Hablar por boca de ganso

Cuando se hace referencia a la incapacidad intelectual de alguien, el ganso es la versión plumífera del burro. Sin embargo, no es justamente esa la razón que dio origen a este viejo y punzante modismo.

El esclarecimiento llega de puño y letra del experto Sebastián de Covarrubias, quien apunta que el término ‘ganso’ apunta aquí a “los pedagogos -o ayos- que crían algunos niños, porque cuando los sacan de casa para las escuelas u otra parte, los llevan delante de sí, como hace el ganso con sus pollos cuando son chicos y los lleva a pacer al campo”.

Los ayos –sigo pensando que decirle ‘gansos’ suena a cruda ofensa- educaban desde posiciones dogmáticas, a tal punto que forzaban a los niños a que recitasen como papagayos las ideas aprendidas en cada jornada. Y justo de ahí derivó nuestro dicho, con el que se suele señalar a quien, dócil y mecánicamente, repite lo escuchado en la voz de un tercero.

Así, parapetado en la supuesta verdad de otro, el que habla por boca de ganso no verifica lo que dice, ni se lo cuestiona jamás. Se limita a servir de eco voluntario, y termina por quedar vacío de credibilidad y respeto ante sus interlocutores.

Caramba, digo esto y me acuerdo de unos cuantos –¡cuantísimos!- colegas…

Tener vista de lince

En este caso, todo parte de un error histórico. Cierto es que el lince es uno de los animales con mejor visión sobre la Tierra –como el águila o su primo pequeño, el halcón-, pero las apariencias, una vez más, engañan…

La historia viene rodando desde el lejano Medio Oriente, donde el rey de los mesenios, Alfareo, tuvo un hijo famoso por la capacidad visual que trajo al mundo. Se cuenta (¿será cuento?) que acomodado en su atalaya en Libia, el muchacho podía distinguir la partida de una flota enemiga en Cartago, a unos 240 kilómetros de distancia. Y que era capaz de atravesar con su mirada toda clase de objetos, a la manera de un puñetazo de Jet Li.

¿Y cómo se llamaba este superdotado? Pues Linceo. El resto es fácil de imaginar: la “o” final fue abandonada en el camino un día, y el hijo de Alfareo se metamorfoseó en felino.

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