Argentina y el dólar: amor y odio

Una mujer observa una pantalla con las tasas de cambio entre el peso argentino y el dólar estadounidense en Buenos Aires, el martes 15 de mayo de 2018. Foto: Natacha Pisarenko / AP.

Una mujer observa una pantalla con las tasas de cambio entre el peso argentino y el dólar estadounidense en Buenos Aires, el martes 15 de mayo de 2018. Foto: Natacha Pisarenko / AP.

¿Para qué ahorran en Argentina?

Para comprar una vivienda: los precios están en dólares.

Para comprar un carro: están en pesos argentinos, pero atados al dólar.

Para irse de vacaciones: hasta los boletos aéreos de los vuelos internos cotizan en dólares.

Los argentinos que pueden ahorrar, compran dólares y los guardan “debajo del colchón”. Así, aunque todos ganen en pesos, han hecho de su país el que más ahorra en dólares en el mundo después de los Estados Unidos de América.

Buenos Aires, Argentina. Foto: Pxhere.

El peso es una moneda pasional: cada vez que se devalúa lo hace abruptamente, de a varias unidades a la vez. Así fue en 2002 cuando Duhalde salió de aquella ilusión de la convertibilidad que vivió Argentina desde 1991, endeudándose para poder decir que un peso equivalía a un dólar. Así de abrupta fue la devaluación también cuando gobernaba Cristina Fernández de Kirchner. Y lo mismo varias veces durante los dos años de Mauricio Macri.

La pasión del peso es explicable: el Banco Central está obligado a intervenir para sostener el valor de la moneda. Cuando el Tesoro está flojo de dólares no puede contener la devaluación que exigen algunos sectores de la economía y el peso cae. La consecuencia inmediata es la inflación: cada subida del valor dólar implica una subida generalizada de precios en igual proporción. Las alzas periódicas de los salarios, llamadas “costos laborales” por el presidente-empresario Macri, dejaron de empatar esas subidas de precios: la gente es más pobre cada vez que se devalúa el dólar, esa moneda en la que tanto confía la clase media cuando tienen unos pesos que ahorrar.

Los sojeros presionan la devaluación porque cada vez que baja el peso, ganan más con la exportación de la cosecha. Las multinacionales presionan porque, al tener sus casas centrales en el exterior, se abaratan sus costos de producción en Argentina. Los que tienen su dinero afuera presionan porque en cada devaluación son más ricos. El mercado financiero presiona porque juega con la economía como si estuviera en el casino y con las devaluaciones, si su jugada fue buena, pueden ganar millones en pocas horas.

La gotera

Una economía funciona cuando los excedentes de dinero se reinvierten dentro del sistema y generan trabajo, pago de impuestos, producción y servicios: el excedente reinvertido hace que la rueda gire. Pero el 70 por ciento del dinero que circula en Argentina tiende a salir del sistema. No hablamos solamente de los 4000 millones de dólares que suman el total de compras de los argentinos en el exterior con tarjeta de crédito. El dinero se va porque los los que ganan mucho dinero de verdad jamás se quedarán con pesos en el bolsillo.

Hay al menos 400 mil millones de dólares de argentinos en el exterior: más de 10 veces lo que Mauricio Macri le está pidiendo al FMI. El propio Ministro de Energía dijo hace algunas semanas que va a seguir ahorrando fuera “porque aún no confía en su país”. En Argentina hay crisis periódicamente, cada unos diez años, porque hay una gotera que nadie puede tapar.

Puerto Madero, Buenos Aires. Foto: Pxhere.

Hubo intentos para modificar ese patrón. El gobierno de Cristina Kirchner, por ejemplo, ideó un “cepo” al dólar que limitaba la cantidad de dólares que el ciudadano común podía comprar. Fracasó: solo sirvió para fomentar el mercado ilegal de compra-venta de divisas.

Luego el kirchnerismo incentivó el “blanqueo”. Algo que replicó Mauricio Macri. Se trataba de una oferta por parte del fisco que bonificaba impuestos a cambio de que el dinero fuera del sistema retornara a él. Se legalizó muchísimo dinero, de origen dudoso; pero no tanto como los gobiernos hubieran querido.  

El último intento para tapar la gotera fue la emisión de Lebac, unos bonos mensuales que cualquier ciudadano si tiene el dinero puede comprar y que están dando una tasa del 50 por ciento anual como ganancia. El gobierno quería con los Lebac conseguir que la gente dejara de apostar al dólar para apostar a un instrumento muy rentable en pesos. También está fracasando: grandes capitales externos llegan a Argentina, compran el bono de un mes, ganan muchísimo dinero, lo vuelven a cambiar a dólares y se lo llevan otra vez al exterior.

La vuelta del FMI

Los argentinos odian al Fondo Monetario Internacional. El organismo quedó marcado como el gran responsable en las sombras de la última gran crisis, la peor de la historia, en el año 2001, cuando dejó de prestarle dinero al gobierno de Fernando De La Rúa y lo dejó caer.

Cuando en 2006 Néstor Kirchner le pagó la deuda que faltaba al Fondo, todos los sectores coincidieron en que se trataba de un gran alivio: el problema del FMI no es que preste a tasas altas, sino cómo condiciona la política económica de sus deudores. La izquierda protestó: “¿por qué pagar una deuda ilégitima?”

Cuando el gobierno de Mauricio Macri asumió en 2015, Argentina tenía muchos problemas sin resolver. Pero, como recapituló Horacio Verbitsky, no había crisis social o financiera, la deuda externa era la más baja desde en dos siglos y a la vez una de las menores del mundo en relación al PBI, con una desocupación cercana al récord histórico y con cierta red de protección social para los más necesitados. Sin embargo, el nuevo gobierno calificó la situación recibida como una “pesada herencia”.

Rápidamente Macri tomó una serie de medidas para favorecer a quienes lo pusieron en la Casa Rosada. Quitó las retenciones fiscales a la exportación soya: los dólares que entraban dejaron de ir al Estado para ir a los grandes productores terratenientes. Quitó retenciones fiscales a la minería: esos dólares dejaron de ir al Estado para ir a las mineras extranjeras. Abrió las importaciones: lo que genera una salida de dólares del país e impacta en la exportaciones –que atraen dólares– y sobre todo enfrío la producción nacional, que es lo que genera trabajo.

¿El resultado? Déficit fiscal. O dicho de otra manera: faltan dólares. Desde que el patrón dólar rige al mundo, el tipo de cambio indica -a grandes rasgos- la cantidad de unidades nacionales que hay en circulación por cada dólar reservado en el Banco Central de ese país. Si el Estado recibe menos dólares, la moneda local pierde valor.

Casa de cambio en el centro de Buenos Aires, el 8 de mayo de 2018. Foto: Víctor R. Caivano / AP.

Las respuestas del equipo económico macrista entonces fueron promesas: abrirían  Argentina al mundo y conseguirían una lluvia de inversiones. Mientras esperaban que lloviera dinero se endeudaron en el mercado de capitales: 200 mil millones de dólares. El país emergente que más deuda emitió en 2017. Para el politólogo Pablo Stancanelli “si hay un dispositivo que condicionó la autonomía y el desarrollo de la joven democracia argentina, éste ha sido por lejos el de la deuda externa”.

Promediando los dos años y medio de gobierno, la estrategia macrista liberal en un mundo proteccionista dejó de generar confianza en los prestamistas y se cerró el grifo del mercado de capitales. Hace algunas semanas la Revista Forbes, la de los inversores, concluyó: es hora de irse de Argentina“. Crisis. Macri no puede traicionar a su base de apoyo –los que presionan para devaluar– por lo que decide cubrir el déficit con un préstamo del FMI buscando ampararse en su receta para hacer un ajuste que hasta ahora solo pudo aplicar gradualmente: recortar subsidios y gasto público. Subir tarifas e impuestos.

Casa Rosada. Foto: Pxhere.

El alza generalizada de precios y tarifas de servicios como la luz o el gas afectan muchísimo la actividad económica de las pequeñas y medianas empresas. Argentina tiene la segunda inflación más alta del mundo después de Venezuela. La tasa de interés más alta del planeta. Para Mauricio Macri, lo dijo en la última conferencia de prensa, es mentira que las tarifas esten caras.

No hay luz en el Fondo

La mayoría de los principales sindicatos, articulados por las diferentes vertientes de la CGT (Confederación General del Trabajo) y la CTA (Central de Trabajadores Argentinos) ya anunciaron medidas de fuerza y una movilización para el próximo 25 de mayo bajo el lema “La Patria está en peligro”. Al gobierno, profundizar el programa económico de ajuste y flexibilización laboral de la economía, le generará mucho conflicto en un país acostumbrado a movilizarse y protestar. El ajuste no gradual puede reducir su gobernabilidad y sus aspiraciones de reelección el año que viene. Si es más severo  de lo que ya está siendo, hay riesgo de estallido social.

El gobierno de Macri está perdiendo el apoyo de varios de los más ortodoxos defensores del ajuste porque interpretan que este llega demasiado tarde. Un emblema de esa línea ideológica, Carlos Melconian, acusó al gobierno deboludear durante dos años. El propio ex ministro de economía, Alfonso Prat Gay, piensa que el gobierno está apelando a recursos de última instancia: “pedirle dinero al FMI es como ir a pedirle a tu suegro, te va a prestar pero después te va a volver loco”. El analista Jorge Asís piensa que acudir al FMI puede venirle bien a Macri porque le permite poner el foco del ajuste fuera de la Casa Rosada: “Te garco* pero porque me lo pide Madame Lagarde“. 

Macri ha bajado en las encuestas aunque, insólitamente, sigue en buena posición de cara a 2019. La mayoría de los grandes medios de comunicación lo siguen promoviendo: el CEO del Diario Clarín, Héctor Magnetto, fue uno de los que desfiló por el despacho del Presidente en plena situación de crisis.

La política de Macri es tan volátil que es difícil entender su objetivo de máxima. El discurso oficial responde: buscamos “la pobreza cero”. Macri dice “que la turbulencia pasó”, en una actitud optimista. Minutos antes había dicho: “fuimos demasiado optimistas”. Para el economista Eduardo Basualdo, en cambio, el equipo económico del presidente está recorriendo un camino “que culmina con la dolarización de la economía”.

 

*“Garcar” en el lunfardo argentino es “estafar”, dicho peyorativamente.

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