Viet Nam fue un sueño realizado

Memorias rápidas de un viaje al Vietnam que resurgió, dando claras lecciones, después de la terrible guerra y de años de aislamiento.

Ofrecer productos hechos en Vietnam es un plus para vender más. Foto: Raquel Pérez.

Ofrecer productos hechos en Vietnam es un plus para vender más. Foto: Raquel Pérez.

Ciudad Ho Chi Minh, la antigua Saigón, no se parece en nada a la imagen que tenía de Vietnam. Modernos rascacielos, la ciudad iluminada con luces de colores, enormes anuncios de publicidad, un tráfico intenso e interminable, la gente va siempre apurada, un pequeño comercio al lado del otro y carros de comida que plantan en cualquier parte banquitos y mesitas plásticas, formando restaurantes populares al aire libre.

La otrora reina bicicleta es hoy un medio de transporte en peligro de extinción. En las calles gobiernan las motos y los automóviles. Por cierto, eso es algo que observé a lo largo de todo el viaje. Incluso junto a los campos de arroz del norte se amontonan las motos de quienes trabajan con el agua a media pierna. No las conté pero diría que por las calles de las ciudades cada 50 motos se ve pasar una bicicleta.

Uno de las visitas mas interesantes en Ciudad Ho Chi Minh fue a los túneles de Cu Chi. Cavaron una red de galerías de 250 km de extensión, en 3 niveles para utilizarlos como campamentos guerrilleros. Desde allí se dirigió la mayor parte de los ataques contra los militares nacionales y estadounidenses acantonados en la capital. Los visitantes solo podemos recorrer la parte más superficial de los túneles.

La pobreza se ha reducido radicalmente pero aun perviven imágenes que nos recuerdan donde estaba Vietnam hace 20 años. Foto: Raquel Pérez.
La pobreza se ha reducido radicalmente pero aun perviven imágenes que nos recuerdan donde estaba Vietnam hace 20 años. Foto: Raquel Pérez.

En el camino hacia Cu Chi, el guía nos hizo la historia de Vietnam y de la guerra. Nos recordó que en esa zona lanzaron toneladas del químico conocido como “agente naranja”, con el objetivo de deforestar para impedir que los guerrilleros pudieran esconderse en las selvas y los bosques. El “pequeño” daño colateral fue que deja la tierra incultivable y nacen miles de niños con graves deformidades. Paradójicamente muchos de los soldados estadounidenses que esparcieron el químico terminaron también con graves problemas de salud.

Poco antes de llegar a los túneles, hicimos una parada en una cooperativa donde trabajan decenas de personas con malformaciones. Nos explicaron todo el proceso productivo que empieza con la recolección de miles de cáscaras de huevo para fabricar bellísimos cuadros. Antes de volver al autobús pasamos por una expoventa, en la que los viajeros pueden comprar obras, llevándose un recuerdo y colaborando a que estas personas  se ganen la vida dignamente.

Todo viaje turístico pasa por una de las cooperativas para beneficiar a los habitantes de la zona. Foto: Raquel Pérez.
Todo viaje turístico pasa por una de las cooperativas para beneficiar a los habitantes de la zona. Foto: Raquel Pérez.

Los beneficios directos del turismo en la comunidad donde están enclavados los centros son una constante en todo Vietnam. En el delta del Mekong, las grandes empresas turísticas  solo pueden llegar hasta los muelles, los paseos en bote o en burro los realizan los habitantes del lugar. Antes de hacer el recorrido, la comunidad nos invita a tomar un te, lapso en el que intentan vendernos las producciones locales, desde miel y sus mil derivados hasta una botella con una serpiente y un escorpión, que resulta ser un remedio milagroso para la artritis, entre otras muchas dolencias.

El pueblito de pescadores de Hoian esta situado muy cerca de Danang, ciudad donde se produjo el primer desembarco de marines y donde Estados Unidos tuvo su mayor base aérea, desde la que bombardeaban las ciudades y aldeas de Vietnam del Norte. Hoy es un pueblo visitado por miles de turistas pendientes de la celebración de las lunas llenas, cuando los pescadores se lanzan al río con sus botes para dejar flotando una vela encendida después de pedir un deseo a Buda.

Hoiang es un pueblo de pescadores donde las tradiciones se han convertido en atractivo turístico que permite elevar el nivel de vida de los pobladores. Foto: Raquel Pérez.
Hoiang es un pueblo de pescadores donde las tradiciones se han convertido en atractivo turístico que permite elevar el nivel de vida de los pobladores. Foto: Raquel Pérez.

Hoian es un pueblo próspero, siguen pescando pero sus habitantes han abierto miles de hostales, restaurantes, puestos de artesanías, bici taxis, venta de comida callejera y, por supuesto, paseos en bote por el río. Los mercados están llenos de verduras, frutas, pescados, carnes y de vietnamitas comprando. De vez en cuando se ve una mujer con el típico sombrero de paja y un palo sobre el hombro con un canasto lleno de fruta en cada extremo. Son las que venden mas caro porque se dedican a los turistas y la venta incluye fotos con ellas.

El Norte

Siguiendo el ejemplo del Apóstol José Martí en su visita a Caracas, apenas llegamos a Hanoi, casi sin sacudirnos el polvo del camino visitamos el mausoleo de Ho Chi Minh. Había muchos extranjeros pero eran más los vietnamitas, algunas familias enteras encabezadas por un octogenario, del que sus hijos, nietos y biznietos escuchaban con respeto historias de guerra, seguramente las mismas que ya habían oído muchas veces.

Junto al mausoleo se erige la casa del gobernador francés, la cual está vacía desde 1954, cuando fueron derrotados en Dien Bien Phu. Ho Chi Minh se negó a habitarla, fue primero a vivir en casa de los sirvientes y después se construyó una pequeña cabaña de madera, igual a la de sus padres, tal vez para no olvidarse de sus raíces ahora que era presidente. Uno no puede dejar de admirar la coherencia entre el discurso y la austeridad con que vivió toda su vida. En una región en la que los líderes gustan coleccionar títulos, el ostentaba simplemente el de “Tío Ho”.

La casa presidencial donde vivía Ho Chi Minh, una humilde cabaña de madera, en cuyo patiecito se reunía con sus ministros. Foto: Raquel Pérez.
La casa presidencial donde vivía Ho Chi Minh, una humilde cabaña de madera, en cuyo patiecito se reunía con sus ministros. Foto: Raquel Pérez.

A Hanoi llegamos unos días antes que  Donald Trump y Kim Jong-un, lo cual nos permitió ver la vida normal de la ciudad, una capital mucho mas cercana al Vietnam que esperaba encontrar. Sin lugar a dudas, es más austera que Ciudad Ho Chi Minh. Un vietnamita me explicó que “el mayor desarrollo económico lo tenemos en el sur pero el poder político esta en Hanoi” y agregó con una sonrisa misteriosa que “manteniendo esa separación no nos ha ido mal”.

En Hanoi el tráfico es menor que en la capital del sur pero no mucho, cuesta cruzar una calle porque hay pocos semáforos y las cebras no las respeta nadie. Nos enseñaron que la única manera de pasar es mirando a los ojos a los choferes y avanzando con decisión. Comprobamos que de esa  forma se logra que paren, por lo general funciona.

La mayor pobreza se ve en la vivienda, hay muchas en mal estado y otras realmente pequeñas. Tal vez por el precio del suelo los frentes de muchos edificios son de apenas 3 o 4 metros y de varios pisos para arriba. Entre las fachadas se ven entradas a lo que parecen ser solares. Digo parecen porque sus habitantes nunca nos invitaron a pasar, como hacen los de cualquier solar de la Habana. Sin embargo, no vimos gente durmiendo en las aceras como en Tailandia.

 

 La vivienda parece ser uno de los grandes problemas que persisten en Vietnam. Foto: Raquel Pérez.
La vivienda parece ser uno de los grandes problemas que persisten en Vietnam. Foto: Raquel Pérez.

Las calles, igual en el resto del país, están llenas de pequeños negocios familiares. Digo pequeños haciendo la salvedad de que en una mercería o en una tienda de especies parece haber más variedad y cantidad de productos que en todas las de La Habana. Una de las marcas de ropa más vendidas en Hanoi es The North Face, curiosamente bajo el orgulloso rótulo de “Made in Vietnam”. Este era un cartel muy común en los negocios, como si añadiera calidad a los productos.

Los fines de semana todo Hanoi se puebla de jóvenes, sentados en los bares y restaurantes o bailando y cantando en los paseos peatonales, desde música occidental hasta la más tradicional vietnamita. Siempre hay muchísima gente junta a pesar de lo cual nosotros no vimos ni una sola pelea. En la ciudad no se oyen sirenas ni se ven policías. La única vez que vi actuar a los uniformados fue llamando la atención a un trabajador autónomo porque no solo había llenado la acera de sillas y mesas sino que habían empezado a poner varias en la misma calle.

En las calles, la bicicleta fue sustituida por la moto, que es hoy el transporte del pueblo. Foto: Raquel Pérez.
En las calles, la bicicleta fue sustituida por la moto, que es hoy el transporte del pueblo. Foto: Raquel Pérez.

En el viaje a la bahía de Halong los buses de turismo hacen una parada en una cooperativa de esculturas de mármol y artesanías. Pregunté qué sentido tiene traer turistas a un lugar donde venden piezas que por su peso no se pueden transportar en el avión. “No hace falta que se la lleven”, me explicó un vietnamita “nosotros mismos las exportamos”. Ante mi incredulidad me mostró un enorme cartel donde explicaba cuánto tiempo tardaban en llegar las piezas a cada país. A Cuba, por ejemplo, demoran 55 días.

A pesar de que los vietnamitas aseguran que el poder económico esta en el sur, por la carretera hacia la bahía de Halong, 180 km al norte de Hanoi, lo mismo se ven gigantescos arrozales que grandes fábricas, algunas tan conocidas como Samsung Vietnam o Canon Vietnam. La publicidad de estas y otras grandes empresas está por todas partes, incluso con una mayor concentración que en algunos países capitalistas.  

La publicidad en Vietnam tiene muy buen nivel, salvo la propaganda política que parece estancada en los años 60. Foto: Raquel Pérez.
La publicidad en Vietnam tiene muy buen nivel, salvo la propaganda política que parece estancada en los años 60. Foto: Raquel Pérez.

Paradójicamente, hay un contraste notorio entre la publicidad empresarial, incluso la de pequeños hoteles, y la propaganda política. Mientras la primera está al mejor nivel mundial, la segunda mantiene los cánones de los años 60. Nadie me supo responder si es una decisión pensada para marcar la diferencia o si se trata de la proverbial incapacidad de los equipos de propaganda de los partidos comunistas.

Dejé el país un par de días después que Trump y Kim Jong-un. Yo no tengo avión ni tren privado, así que me tocó volar en Vietjet, una de las compañías vietnamitas que trabaja en todo el mundo. Tal vez sea una de las empresas que ampliará su capacidad de transportación, tras la compra por Vietnam de un centenar de aviones, durante la cumbre.

“Es verdad que tenemos muchos problemas aún”, me dijo un hombre de unos 40 años, “pero todos los días vemos cómo avanza el país y mejoran nuestras vidas. Eso me da la esperanza de que mis hijos y mis nietos vivirán todavía mejor”.

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