¿Proteger o desarrollar? Fuegos en Amazonía indican presión

Tras las críticas internacionales, el ejecutivo prohibió las quemas legales para limpiar la tierra durante 60 días en un intento por controlar los fuegos.

Antonio Lopes da Silva, un ganadero de 75 años, posa para una fotografía en Vila Nova Samuel, en el estado amazónico de Rondonia, Brasil, el 29 de agosto de 2019. Lopez Da Silva dijo que hay que proteger la Amazonía, pero también cree que los fuegos para limpiar tierras para plantar pasto son necesarios para que la región y el país properen ante la dificil situación económica. Foto:Luis Andrés Henao/AP.

«Sin humo, no hay progreso”, afirmó un ganadero de la Amazonía ataviado con un desvencijado sombrero de paja y unas botas de vaquero cubiertas de tierra roja.

Antonio Lopes da Silva, de 75 años, hablaba de los incendios que han arrasado partes de una de las regiones más preciadas del mundo en las últimas semanas. Gente de todo el mundo reaccionó con sorpresa ante lo que consideran una monumental amenaza al medio ambiente, pero para muchos que viven en la Amazonía, los fuegos para desmontar tierras son sinónimo de supervivencia y desarrollo.

«Si no se quema, no se puede vivir. Pero tiene que estar bien organizado” y de acuerdo con la ley, apuntó da Silva, que cultiva pasto para sus 200 reses.

La discusión entre proteger y desarrollar la Amazonía, que incluye vastas selvas tropicales además de ciudades de tamaño medio y explotaciones agrícolas y madereras, se intensificará incluso después de que se hayan extinguido los incendios de este año.

Según los científicos, la Amazonía, de la cual alrededor de un 60% está en Brasil, es una defensa contra el cambio climático crucial para la salud del planeta. Pero también es un motor de crecimiento con amplios espacios y recursos naturales que se explotan de forma implacable para ayudar a impulsar la mayor economía de Latinoamérica.

Las selvas ocupan gran parte del estado amazónico de Rondônia, donde vive da Silva. Con 238.000 kilómetros cuadrados (92.000 millas cuadradas), la región tiene aproximadamente el tamaño de Ecuador.

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Vila Nova Samuel, una pequeña localidad fronteriza, está a las puertas del Bosque Nacional de Jacundá, donde se registraron algunos de los incendios. Los residentes manejan motocicletas por sucias carreteras de tierra sembradas de locales de reparación de neumáticos y bares donde hombres con el torso desnudo ofrecen cerveza fría. En el pueblo hay aserraderos, que son la columna vertebral de su economía.

Los incendios son un fenómeno que se repite cada año en Brasil, y algunos son legales. Pero este año aumentaron notablemente en número, lo que llevó a especular que la campaña de desarrollo económico del presidente, Jair Bolsonaro, alentó a los ganaderos y a otros empresarios ansiosos por expandir sus propiedades. Entre 2004 y 2014, la estricta aplicación de las leyes ambientales redujo drásticamente la deforestación, pero los críticos dicen que la agencia estatal encargada de proteger la región está siendo debilitada de forma sistemática por el gobierno de Bolsonaro.

Tras las críticas internacionales, el ejecutivo prohibió las quemas legales para limpiar la tierra durante 60 días en un intento por controlar los fuegos, algunos de ellos registrados en zonas que ya estaban deforestadas.

El jueves, muchos residentes de Vila Nova Samuel no querían hablar de la prohibición, un tema sensible. Algunos dijeron tener miedo a represalias si la criticaban.

Decenas de miles de soldados brasileños fueron movilizados para participar en las tareas de extinción, según Bolsonaro, quien se molestó por las críticas lanzadas desde Europa por su pobre registro medioambiental.

Cerca de Vila Nova Samuel, una brigada de infantería de la selva acompañó a bomberos y agentes de la agencia ambiental a un incendio forestal que amenazaba con consumir una cabaña de madera, la vivienda del agricultor Adaa Raauwendaal y su familia.

En el interior de la choza de piso de tierra, Raauwendaal dijo que él no era el responsable y que era la segunda vez en apenas unos días que su casa estuvo a punto de ser consumida por las llamas. La familia tiene cuatro vacas y varias gallinas.

«El fuego no se detiene», señaló Raauwendaal. «Hacemos todo lo que podemos para apagarlo antes de que queme todo lo que tenemos”.

Los funcionarios ambientales, vestidos con ropa de camuflaje, tomaron fotografías mientras los bomberos rociaban las llamas con mangueras conectadas a mochilas con agua. Cuando se acabó el agua, Eric, el hijo de 19 años de la familia, caminó entre arbustos calcinados en chanclas de goma para llevar dos cubos de agua. Un soldado siguió sus pasos.

Eric Raauwendaal también recogió un ternero que según dijo estaba enfermo y tenía problemas para mantenerse en pie.

«Estos incendios ocurren todos los años «, contó. «Por lo que he visto en la televisión, la Amazonía es el bosque más grande del mundo, así que tenemos que protegerla”.

Los investigadores dijeron que no había evidencias de que la familia hubiese provocado el fuego.

La brigada del ejército instaló sus barracones en el interior de un parque nacional. Los jeeps y ambulancias estaban estacionados en un claro del bosque junto a una pila de enormes troncos propiedad de una maderera.

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Algunos soldados manejaban sus equipos y esperaban un transporte para volver al trabajo mientras otros dormían en hamacas, exhaustos tras buscar fuegos ilegales en la selva. Mariposas de color naranja revoloteaban cerca de allí.

Durante las misiones, motocicletas rojas con sirenas siguen a los jeeps militares y ambulancias pintadas de camuflaje en lo que parece un rally campo a través por la jungla. El comandante Fabio da Paixão Pinheiro explicó que la lluvia extinguió muchos focos en los últimos días.

«El daño habría sido mucho peor si nuestro equipo no hubiese llegado”, señaló acerca del fuego en la propiedad de Raauwendaal, que había saltado un campo cercado y se dirigía al bosque. «La vegetación está realmente seca».

Aun con los esfuerzos militares, la tarea de localizar y apagar los incendios en la vasta Amazonía parece titánica.

El jueves, una cacofonía de llamadas de tucanes y monos aulladores salía de un frondoso bosque de imponentes nogales en Vila Nova Samuel. Pero muchas zonas quedaron carbonizadas.

Da Silva dijo que sabe lo que tiene que pasar.

«La Amazonía tiene que organizar sus tierras”, apuntó el veterano ganadero. «(Y) mejores carreteras, porque no tenemos ninguna”.

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