El dinosaurio y el sofá

Futbol Cuba

Futbol Cuba

La editora, del otro lado del teléfono: “¿Por qué da la impresión de que el fútbol se está tragando al béisbol?”. Tiene la voz bonita. Suave. De esas voces que fluyen como el agua. “Porque el fútbol es un enorme dinosaurio”, le contesto entre acatarrado y evasivo.

Hay un silencio entonces. Obviamente ella busca otra respuesta. Digamos, algo más propio de este mundo. Quiere una explicación concreta, un porqué la pelota ha quedado, aquí y ahora, a la zaga de ese otro deporte donde nunca hemos sido ciudadanos de primera.

Foto: Beatriz Verde Limón
Foto: Beatriz Verde Limón

“Hace un año –le aclaro– escribí que perdían el tiempo quienes tratan de poner dique al fútbol, y que veían cocodrilos en la sopa los que piensan que un día el cubano renegará de la pelota. Esa es mi posición ante el dilema. Me parece imposible responderte más allá, pues no manejo toda la información que se requiere. Hay cortinas de hierro, mucho enigma, demasiadas cabezas pensando maneras de aplicar el silencio y perpetuarlo”…

Pero los editores son gente tozuda. “De todos modos creo que podrías hacer algo”, me conmina en un tono que suena más a petición que a desafío. Y me convence. Al poco rato, yo le envío los párrafos que siguen:

No es seguro que el fútbol se esté tragando al béisbol –aunque las apariencias lo indiquen así unánimemente–, porque la tradición es una carne dura de mascar y mucho más difícil de engullir. Lo seguro es que el fútbol de la Liga Española se está tragando al béisbol de la Serie Nacional. Una Liga que tiene a los dos clubes más cotizados del planeta. Una Serie que va en franco declive, por más que sus autoridades no lo acepten.

Sin discusión, el fútbol es voraz. Llega y se impone. Lo hizo en Japón. Y luego en una isla del Caribe, Puerto Rico. Y también en Estados Unidos, donde crece por día la afición futbolística mientras decae la beisbolera, según estadísticas confiables.

Pero de ahí a que el fútbol borre de un plumazo todo aquello que encuentra en su camino, va un buen trecho. Lo que ocurre es que le estamos poniendo muy fáciles las cosas: ahora mismo, la mediática oferta Barça-Real Madrid es un peso completo que avasalla al desmejorado minimosca en que se ha convertido la oferta Pinar del Río-Villa Clara. Hay un flagrante desequilibrio en la balanza del consumo, y las calles lo proclaman: por cada camiseta azul industrialista, se pueden ver cuarenta catalanas de la Qatar Foundation. Tal vez más.

Por supuesto, la solución no puede ser la del cornudo que botó su sofá por la ventana. No se trata de que aparezca algún sesudo poderoso esgrimiendo el slogan “¡No más Fútbol!”, y se acaben los goles en la televisión. Por el contrario: de momento, a la espera de que regrese la bonanza al béisbol nacional, es menester cederle espacio, abierta y desinhibidamente, a otra pelota, sin restarle minutos en pantalla al más universal de los deportes.

Foto: Darío Leyva
Foto: Darío Leyva

Me refiero a la MLB, que es la liga más fuerte del orbe. La que está en condiciones –por lo menos en mejores condiciones– de preservar esa pasión inmensa que el cubano ha heredado hasta convertirla en parte de su vida cotidiana. Tanto como la carne de cerdo, las telenovelas y el choteo.

Ese sería un paso firme. Inexcusable, casi, para que el dinosaurio no se trague al béisbol. Pero a la par habrá que trabajar muy duro para que nuestros peloteros recuperen la plenitud de que gozaron antes y, poco a poco, más temprano que tarde, vuelvan a ser los dioses de la fanaticada.

Cosa que yo no sé si sea posible, pero sí definitivamente necesaria.

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