La (otra) vida de Bin Laden

Lo que hayan dicho los de QAnon no es el mayor problema, sino que el presidente Trump retuiteó un artículo alegando que el terrorista ejecutado en Pakistán era un doble, no Bin Laden.

Un individuo sostiene un cartel con la "Q" QAnon mientras espera para ver al presidente Trump en un mitin, el 2 de agosto de 2018 en Pensilvania. Foto: NBC News.

Osama Bin Laden siempre anduvo en dificultades con ciertos espejos. Después de la invasión a Afganistán, los medios pudieron acceder mediante Al Jazeera a una filmación suya en la que profería loas a Alá por la efectividad de la acción terrorista contra las Torres Gemelas. Rápidamente, se movieron las suspicacias en un universo receptor estadounidense donde las razones para el resentimiento y la desconfianza no son festinadas, y por consiguiente las expresiones “manipulación”  y “conspiración” estuvieron entonces a la orden del día. Se llegó a decir incluso que se trataba de un actor.

Pentagon-Released Video of Osama bin Laden Talking About Terrorist Attacks B

La tesis de la conspiración resulta sin dudas atractiva, pero tiene un pequeño problema en la entrelínea: es una manera vergonzante de admitir la superioridad del otro, y de que, cuando se propone algo, lo logra a la perfección. El punto más débil de ese constructo consiste en asumir que se trata de actos químicamente puros y que, por lo tanto, funcionan con la precisión de un reloj suizo.

La siguiente es, sin dudas, una de las teorías conspirativas más publicitadas: las Torres Gemelas fueron implosionadas desde dentro para justificar ante la opinión pública la liberación del Kraken. No hubo falla, ni filtración, ni persona alguna que por accidente diera fe de movimientos extraños en dos rascacielos usualmente tan concurridos y visitados. Por descontado, que la cantidad de explosivos necesaria para derribarlos no se colocaría en cuestión de minutos, ni podría constituir la obra de un lobo solitario.

El asesinato de Kennedy, uno de los mayores imbroglios en la historia de Estados Unidos, desde temprano dejó testimonios y cabos sueltos que ponían en crisis la idea legitimada por la Comisión Warren, en el sentido de que Lee Harvey Oswald fue el único que apretó el gatillo. En las Torres no hay ni por asomo nada de eso que llaman the smoking gun. Se tiene la impresión de estar ante el final del Chinatown, de Roman Polanski, en el que los poderosos obtienen sus fines limpia e inexorablemente.

Foto: Maddie McGarvey/Bloomberg.

Ahora resulta que los teóricos de la conspiración de QAnon están trayendo nuevas aguas a esos molinos conspirativos. Recordemos que hace unos años, allá por 2017, una de las cartas de presentación de estos alucinados de la llamada alt right consistió en echar a rodar la idea de que pedófilos adoradores de Satanás estaban al frente de una red mundial de tráfico sexual de niños y conspirando contra el presidente Trump, quien estaría planeando un ajuste de cuentas conocido como “La Tormenta”, cuando miles de miembros de esa camarilla serían arrestados.

Después, durante el proceso de impeachment, socializaron en las redes que Trump fingió conspirar con los rusos para reclutar al exfiscal general Robert Mueller a fin de que se uniera a él en la denuncia de esa red y contra un golpe de Estado urdido por Barack Obama, Hillary Clinton y George Soros.

Last, but not least, acaban de proclamar que Bin Laden no está muerto, y que la administración Obama se involucró en un complot interno para escenificar su muerte. Pero lo que hayan dicho los de QAnon no es el mayor problema, sino que el presidente Trump retuiteó un artículo en esa tesitura alegando que el terrorista ejecutado en Pakistán era un doble, no Bin Laden.

President Obama on Death of Osama bin Laden

Las reacciones no se hicieron esperar, empezando por la de Robert O’Neill, el miembro de los Navy Seals, que le disparó tres tiros en la cabeza a Bin Laden aquel 6 de agosto de 2011. “Realmente matamos a Osama Bin Laden”, le dijo a Inside Edition. “Hombres muy valientes se despidieron de sus hijos para ir a matar a Osama Bin Laden. Sé a quién maté, amigo. Cada vez”. Y concluyó: “El presidente Obama nos dio la orden. No fue un doble”.  Por último, tuiteó una foto suya con otros tres efectivos militares con la expresión “sucedió”. Un dato curioso: dijo ser partidario de Trump, pero que no podía quedarse de brazos cruzados ante semejante globo de helio.

El jueves pasado, durante una entrevista con la periodista Savannah Guthrie, de la NBC, esta le preguntó sobre QAnon a Trump. “Es esta teoría de que los demócratas son un círculo de pedófilos satánicos y de que usted es un salvador. Ahora bien, ¿puede decir de una vez por todas que eso no es del todo cierto y desautorizar a QAnon en su totalidad?”. Su respuesta fue la siguiente:  “No sé nada sobre QAnon, sé muy poco”. Pero dijo que eran “muy fuertes contra la pedofilia” mientras se negaba a condenar las teorías conspirativas impulsadas por estos depredadores de la red, clasificados desde 2019 por el FBI como una potencial amenaza terrorista doméstica. Como señalara en su momento el diario The Washington Times, que nada tiene de zurdo: “El FBI cree que sus historias se difundirán e impulsarán tanto a grupos como a individuos a cometer actos criminales o violentos. Los agentes creen que esas teorías de conspiración podrían extenderse durante las elecciones de 2020”. No estaban errados.

Curiosamente, hace unos años, un columnista de Kaos en la Red dijo lo mismo: Bin Laden no estaba muerto. “Todo lo que digan los medios del imperio para mí es mentira hasta que se demuestre lo contrario”, escribió el articulista. Sin dudas, expresión de una segura convicción ideopolítica, pero digna de mejor causa porque desconoce, entre otras cosas, que las conspiraciones de los papeles del Pentágono y Watergate fueron dadas a conocer al gran público precisamente por la gran prensa liberal estadounidense.

Aseveraciones como esas figuran en el repertorio de ideas de la ultraderecha en sus ataques contra los medios, el llamado cuarto poder. Eso es, de muchas maneras, QAnon: la paranoia y la mentira elevadas a su máxima expresión. “Lo que hace la teoría de QAnon, en lo que respecta a su eficacia política, es brindar a los partidarios más fervientes de Trump una forma de explicar cualquier escándalo o desliz que pueda enfrentar el presidente”, concluye Jared Holt, investigador asociado de Right Wing Watch.

Foto: CNN.

Holt Añade que “todos los contratiempos de Trump en el escenario mundial, sus detractores en los medios, sus diversos escándalos, pueden enmarcarse dentro de la tradición de QAnon como ataques que se coordinan contra él porque está cada vez más cerca de acabar con una conspiración global que comete los más atroces crímenes que podrían imaginarse, como el tráfico sexual satánico de niños”.

En cuanto a Osama Bin Laden, no tiene (otra) vida: murió en la Operación Gerónimo. Los Navy Seals están entrenados para matar y eso fue, sin dudas, lo que hicieron. Discutir cosas tales como si el líder de Al Quaeda estaba o no desarmado, si hizo o no resistencia a los fusiles de asalto que le volaron los sesos y le horadaron el pecho equivale a preguntar cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler.

Se ha cumplido así, en definitiva, lo que el destino tiene reservado para quienes una vez fueron ángeles y después osaron levantar la mano: un día al lado de Dios Padre; el otro, en las profundidades del averno, junto a Noriega, Hussein y otros de semejante talaje.

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