Una Casa de Cuba en París

La Cité Universitaire dispone hoy de instalaciones deportivas, restaurantes, bibliotecas, salas de teatro y otras instalaciones al servicio de unos 6 mil estudiantes, de pre y post grado, procedentes de más de 140 países.

La Cité Universitaire dispone hoy de instalaciones deportivas, restaurantes, bibliotecas, salas de teatro y otras instalaciones al servicio de unos 6 mil estudiantes, de pre y post grado, procedentes de más de 140 países.

 

El fin de la Primera Guerra Mundial, luego de un reparto del mundo que no dejó a todas las potencias igualmente satisfechas,  impuso en Europa un contexto pacifista y humanista que fomentó proyectos como el de un espacio donde convivieran estudiantes del mundo entero. Sería la Ciudad Internacional Universitaria de París (CIUP), más conocida como la Cité Universitaire.

El entonces ministro francés de la instrucción pública, André Honnorat, presentó la idea en 1920. Contó con el respaldo económico del industrial alsaciano, Émile Deutsch de la Meurthe.

Originalmente la iniciativa proponía fundar un modelo de colectividad en el que cada país costearía, al menos en parte, el edificio-residencia donde se hospedarían sus becarios.

La primera residencia estudiantil abrió sus puertas en 1925, y con el paso del tiempo llegaron a completar 40 edificios en un conjunto urbanístico de 34 hectáreas que destaca por la armonía paisajística, donde se combina la vegetación con las obras construidas.

El proyecto significaba progreso y por eso muchos de los más destacados arquitectos y diseñadores de la época terminaron implicados en él. No pocos críticos valoran a la Cité como un museo a cielo abierto, pues en ella se juntaron obras de Le Corbusier (Fundación Suiza) y Lucio Costa (Casa de Brasil, junto a Le Corbusier), Claude Parent (Fundación de Avicena o Pabellón de Irán), y otros muchos que  pautaron la arquitectura y el urbanismo de la primera mitad del siglo XX.

La Cité Universitaire dispone hoy de instalaciones deportivas, restaurantes, bibliotecas, salas de teatro y otras facilidades que están al servicio de alrededor  de  los más de 6 mil  estudiantes, de pre y post grado,  procedentes de más de 140 países.

Por su apego a lo representativo y autóctono, aún se destacan los edificios de Japón, de la Fundación Helénica, de Marruecos, España y Cuba.

Vista lateral de la Casa de Cuba. Foto: Fondation Abreu de Grancher
Vista lateral de la Casa de Cuba. Foto: Fondation Abreu de Grancher

París: refugio y escuela

Desde el siglo XVIII París se convirtió para algunos cubanos, sobre todo patriotas, intelectuales y artistas, en refugio y escuela.

Esos vínculos se fortalecieron con el decursar de los años y por eso no sorprende saber que los cubanos fueran de los primeros en sumarse a la idea de una universidad internacional en Francia.

En 1921, durante un congreso de medicina, el presidente de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, el eminente cirujano José Antonio Presno Bastiony (1876-1953), demandó el apoyo necesario para impulsar la creación de la Casa de Cuba en el naciente proyecto. Luego, junto a otras instituciones y personalidades influyentes de la época, comprometieron al presidente Gerardo Machado para que otorgara los fondos necesarios.

El gobernante aceptó el desafío y el Ministerio de Obras Públicas contrató a un equipo francés dirigido por el urbanista Jean-Claude Nicolas Forestier, quien fungía como coordinador  de las obras de la Cité.

Pero las obras públicas emprendidas entonces –la Carretera Central, el segundo tramo del malecón habanero, el Capitolio Nacional, la Universidad de La Habana y otras– captaron toda la atención y los recursos, así que  el proyecto parisino terminó abandonado.

Fue entonces cuando el abogado Pierre Sánchez Abreu, junto a su hermana Rosalía (Lilita), crearon una fundación que, en homenaje a sus tías Marta y Rosa Beatriz Abreu Arencibia, filántropa con toda una vida dedicada a ayudar al prójimo, viuda del profesor Jacques-Joseph Grancher (gran amigo y colaborador de Louis Pasteur), contenía los fondos para realizar esta empresa. La fundación lleva el nombre de Abreu Grancher, tal como refleja la tarja que aún se conserva a la entrada del edificio, y aún hoy se ocupa de la gestión de esta Casa.

Una de las primeras decisiones de la Fundación fue encargar la construcción al arquitecto francés Albert Laprade (1883-1978), quien ya comenzaba destacarse como uno de los más célebres exponentes del art decó.

La fachada está inspirada en la de la Catedral de La Habana. Foto: Fondation Abreu de Grancher
La fachada está inspirada en la de la Catedral de La Habana. Foto: Fondation Abreu de Grancher

Según los especialistas, toda la edificación expresa la marca estilística y la capacidad creativa de Laprade, a través de la combinación de la geometría propia del art decó con el espíritu vernacular de la residencia, lo que se aprecia, especialmente, en el hueco octogonal de la escalera que comunica las cinco plantas del edificio.

Los muebles de las habitaciones, gran parte aun conservados, también fueron diseñados por Laprade y fabricados por Mercier Frères, prestigiosa firma parisina del siglo XIX; mientras que los del salón se importaron desde La Habana. Algunas de las mesas y butacas preservan la placa metálica que identifica al fabricante: “Casa Cayón. Neptuno 186 Tél.A.4288. Habana-Cuba”.

Laprade también laboró en el diseño de  otras edificaciones de la CIUP, como la Residencia Lucien Paye, inaugurada en 1949, y en la Casa de Marruecos, junto a Jean Vernon, Bruno Philippe y Jean Walter.

Desde su apertura – en 1932, aunque la inauguración oficial data de enero de 1933– la Casa de Cuba fue considerada como una de las más lujosas, y sobre todo la de mayor confort. Cada una de las setenta habitaciones contaba con baños individuales, servicio de agua fría y caliente las 24 horas, además de teléfono y reloj eléctrico, comodidades que constituían un privilegio para la época. La residencia tenía además,  ascensor, cocina, y lavandería.

La fachada principal está inspirada en la de la Catedral de La Habana. Destacan elegantes columnas  que tercian la entrada, sobre la cual está el escudo de la República en relieve sobre una cornisa semicircular. A ambos lados, en simetría, medallones que representan las armas de las seis antiguas provincias.

No se libró la Casa del vandalismo sufrido por París durante la ocupación de 1940 a 1944. De hecho, el edificio fue uno de los primeros ocupados por los alemanes, a los que siguieron las  tropas norteamericanas durante los primeros meses de la liberación. Afortunadamente el mundo entró en calma nuevamente y la Cité recuperó el fin para el que había sido fundado.

Sin  precisar la fecha, la prensa menciona la estancia en la Casa de Cuba de personalidades como  los pintores, escultores y ceramistas Wifredo Lam, Ángel Acosta León, Agustín Cárdenas, Servando Cabrera y Loló Soldevilla, entre otros. También se habla de la estancia allí del dramaturgo Vicente Revuelta, y los intelectuales Rine Leal y Severo Sarduy, junto a muchos más jóvenes cuya obra quedó marcada por el febril espíritu creativo de entonces, así como el apasionado amor por la ciencia y la tecnología.

Luego del Triunfo de la Revolución, y en gran medida debido a la hostilidad que ella despertó en los grandes círculos de poder, incluido en Europa, la presencia de cubanos fue disminuyendo considerablemente. Hoy la Casa de Cuba es habitada por estudiantes de otras nacionalidades.

En la Casa de Cuba trabajó el arquitecto francés Albert Laprade (1883-1978. Foto: Fondation Abreu de Grancher
En la Casa de Cuba trabajó el arquitecto francés Albert Laprade (1883-1978. Foto: Fondation Abreu de Grancher

La Casa hoy

Según el testimonio de diplomáticos cubanos en París, quienes han visitado la Cité en varias ocasiones, la edificación ha sido restaurada recientemente, se le ha devuelto el esplendor y belleza original y en ella se conservan,  además de los muebles y otros componentes originales, los bustos de Felipe Poey, de Nicolás José Gutiérrez, el retrato del urólogo Joaquín Albarrán, así como otras obras de arte inspiradas en la medicina y otras ramas del saber.

Hector Igarza, actual embajador de Cuba en Francia, declaró en el 2012 que para las autoridades cubanas era, “muy positivo contar también con una mayor presencia de nuestros jóvenes en la CIUP, y muy particularmente en lo que originalmente fue su Casa”.

El 11 de mayo del 2015 arribó a la Isla, invitado por el presidente Raúl Castro su homólogo francés, François Hollande. Entre los acuerdos firmados por ambos mandatarios hubo uno relativo a la educación superior que contempla el intercambio de becarios, homologación de títulos y otros aspectos.

A la entrada, junto a la placa que recuerda a Rosa Abreu de Grancher (1844-1926), quien siempre brindó la más generosa hospitalidad a los intelectuales cubanos en París, destaca un busto de José Martí, realizado por el prestigioso escultor Juan José de Sicre, quien años más tarde legara a los cubanos la majestuosa figura del Apóstol que hoy se ve en la Plaza de la Revolución.

Esta pieza fue donada a la Casa por José Francisco Martí Zayas-Bazán, hijo del Apóstol, y adquiere un simbolismo mayor a la luz de estos tiempos, en los que, luego de la visita de Estado realizada por el presidente cubano Raúl Castro Ruz a París, se prevé una presencia cubana mayor en Francia,  y viceversa.

El José Martí, de Sicre, recibe a los visitantes en la Casa de Cuba. A la izquierda, Marcel Pochard, Presidente de la CIUP; Héctor Igarza, embajador cubano en Francia; y Christophe Penna, director de la Casa. Foto: Embajada de Cuba en Francia
El José Martí, de Sicre, recibe a los visitantes en la Casa de Cuba. A la izquierda, Marcel Pochard, Presidente de la CIUP; Héctor Igarza, embajador cubano en Francia; y Christophe Penna, director de la Casa. Foto: Embajada de Cuba en Francia
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