubiera querido. Como si hubiese pasado de moda demasiado pronto, como si su carrera nunca hubiera despegado plenamente. O como si la suerte no la hubiera acompañado de lleno en el riesgoso camino de querer hacerlo todo, en lugar de dedicarse a ser una buena bailarina, o una buena cantante, o una buena actriz.

– Dicen que el que mucho abarca, poco aprieta. ¿Por qué en lugar de querer hacerlo todo, no concentraste tus esfuerzos en ser excepcional en una sola cosa?

– Yo defendí poder hacer todos esos géneros, con la mayor dignidad, aunque fuera riesgoso. Lo que pasa es que en Cuba se les da pocas oportunidades a las personas a las que, como yo, les gusta hacer todas esas manifestaciones artísticas. Ese apoyo sí existió en las décadas de la Fornés, en los 40, en los 50. En la etapa que me tocó vivir en mi juventud no era tan valorado ser vedette. Rosita Fornés, Esther Borja, María de los Ángeles Santana me llegaron a decir: ¡Qué pena que no te hayan utilizado más en shows, en comedias musicales!

No porque Ponte en forma lo hayan desaparecido de la TV cubana, Rebeca Martínez se ha dejado caer. Entrena en su casa con frecuencia, y su físico sigue dando de qué hablar, haciendo que más de una cabeza se voltee cuando ella pasa.

Hace tantas presentaciones como veces se lo pidan, mientras aguarda con esperanzas a que, el día menos pensado, la llamen para darle una de las oportunidades con las que más ha fantaseado en su carrera: ser la show woman de un programa en la televisión, en el que pueda desenvolverse como presentadora, entrevistadora, cantante y bailarina.

“Eso lo haría aunque fuera a los 70 años”, dice. La edad, como ven, no le preocupa.

“Todos los procesos son naturales, y tienen que pasar inevitablemente. El día que me haga falta una cirugía –si me paro frente al espejo y veo que hay algo preocupante– me la hago sin problema alguno (risas)”.

– Todavía no hay nada preocupante, ¿no?

– No. Nada que no se pueda arreglar con una buena sonrisa. La actitud es importante. Te puede rejuvenecer por dentro y por fuera.

“A veces –especula Rebeca– a los artistas lo que nos inquieta de la edad es el criterio de las personas, porque uno vive de la imagen. Y hay gente que te exige demasiado, que quiere verte siempre impecable”.

– ¿Qué quiere decir eso, que te han encontrado en chancletas en la calle?

– En chancletas no. No me gusta usar chancletas. Pero las personas quieren verme siempre en tacones, y eso no es posible. Yo no voy a ir a la carnicería en tacones.

– ¿Qué te dice tu mamá al verte al borde de los 50, y todavía moviéndote provocativamente en televisión? ¿Es del tipo de mamá que te diría: ¡Rebequita, retírate, que ya estás muy vieja para eso!?

Entonces Rebeca hace como si tuviera el pescuezo de alguien en las manos y lo tuerce, imaginariamente, haciendo una mueca graciosa con la boca:

– Eso no me lo diría ni mi mamá ni nadie que yo conozco.  Y ¡ay! del que me lo diga.

Foto: Roberto Ruiz

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