Jim Acosta, el látigo cubano-americano de Donald Trump

El periodista de CNN, corresponsal en la Casa Blanca, ha sido denominado por Trump como "enemigo del pueblo".

Jim Acosta. Foto: Evan Vucci/AP.

Jim Acosta. Foto: Evan Vucci/AP.

Abilio James Acosta es quizá el único periodista estadounidense que ha tenido encontronazos con dos presidentes totalmente opuestos ideológicamente.

En marzo del 2016 se fue a Cuba con el presidente Barack Obama y no llevó un listado de nombres en el bolsillo. Si lo hubiera tenido, la suerte de algunos presos en Cuba hubiera sido quizás mejor.

Dos años más tarde, en noviembre pasado, vio sus credenciales de acceso a la Casa Blanca suspendidas porque sus preguntas no agradan al presidente de turno. Acudió a los tribunales para cuestionar la decisión y estos le dieron la razón.

Abilio es el popularmente conocido Jim Acosta, el principal corresponsal de la cadena CNN en la Casa Blanca y que desde el año 2009 ha cubierto todo lo relacionado con campañas y actividades presidenciales.

Pero Acosta, de 47 años, es también un cubano-americano. Algo que la gran mayoría de sus espectadores ignora y los que lo saben en la comunidad exiliada el sur de Florida, usualmente lo critican en todos los foros habidos y por haber porque Jim es un crítico frecuente del presidente Donald Trump.

Cuando fue a La Habana con Obama también le criticaron porque no cuestionó lo suficiente al presidente Raúl Castro en una inédita rueda de prensa conjunta pese a que Acosta puso el dedo en la llaga.

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El encontronazo con Raúl

Realmente, Jim Acosta fue inusualmente duro con el actual primer secretario del gobernante Partido Comunista de Cuba. En una rueda de prensa que estaba siendo transmitida en directo en los dos países, el reportero preguntó a Castro por qué había presos políticos en Cuba y cuándo los soltaría. La rueda de prensa fue ya de por sí algo inédito en la Isla; los cubanos no están habituados a ver sus líderes contestar preguntas en directo a periodistas extranjeros, pero la pregunta aún lo fue más.

Tanto es así que el entonces Presidente cubano no pareció haberla entendido a cabalidad. Por momentos pensó que iba dirigida a su homólogo estadounidense. No fue hasta que pareció escuchar la traducción simultánea, que duró segundos, que se percató del asunto. No tardó mucho tiempo en pensar y la respuesta fue demoledora para Abilio.

“Si hay presos políticos, me entrega una lista ahora mismo. ¿Qué presos políticos? Dame un nombre o nombres, si hay presos políticos los liberamos esta misma noche”, contestó Castro. Aunque organizaciones de derechos humanos han sostenido por décadas la existencia de presos políticos en la isla, la versión oficial cubana es de que se trata de presos por delitos comunes.

Acosta se quedó callado, no tenía un listado en el bolsillo y se tuvo de quedar ahí. Esto le dio oportunidad a Castro de ampliar la respuesta. Lo retó a decir qué países cumplen a cabalidad todos los artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Aceptó que Cuba ha firmado algunos pactos en ese aspecto pero no todos, tal como otros países. Pero la Isla, puntualizó, cumple con los derechos “más sagrados”, como es garantizar la salud pública universal y la educación gratuita.

Y, quizá sabiendo que la desigualdad salarial en Estados Unidos es tema de un amplio debate político dentro de el país, aprovechó que la transmisión en vivo la CNN en ese momento lo hacia llegar al público estadounidense y le dijo, “en Cuba, las mujeres reciben la misma paga por el mismo trabajo (que los hombres)”. Castro es viudo de Vilma Espín, durante décadas la líder de la Federación de Mujeres Cubanas, frecuente crítica de la desigualdad de género.

El rifirrafe quedó por ahí. Nadie más volvió a tocar en el asunto y Acosta no mencionó el incidente en ulteriores reportajes. Se debe haber dado cuenta de que un listado en el bolsillo podía haber hecho la diferencia.

Sus genes cubano-americanos vienen de parte de padre Abilio, quien a los 11 años, tres semanas antes de la Crisis de los Misiles en 1962 abandonó solo su barriada de Santa María del Rosario, en el Cotorro habanero, dejando el resto de la familia atrás. Abilio padre se instaló en Virginia, donde se casó con una americana de origen checa e irlandesa, apartado de todo el jaleo político del sur de Florida.  

Aún así, como Jim recordó en una reflexión tras su primer viaje a Cuba en 2009, cuando le dijo a su padre que viajaría a Cuba en su primera misión periodística, éste manifestó algún temor de que fuera preso.

“No es que mi padre fuera ideológicamente anticastrista, de esos que apuntan los puños a su antigua patria. Nunca fue de ese tipo de gente. AJ, como le llaman sus amigos está orgulloso de sus orígenes. Pero es un hombre que sabe perdonar, ablandado por la edad y la jubilación. También creció en Virginia, no en Miami. Eso es una experiencia cubano-americana diferente”, escribió Acosta.

Cuando Trump lo botó de su casa

Aunque la Casa Blanca es propiedad de todos los estadounidenses, el Presidente de Estados Unidos todavía puede decidir quién la puede frecuentar.

Si por Donald Trump fuera, Jim Acosta no sería uno de ellos. Entre otras razones porque desde que el 9 de enero del año pasado fue nombrado corresponsal permanente en la mansión presidencial, el cubano americano nacido en Washington D.C. ha sido un látigo feroz de las posturas adversas de la administración hacia los periodistas en general.

Sus enfrentamientos con la portavoz presidencial, Sarah Huckabee Sanders, han adquirido visos de leyenda. El día en que le preguntó por qué no decía la verdad y consideraba la prensa como el “enemigo del pueblo”, la escena terminó siendo recreada en el primer episodio del renacimiento de la serie de televisión Murphy Brown.

Trump se quejó de él varias veces. Una vez en un mitin con sus seguidores le hizo pasar un mal rato cuando señaló su presencia en la sala y lo acusó de ser fake news. El público lo abucheó. Otra vez repitió el mismo epíteto para negarle el derecho a preguntar en una rueda de prensa en el Jardín de las Rosas.

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Pero el incidente más serio se dio el 7 de noviembre pasado cuando Acosta le preguntó sobre su retórica verbal en temas de inmigración y una andanada de anuncios políticos suyos descritos por activistas como ‘racistas’ hacia los hispanos. El presidente en vez de contestarle, lo acusó de ser “rudo, una persona terrible que no debía trabajar en CNN”.

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Pero Acosta insistió en lo suyo y lo que se siguió fue un confuso incidente en el cual una empleada de la Casa Blanca intentó arrebatarle el micrófono, mientras el periodista impedía con el brazo que lo hiciera. La Casa Blanca lo acusó de violencia y, horas después, le canceló el acceso a la mansión al retirarle las credenciales extendidas por el Servicio Secreto que le permitían una entrada permanente.

Sus jefes en CNN consideraron que el gesto fue una retaliación por el estilo agresivo de Acosta y acudieron a los tribunales con el argumento de que la Primera Enmienda de la Constitución había sido violada.

Nueve días después el juez de distrito Timothy Kelly, que fue nombrado por Trump, falló que la credencial debía ser devuelta durante 14 días pero no se pronunció sobre la cuestión de la violación constitucional. Y no pasó nada. Las dos partes llegaron a un acuerdo fuera del tribunal y, desde entonces, Jim Acosta sigue sentado en la primera fila de la sala de prensa presidencial haciéndole la vida imposible a la portavoz presidencial cada vez que puede.

El 11 de junio próximo saldrá al público su libro El enemigo del pueblo. Tiempos difíciles para contar la verdad en Estados Unidos en el que Acosta, según sus editores, relata “las realidades tumultuosas y peligrosas de la actual Casa Blanca y su guerra contra la verdad y la primera enmienda”.

Jonathan Burnham, presidente y editor de la editorial Matt Harper a cargo del libro ha explicado que “el relato de Jim Acosta sobre su experiencia como Corresponsal Principal de la Casa Blanca de CNN lleva al lector al mundo de los reporteros que buscan precisión y franqueza en un momento en que la libertad de prensa está bajo amenaza.”

La respuesta a un ícono de la televisión

Jim Acosta, quizá por su educación en un mundo totalmente anglo no es conocido por ser un activista a favor de los hispanos. Pero hace poco se enfrentó a Tom Brokaw, cuando al legendario presentador de noticias de la cadena NBC se le ocurrió decir en una entrevista que “los hispanos no han hecho lo suficiente para asimilarse a este país”. Las declaraciones provocaron una ola de indignación en el mundo hispano-estadounidense.

No hubo una sola organización hispana que no lo criticara y Jim Acosta no dejó de opinar en su cuenta de Twitter. “Hombre, este hijo de un refugiado cubano se ha asimilado tanto de que no habla español fluidamente. Espero que con esto apruebe el test Sr. Brokaw”.

En Estados Unidos hay muchos hispanos estrellas del periodismo. No hubo otro que fuera tan directo en su crítica. Quizá por esto Abilio se volvió Jim.

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