Biden y Afganistán

Un costosa "guerra eterna". Más de 2 400 militares estadounidenses muertos, muchos más heridos y más de un billón de dólares lanzados al ruedo.

Coche bomba explotado en Kabul, la capital de Afganistán. Foto: Reuters.

I

El pasado 14 de abril el presidente Biden anunció la retirada de todas las fuerzas militares estadounidenses de Afganistán antes del 11 de septiembre de 2021, medida que en efecto pondría fin a la guerra más prolongada de Estados Unidos en el vigésimo aniversario de los ataques terroristas a la Unión. Y lo hizo con un evidente simbolismo al dar a conocer su decisión en la Sala de Tratados de la Casa Blanca, el mismo sitio desde donde el expresidente George W. Bush anunció al mundo los bombardeos a Afganistán el 7 de octubre de 2001.

Estados Unidos, dijo Biden, comenzaría su retirada final el 1 de mayo. Y expuso las razones. “Con la amenaza terrorista en muchos lugares, mantener a miles de tropas en tierra y concentradas en un solo país, a un costo de miles de millones cada año, tiene poco sentido para mí y para nuestros líderes. No podemos continuar el ciclo de extender o expandir nuestra presencia militar en Afganistán con la esperanza de crear las condiciones ideales para una retirada y esperar un resultado diferente. Soy el cuarto presidente de Estados Unidos que tiene que lidiar con la presencia de tropas estadounidenses en Afganistán. Dos republicanos, dos demócratas”. Y fue enfático: “No le pasaré esta responsabilidad a un quinto”.

Luego vino la parte política. Dijo que Estados Unidos siempre estaría en deuda con los militares que lucharon y murieron en Afganistán, expresando el reconocimiento de una nación agradecida. Pero ahora, agregó, había llegado el momento de pasar la página. “Es hora de poner fin a la guerra eterna”, dijo. “La guerra en Afganistán nunca tuvo la intención de ser una empresa multigeneracional”. La presencia de tropas en ese país, destacó, “debería centrarse en la razón por la que Estados Unidos fue a la guerra, en primer lugar para garantizar que Afganistán no pudiera ser utilizado como base contra nosotros. Lo hicimos”, dijo Biden, y señaló que el cerebro del ataque del 11 de septiembre, Osama Bin Laden, estaba muerto y Al-Qaeda “degradada””

Watch: Biden Announces Withdrawal of U.S. Troops From Afghanistan by Sept. 11 | NBC News

 

Y continuó: “Le hicimos justicia a Bin Laden hace una década, y desde entonces nos hemos quedado en Afganistán. Nuestras razones para permanecer en Afganistán se han vuelto cada vez más confusas, incluso a medida en que evolucionó la amenaza terrorista contra la que fuimos a combatir”, argumentó. “Si bien Estados Unidos no participará militarmente en Afganistán, el trabajo diplomático y humanitario continuará, y seguirá brindando apoyo al gobierno afgano y asistencia a las Fuerzas de Seguridad y Defensa Nacional afganas”.

Después de ese discurso, hubo otros elementos simbólicos: el presidente visitó la Sección 60 del Cementerio Nacional de Arlington, donde están enterrados los militares muertos en las guerras más recientes de Estados Unidos. “Siempre me asombra la generación tras generación de mujeres y hombres que se han preparado para dar la vida por su país. No lo dan por el país en sí, lo dan por sus hermanos, sus hermanas, sus madres, sus padres, sus tíos, sus tías “, le dijo Biden a los periodistas.

Al otro lado del globo, el presidente afgano Ashraf Ghani escribió en Twitter que había hablado con Biden: respetaría la decisión de Estados Unidos. “Trabajaremos con nuestros socios estadounidenses para asegurar una transición sin problemas” y “continuaremos trabajando con nuestros socios estadounidenses / OTAN en los esfuerzos de paz”, dijo.

El presidente afgano Ashraf Ghani. Foto: Daily Sabah.

Pero retirarse sin un resultado claro y distinto desata demonios: una admisión del fracaso de la estrategia militar estadounidense. Biden dijo que Estados Unidos “fue a la guerra con objetivos claros”. El liderazgo central de Al-Qaeda habrá sido aniquilado, pero se sabe que persisten los nexos entre los talibanes y Al-Qaeda.

II

A lo interno, un tema divisivo. En el Congreso muchos republicanos criticaron la decisión por considerarla prematura. “Retirar precipitadamente las fuerzas estadounidenses de Afganistán es un grave error. Es una retirada frente a un enemigo que aún no ha sido vencido y [significa] la abdicación del liderazgo estadounidense”, dijo el líder de la minoría del Senado, Mitch McConnell. El senador Jim Inhofe, de Oklahoma, el principal republicano en el Comité de Servicios Armados del Senado, la calificó de “indignante” y “sin justificación”.

Por su parte el senador de Carolina del Sur Lindsey Graham, quien en su momento criticó la retirada de la administración Obama de Iraq y las reducciones tropas en la misma Afganistán, dijo que una salida total era “extremadamente estúpida” [dumber than dirt] y “diabólicamente peligrosa”. “El presidente Biden, en esencia, habrá cancelado una póliza de seguro contra otro 11 de septiembre”, enfatizó.

Sin embargo, otros legisladores republicanos la aplaudieron, entre ellos Ted Cruz, quien se manifestó “contento de que las tropas regresen a casa”. “Traer a nuestras tropas a casa no debe tomarse como una señal de que Estados Unidos estará menos atento a la protección de las vidas estadounidenses y las de nuestros aliados, pero podemos hacerlo sin una presencia militar permanente en un terreno hostil”, comentó.

Foto: Stars and Stripes.

Naturalmente, la mayoría de los demócratas apoyaron la movida, si bien algunos se mostraron preocupados por “perder los logros alcanzados en Afganistán”. En esa tesitura, la exsecretaria de Estado de Barack Obama, Hillary Clinton, le declaró a la cadena CNN que Estados Unidos tenía que centrarse en “dos enormes consecuencias” luego de la decisión del presidente Biden de retirar las tropas. Cuando Fareed Zakaria, de CNN, le preguntó qué pensaba de la decisión, respondió: “Bueno, se ha tomado y sé que es una decisión muy difícil”.

La primera consecuencia importante sería, dijo, “el colapso potencial del gobierno afgano y la toma de posesión de Afganistán por los talibanes. Probablemente con una reanudación de la guerra civil en ciertas partes del país, pero con un gobierno en gran parte dirigido por los talibanes en algún momento en un futuro no muy lejano”. Entonces tocó a tecla roja: “También habrá, me temo, una gran salida de refugiados”.

A lo que añadió: “el segundo gran conjunto de problemas gira en torno a la reanudación de las actividades de los grupos terroristas globales, en particular Al-Qaeda y el Estado Islámico”. En resumen, “una cosa es retirar las tropas que han estado apoyando la seguridad en Afganistán, apoyando al ejército afgano, dejándolo prácticamente para que se las arregle solo, pero no podemos permitirnos el lujo de alejarnos de las consecuencias de esa decisión”.

III

El número de tropas estadounidenses en Afganistán alcanzó un máximo de 100 000 en 2011. La meta de Biden consiste en retirar las 2 500 fuerzas allí acampadas antes del 11 de septiembre, aniversario de los ataques al World Trade Center y al Pentágono, coordinados desde Afganistán. Otro símbolo.

Pero la política no es solo el reino de los símbolos. “Al otro lado del mundo, en Afganistán” —dice un crítico— apenas anunciado el retiro muchos afganos se sienten abandonados a un legado del que culpan, al menos en parte, a los estadounidenses: un gobierno profundamente corrupto respaldado por Estados Unidos y una creciente inestabilidad que podría estallar en otra guerra civil”.

El anuncio de la abrupta retirada de las tropas ha venido provocando, en efecto, un aumento de acciones terroristas, obviamente un empeoramiento de la seguridad y una amenaza a la paz, la estabilidad y la vida de las personas. De entonces a esta parte, fuerzas gubernamentales afganas han tenido que lidiar sobre el terreno con esa carga pesada. Prácticamente solas y sin demasiada preparación, a pesar de todo. Claramente, un anticipo de lo que podría ocurrir después de la retirada total.

Entre esas acciones, sobresalen dos. Una el 30 de abril, cuando un atentado suicida con un camión bomba derribó una casa de huéspedes en en Pul-e-Alam, la capital de la provincia de Logar, al este de Afganistán. Murieron 21 personas y hubo 90 heridos. El alcalde de Wardak, Zarifa Ghafari, aseguró que si el distrito no se tomaba pronto, los combates llegarían a las puertas de Kabul en unos pocos días.

Otra el 10 de mayo: un ataque suicida a una escuela de niñas. Detonaron un coche bomba y colocaron en la calle varios dispositivos letales. Hubo más de 80 muertos, muchas alumnas de entre 11 y 15 años. El número de heridos ascendió a más de 100, según el portavoz del Ministerio del Interior, Tariq Arian. El gobierno afgano culpó a los talibanes por el ataque, pero estos lo negaron.

Lo cierto es que acciones como estas se han hecho sentir en localidades como Wardak y la provincia de Logar, al sur de Kabul. Funcionarios afganos afirman que los talibanes las han utilizado como plataformas para lanzar ataques y atentados suicidas con bombas en Kabul.

Todo ese cuadro ha hecho figurar en el panorama a viejos actores del conflicto, como los chinos. De acuerdo con expertos, China teme que la inestabilidad en Afganistán obstaculice la suya propia y sus esfuerzos por controlar el extremismo islámico en la región noroccidental de Xinjiang, un verdadero tutti frutti de fronteras compartidas con Mongolia, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Pakistán, India y Afganistán.

 

“Estados Unidos anunció de forma abrupta su retirada completa de Afganistán, lo que ha llevado a explosiones sucesivas en muchas partes de ese país”, indicó la portavoz del Minrex chino, Hua Chunying. Dijo además: “desde que se anunció la retirada de las tropas extranjeras la situación es cada vez más grave, lo cual ha amenazado la paz y estabilidad de Afganistán y los afganos”.

“La presencia estadounidense en Afganistán contrarrestó la amenaza islamista. Pero con su retirada, China y otros países fronterizos tendrán que lidiar con este asunto por sí mismos”, dijo Mark N. Katz, profesor de gobierno y política de la Universidad George Mason en Fairfax, Virginia.

Un costosa “guerra eterna”. Más de 2 400 militares estadounidenses muertos, muchos más heridos y más de un billón de dólares lanzados al ruedo. En cuanto a Biden y su equipo, los desarrollos sobre el terreno les abren un nuevo abanico. 

 

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