Mandela: nunca más en blanco y negro

Hubo una vez un mulato, qué  digo mulato, un negro, que en este mundo las cosas, a veces, son así: blancas o negras. Hubo una vez un negro de rostro amable, nariz desparramada, pómulos anchos y unos ojos donde cabía todo el perdón. Lo llamaron Madiba, que es como nombran todavía a los viejos de su clan. Pero eso fue después. Después de la militancia política, después de 27 años porfiando en una cárcel de Robben Island, en su natal Sudáfrica, adonde lo mandaron para silenciar su reclamo, y sucedió todo lo contrario. Desde el cuadrado, que así le decían a su celda, Madiba-Mandela construyó una nación que se moría hecha pedazos porque las cosas eran blancas o negras, y nada más. Lo obligaron a picar piedras, y tal vez por eso modeló con paciencia de arquitecto la nueva sociedad en la que apartheid sería palabra proscrita, concepto arcaico, pasado ignominioso al que sería pecado regresar.

Hubo una vez un hombre que conquistó sus miedos y dosificó el coraje. Tomó como bandera el perdón y la reconciliación, mas no el olvido. Hizo de la resistencia un arma, y en las calles de muchas ciudades la gente pidió a gritos verle en libertad, mientras en Pretoria, no nos asombremos, lo tildaban de terrorista. Para entonces Sudáfrica, casi a las puertas del siglo XXI, se ufanaba de ser uno de los últimos bastiones segregacionistas del mundo. Todavía creían los blancos que su palidez era superior y Madiba, tan negro, tan humilde, tan hijo del suelo africano abrió los ojos de su pueblo y les pidió que no los volviera a cerrar. Luego, ya saben, ese pueblo lo premió con cariño y con votos. Mandela fue el primer presidente elegido democráticamente en Sudáfrica. Fue el primer presidente negro en un país que se dejó cercenar la libertad y que pretendió que la gente viera la vida en dos colores.

Madiba ha muerto y dicen por ahí que Sudáfrica se ha quedado huérfana. Si así fuera, si de verdad alguien piensa que la ausencia de un padre inmoviliza al hijo al punto de no dejarle respirar, de no asumir el legado, la historia, la cointinuidad, entonces no entendió nada. Madiba no se ha ido del todo aunque ya no esté, permanece la tierra, permanece la gente, porfiando desde entonces y ojalá para siempre, en no ver la vida nunca más en blanco y negro.

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