Poner una pica en Flandes

El Diccionario de la Academia deja claro que hacer lo que indica el titular se refiere a algo sumamente costoso o complicado, aludiendo a los gastos y esfuerzos que exigía el envío de los tercios.

La pica –que Velázquez inmortalizó en su famosa Rendición de Breda- era el nombre dado a la lanza larga característica de la infantería española de los siglos XVI y XVII, y por ende fue una de las armas preferidas por los tercios de Flandes, territorio que estuvo bajo la soberanía hispánica por espacio de más de una centuria.

Del elevado costo de poner una pica en Flandes deriva el uso de la expresión actual. Para mandar allá a las tropas a pelear contra los rebeldes, no se podía atravesar suelo francés ni mandarlas en barco por el océano Atlántico, puesto que tanto el país galo como Albión eran enemigos del imperio español.

Así pues, había que embarcarlos, transportarlos hasta los puertos genoveses y desde allí iniciar un peligroso camino a pie a través de Saboya, del Franco Condado y de Lorena. Unos 40 días después, las tropas llegaban, agotadas y disminuidas, a Flandes.

Dura misión aquella. Parecida a la que hoy implica adquirir unas libras de ese tubérculo modesto y redentor, la papa.

No se ganó Zamora en una hora

En su obra inmortal, La Sabiduría de las Naciones, Joaquín Bastús destacó que esta frase se utiliza “en sentido irónico y burlón, ridiculizando los exagerados esfuerzos que alguno supone ha hecho para conseguir una bicoca o algo insignificante”.

La frase aparece citada inclusive en La Celestina y su origen se remonta al año 1072, a raíz del dilatado sitio que sufrió la ciudad de Zamora durante siete meses por parte de Sancho El Bravo, empeñado en arrebatársela a su hermana Doña Urraca.

El asunto es que El Bravo pretendía reunir los territorios que su padre, Fernando I, había repartido, y en su afán unificador no creyó ni siquiera en su hermana. Pero tanta fue la resistencia de los zamoranos que quien terminó dando la vida fue el mismísimo Sancho, víctima del traidor Vellido Dolfos.

Por supuesto, ha habido asedios mucho más exigentes que aquel, como el de Ostende. Entonces, ¿por qué seleccionar precisamente el de Zamora? Muy sencillo: porque rima con la palabra “hora”. De ahí que también puede ser lícito decir “no se conquista el mundo en un segundo”, o mejor, “no se toma Maputo en un minuto”.

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