Goya y su circunstancia

Los frijoles negros se vuelven un argumento de trascendencia política en tiempos de Donald Trump.

Imagen publicada en la cuenta de Instagram del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, @realdonaldtrump, donde aparece mientras posa en su despacho sonriente y con varios productos de la marca Goya, entre ellos los frijoles. Foto: Instagram/EFE.

El pintor español nunca se imaginó que un día iba a ser famoso por una lata de frijoles, un adobo o una sazón completa. Pero en tiempos de Donald Trump se ha vuelto una realidad. Pregúntenle a un estadounidense por el título de un cuadro de Francisco de Goya y Lucientes. Probablemente contestará: “The frijoles guy”.

Todo comienza a principios de mes, cuando la Casa Blanca decide lanzar una iniciativa de promoción económica orientada hacia los hispanos. En el Jardín de las Rosas, al lado de Trump, aparece Robert Unanue, presidente del consejo de administración de Goya Foods, ese pequeño imperio de conservas de alimentos y sazones dedicadas al consumidor hispano. En un corto discurso, a Unanue le da por agradecer al mandatario su “firme liderazgo” al frente de Estados Unidos y su promoción de la economía y la producción estadounidenses. “Somos todos afortunados por tener a un líder como el presidente Trump, que es un constructor. Tal como mi abuelo lo hizo”, dijo Unanue.

En esto tiene razón. Su abuelo fue un emigrante vasco que llegó a Estados Unidos, se instaló primero en Puerto Rico y después en Nueva York. Construyó un imperio que comenzó facturando 20 millones anuales y que ahora obtiene unos 1.000 millones, empezando por vender aceite, aceitunas y sardinas importadas. Pero en la medida en que la empresa se fue expandiendo, le cambiaron el nombre: de Unanue & hijos a productos Goya. Y con una pomposa consigna: “Si es Goya, tiene que ser bueno”. Lo promovieron la cantante Celia Cruz y su marido Pedro Knight.

Cuando Unanue, que suele ser un contribuyente electoral de los demócratas y ayudó a la ex primera dama Michelle Obama en su programa de promoción de una alimentación escolar saludable, pronunció ese elogio gratuito a Donald Trump, el presidente ―que tiene apenas un popularidad de 25% entre el electorado hispano―, vio una oportunidad para promoverse, aunque no sea conocido por consumir frijoles. Ordenó a su campaña que empezara a publicitar a Goya y a integrar a Unanue.

Fotografía publicada en la cuenta de Twitter de Ivanka Trump, asesora e hija del presidente de Estados Unidos, donde aparece posando con una lata de frijoles negros de la marca Goya y con el lema “Si es Goya, tiene que ser bueno”, tanto en español como en inglés.

La Casa Blanca publicó dos fotos: una de la hija del presidente, Ivanka Trump, posando con una lata de frijoles negros  Goya y el slogan “Si es Goya, tiene que ser bueno”. La otra, del propio presidente en la Oficina Oval con muestras sobre su buró de varios productos de la empresa: frijoles, arroz, lentejas, sazones y otros condimientos. Y claro está, todos los seguidores republicanos en el mundo hispano comenzaron a promover a Goya como la última Coca-Cola del desierto, convirtiendo prácticamente a esa marca en un equivalente de alimentación del sistema o régimen actual.

A esta hora no sabemos a ciencia cierta si alguna vez Donald Trump ha probado los productos Goya. En la campaña electoral de 2016 lo vimos consumiendo una hamburguesa McDonald’s. Al menos en Miami, Goya se ha transformado en una suerte de alimento anticomunista porque el exilio duro asumió su defensa. Pero muchos de quienes lo promueven ahora tal vez no sepan que Goya se vende en Cuba y China. Lo he visto con mis propios ojos.

Incluso en ese afán de seguir el ritmo político republicano de cara a los hispanos, el senador cubanoamericano Ted Cruz se ha aparecido con una historia alucinante. Dice que los frijoles Goya son tan buenos, que sus abuelos los consumieron durante noventa años. Esto levanta, al menos, un problema de aritmética porque los abuelos fallecieron a fines de los años 90 y Goya fue creada en 1936 en Nueva York. No hay forma que de 1936 a fines del siglo pasado hayan podido pasar más de noventa años. “Goya es un ejemplo de comida cubana. Mis abuelos comieron frijoles negros Goya dos veces al día prácticamente durante noventa años. Y ahora la izquierda quiere y está intentando cancelar la cultura hispana y acabar con la libertad de expresión”, publicó Cruz en su cuenta de Twitter el 10 de julio.

A lo que el senador se refiere es a la reacción de activistas hispanos que siguieron un llamado de la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez en el sentido de boicotear los productos Goya. Los boicots pueden parecer una reacción tonta, pero son populares. Durante los años 80 y 90 del siglo pasado eran una forma de lucha o resistencia política en Miami. La línea dura del exilio cubano reaccionaba de esa forma cuando una empresa o un país hacía un gesto para mejorar las relaciones políticas o comerciales con la Isla.

“Acá ha habido boicots de todo tipo. A México, por las relaciones comerciales, le pidieron un boicot a las tortillas y frijoles refritos, se olvidaron de Taco-Bell, la cadena de comida rápida porque no es muy popular en la cocina cubana. Pero un día un restaurante español rompió en plena calle decenas de botellas de agua de Evian porque los franceses no apoyaron la guerra en Iraq y la señora Mitterrand (esposa del presidente François Mitterrand) se apareció en Cuba a visitar a Fidel Castro. Los españoles también han tenido sus boicots por mantener relaciones cordiales con los cubanos, principalmente los gobiernos socialistas”, recuerda Álvaro Suárez, un empresario de origen gallego.

Promocionan Ivanka y Donald Trump productos Goya

Pero son boicots que no duran mucho. Lo que tiene este de particular es que fue decretado por Ocasio-Cortez, y ya se sabe que los demócratas no son muy populares entre el exilio más conservador cubano. El rechazo ha tenido su énfasis dentro de una generación más joven del exilio tradicional que está despuntando en las redes sociales. No ha cogido vuelo porque en un mercado donde hay cinco o seis opciones a la hora de comprar una lata de frijoles, la competencia de las marcas es feroz. Si puedes comprar una lata por 89 centavos de frijoles estadounidenses, no vas a gastar 1,89 en una lata de Goya.

Pero en Miami lo interesante es que los cubanos defienden a Goya cuando ni siquiera es una empresa hispana. Fue creada por una familia española, pero en Estados Unidos.  El involucramiento de los activistas exiliados en el combate a la iniciativa de Ocasio-Cortez puede tener su raíz en la noción errada de que se consume Goya más en el sur de Florida o Puerto Rico. Pero no es cierto. Goya es popular en el mundo hispano, entre otras razones porque al contrario de lo que piensa el senador Ted Cruz, la marca se ha adaptado a todo tipo de nacionalidades latinoamericanas en Estados Unidos.

Pero en estos tiempos de Donald Trump, Goya se ha convertido en una herramienta electoral de un mandatario que quiere reelegirse a toda costa para, al menos, seguir ganando sus frijoles. Trump no se atreve a dedicar a los hispanos una consigna electoral al estilo de “Si es Trump, tiene que ser bueno”. Ahí sí que el boicot al mandatario será más fuerte que lo que está “sufriendo” Goya.

Un último detalle: el arroz de Goya proviene de China. Se desconoce la opinión de Trump sobre este tema.

Unanue, CEO de Goya Foods, en la Casa Blanca. | White House
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