Verdades de Perogrullo

Lo importante no es determinar si Perogrullo existió verdaderamente o es apenas un derivado de la imaginería popular. Lo importante es que estamos rodeados, y no de agua, sino de Perogrullos.

El Diccionario de la Real Academia Española define a la perogrullada como “verdad o certeza que, por notoriamente sabida, es necedad o simpleza decirla”. Es decir, se trata de expresiones tan evidentes que resultan afirmaciones triviales. Si nos vamos al campo de la retórica, vendrían a ser una redundancia pura y dura. Digamos, “cuando no hace frío hace calor”, o “en lo lleno no hay vacío”.

Decenas de investigaciones han batallado por demostrar si hubo o no un Pedro Grullo, Pedrogrullo, Pero Grullo o Perogrullo, como indistintamente se le llama. Hay algunos incluso que afirman que era de origen asturiano. Lo cierto es que el hombre (que a la mano cerrada denominaba puño) quedó inmortalizado en Los Sueños de Francisco de Quevedo.

Resulta que el poeta intercaló coplas de perogrulladas en sus prosas, a las cuales bautizó nada más y nada menos que como “profecías”. Por ejemplo, esta:

Andaráse con los pies,

volaráse con las plumas,

serán seis dos veces tres

por muy mal que hagas las sumas.

Naderías como estas las oímos a diario dondequiera: en la parada de la guagua, en la cafetería, -¡oh Dios!- en la televisión. Preste oídos y me dirá que sí.

A enemigo que huye, puente de plata

Hace dos o tres años, en una relectura del Quijote, me choqué con el modismo en un pasaje donde el hidalgo escuálido se ve arrollado por el tropel de toros bravos, que siguen su camino sin reparar en nada. Entonces, provocándolos, dice Alonso Quijano:

“Deteneos y esperad, canalla malandrina; que un solo caballero os espera, el cual no tiene condición ni es de parecer de los que dicen que al enemigo que huye, hacedle la puente de plata”.

La más elemental inferencia nos conduce a entender que es conveniente no poner obstáculos y, en cambio, facilitar la marcha de aquel que nos estorbe, librándonos de él sin esfuerzo ni pérdida de energías. Dicho en pocas palabras: si el contrario abandona, más vale que le echemos una alfombra roja.

Esta máxima militar se atribuye a Gonzalo Fernández de Córdoba, llamado también El Gran Capitán (1453-1515). El autor de esta atribución es el toledano Melchor de Santa Cruz de Dueñas, que en su libro Floresta española de apotegmas y sentencias, escribió:

“El Gran Capitán decía que los capitanes o soldados cuando no había guerra eran como chimeneas en verano (…). Al enemigo que huye hacedle la puente de plata”.

Recogida por muchos autores del Siglo de Oro, la frase llegó hasta nuestros días, y es sabia, y se repite bastante, aunque muchos aún no la comprendan y se afanen en hacerse la vida más difícil.

Salir de la versión móvil