“La esperanza está de regreso”

Manifestación de supremacistas blancos en los Estados Unidos. Foto: Reuters.

Manifestación de supremacistas blancos en los Estados Unidos. Foto: Reuters.

La ola de nacionalismo derechista en Estados Unidos resulta un elemento prexistente a la victoria presidencial de Donald Trump. Es uno de los resortes que catapultaron al magnate rubio hasta la Casa Blanca y, al mismo tiempo, es una negación en sí misma del llamado “excepcionalismo americano”, por ser una reproducción a nivel local de fenómenos homólogos que han venido sucediendo en la “vieja Europa”.

Como parte de ese proceso, de un tiempo a esta parte ha tomado visibilidad pública en los Estados Unidos un movimiento político-ideocultural denominado la derecha alternativa (alt-right, como se le conoce en inglés). Sus representantes están marcados por el miedo a perder su hegemonía histórica y su territorio, y como lobos “muerden” con argumentos del siguiente talaje: “A menos que se tome una acción drástica, nuestros nietos vivirán en un país extranjero y hostil”. O también: “Estamos peleando por la sobrevivencia de nuestra raza”.

Los orígenes de la alt-right se remontan a la campaña de Pat Buchanan, con el surgimiento de los llamados paleoconservadores o paleocons. Aquí están formulados, básicamente, los elementos conceptuales de los que parten, en específico:

a) la defensa de restricciones migratorias consistentes.

b) el desmontaje de programas multiculturales.

c) la descentralización de las políticas federales –la eterna contradicción entre lo estadual y lo federal, inscrita en el corazón de esta cultura.

d) el aislacionismo en política exterior.

En la filosofía política de este movimiento –que dista bastante de ser homogéneo– tiende a predominar, sin embargo, el anarco-capitalismo, esto es, la defensa a ultranza de la libertad individual y de los mercados libres –punto de confluencia con otro populismo de derecha, el Tea Party– en vez del Estado organizado, asumido como una fuerza disruptiva y perniciosa en la vida de las personas.

Ciertos portavoces van más allá y se autoproclaman “leninistas”: dicen querer destruir, arrasar, echarlo todo abajo. Van por consiguiente contra todas las banderas: la izquierda, los liberales y los conservadores del mainstream, a quienes aplican una etiqueta depredadora: cuckservatives, neologismo que combina los significados de “conservador” y, en buen cubano, “tarrú”. Según esta perspectiva, los republicanos tradicionales, a quienes consideran traidores, se sienten complacidos por haber abandonado sus propios estándares morales y han sido cooptados por el pensamiento políticamente correcto. Una manera elíptica de llamarlos, entre otras cosas, racistas vergonzantes sin el valor de salir del closet.

La alt-right ratifica la importancia creciente de las redes sociales e Internet en la política contemporánea. Sus seguidores, en su mayoría millennials usualmente parapetados tras seudónimos, han hecho un uso sobremanera efectivo de las nuevas tecnologías para diseminar sus mensajes en espacios on line como Reditt y Twitter. Arremeten contra los refugiados libios, los inmigrantes, el Black Lives Matter, los hispanos / latinos y la reforma migratoria, utilizando un arsenal de descalificaciones que van del racismo desembozado hasta las vulgaridades más rampantes.

Uno de sus mantras es que Estados Unidos –es decir, ellos– se encuentra en estado de sitio, metidos en una guerra que no eligieron contra los elementos históricos que han desvirtuado su “esencia europea”. El melting pot, uno de los fundamentos tradicionales de la identidad estadounidense, a pesar del carácter controversial que siempre ha tenido, no es para la alt-right sino un chiste de mal gusto. Sus miembros despliegan un discurso emocional que constituye una especie de reguetonización de lo político, a menudo con palabras obscenas volando por las redes. Hay que estar ciego para no percatarse de que muchos de sus códigos y propuestas constituyeron una de las apoyaturas fundamentales de la campaña electoral de Donald Trump.

Neo Nazis, Alt-Right y Supremacistas blancos rodean y cantan a los manifestantes en la base de una estatua de Thomas Jefferson después de marchar por el campus de la Universidad de Virginia con antorchas en Charlottesville el 11 de agosto. Foto: mashable.com.
Neo Nazis, Alt-Right y Supremacistas blancos rodean y cantan a los manifestantes en la base de una estatua de Thomas Jefferson después de marchar por el campus de la Universidad de Virginia con antorchas en Charlottesville el 11 de agosto. Foto: mashable.com

Una de sus piedras de toque es Breitbart News, institución de la derecha mediática fundada en 2007 por Andrew Breitbart (1969-2003) con el propósito de “destruir a la vieja guardia conservadora de los medios”, entre ellas la cadena Fox News, de amplias resonancias en públicos de su tipo. A la muerte de Breitbart asumió sus riendas Steve Bannon (1953), ex inversionista de Goldman Sachs, productor ejecutivo de filmes y documentales (uno, In the Face of Evil, sobre Reagan), ex asesor de Sarah Palin y jefe de la campaña de Trump. Él representa el caso de un liberal que se corrió de campo durante la llamada “revolución reaganiana”, en medio del proceso de rearticulación y reacomodo del espectro que condujo a la aparición en los años 80 de dos nuevas derechas: la política y la religiosa. “El agente más peligroso de la política norteamericana”, comparado a menudo con Leni Riefensthal (1902-2003), la actriz y realizadora alemana cuya obra sirvió de apoyo a la propaganda política del Tercer Reich.

La medida del alcance / impacto de este sitio web viene dada no solo por sus audiencias crecientes –sobre todo hombres blancos de zonas rurales y conservadoras–, sino también por haber sido avalada por personajes tan peculiares como el jefe del Partido Nazi de los Estados Unidos y el ex jefe del KKK, David Duke.

Solo un botón de muestra. Los mensajes de Breitbart News contienen usualmente planteos como estos:

-Los negros solo saben cometer crímenes.

-Los negros tienen un coeficiente de inteligencia inferior al de los blancos.

-Martin Luther King fue un degenerado, un símbolo de la deconstrucción de la civilización occidental.

-Los inmigrantes violan a las mujeres blancas.

-Las feministas solo quieren castrar a los hombres.

-El control de la natalidad hace a las mujeres no atractivas y locas.

-Las mujeres progresistas son un puñado de lesbianas.

Ante el triunfo de Trump, Richard Spencer, uno de los gurúes de la alt-right, declaró desde el National Policy Institute, que dirige: “Por primera vez en mi vida de adulto me siento realmente orgulloso de mi país, porque finalmente la esperanza está de regreso”. Y ese mismo peculiar sentido de la palabra llevó a la designación de Steve Bannon –ahora relevado de esa función– como “estratega jefe” de la futura administración, cargo sin precedentes en la historia del ejecutivo.

“Habla a lo llano, a lo liso, y verás cómo te vale un pan por ciento” –le dijo una vez Quijote a Sancho. Alto y claro: la alt-right no es sino eufemismo para designar algo tan viejo como El nacimiento de una nación. Un supremacismo blanco que se entiende desafiado por el multiculturalismo, la inmigración y el pensamiento políticamente correcto.

Han hecho correr la sangre en Charlottesville.

El alacrán no puede renunciar a su propia naturaleza. Sus antorchas lo delatan.

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