El gobernador de la Florida sopesa levantar las restricciones por el coronavirus para complacer a Trump

Los gobernadores del noreste de Estados Unidos también estudian levantar las cuarentenas y el cierre de establecimientos, pero se han rebelado contra el mandatario porque creen que es prematuro y hay que ser muy cuidadoso.

La Guardia Nacional lleva a cabo pruebas de detección del coronavirus en los estacionamientos del Hard Rock Café al norte de Miami. | EFE/Cristóbal Herrera

Aunque los especialistas apuntan que el pico de la pandemia del Covid-19, conocido popularmente como el coronavirus, llegará al sur de la Florida entre el 26 y el 28 de abril, las autoridades ya están barajando reabrir las actividades comerciales y levantar –posiblemente de forma parcial– algunos de los toques de queda implantados desde mediados de marzo.

El objetivo es tratar de resolver el gran impacto de la pandemia en el mercado laboral donde, según el Departamento de Trabajo, casi 80.000 personas han pedido un subsidio de desempleo, en particular en los servicios de restauración y hotelería. En ellos la aplastante mayoría de los trabajadores ganaban salarios mínimos que completaban con las propinas.

La idea del gobernador Ron DeSantis consiste en sacar a esas personas de sus casas y ponerlas a producir para levantar la economía del estado, que depende en su aplastante mayoría del turismo. El problema  –y en eso se centran las discusiones–, consiste en cómo hacer la reapertura y la recuperación económicas. El domingo DeSantis le dijo a un grupo de legisladores estatales en  una reunión en Tallahassee, la capital de la Florida, que una opción pudiera ser que los restaurantes volvieran a abrir sus puertas con un servicio limitado de personal, aceptar no más de diez clientes sentados, permitir funcionar  a establecimientos considerados no esenciales, pero que con el paso del tiempo vuelven a ser necesarios, como las barberías y peluquerías, o la tiendas de productos para animales; también hoteles, moteles y otros alojamientos. Esta idea incluye a las escuelas que se encuentran fuera de las grandes áreas urbanas, sobre todo en el condado Miami-Dade, que tiene el mayor sistema escolar de Florida. 

«Hay que ser muy cuidadosos con la reapertura. Es necesaria, pero deberá hacerse con cuidado», señaló el gobernador. El asunto es que, según apuntan médicos y analistas, la reapertura de la sociedad comercial limitada puede alterar grandemente  la manera como la gente está encarando las órdenes de permanecer en sus casas y, ya con la indisciplina en el ambiente, pueden surgir muchas más violaciones a los toques de queda con la consiguiente ola de contagios, multas y arrestos.

Además, como la eventual reapertura no deberá aplicarse a espectáculos deportivos o de entretenimiento, en la mente de las personas podría surgir cierta confusión al no entender totalmente el alcance de la pandemia y su peligrosidad. Una actividad particularmente propensa a la violación de las medidas restrictivas es ir a la playa. En los tres condados del sureste de Florida, las autoridades ordenaron el cierre de las playas y pusieron la policía a patrullarlas.

Pero eso fue en marzo. Si el coronavirus se extiende más allá de mayo, que es lo más probable, la gente va querer ir a la playa sobre todo si persiste la actual ola de calor, con un promedio de 30 a 35 grados centígrados. «Esto va a ser difícil. Las piscinas públicas también están cerradas y la gente comienza ya a dar señales de cansancio con la cuarentena. Las personas tienen la tendencia a pensar que si no se enferman, ni nadie que conozcan tampoco, entonces no va a pasar nada. La gente se ha habituado a hacer su vida, como es natural, y no conviven bien con las alteraciones, a las que tienen que prestar una atención extra. Y cuanto más tiempo su vida sufra alteraciones, más rápidamente van a querer volver a la normalidad», explica el doctor Andrew Noymen, de la Universidad de California Irvine, quien está asesorando a gobiernos locales a estudiar los métodos de abrir un poco más la sociedad sin sacrificar las medidas de contención y protección públicas.

Dean J. Trantalis, el alcalde de Fort Lauderdale, una ciudad del condado Broward al norte de Miami,  cree que los pronósticos para la Florida son alentadores en términos de disminución del coronavirus. Contempla la posibilidad de decretar un relajamiento de las restricciones a partir del 30 de abril, día en que termina la obligatoriedad de permanecer en casa para los residentes del estado con trabajos no esenciales. Pero no deja de ser cauteloso y admite querer esperar todavía algún tiempo.

«Todo el mundo está deseoso de volver a la normalidad y lo entiendo perfectamente. Esta comunidad está aguantando las cosas con firmeza, todo el mundo entiende la necesidad de permanecer en casa. Pero antes de abrir un poco hay que estar totalmente seguros. La curva está bajando considerablemente y los especialistas hablan ya de levantar en poco tiempo algunas restricciones. Pero hay que estar seguros», afirmó el alcalde.

Estar seguro quiere decir que se deben dar una serie de circusntancias astante estrictas, según dijo un portavoz de la Administración Federal de Alimentos y Drogas (FDA, por sus siglas en inglés). Esto es, reducción sostenida de los casos por lo menos durante dos semanas, la capacidad de los hospitales de tratar a los pacientes sin recurrir a los mecanismos de crisis sanitaria –que suelen llenar las unidades de cuidados intensivos– y tener cupos para recibir a todos en condiciones normales.

Como explica la profesora de Epidemiología de la Universidad Internacional de Florida, Mary Jo Trepka, «lo cierto es que no disponemos de tratamientos, no tenemos una vacuna, y aunque las cifras de casos puedan bajar, también pueden subir de nuevo».

Andrew Cuomo mientras habla durante su visita este domingo al Centro de Rehabilitación y Enfermería Pathways en Niskayuna, Nueva York. Las últimas cifras de hospitalizaciones, ingresos en unidades de cuidados intensivos e intubaciones de Nueva York, el epicentro de la pandemia del coronavirus, han llevado a los principales expertos a expresar un «cauto optimismo» para empezar a reabrir el país en mayo. Foto: Mike Groll/EFE.

Los deseos de Trump y la rebelión de los gobernadores

Lo cierto es que la premura con que el gobernador DeSantis quiere acabar con las restricciones en la Florida no parece deberse tanto a una mejoría sanitaria, sino a un deseo expreso de satisfacer al presidente Donald Trump, quien quiere abrir el país a toda fuerza a inicios de mayo. De hecho, cuando la orden de confinamiento entró en vigencia en la Florida, el 1 de abril, el número de casos sobrepasaba los 7,700. Este lunes sumaban ya 20,601. Se registraron 470 fallecidos.

Cuando se enteró de que este mismo día algunos gobernadores se reunieron en conferencia telefónica para hablar sobre el tema y delinear una estrategia común en relación con el final de las cuarentenas, el presidente Trump acudió al twitter para dejar sentada su postura. «Con la idea de crear conflicto y confusión, alguna prensa falsa anda diciendo que le incumbe a los gobernadores la decisión de abrir los estados, no al presidente de los Estados Unidos y al Gobierno Federal. Vamos a dejar bien claro que esto es incorrecto. Es decisión del presidente y por muy buenas razones. Habiendo dicho esto, la administración y yo estamos trabajando muy estrechamente con los gobernadores, y así seguiremos. Una decisión mía, de conjunto con los gobernadores y la contribución de otros, será tomada próximamente», escribió el mandatario obviando lo constitucional: Estados Unidos no es una república sino un Estado federal y los gobernadores son el máximo poder ejecutivo en sus estados.

La Casa Blanca solo ejerce ese poder en forma absoluta en política exterior y militar, aún así con consulta al Congreso. Tanto que no fue Trump quien decretó toques de queda o cuarentenas en los estados. Fueron los gobernadores y, en algunos casos, con la concurrencia de congresos estatales.

En la rueda de prensa el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, advirtió que los gobernadores son favorables a una reapertura de los estados, pero esta debe ser lenta, coordinada y segura. «Va a tardar semanas», sostuvo. O sea, no es inminente, como aspira el presidente.

Cuomo insistió en que los gobernadores deben construir un plan inteligente, factible, porque si se equivocan el tiro sale por la culata. «Debemos hacerlo con inteligencia y coordinados, de modo cooperativo, donde aprendamos de cada uno compartiendo información y recursos. Recordemos que nadie ha hecho esto antes, no dar un paso sin antes consultar con los especialistas», dijo.

Porque, como agregó el gobernador de Nueva Jersey, Phil Murphy, esta pandemia «es la crisis de nuestras vidas».

Además de los gobernadores de Nueva York y Nueva Jersey, se han subido a este tren de la rebelión los de Connecticut, Pensilvania, Rhode Island y Delaware.

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