OTAN: No es cuestión de dinero

Donald Trump y Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN. Foto Evan Vucci/AP.

Donald Trump y Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN. Foto Evan Vucci/AP.

A fines del siglo XVIII los Estados Unidos, después de una guerra de liberación nacional contra Gran Bretaña, alcanzaron su independencia. En 1812, en respuesta a reiteradas agresiones británicas, la joven nación declaró la guerra a Inglaterra. Durante el conflicto el país fue invadido y varias ciudades ocupadas, entre ellas Washington, ocasión en que la Casa Blanca fue incendiada y saqueada. En diciembre de 1814, tras complicadas negociaciones se firmó la paz mediante el Tratado de Gante.
Más de ochenta años después, en 1898, en torno a algunos eventos político militares en Cuba, entre ellos, el hundimiento en La Habana del acorazado Maine, Estados Unidos entró en guerra con España, a la cual derrotó inobjetablemente. El hecho de que las coronas y cancillerías europeas recularan y abandonaran a España a su suerte en aquel conflicto militar pudiera ser considerado como una especie de derrota europea por persona interpuesta y significó una premisa para el predominio norteamericano.
En 1917, por decisión del presidente Woodrow Wilson, Estados Unidos regresó a Europa involucrándose en la Primera Guerra Mundial en la cual comprometió a 4,355,000 efectivos. Aquel conflicto donde 32 naciones europeas (excepto el Imperio Otomano) se mataron entre ellas hasta acumular 37 millones de bajas, incluyendo a 130,000 militares estadounidenses.
La victoria permitió al presidente Wilson promover sus Catorce Puntos para el reordenamiento de las relaciones internacionales e instalar la Sociedad de Naciones, primer intento válido de crear un sistema de seguridad internacional que, aunque fracasó al no poder evitar la II Conflagración universal, sirvió de precedente.
La II Guerra Mundial, en la cual Norteamérica, conducida por Franklin D. Roosevelt, antifascista convencido y de pensamiento suficientemente amplio para, salvando enormes obstáculos ideológicos y políticos, establecer una multifacética alianza política y militar con la Unión Soviética gobernada por Stalin, permitió a Estados Unidos poner su economía y su enorme potencial militar al servicio de la lucha antifascista.
La victoria sobre el fascismo, la ocupación blanda Alemania y Japón y la ayuda para la reconstrucción, expresada entre otras cosas en el Plan Marshall, proporcionó a Estados Unidos un enorme prestigio, ampliado por su papel en la Guerra Fría como garante de la seguridad de Europa Occidental ante una presunta amenaza soviética.
De ese modo, Estados Unidos explotó el éxito en la guerra y su papel en la paz para construir un sistema de alianza que con cierta legitimidad le permitió ejercer un liderazgo que, en términos militares, tuvo su expresión en la creación de la OTAN.
Con frecuencia se pasa por alto que en 1949 cuando se fundó la OTAN, Europa ni siquiera podía alimentar a su población, por lo cual se trató de un proyecto norteamericano que, obviamente, Estados Unidos se comprometió a dirigir y financiar.
Durante la Guerra Fría los países de la OTAN, convertidos en el primer escalón en la temida confrontación militar contra la Unión Soviética, proporcionaron a Estados Unidos su territorio para emplazamientos de tropas, aviación y misiles nucleares, permitiéndoles realizar sus políticas bélicas. Tal vez si pudieran realizarse cálculos precisos, Estados Unidos le debería más a Europa que ella a Estados Unidos.
Las reclamaciones de Trump por el aporte a la OTAN pasan por alto el dato de que de los setecientos mil millones que Estados Unidos invierte en la Alianza, una parte considerable se dedica a sostener a sus propias tropas y bases y otra regresa a su país por las compras de armas y equipos realizadas por los europeos en Estados Unidos.
La otra noticia es que, desaparecida la Unión Soviética, eliminados los antagonismo ideológicos y políticos y atenuadas las rivalidades comerciales, tal vez en algún momento no lejano, los europeos lleguen a la convicción de que no necesitan a la OTAN y que la alianza con Estados Unidos puede realizarse sobre otras bases. Al demeritar a la OTAN, Trump puede pegarse otro tiro en el pie. La ruptura de la alianza, puede significar el fin de un liderazgo. Allá nos vemos.

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