Ganó Duque: Seis razones para entender por qué

Tal como las encuestas y los pronósticos anunciaban, ganó el derechista Iván Duque la segunda vuelta de las elecciones colombianas sobre el izquierdista Gustavo Petro. Lo superó por poco más de 2 millones de votos. Participó poco más de la mitad del padrón.

Por primera vez un candidato de izquierda tuvo posibilidades de ganar y nadie lo mató, como había sucedido con Jorge Eliécer Gaitán o Luis Carlos Galán.

Hubo, sin embargo, algunos episodios de violencia.Síntomas de que la guerra sigue. En la frontera con Venezuela, por ejemplo, se registró un enfrentamiento entre el ELN y la banda narco de Los Pelusos. Es una zona caliente desde hace tiempo por el contrabando, dada la crisis en el país vecino y como consecuencia de la reconfiguración del negocio de la droga y otros mercados ilegales “vacantes” tras los acuerdos de paz con las FARC.

Una situación similar se vive en la frontera con Ecuador, donde poco tiempo atrás fueron secuestrados y asesinados 3 periodistas ecuatorianos. Además, en varias zonas del país se están asesinando líderes sociales.

En ese contexto, estos son cinco factores que influyeron en la victoria de Duque.

1. El factor Álvaro Uribe

¿Quién es Iván Duque?

Podríamos decir que el candidato del Centro Democrático está casado con una abogada que estudió en París, con la que tuvo tres hijos. Que va a la iglesia los domingos. Que le gusta la magia, que canta bien vallenatos y se defiende bailando, como la mayoría en su país. Podríamos explorar su carrera y notar que es economista, que trabajó para el BID y que ha sido un promotor del libre mercado. Podríamos contar que Duque es fan de las derechas latinoamericanas porque ha elogiado a Mauricio Macri, Álvaro Vargas Llosa y Sebastián Piñera más de una vez. Podríamos reconocer que habla bien: tiene una entretenida retórica y que la usa para denostar a los “populismos” latinoamericanos, especialmente Cuba y Venezuela. Podríamos lamentar que, una vez más en la política colombiana, asciende un presidente que pertenece a una élite política: su abuelo fue ministro de Minas y su padre gobernador de Antioquia.

Podríamos decir eso y mucho más sobre Iván Duque pero no estaríamos hablando del protagonista de esta historia, porque Duque ha sido, sobre todo, el candidato de Álvaro Uribe. Fue su testaferro en esta elección porque Uribe constitucionalmente no puede presentarse. Dicen que es moderado, pero en las fotos Uribe sale en el centro y Duque a la derecha. Y eso que es difícil estar a la derecha de Uribe.

El ex presidente colombiano Álvaro Uribe sonríe entre Iván Duque, aspirante presidencial por el Partido Centro Democrático, derecha, y su compañera de fórmula Martha Lucía Ramírez durante un mítin de campaña en Bogotá, el domingo 20 de mayo de 2018. Foto: Fernando Vergara/AP.
El ex presidente colombiano Álvaro Uribe sonríe entre Iván Duque, aspirante presidencial por el Partido Centro Democrático, derecha, y su compañera de fórmula Martha Lucía Ramírez durante un mítin de campaña en Bogotá, el domingo 20 de mayo de 2018. Foto: Fernando Vergara/AP.

La elección la ganó el ex presidente. Ahora Duque debe decidir si lo traiciona como Santos o si sigue siendo su vocero y admirador –dijo en modo norcoreano que Uribe es un “Presidente eterno”– pero sentado en el Palacio de Nariño.

2. Los que no van a la guerra decidieron

Aunque las FARC hayan entregado sus armas y, en su mayoría, se están integrando a la vida civil, la guerra fue el eje sobre el que pivotearon todos los discursos en esta campaña electoral. Nuevamente ganó el No. Para entender este nuevo tiro democrático en el pie, es necesario entender algo: la mayoría de la gente vive lejos de la violencia.

En el Chocó, un departamento olvidado desde siempre por el Estado –donde desde hace décadas ha habido una cadena de muertos imparable por parte de los paramilitares y las BACRIM– ganó Petro. En el Valle del Cauca –un distrito donde las Naciones Unidas están investigando los asesinatos perpetrados por los paramilitares y donde todavía el día de hoy no se puede hablar públicamente en contra de “los paras” porque hay decenas de municipios y pueblos donde no hay otra ley que la que ellos imponen– ganó Petro. En el Cauca –uno de los distritos donde se mezclan los “rastrojos” con otros grupos narcotraficantes y algunas guerrillas activas como el ELN– ganó Petro. En el Vaupés, Nariño y Putumayo –regiones que estuvieron super militarizadas por las FARC– ganó Petro.

En esta imagen del 15 de agosto de 2016, combatientes rebeldes del 32do Frente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, realizan un patrullaje sobre el Río Mecaya en las junglas al sur de Putumayo, Colombia. Foto: Fernando Vergara / AP.

Petro ganó ahí donde la guerra se hizo, se hace y, dados los resultados de la elección, se seguirá haciendo. Los que la sufrieron votaron masivamente contra Álvaro Uribe, denunciado recientemente por el New York Times como uno de los promotores del paramilitarismo.

Después de Siria, el conflicto colombiano es el que ha desplazado más personas en la historia contemporánea del mundo. Por eso, las regiones más violentas no son las más pobladas. Duque se hizo fuerte en algunas distritos como Bucaramanga, Antioquia y Barranquilla, que no viven de cerca la guerra pero que concentran buena parte de la población. La excepción fue Bogotá, donde ganó Petro una vez más: ya había ganado como alcalde, hasta que fue destituido por un escándalo relacionado con el manejo de la basura, del que tiempo después salió absuelto.

3. Polarización

Los que votaron por Fajardo, Vargas Lleras y De La Calle en la primera vuelta, se quejaban de lo polarizada que había quedado la segunda. Y se dividieron entre los que votaron en blanco, los que anularon, los que no fueron a votar y los que votaron por Petro.

Sergio Fajardo hizo campaña por el voto en blanco y mostró las grietas en bloque anti-Uribe. Otros partidos de su frente no hicieron lo mismo y llamaron a votar por Petro. La mayoría de los encuestadores dice que si él hubiera quedado segundo en vez de Petro, podría haberle ganado a Duque pero que Petro tiene una personalidad muy “autoritaria”, un discurso muy “radical” y una manera de construir muy “egocéntrica”. En definitiva como citamos en una nota anterior: “donde la izquierda y el centro ponen los egos, la derecha pone el pragmatismo. Por eso los primeros se dividen y los segundos reinan”.

La derecha fue articulada a la elección. En diciembre de 2017, Iván Duque medía menos de un 10 por ciento de intención de voto. Tres meses después la derecha había unido sus tres precandidaturas en una sola. Y comenzó a repuntar hasta llegar a ser el presidente con más votos en la historia de Colombia.

4. Los miedos

El miedo a ser “otra Venezuela” promovido por Duque en caso de que Petro ganara, le ganó al miedo al regreso de Álvaro Uribe promovido por Petro.

Hubo miedo al pasado de Petro. Fue guerrillero en la década de los 80 y su discurso alternativo al que habitualmente maneja la tibia agenda política colombiana ayudaron a que se construyera a partir de él la idea de un monstruo, cuando el problema de Colombia es que un monstruo, Álvaro Uribe, maneja la política colombiana.

Uribe es un caudillo impune. Se teme que, salvo que un indulto lo proteja, deba enfrentar pronto cargos judiciales graves tanto políticos omisión de matanzas, nexos con grupos paramilitares y manipulación de testigos como privados. Sobre uno de estos últimos Jon Lee Anderson, periodista del New Yorker, twitteó:

5. El aparato funcionó

El “aparato” (como se llama al clientelismo colombiano) jugó para Iván Duque. Aunque no se puede saber a ciencia cierta ahora mismo cuánto impactó cuantitativamente en la elección, se han reportado irregularidades en varios sitios.

Es vox populi que en Colombia rige en varias regiones un sistema clientelar caudillista al que se acercan los partidos que están próximos a llegar al poder. El sitio La Silla Vacía mostró, por ejemplo, los nexos entre Uribe y la “maquinaria” que maneja Fuad Char Abdala en la zona de Barranquilla: “Más que por votos es por gobernabilidad, con esto Uribe está buscando gobernabilidad y no puedes lograr eso sin hablar con Fuad”.

El clientelismo está directamente relacionado con la precarización económica y educativa. Los problemas de mucha gente para acceder a información y recursos económicos ayuda a que sean engañados por los caudillos del pueblo.

OnCuba contactó con gente que vive en algunos pueblos del Magdalena medio (donde nacieron y todavía tienen poder los paramilitares). Una ciudadana que pidió el anonimato contó: “Hay gente pagando votos, entre ellos un empleado de un municipio de la zona, y hay una fila para recibir almuerzo a cambio de mostrar que votaron por Iván Duque. Este fulano trabajador del municipio subcontrata personas de la zona para que le organice la gente que requiere transporte para regresar a sus casas, y a estas personas les pagaron 100 mil pesos [unos 35 dólares] por esto de organizar el transporte y decirles por quién votar hoy”.

6. Colombia es mayoritariamente conservadora

Las series de Netflix –o del “Paquete”– que hablan de los narcos los muestran muy creyentes en Dios y la virgen. La mezcla entre violencia y religión es lo que volvió conservador a este país.

Marta Lucía Ramírez, la primera vicepresidenta mujer en la historia de Colombia, se opone al aborto, al matrimonio igualitario y defiende la guerra. Fue también la primera mujer en ocupar el cargo de ministra de defensa en la historia.

Buena parte de la sociedad colombiana es conservadora, católica, patriarcal y machista. Un sector creciente, de la mano de las nuevas generaciones y sobre todo en las ciudades más cosmopolitas, interpela esas posturas pero todavía no alcanza. La apatía política y el individualismo calan profundo en la cultura colombiana.

En la cadena BBC, Nicolás Díaz Cruz, el director de Seamos, una organización que promueve la democracia digital, vinculó el conservadurismo cultural con la concentración económica: “Estos sectores concentrados usan ese poder en contra de cualquier proyecto que pueda ser una amenaza a sus privilegios. Así han logrado frustrar cualquier proyecto serio de izquierda en este país”.  

Para el columnista del diario El Espectador Santiago Montenegro, el origen del conservadurismo colombiano “es su configuración geográfica, por el hecho de tener su capital y varios centros urbanos lejos de las costas y conectados con pésimos sistemas de transporte, lo que nos aisló de las grandes transformaciones del mundo y obstaculizó la llegada de inmigrantes y de ideas liberales y revolucionarias”.

En Colombia la Iglesia se adueñó de las conciencias, el mercado de la actitud frente a la vida, la izquierda fue una opción armada que se hizo narcotraficante y la derecha fueron patrones de estancia armados hasta los dientes. En el medio de ellos –y a veces para ellos– guerrillas, narcos y paramilitares hicieron sus negocios. Ni hablar de los negocios que hicieron con todo ese lío actores externos como el Departamento de Estado de EE.UU. o los carteles de droga mexicanos.

La democracia, una más o menos real, una más o menos pacífica, es algo tan nuevo en Colombia, algo tan frágil, que la gente todavía no se acostumbra.

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