Milei busca la guerra afuera y elude el conflicto interno

El presidente argentino está llevando adelante una gestión de las relaciones exteriores que compromete la seguridad del país.

Javier Milei, durante la 'Cena de la Libertad', organizada por la libertaria Fundación Libertad, en Rosario, 24 de abril de 2024. Foto: EFE/ Presidencia De Argentina.

Javier Milei, durante la 'Cena de la Libertad', organizada por la libertaria Fundación Libertad, en Rosario, 24 de abril de 2024. Foto: EFE/ Presidencia De Argentina.

Como nunca se había visto en la política exterior argentina, el Gobierno completó su alineamiento total con el eje Estados Unidos/Israel, invitando al embajador israelí a la reunión de gabinete del domingo 14 de abril por la noche, convocada como “comité de crisis”, para planificar las acciones ante el bombardeo iraní en respuesta al ataque a su Embajada en Damasco. La escena permite visualizar el atropellado modo en que el Gobierno de La libertad avanza recorre sus primeros meses en el poder, flanqueado por la marcha más importante contra un Gobierno en los últimos 10 años, en defensa de la universidad pública. 

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Los 13 870 kilómetros que separan Buenos Aires de Teherán no alcanzaron para disuadir al presidente Milei de involucrarse no sólo condenando oficialmente el ataque de Irán a Israel sino, además, desplegando declaraciones personales a diferentes líderes, como si Argentina estuviese siendo atacada. Tal fue el caso de Netanyahu, a quien Milei le declaró su “solidaridad y compromiso inclaudicable con Israel”.

El sábado 13 por la tarde, luego de reunirse en Texas con Elon Musk, Milei suspendió su gira y declinó la visita a Dinamarca donde iba a probar los caza F-16 que Argentina está comprándole a ese país. Luego de que se informaran “cuestiones de agenda”, trascendió que Javier Milei, junto a su hermana y Secretaria General de Presidencia, regresaban por razones de seguridad en el marco del ataque de Irán a Israel. 

Especialistas en defensa critican la decisión destacando la obsolescencia de los F-16 (fabricados por EE. UU. hace cuarenta años) por un monto total 650 millones de dólares, y el hecho de que el Reino Unido mantiene un embargo sobre Argentina de compra de material bélico desde la guerra por las Islas Malvinas, dificultando o imposibilitando la adquisición de partes de reemplazo fabricados por ellos para este avión. El alineamiento de Milei con EE. UU. se sustenta en razones que solo él parece conocer, pues Argentina tenía prácticamente cerrada una propuesta de compra de JF-35 nuevos fabricados por China. 

Expertos en relaciones exteriores y política exterior consideraron las declaraciones de Milei ante el conflicto Israel-Irán como desmesuradas, exageradas e intransigentes, sobre todo por la dificultad de comprender el interés por levantar tanto el perfil en un tema de importancia tangencial, que no reviste un sentido estratégico para Argentina. En ese sentido, el posicionamiento de Milei desmarca profundamente a Argentina de los países de la región, con quienes sostiene la mayor parte de sus intercambios comerciales. 

Los gestos fueron claros: al regresar al país, el presidente argentino invitó al embajador de Israel en Buenos Aires, Eyal Sela, a la reunión de Gabinete Nacional. Posteriormente, el vocero presidencial, Manuel Adorni, y Sela ofrecieron una conferencia de prensa en la que Adorni explicó que no hay ninguna “información concreta sobre algo en Argentina y es importante decirlo” (sic), en alusión a posibles ataques terroristas en el país. Posteriormente, Argentina elevó el nivel de alerta a “alto” en la triple frontera con Brasil y Paraguay y “moderado” en el resto del país. 

Días atrás se produjo otro episodio de alineamiento explícito: la generala Laura Richardson, al frente del Comando Sur del Ejército de EE. UU., vino a Argentina a donar un avión Hércules C130H; permaneció tres días. En Buenos Aires se reunió con Javier Milei, el ministro de Defensa y el Jefe de Gabinete. Luego viajó a Ushuaia y se entrevistó con autoridades nacionales localizadas en la isla austral. El gobernador de Tierra del Fuego, de signo político opositor, no fue convocado. Es la primera vez que una visita internacional no se reúne con autoridades provinciales. 

Desde que Argentina comenzó sus planes de instalar el Polo Logístico Antártico en Tierra del Fuego para abastecer buques que operan en Antártida, Estados Unidos comenzó a ejercer presión para influir en el proyecto. China ya tiene un acuerdo para construir un puerto especializado en químicos en la isla. 

Sobre la hora, Milei viajó a Tierra del Fuego para rendir honores de nuevo a Richardson. Llegó a la medianoche pues su avión, con insuficiente combustible, hizo una escala de abastecimiento. Cantaron el himno de Estados Unidos e izaron su bandera. Milei, vestido de militar como en ocasiones anteriores, dio un enérgico discurso en el que aseguró: “Los argentinos como pueblo tenemos una afinidad con los EE. UU. y esperamos tener una relación especial”, y agregó: “El mejor recurso hoy para defender nuestra soberanía y abordar de forma exitosa estos problemas es reforzar nuestra alianza estratégica con Estados Unidos”. Culminó su alocución con un estridente grito de “¡Viva la libertad, carajo!”. 

El último despliegue de la política exterior hiper occidentalizada fue el pedido que presentó el Ministro de Defensa Luis Petri el jueves 18 pasado de incorporarse como socio global de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, con el objetivo de “modernizar y capacitar nuestras fuerzas al estándar de la OTAN”, tal como explicó luego de reunirse con Mircea Geoana, secretario general adjunto de dicha organización. 

Pese a que Milei, su hermana y sus colaboradores profesan una férrea defensa de “la libertad” como garantía de la democracia, el presidente ha argüido más de una vez que él es el elegido por las Fuerzas del Cielo —y no las ciudadanas— para la tarea que le encomendaron. En septiembre de 2020 se le aparece Dios para decirle que será presidente en 2023, que tiene una misión y que su hermana es Moisés. En julio de 2021, el entonces presidente argentino Alberto Fernández se refiere a los libertarios como los nazis del siglo XXI. Desestabilizado y afectado por aquellas declaraciones, según narra su biógrafo Juan Luis González, colaboradores de Milei lo llevan a entrevistarse con el rabino Axel Wahnish, quien le dice que “tiene la misión de conducir un movimiento liberador de la Argentina”. Según el biógrafo, en esa reunión Milei adopta la fe judaica. Actualmente, el rabino Wahnish es el embajador argentino en Tel Aviv. 

Mientras los países occidentales miden cuánto quieren involucrarse, Milei parece dispuesto a jugar a la guerra, así sea en el discurso; mientras la economía argentina está al borde del colapso, con una degradación de los salarios solo comparable a la tristemente memorable crisis de 2001. La clase media ha perdido toda su capacidad de ahorro, la inflación comenzó a ceder pero sigue en 11 puntos mensuales (y podría subir de nuevo el próximo mes por cuenta de la liberalización de las tarifas) y el FMI no parece estar dispuesto a negociar un nuevo acuerdo que brinde fondos frescos al país.

Pese a todo, el estallido social esperado, mentado y aclamado por los dirigentes de la oposición y analistas políticos no llega. Los referentes de organizaciones sociales y movimientos políticos, con estupor, coinciden en que no se puede apurar algo que debe ocurrir de forma natural. 

Aunque las encuestas muestran la degradación que la imagen de Milei viene sufriendo —llegando al 60 % de imagen negativa a 3 meses de comenzado el mandato—, aún el fantasma de la derechización de la opinión pública juega fuerte entre los líderes políticos y nadie quiere convertirse en el chivo expiatorio de Milei y sus operadores de redes oponiéndose con contundencia a sus medidas. 

Sin un liderazgo que convoque y se convierta en referencia de la oposición, el Poder Ejecutivo avanza en el desmantelamiento del Estado mientras todos miran con recelo y con la percepción de que puede ser provisorio.  

Tan provisorio como la Ley Bases y Puntos de Partida con la que el Gobierno intentó dar el puntapié el 27 de diciembre. Con 351 páginas que pretendía desregular la economía, privatizar prácticamente todas las empresas estatales y modificar centenares de leyes preexistentes, la piedra basal del Gobierno no pasó el filtro de la cámara baja. La otra mitad del proyecto fundacional, un Decreto de Necesidad y Urgencia (potestad del ejecutivo) abordaba una operatoria similar a la ley. Prácticamente la mitad del DNU ha sido suspendida por vía judicial. 

Por ahora, las medidas del presidente se sustentan más en su performance que en su estructura política. Javier Milei, conocido globalmente por la extravagancia de su personaje y de sus propuestas, se encuentra en una situación política adversa en términos institucionales, con la mayoría del Senado en contra y una situación prácticamente similar en la Cámara baja. 

A esto se le suma la tremenda marcha convocada para el martes 23 por la comunidad universitaria a la que, según diferentes fuentes, se sumaron entre 500 mil y 800 mil personas en todo el país. El conflicto se instaló en la agenda cuando el rector de la Universidad de Buenos Aires dijo que de seguir con el recorte del presupuesto (visibilizado en salarios 50% más bajos que el año pasado y gastos operativos a valores de 2023 con 250% de inflación), la UBA terminaría cerrando en dos meses. El conflicto escaló, y pese a la comunicación del gobierno de un supuesto acuerdo por el presupuesto, a la marcha convocada se sumaron la Central General de Trabajadores, líderes de todos los espacios políticos y hasta estudiantes de universidades privadas. Esa misma noche Milei tuiteó: “Día Glorioso para el principio de revelación”, muletilla que usa para ejemplificar quiénes sirven y quiénes no para su proyecto. 

Aun cuando Milei sobreactúe con un Comité de Crisis frente a una guerra que ni Israel ni Estados Unidos están seguros de llevar adelante, la política doméstica camina sobre una cuerda floja. Nadie se explica cómo no se precipita, mientras muchos esperan el indicio con el que la pax romana comience a resquebrajarse.

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