¿Quién es John McAfee?

Prófugo de la justicia estadounidense, el informático y gurú de las criptomonedas lanzó desde Cuba su candidatura a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de 2020.

Montaje de McAfee, tomado de su cuenta de Twitter.

Por estos días John David McAfee, el controversial ingeniero de software y empresario británico-estadounidense de la generación baby boomer, anda acaparando atención mediática. Su paso por Cuba semanas atrás, sus muchos tuits desde la isla han propiciado una estela noticiosa tras él.

En 1987 logró éxito comercial como creador del primer software antivirus que lleva su apellido. En la cima de su riqueza, su patrimonio neto superaba los cien millones de dólares. Pero después de la crisis financiera de 2008, perdió la mayor parte de su fortuna.

En lo político se le conoce por su filiación al Partido Libertario (1971), una consecuencia del clima existente durante la lucha por los derechos civiles y la guerra de Vietnam. Entre los núcleos duros de su agenda figura una apropiación peculiar de temas/problemas característicos de la cultura política estadounidense, en este caso, su apuesta por la dualidad gobierno mínimo/máximas libertades, la defensa del laissez faire, los bajos impuestos y la tenencia de armas como derecho garantizado por la segunda enmienda a la Constitución. En las elecciones de 2016 McAfee buscó la nominación del Partido Libertario para presidente de Estados Unidos, pero perdió ante el ex gobernador de Nuevo México, Gary Johnson.

Si se repasan brevemente sus relaciones con sociedades centroamericanas y caribeñas –esos lugares a los que se va en busca de lo imposible en el Primer Mundo–, tal vez lo anterior se perciba mejor.

En 2012, una de sus propiedades en Belice fue allanada por la policía. Un comunicado de prensa sostuvo que lo habían arrestado por fabricación ilícita de drogas y por posesión ilegal de armas, pero fue dejado en libertad. Después la propia policía lo consideró «persona de interés» en relación con el asesinato el estadounidense Gregory Viant Faull, vecino suyo muerto por herida de balas en noviembre de 2012. El primer ministro de Belice, Dean Barrow, que no era miembro de la CIA, lo calificó de un tipo «extremadamente paranoico, incluso loco». Le llamaban «el Donald Trump de Belice».

De ahí salió a Guatemala, donde intentó buscar un asilo político finalmente negado por el gobierno de ese país. Fue entonces deportado a Estados Unidos. El 2 de agosto de 2015 lo arrestaron en Henderson, Tennessee, por manejar bajo influencias y por portar un arma de fuego fuego estando intoxicado.

Dijo en una entrevista televisada: «Tengo que mantener la atención de la gente sobre mí. Puedo ser el tipo malo, el tipo bueno o el tonto. O las tres cosas a la vez. Lo que sea».

A principios de este año, las autoridades estadounidenses acusaron a McAfee, su esposa Janice y cuatro miembros de su personal por fraude fiscal. En mayo apareció la siguiente declaración en las redes sociales: «El desarrollo de los eventos ha hecho necesario que John McAfee entre a la oscuridad».

Esa oscuridad se rompió en Cuba. Un día desembarcó como turista en Marina Hemingway, procedente de Key West, y comenzó una campaña bastante ruidosa anunciando su postulación como candidato del Partido Libertario para las elecciones presidenciales de 2020, un verdadero contrasentido considerando la existencia de regulaciones federales claras y distintas al respecto. Dijo que había sido forzado a establecer su cuartel general en Cuba porque en Estados Unidos lo «estaban persiguiendo políticamente».

Durante el tiempo en que estuvo en la isla, su visión de la cultura cubana fue codificada, plana, convencional y hasta grotesca, más cerca de «I’ll See You in C-U-B-A», Win Wenders y Buena Vista Social Club que de un acercamiento realmente alternativo, ni siquiera cuando trataba de colocarse al otro lado del mainstream.

Hay varias maneras de no entender nada. Y la suya fue, sin dudas, una. McAfee ni siquiera se molestó en verificar cuántos millones de cubanos había en la isla: no son 14 sino 11.2. Tampoco indagó sobre la relación entre salarios y precios en un país que acaba de anunciar un aumento de los primeros en el sector presupuestado. Las fotos en los mercados agropecuarios que publicó en su Twitter significan poco o casi nada si no van escoltadas de una necesaria contextualización. McAfee se la tragó, como la lejanía.

También ofreció su ayuda al gobierno para la creación de una criptomoneda, tal vez pensando que podría convertirse en un nuevo Robert Vesco. «Cuba planea usar la criptomoneda para sortear los 63 años de estrangulamiento económico impuesto a 14 millones de cubanos por la locura del gobierno de Estados Unidos». Ofreció incluso su ayuda: «Si Cuba quiere mi ayuda, estoy aquí «.

La pregunta que no se ha respondido hasta ahora es por qué salió de la isla para aparecer, de pronto, en República Dominicana. Pero lo hizo de manera intempestiva. A fines de este mes de julio todos los miembros de su peculiar tropa fueron arrestados mientras su yate estaba atracado en Puerto Plata por sospecha de portar armas y municiones de alto calibre. Los retuvieron durante cuatro días hasta liberarlos y darles carta blanca para seguir su camino, esta vez a Londres, donde ahora se encuentran.

Antes dijo: «Mi voz es la voz de la disidencia. Si me silencian, la disidencia en sí misma será lo siguiente».

Después: «Si Cuba me extradita, seré silenciado por siempre».

Puso pies en polvorosa. Una cosa, sin embargo, parece cierta: su silencio es imposible.

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