La vertiente sexual de los negocios de masajes en la masacre de Atlanta

La masacre de Atlanta sacó a flote una realidad semioculta de la sociedad estadounidense: la prostitución china en los salones de masajes.

Fachada de uno de los centros de masajes blanco de los ataques en Atlanta. | Foto: Cris Compton / AP

La reciente matanza en Atlanta ocurrió en dos establecimientos de masajes personales que suelen ocultar negocios facilitadores de relaciones sexuales con jovencitas. Diversas versiones de prensa durante los últimos años dan fe de la verdadera naturaleza de las actividades de esos establecimientos, aunque lo hacen discretamente. En Florida, por ejemplo, cuando trabajaba en las plataformas digitales de transporte, varios clientes me hablaron de esas actividades al llevarlos a esos lugares, casi todos en la zona norte de Miami.

En el caso de Atlanta, la policía que investiga los ocho asesinatos a manos de un joven de 21 años llamado Robert Aaron Long, confirmó que los dos establecimientos implicados en los sucesos, Gold Spa y Aromatherapy Spa, escondían redes de prostitución. En los primeros interrogatorios, Long no lo ocultó, pero mencionó un detalle que sorprendió a los investigadores. Les dijo que era un adicto a las relaciones sexuales, pero también un hombre religioso que frecuentaba una iglesia bautista en la que buscaba “ayuda” para su vicio.

Se trata de la Crabapple First Baptist Church, a la que iba su familia, y en la que fue bautizado en el año 2018. Los postulados de la iglesia abogan contra “el adulterio, relaciones sexuales por diversión, homosexualidad, bisexualidad, incesto, poligamia, pedofilia, pornografía y el cambio de sexo”, según The New York Times.

 

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La educación religiosa no contribuyó a que el joven se apartara de sus vicios sexuales. Long intentó cancelar algunos sitios de pornografía que consultaba continuamente pero, como le confesó a su colega de apartamento en Atlanta, “nunca fue capaz de soltarse, de liberarse de ese vicio”, dijo Mark Bayless. Es más, “nunca olvidaré que me miraba y me decía, ‘me estoy apartando del espectro de Dios’”, agregó.

Los asesinatos se presentaron como un ejemplo del odio antiasiático que ha inundado Estados Unidos después del surgimiento de la pandemia de la COVID-19. Comenzó con el expresidente Donald Trump, quien en sus mítines de campaña comenzó a llamar al coronavirus “el virus chino”, apelativo que caló entre sus seguidores.

La masacre pudo tener un fondo “antichino” pero parece ser, ante todo, resultado de un odio por el vicio que llevaba a Logan a frecuentar los dos establecimientos de masajes administrados por asiáticos, no blancos o afroamericanos, la mayoría étnica en Atlanta.

Como dice la congresista demócrata estatal, Bee Nguyen, de origen vietnamita, la masacre “sacó a relucir la invisibilidad y aislamiento de la clase obrera de la mujeres asiáticas en nuestro país, y todos sabemos que esa vulnerabilidad la hace blanco del odio”.

“Todo indica que este muchacho [Logan] tiene un serio problema psíquico. Ha habido otros casos parecidos, pero este es muy sólido porque ha enfrentado la situación con mucha serenidad. Parece consciente del delito que ha cometido, de su gravedad. Descargó su frustración sobre uno de los estamentos más frágiles: prostitutas chinas, posiblemente indocumentadas, víctimas de pandillas asiáticas…”, le dijo a OnCuba un policía de Miami-Beach 1, donde radican varios establecimientos de masajes sexuales. 

Logan fue arrestado horas después de la masacre, cuando se dirigía por carretera a Florida. “Eso demuestra que Florida también es conocida por este tipo de negocios”, agregó la fuente.

 

Nota: 

1 La fuente prefirió no identificarse.

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