Tony Oliva: “Mi sueño es Cubita”

El ex pelotero de Grandes Ligas dijo sobre los acuerdos fallidos entre la MLB y la isla: "Yo no me explico cómo algún cubano se puede oponer".

Caminar por el estadio de los Twins de Minnesota con Tony Oliva es un ejercicio difícil de completar por las constantes interrupciones: todo el mundo quiere una selfie con la leyenda viviente.

Justo a la entrada de la puerta número seis está la estatua del ex pelotero cubano de Grandes Ligas, un gigante de bronce que sostiene el bate en el momento final del swing, no como una imagen particularmente elegante, sino con la mueca del cuerpo torcido y los brazos estirados de quien bota la pelota del diamante.

No es casualidad que la estatua esté en la puerta de entrada seis del estadio, pues es el número impreso en su camiseta, con la cual jugó la mayor parte de su vida. El seis es, además, un dígito que nadie más en el equipo de los Twins puede usar otra vez, retirado para siempre en honor al gran Oliva.

Tony Oliva junto a una estatua en su honor en la entrada número 6 del estadio de los Twins en Minnesota. Foto: Marita Pérez Díaz.

Con 81 años, Tony no habla de sus récords cuando en las décadas del 60 y 70 bateó 220 jonrones, con un average de .304. Prefiere hablar, como casi siempre ocurre con el pasar del tiempo, de su infancia, sus inicios en la pelota en su natal Pinar del Río, en lo increíble de la suerte que le tocó vivir.

“Mis viejos y mis hermanos nunca me vieron jugar aquí en los Estados Unidos”, se lamenta. Confiesa que su sueño era poder jugar con el equipo de Cienfuegos algún día en Cuba.

“Pero no pude, ni modo”, dice el ocho veces All Star y tres veces campeón de bateo de las Grandes Ligas.

“Todos los días doy gracias a Dios, a mis padres y a aquellos amigos que creyeron en mí. Yo nací en un lugar donde no se jugaba casi pelota, nunca jugué béisbol organizado. Nací en el campo, me crie en el campo, en Pinar del Río. Solo jugaba los domingos en una pequeña liga amateur libre que se llamaba Casa Maltas. Luego fui a Los Palacios, donde un señor que era profesional me vio jugar por primera vez. El segundo domingo que me vio me preguntó si me gustaría jugar profesional”, cuenta.

Estrella de Tony Oliva con sus años de All Stars, en una pared del estadio de los Twins de Minnesota. Foto: Marita Përez Díaz.

Durante el juego de esta noche de junio contra los Medias Blancas de Chicago, el cienfueguero José Dariel Abreu puso en aprietos varias veces a los Twins. Tony quiere que su equipo gane, pero reconoce que siente admiración cuando ve jugadores cubanos, aunque sean sus rivales.

“Todos los nuevos muchachos que han llegado aquí después del 80 han puesto la pelota y el nombre de Cuba bien alto. Eso se debe, para mí, por el trabajo tan bonito y tan bueno que han hecho los coaches de Cuba”.

Y añade: “Creo que es también por el orgullo que los cubanos tienen dentro, por ser buenos peloteros. En Cuba alguien nace arriba de una piedra y ya sale un buen pelotero. Te pueden quitar muchas cosas, pero eso no hay quien te lo quite. Ese orgullo de los cubanos de ser buenos, de creerse que son los mejores”.

Tony Oliva en el lugar donde trasmite los juegos de pelota para la radio hispana de Minnesota. Foto: Marita Pérez Díaz.

Con respecto a la posibilidad de un acuerdo entre la MLB y Cuba para que peloteros cubanos de alto rendimiento puedan firmar con los equipos de las Grandes Ligas, Tony opina que se debería buscar una manera de hacerlo legal.

“No hay por qué no hacer las cosas como se debe hacer. Yo no me explico cómo algún cubano se puede oponer. Sé que muchos se oponen, pero no sé por qué. Yo creo que todo el mundo puede querer el éxito de otra persona. Lograr que esos muchachos puedan ir y venir a jugar pelota, que es su orgullo, es algo que beneficia a mucha gente”.

El estadio de los Twins tiene también un mural gigante con las fotos de Tony en sus años de gloria deportiva, el lugar preferido por sus fans para pedir una foto.

Todo el mundo quiere una selfie con Tony Oliva. Foto: Marita Pérez Díaz.

“Ni yo mismo me lo creo. Yo digo que Dios es muy grande, el destino uno nunca lo sabe. Pero uno tiene que tener orgullo por lo que hace. Tuve la oportunidad de ser pelotero: corría bien, bateaba bien, tiraba bien, pero el fildeo no era bueno. Nadie me dio ideas de cómo fildear ni tirar, solo mi papá, y cuando llegué a Estados Unidos en 1961 cometía muchos errores, pero me fijaba en los mejores.

“Jugaba diario. Tuve la oportunidad de jugar con tremendos peloteros cubanos como Pedro Ramos, Zoilo Versalles, Camilo Pascual, Hilario Valdespino y otros americanos también que me ayudaron mucho.

“La pelota antes era muy bonita y ahora también. Solo que ahora juegas cuatro años en Grandes Ligas y ya estás bien posicionado para mantenerte a ti y a tu familia por toda la vida. En mi época tenía que viajar a otros países como coach en el invierno para poder ganar más dinero y así poder darles la escuela y todo a mis hijos. Porque este país es muy lindo, pero hay que trabajar muy duro”.

Tony cuenta de un sandwish cubano que se vende en el estadio con la marca de T.O. (sus iniciales) porque “lo cubano no se puede dejar caer”.

A pesar de su edad y las lesiones de rodilla que lo llevaron a retirarse temprano, Tony se mantiene activo y visita casi a diario el estadio de los Twins en temporada de juegos. Usualmente trasmite desde allí para la radio hispana de Minnesota. Allí también ofrece consejos a los nuevos jugadores en los entrenamientos. Apenas unos días antes había ido de gira por primera vez en 30 años para varios topes en otros estados, de los cuales vinieron vencedores.

“Me dicen que fui como un amuleto de la buena suerte”, se ríe Tony.

Los trabajadores del estadio, acostumbrados a saludarlo por los pasillos, le dicen que lo vieron en la televisión durante la trasmisión de los juegos, que era obvio que lo “estaba pasando muy bien, divirtiéndose”.

Una coordinadora de cámara le recrimina que no había aparecido durante toda la noche, justo en el momento en que Tony se acerca a su espacio habitual del estadio, una pequeña sección de asientos que permanece reservada para él y sus invitados. Segundos después de sentarnos, las pantallas gigantes del entretiempo enfocan a Tony (y a la periodista, de carambola) mientras el estadio aplaudía a su ídolo.

“Minnesota es un paraíso. Yo no me puedo quejar de nada. Bueno, quizás de que hay mucho frío”, dice riendo Tony.

Aunque tuviera la posibilidad de ir a otros lugares del mundo, todos los años escoge el mismo destino para viajar: su natal Pinar del Río porque “todos los días piensa en Cuba”.

“Hace 55 años que vivo permanentemente en los Estados Unidos, he viajado a varios países, pero mi sueño es Cubita”.

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