Tampa, la ciudad que escapa

Breve recuento de los huracanes que han impactado la ciudad de Tampa a propósito del reciente paso del huracán Ian por la Florida.

La "marejada ciclónica inversa". Con Ian, las aguas de la bahía de Tampa comenzaron a retroceder empujadas por los vientos. Foto: Tampa Bay Times.

Si se compara con el sur de Florida, históricamente el área de la bahía de Tampa no ha sido muy golpeada por los huracanes. Un gran huracán le impactó directamente en octubre de 1921. Originado en las aguas del Caribe centroamericano, el huracán de la Bahía de Tampa o de Tarpon Springs, como indistintamente se le conoce, fue de categoría 4 en la escala Saffir-Simpson, con vientos sostenidos de hasta 140 mph/225 kmph.

Quince años después, el 2 de septiembre de 1935 Tampa experimentó los efectos del huracán del Día del Trabajo, que ya había hecho daños catastróficos en los cayos de la Florida. Primero pasó cerca de las costas tampeñas, y luego tocó tierra causando destrozos, en gran medida debido a las marejadas ciclónicas. Cuentan los historiadores que destruyó los instrumentos de medición de los vientos: se estima que estos alcanzaron una intensidad máxima de 150-200 mph con ráfagas de hasta 250 mph/ 402kmph. Dicen que fue el huracán más fuerte en ingresar a territorio floridano en la historia registrada.

El huracán del Día del Trabajo en Tampa (1935). Foto: National Geographic.

En octubre de 1944 otro huracán tocó tierra en la vecina Sarasota con vientos de 105 mph/169 kmph (categoría 3) causando daños sustanciales en los condados de Manatee y Hillsborough. Inmediatamente después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, en octubre de 1946 sobrevino el huracán de Tampa Bay, un categoría 2 que después de golpear a Cuba se internó en Golfo de México y tocó tierra al sur de St. Pete.

Más tarde apareció el primero en tener nombre propio en esta historia: el huracán Easy (1950). Aunque llegó oficialmente al norte de la Bahía de Tampa, pasó muy cerca de la costa del condado Pinellas. Los daños causados por las olas, el viento y las lluvias fueron extensos: en Yankeetown, por ejemplo, cayeron 38.70 pulgadas de agua en apenas 24 horas. La marejada ciclónica se elevó a 6.5 pies en la Bahía, la más alta después de aquel huracán de 1921. Cedar Key, al norte, soportó vientos con fuerza de huracán durante nueve horas y media y estuvo en el ojo de la tormenta durante dos. Dicen que alrededor de 150 de sus 200 construcciones perdieron los techos. Tres personas murieron electrocutadas al tocar cables caídos.

En 2017 estuvo el huracán Irma, que pasó por el este de Tampa y clasifica como la tercera tormenta más poderosa en tocar tierra en Estados Unidos, después del huracán del Día del Trabajo y del Dorian (2019).

En este rápido inventario sigue Elsa, que como huracán fue en rigor inconsistente. Habiendo ingresado a territorio cubano como tormenta tropical por un punto de la Ciénaga de Zapata, se fue debilitando hasta salir al mar un lunes 5 de julio de 2021, en un área comprendida entre Rincón de Guanaco y Jaruco. Una vez internada como tormenta en el Golfo de México, recuperó la fuerza de huracán que una vez tuvo en el Caribe. El Centro Nacional de Huracanes emitió rápidamente advertencia de huracán para el condado de Pinellas, uno de los primeros que sería afectado, mientras otras partes de la Bahía fueron declaradas bajo vigilancia de tornados.

Elsa tenía vientos sostenidos de 75 mph con rachas un poco más fuertes, es decir, desplegaba el nivel mínimo de vientos sostenidos para clasificar como huracán. Como tal siempre estuvo en el límite, ese donde, según Hegel, “ya no estaba la cosa”. Al inicio los meteorólogos esperaban que siguiera como huracán hasta tocar tierra, pero eso no ocurrió. A las 10.39 p.m. de ese mismo día, ya muy cerca de la Bahía de Tampa, su centro de circulación ya no era el mismo, lo cual denotaba la existencia de un sistema casi tan desorganizado como el que había salido de Cuba. Una (de nuevo) tormenta tropical. Había escapado de lo peor.

A ese panorama ha venido a sumarse, finalmente, Ian. Su salida de territorio cubano, donde causó destrozos aún no bien calculados, en especial en la provincia de Pinar del Río, volvió a plantearle a Tampa su ya proverbial relación con los ciclones tropicales.

La mayoría de los pronósticos lo ubicaban entrando al territorio estadounidense por el área de la Bahía de Tampa, lo cual levantó tempranas preocupaciones entre los expertos y el liderazgo administrativo local debido a probables inundaciones en un territorio cuya capacidad de drenaje no es la deseable, dada la poca profundidad de las aguas del Golfo y la Bahía. Por esa razón, un meteorólogo llamó al huracán una “catástrofe histórica potencial”.

Ian entrando a EEUU. Foto: ABC News.

Pero los huracanes suelen ser criaturas díscolas y, por lo mismo, amantes de dejar plantados a sus seguidores. En un punto determinado del Golfo, en el que recibió el combustible necesario para engordar mas todavía debido a la calidez de esas aguas marcadas por el calentamiento global, Ian llegó a alcanzar categoría 4. Empujado hacia el este por un sistema de bajas presiones, el 28 de septiembre entró a Estados Unidos con 241 kilómetros por hora por Cayo Costa, cerca de Sanibel y Captiva, alrededor de las 3:05 p.m.. Eso queda a unos 180 kilómetros de la Bahía de Tampa.

Con todo, en materia de huracanes tan poderosos no suele haber desayuno gratis. Unas 450 000 casas y negocios de los condados de Hillsborough y Pinellas estaban sin  electricidad ayer al anochecer. Las ráfagas de viento, ocasionalmente fuertes, derribaron árboles y líneas eléctricas en los vecindarios. Más de 14 000 personas fueron evacuadas en los condados de Hillsborough, Pinellas y Pasco. Y las fuertes lluvias causaron el desbordamiento de ríos como Manatee y Little Manatee.

El miércoles por la mañana se produjo un fenómeno extraordinario. Los expertos lo llaman “marejada ciclónica inversa”. Las aguas de la bahía de Tampa comenzaron a retroceder empujadas por los vientos, como chupadas por un Juggernaut al otro lado. Dicho en términos todavía más gráficos: la bahía se queda sin agua. Ese mismo fenómeno lo vi en 2017, cuando el huracán Irma. La fuerza de la tormenta y los vientos que soplaban en sentido contrario a las manecillas del reloj arrastraron el agua cerca del Bayshore Boulevard durante una marea extremadamente baja, vaciando la bahía. Y los curiosos usuales, que no suelen ser muy racionales, se bajaron a caminar por ese vacío existencial desoyendo la advertencia de las autoridades.

Al día siguiente, muy temprano en la mañana vi desde mi terraza una banda de pájaros grises volando hacia el este en dirección a la salida del Sol.

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