Obama en Cuba: la agenda con México

Fragmento de la obra Eclipse, del artesano wixárika, Kupíhaute-Itzpapalotl.

Fragmento de la obra Eclipse, del artesano wixárika, Kupíhaute-Itzpapalotl.

 

Entre los símbolos que arrastra, la visita del presidente Obama a Cuba trae uno que impacta directamente a México: el final de una etapa de conflicto a tres bandas y el inicio de una nueva, cuyos perfiles aún están por verse.

Ahora sobre la mesa trilateral están estos puntos pendientes:

Migración

La expresión más dramática es la de miles de cubanos atorados en Centroamérica, que se han movido por vía aérea a la frontera sur de Estados Unidos, en una operación multinacional.

El caso acumula anomalías: la preferencia por esos migrantes en el ingreso al país del norte y en su traslado, en contraste con la suerte que corren mexicanos y centroamericanos; la falta de una política regional concertada y la anulación de facto de un compromiso oficial, como el Memorándum de Entendimiento entre México y Cuba en la materia.

Al implicar a una amplia porción del norte del hemisferio, la migración cubana es un asunto regional, como la Ley de Ajuste Cubano de Estados Unidos (la que otorga residencia a los originarios de la Isla, incluso si llegan sin visa) y toda la catarata de consecuencias.

Seguridad

Uno de los primeros temas de discusión en el deshielo entre Cuba y Estados Unidos ha sido la seguridad común.

Desde hace años agencias de los dos gobiernos cruzaban información en tiempo real sobre el combate al narcotráfico y llegaron a ejecutar operativos acordados caso por caso.

En octubre de 2015 ya hubo una primera ronda de conversaciones de alto nivel entre el Departamento de Seguridad Interna estadounidense y el Ministerio del Interior cubano. En la agenda de este año ambos países han enlistado la seguridad aérea, la cooperación antinarcóticos y contra la trata humana, el fraude migratorio y el terrorismo.

México está interpelado al compartir con Cuba la zona de tránsito de drogas desde el sur y el golpe de la delincuencia organizada en el trasiego ilegal de personas, fenómenos que tienen sus paralelos en territorio estadounidense.

Petróleo

México y Estados Unidos firmaron en 2012 un acuerdo sobre yacimientos transfronterizos de hidrocarburos en el Golfo de México.

Este instrumento regula el aprovechamiento común del Polígono Occidental (llamado Hoyo de Dona), un depósito profundo de hidrocarburos ubicado en los límites marinos de ambos países.

Pero hay un Hoyo de Dona oriental, que comprende también el dominio marítimo cubano. Este segundo Polígono de 20 mil kilómetros cuadrados requiere una regulación entre los tres países para explorar y explotar esos depósitos.

La necesidad ha existido durante décadas, pero ahora hay circunstancias que la actualizan: la apertura energética mexicana, el interés de Cuba y Estados Unidos por el área del Golfo y una mayor facilidad para un acuerdo bajo el paraguas de la distensión entre Washington y La Habana.

México-puente

Después del triunfo de la Revolución cubana en 1959 y bajo la hostilidad estadounidense, México fue para Cuba un interlocutor y puente excepcional.

Cuba fue parte del paquete de política exterior con el que México intentó compensar las desventajas en el trato con Estados Unidos. La Isla evitó respaldar a los movimientos guerrilleros mexicanos y Estados Unidos tuvo en su aliado y vecino del sur una fuente de información directa sobre el país caribeño.

Ese statu quo, singular en medio de la guerra fría y las variables intensidades de la presión estadounidense contra La Habana, se diluyó a principios de los años noventa.

El ingreso de México al Tratado de Libre Comercio de América del Norte marcó un salto en la alianza del país con Estados Unidos. A la vez, la crisis que siguió al derrumbe soviético obligó a Cuba a forjar a toda marcha una nueva relación con Occidente.

En esos reacomodos Cuba y México no concertaron una visión actualizada de su relación. En algunos tramos, por el contrario, hubo intentos de armonizar los vínculos a partir de las bases del pasado, como si nada hubiera ocurrido en ambos países o en el mundo. Por su parte, Estados Unidos mantuvo, y eventualmente reforzó, su hostilidad contra la Isla.

Es posible que esa falta de un andamiaje adecuado para la relación en las nuevas coordenadas haya facilitado giros abruptos y unilaterales, que desembocaron en el conflicto siguiente.

La relación entre Cuba y México se enfrió con el gobierno de Ernesto Zedillo (1994-2000) y se hundió en una crisis durante las administraciones de Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012).

El nuevo gobierno de Enrique Peña Nieto restableció el diálogo con La Habana, pero la agenda pendiente rebasa el alcance de los discursos. El viaje de Obama muestra la velocidad con la que hay que atenderla.

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