A río revuelto, ganancia de pescadores

Una vez que se revuelven las aguas del río –acaso porque de tan turbias los peces no alcanzan a ver los peligros-, la pesca es más pródiga. Pues bien, eso mismo sucede más allá del agua, en la vida cotidiana de los hombres, cuando en medio de situaciones confusas o desavenencias, los astutos sacan partido a esos trastornos.

Bertolt Brecht habría dicho: “…pero hay los que reptan toda la vida: esos son los oportunistas”. Personajes que medran aprovechando toda clase de revueltas y anomalías para engordar sus arcas o escalar en la escala política, profesional, social…

(En el mismo sentido, los griegos decían: “Enturbiar el agua del lado para pescar anguilas”, un modismo que el gran Aristófanes aplicó al mal ciudadano que provoca desórdenes a fin de enriquecerse a expensas del público).

Por desgracia, de pescadores estamos rodeados. Se propagan por cada rincón como la hierba mala, y levantan pancartas, y lideran opiniones, y se comen –por supuesto, se comen- las mejores langostas del Caribe.

Sancho, con la Iglesia hemos topado

Ante todo, aclaremos que la cita no es textual, como podemos comprobar en la versión original de la obra cumbre de Cervantes:

“Hallemos el alcázar -replicó don Quijote. Y advierte, Sancho, o que yo veo poco o que aquel bulto grande y sombra que desde aquí se descubre la debe de hacer el palacio de Dulcinea.

“Guió don Quijote, y habiendo andado como doscientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la iglesia principal del pueblo. Y dijo:

“Con la iglesia hemos dado, Sancho”.

Es decir, que el uso popular cambió “dado” por “topado”, aunque nunca pretendió cambiar el sentido del modismo, que se aplica por extensión a instituciones o autoridades que ejercen un poder del que no es fácil librarse, convirtiéndose en obstáculo invencible para quien usa la expresión.

De modo que la Iglesia –da lo mismo si en mayúsculas o no- puede ser por igual un sacerdote, “asotanado” y calvo, como un tipo detrás de su buró, guayabera impecable, bolígrafos al pecho y unas cuantas ideas oscuras ondeando en la bandera del pisapapeles.

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