Buscarle la quinta pata al gato

Georffrei Silvestre, el Gato. Foto: Perfil de Facebook de Georffrei Silvestre.

Georffrei Silvestre, el Gato. Foto: Perfil de Facebook de Georffrei Silvestre.

En lugar de un minino, este dicho podría haber aludido a cualquier otro cuadrúpedo, lo mismo un perro que un rinoceronte. A fin de cuentas ese no era el pollo del arroz…

El asunto es que la frase resulta inmejorable para referirse a quienes disfrutan enmarañar las cosas cuando la circunstancia no lo exige, o retrasar la solución de un problema con obstáculos que no vienen al caso.

Siempre sabia, María Moliner lo define como buscarle complicaciones a algo que, de por sí, no las tiene. Por su parte, el gran Iribarren agrega que apunta a quien tienta la paciencia de otro con riesgo de equivocarse e, impropiamente, a los que con sofismas y embustes procuran obtener algo imposible.

Existen incluso los que versionan el modismo al hablar de buscarle las tres patas al gato. Sin embargo, parece más acertado –atendiendo al sentido de lo que quiere decirse- buscarle la quinta, que es inverosímil a menos que la naturaleza se encapriche en regalarnos un fenómeno.

Una cuarteta anónima resume el dilema de manera brillante: “El normal cuatro presenta; tres, si le falta una sola y cinco si, quien las cuenta, toma por pata la cola”.

El Bobo de la Yuca

“El Bobo de la Yuca se quiere casar / invita a todo el mundo pa la catedral”.

La conocida guaracha de Marcos Perdomo, inmortalizada en  la voz de Benny Moré, nos recuerda de vez en vez al tonto inútil que devora cuanto periódico le cae en las manos, pero nunca llega a entender bien el sentido de las noticias que lee.

Según cuenta Adelaida de Juan en su libro “Caricatura de la República”, en 1895 se publica en La Habana el semanario El Bobo, donde algunos artículos ya venían firmados por El Bobo de la Yuca. Y tres décadas más tarde, el pintor y caricaturista Eduardo Abela retoma el personaje, que arraigaría en la población hasta convertirse en El Bobo de Abela.

Se trataba de un gordo de bigote moscón y sombrerito que llegó a ser el símbolo de la sátira política contra la dictadura de Gerardo Machado. Un crítico genial, que fustigaba todo desde su necedad pasmosa e irrisoria. Un inconsciente levantador de ronchas. El ventrílocuo de una nación dolida.

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