Alan Gross, el absurdo y el olvido

Amanece el mundo con la noticia de una huelga de hambre en La Habana, pero no una más, Alan Gross, contratista norteamericano condenado a 15 años de cárcel por intentar introducir tecnología no permitida en Cuba, se declaró en huelga de hambre en “protesta por el trato al que estoy sometido por los gobiernos de Cuba y Estados Unidos.

Gross se lamenta de la inacción de su gobierno y emplaza al presidente Obama a dar los pasos necesarios para su liberación.

Esta huelga de hambre comienza  apenas dos días después de conocerse, a partir de las revelaciones de The Associated Press, que la USAID intentó desarrollar un proyecto denominado zunzuneo para incitar al desorden social y conseguir la caída del gobierno cubano.  Este programa fue implementado a pocos meses de la detención de Gross,  por la misma agencia que durante mucho tiempo negó que sus planes estuvieran destinados a provocar un cambio de régimen.

Pero quizás lo más significativo es que el anuncio público de Gross se realice el mismo día en que la USAID presenta ante el Comité de Asignaciones del Senado su informe sobre el presupuesto para el 2015. En esta presentación, el administrador de la agencia, el Dr. Rajiv Shah luego de titubear y presionado ante las preguntas del Senador Patrick Leahy dijo no saber de dónde provino la idea de crear zunzuneo, y sin embargo afirmó que no fue una operación encubierta sino “discreta”.

Alan Gross se ha convertido en el único empleado gubernamental norteamericano que cumple condena en un país extranjero por el cual la administración no ha tomado pasos evidentes para conseguir su liberación.  La historia de los Estados Unidos evidencia que no se desprotege a sus ciudadanos pero, sin embargo, en el caso de Gross y obedeciendo a un apolítica anquilosada en el recuerdo de la Guerra Fría, sus acciones se han limitado a exigir una liberación incondicional sin sentarse en la mesa de negociaciones con Cuba.

Es irónico escuchar al administrador de la USAID, el Dr. Shah, casi molesto ante las preguntas del Senador Leahy cuando éste le preguntaba “¿Ha hecho Usted algo específicamente, personalmente para traerlo a casa?” y casi balbuceando responder: “Sí, lo he hecho. Pienso en él todo el tiempo.  Pensamos en Alan todos los días”.

El tiempo de pensar se está acabando. Es tiempo de hacer política.

Alan Gross ha puesto un ultimátum a su gobierno.  Estados Unidos debe pensar en una solución política para el caso del contratista, más aún cuando se ha evidenciado que su política hacia Cuba persiste en utilizar métodos ilegales e inmorales, violatorios de leyes y tratados internacionales de los cuales es signatario.

Es evidente que Cuba ha puesto en el debate el caso de los tres agentes de inteligencia que cumplen condenas en cárceles federales norteamericanas.  No existe un precedente documentado, en casos de espionaje, en el que los Estados Unidos no hayan intercedido por sus prisioneros, sea por vías de diálogo o por rescates militares, descartados en este caso. Las penas manipuladas que sufren los cubanos han sido condenadas por asociaciones internacionales de derechos humanos y su liberación exigida en numerosos foros en todo el planeta.

La política norteamericana se encuentra ante la encrucijada de no dejar morir en Cuba a Alan Gross.  En este caso las decisiones no están del lado cubano.  En numerosas ocasiones el gobierno cubano ha propuesto un diálogo horizontal con sus homólogos norteamericanos.  Es hora de tener en cuenta que no está en juego la credibilidad de el lobby cubanoamericano en el Congreso, lo que está en juego es el prestigio de la política exterior de la que se supone es la nación más poderosa del “mundo libre”

Alan Gross ha decidido poner su caso sobre la mesa.  Se sabe rehén de hostilidades absurdas, de rezagos de una guerra que se extiende por más de cincuenta años y que solo ha logrado alejar a dos países vecinos y con intereses comunes. Zunzuneo, la presentación del presupuesto de la USAID y la huelga de hambre de Gross, deberían ser señales suficientes para que Obama reflexione, para que se entienda que hay que buscar una solución definitiva a un diferendo que daña la credibilidad y la influencia de los Estados Unidos.

Patrick Leahy, uno de los más grandes Senadores de los Estados Unidos, llamaba a su gobierno a tomar “medidas sustantivas y significativas para negociar la liberación de Gross como consecuencia de un programa irresponsable diseñado bajo la administración Bush”

El tiempo se acaba para Gross. Esta huelga de hambre es un grito desesperado. La administración del Presidente Barack Obama tiene en sus manos la solución a este problema, es hora de actuar con responsabilidad y valentía política.  En el argot militar norteamericano hay un dicho que dice: han herido a uno de los nuestros, nos han herido a todos.

Tal parece que Gross no es uno de los suyos, tal parece que uno de los olvidados.

*La declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores reitera la voluntad del gobierno cubano a buscar una salida negociada y humanitaria para el caso del contratista “El gobierno cubano reitera su disposición a buscar, de conjunto con el gobierno norteamericano, una solución al caso del Sr. Gross, aceptable para ambas partes, que contemple las preocupaciones humanitarias de Cuba relacionadas con el caso de los tres cubanos del grupo de los Cinco, que continúan injustamente encarcelados en Estados Unidos por más de 15 años” señala la nota.

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