Las paredes tienen oídos

El modismo de arriba no es simple metáfora sino advertencia astuta, y nos recuerda que más vale ir con prudencia por la vida a la hora de revelar secretos, pues resulta muy fácil que todo lo que hablamos llegue a oídos de terceros.

Su origen está claro: nació en Francia en aquella época oscura de las persecuciones de hugonotes (protestantes de doctrina calvinista), que tuvieron un colofón sangriento en la célebre Noche de San Bartolomé, el 24 de agosto de 1572.

Se dice que la reina Catalina de Médici, esposa de Enrique II, era enemiga feroz de los hugonotes, y su naturaleza desconfiada la llevó a urdir un plan para espiar a sus probables adversarios.

El propósito era escuchar sus conversaciones, y mandó a practicar una serie de orificios bien disimulados entre las molduras, las paredes y techos del Palacio Real, a fin de poder abortar toda clase de maniobras y conspiraciones.

Visto el caso, tal parece que la National Security Agency sostuvo algún contacto con la vieja Catalina.

En tiempos de Maricastaña

Cuando querían referirse a una época indeterminada pero en todo caso muy remota, los abuelos apelaban con frecuencia a este dicho que ahora, como muchos, ha caído en desuso.

Todo apunta a que la expresión deriva de una heroína gallega del siglo XIV, María Castaña, que lideró una revuelta contra la iglesia por los abusivos tributos que el obispo de Lugo, Fray Pedro López de Aguiar, cobraba a través de su mayordomo y recaudador, Francisco Fernández.

Por ese camino, un mal día de 1386, María y sus dos hijos confesaron haber dado muerte al sirviente, según narra el Padre Risco en “España Sagrada”.

No obstante, hay versiones que ubican el origen del dicho en la leyenda celta de “La batalla de los pájaros”, cuyo personaje principal es Auburn Mary, nombre que podría traducirse como “María del pelo castaño”, la cual acabó convirtiéndose en Maricastaña en el folklore gallego.

Pero da igual. Maricastaña apunta inconfundiblemente a algo antiquísimo, perdido en la bruma de los tiempos. Tanto como los “buenos días”, el jipijapa o los mariscos.

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