Los chinos en Miami (II y final)

Los chinos no han invadido Miami, pero hay quien lo cree. Mi vecina, por ejemplo.

Foto: pxhere.com

Los chinos en Miami (I)

 

¿Se acuerdan de aquella película The Russians are Coming, The Russians are Coming? Es una laureada comedia de 1966 con Alan Arkin, que cuenta la historia de la tripulación de submarino soviético que, en plena Guerra Fría, desembarca en Nueva Inglaterra por accidente y provoca el pánico de la población creyente de que se trata del inicio de una invasión comunista y la tercera guerra mundial. La comedia juega con los temores que el McCartismo inculcó en los norteamericanos poco agraciados en términos de materia gris en aquellos años.

Pues los chinos no han invadido Miami, pero hay quien lo cree. Mi vecina, por ejemplo. Es miembro de la dirección del condominio y por estos días tuvo que analizar el pedido de aceptación de una nueva familia. Normalmente es un pequeño trámite sin transcendencia. El posible vecino se aparece con un certificado de antecedentes penales negativo y es ya prácticamente el nuevo vecino. Lo demás es papeleo.

Les conté hace unas semanas que en Miami hay gente que alquila apartamentos aunciando la tranquilidad porque en el edifico no hay “hispanos” sino “solo cubanos”. En este caso el asunto es parecido. La familia Lu (vamos a llamarle así a los nuevos vecinos) terminó por colocar a prueba la tolerancia demográfica en ese pequeño mundo que es mi condominio.

Mi vecina votó en contra de la admisión de los Lu porque “aquí no hay espacio para comunistas”. Así de diáfana, fue. Dice la vecina que ella aprendió de sus padres que los chinos son todos comunistas, “como los rusos”, y nosotros no queremos “esa basura” por acá; que tienen una influencia “perniciosa” (le costó un poco decir la palabra pero la dijo) en nuestros niños.

No creo que los niños del condominio le den mucha importancia a sus nuevos vecinitos. Los niños no están en esas cosas, son mucho más puros que los adultos y más fácil hacen nuevos amiguitos que roben cookies de la cocina de sus mamás. Lo que sí creo es que la discusión alrededor del asunto entre los adultos sí es para preocuparse. Que mi vecina sea una ignorante podría ser lo de menos. Lo de más es que hayamos perdido tiempo abordando el asunto.

Otro vecino decía que la presencia de los Lu pudiera causar cierta “perturbación” en el vecindario. Las dudas eran muchas, ninguna de peso. “¿Hablarán nuestro idioma? ¿Entienden nuestras costumbres? ¿Nos llenarán esto de chinos?” Argumentos todos desdeñables pero difíciles de enfrentar en esta ciudad del sur de la Florida donde hay gente que vino a vivir hace más de 50 años y no sabe hablar inglés, no conoce Miami Beach y todavía llama “pesos” a los dólares.

En el fondo esta conversación en un condominio de la ciudad termina por explicar un fenómeno que un chofer de Uber o Lyft confirma en su día a día laboral: que las nacionalidades en Miami sobreviven en guetos.

La propaganda de promoción turística dice al mundo que somos una región hospitalaria, tolerante y amiga. No es verdad. Somos hospitalarios si hay dinero para pagar hoteles y hospitales. Tolerantes si los que llegan están de acuerdo con nosotros, y menos amigos, a menos que haya dinero por el medio. Visitantes es una cosa, residentes somos otra.

Es feo, triste, y quizá estoy siendo duro. Pero lo de los gueto es una realidad y por eso cada día hay menos integración. Las gente vive en un mundo separado, se juntan a celebrar amistades que se conocieron en su infancia o adolescencia en sus parajes de origen y no hay una política social para integrarnos. Hasta los americanos nativos se están yendo.

Se le da la espalda al mundo globalizado donde la migración es una realidad cada día más corriente e imposible de combatir, porque sería combatir la búsqueda de mejores horizontes. Los que llegaron primero, vinieron en busca de trabajo, y ahora se olvidan del caso de los chinos, que por cierto muchos ya llegan con trabajo. Da la idea de que existe por estos lares un cierto sentido de la “colita”. De que uno cuando llega aquí tiene que pasar por los mismos trabajos y sufrimientos que pasaron los demás, para acaso “encajar”.

Daría risa si no fuera verdad. Pero lo es. Lo que me temo es ahora si se comienza a estampar un cuño político a toda la nueva inmigración. ¿Son los chinos comunistas? No creo que todos. Pero, ¿es eso un problema? Aparentemente para mi vecina, lo es. Pero ella se olvida de algo muy sencillo. Se lo dije el otro día en la reunión: “Señora, regrese a su casa y cuente cuántas cosas hechas en China ha comprado usted en los últimos tiempos”.

No me ha dicho nada mas. Los Lu se quedaron, por supuesto. Nada en la ley de condominios lo impide. Por el contrario, castiga esa discriminación y otras.

Por eso, un consejo. Nadie se ponga ahora como los de la película de Arkin, con eso de que The Chinese are coming, The Chinese are Coming, porque hace rato que por aquí andan y no ha pasado nada. Dejen a Trump con esa preocupación. Pero, ¿qué digo? Mi vecina, que no habla inglés, le dice “mi presidente’”.

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