Cosas migratorias (V y final)

La cuestión de la emigración ofrece un prisma perfecto sobre la percepción de nuestros problemas, incluidas las causas que mueven nuestra relación con EEUU.

Foto: Kaloian

Como podrían recordar quienes los vivieron, y como saben quienes los han investigado, no estamos nuevamente en la caída libre del Periodo especial ni en un Mariel a cámara lenta. Nada que ver.

En los artículos anteriores de esta serie he intentado caracterizar cada crisis migratoria, en sus contextos específicos. Todas ocurren en muy diferentes circunstancias históricas, económicas, sociales y también políticas. Lo más próximo entre todas es el el factor invariante de EEUU, tanto en su impacto sobre la situación económica que genera emigración, como en su capacidad de atracción migratoria. Pero ni siquiera sus políticas perpetuas tienen hoy los mismos efectos de hace treinta años.   

Aunque extraer lecciones y analizar patrones entre eventos actuales y pretéritos no equivale a forzar paralelos, ni a perderse en lo que Wichy Nogueras llamaba eternorretornógrafo, la cuestión de la emigración ofrece un prisma perfecto sobre la percepción de nuestros problemas, incluidas las causas que mueven nuestra relación con EEUU.

Por ejemplo, cuando comparamos la tasa anual de emigración actual con la de los años 60. Según ya hemos apuntado, 215 mil personas salieron solo hacia EEUU entre 1959-1962, a razón de poco más de 50 mil por año. El hiato que siguió a este ciclo, desembocaría por primera vez en una situación que forzó a que EEUU firmara un acuerdo migratorio con Cuba, para establecer el llamado “Puente aéreo,” por donde emigraron 340 mil personas, a razón de unos 48 mil al año. Si esas fueran las tasas migratorias entre 2017-2022, debería haberse ido un cuarto de millón de cubanos en los últimos cinco años. Aunque esa tasa se ha acelerado en los últimos dos años, todavía no alcanza ese monto.

No hay un estudio conocido que caracterice la composición demográfica, socioeconómica, política, de este flujo en que estamos ahora, como sí los hemos podido tener sobre los anteriores.

Nunca antes se han ido proporciones significativas de guajiros (cuarta parte de los cubanos) ni de personas negras (más de un tercio). Sospecho que ahora tampoco. Salvo en las primeras oleadas, donde predominaron los adultos cercanos a la cuarentena, en el Mariel y en la flota de los balseros ya prevalecían los veinteañeros. Su nivel de escolaridad ha sido creciente. Al entrar en la sociedad anfitriona, ganaron en niveles salariales; descendieron en su status laboral. O sea, una tercera parte eran aquí médicos, profesores, graduados universitarios. Allá se ocuparon en el comercio o los servicios. Desde los primeros 60, las mujeres se incorporaron masivamente al trabajo, y las familias cubanas tienen un promedio de ingresos, aunque inferior a los blancos estadunidenses, superior a los afronorteamericanos y a otros latinos.

La construcción de la imagen de los cubanos como separados y distintos del resto de los latinos tuvo su origen en estas diferencias, incluso cuando ya hace rato que aquellas marcas de la clase alta hayan dejado de aplicarse. 

Pero esos datos no son los únicos, ni siquiera los más relevantes, si se trata de entender la dinámica del flujo migratorio y en particular de los ciclos de crisis. Resulta curioso que al comparar el Mariel y los balseros con la oleada migratoria actual, algunos expertos investigadores pasen por alto un par de variables políticas que tienen un peso crucial: la política migratoria cubana y la visión sobre las relaciones EEUU-Cuba.

Política migratoria cubana

Desde enero de 2013, la política migratoria se ha diferenciado de la anterior. Además de abrirles la puerta de ida y vuelta, mantiene a los que salen como residentes permanentes aquí, donde conservan propiedades y derechos ciudadanos. Lo que distingue a este nuevo patrón migratorio es que sustituye la flecha de sentido obligatorio por la de tráfico circular. De manera que sean decenas o cientos de miles, no “se van definitivo del país,” como se decía antes, porque pueden regresar. Al reconocer el derecho a la libre entrada y salida (reafirmado constitucionalmente seis años después), el Estado cubano adoptó una política —al margen de cualquier esquema de negociación con EEUU— que tiende a normalizar el flujo, y a dejar atrás su caracterización como problema  de seguridad nacional.

De manera que no sale por “una válvula” recién abierta, para descompresionar la coyuntura, sino a través de una puerta abierta permanente desde hace nueve años. Como es lógico, el efecto de esta apertura de ida y vuelta tiende a engrosar el flujo, que ahora incluye a quienes aspiran a tener un pie de cada lado. Ante la disyuntiva de retener fuerza laboral, en su mayoría joven, y en buena medida calificada, de un lado, y normalizar las regulaciones migratorias como parte de un orden de derechos ciudadanos legalmente constituido, no sujeto a los avatares de la coyuntura o de la seguridad nacional, del otro lado, el gobierno cubano ha aceptado el reto, y sus consecuencias. 

La actual “puerta de ida y vuelta” podría compararse con la “ventana de salida con visitas temporales” inaugurada en 1978-79. Como ya anoté antes, la ecuación lineal “crisis económica + presión política = crisis migratoria” no explica el Mariel. Más que “una masa desesperada de ciudadanos en busca de pan con libertad,” los movió la expectativa de un pasaje de ida y vuelta de visita al país de Jauja, de donde venían los comunitarios cargados de maletas, con servicio de recogida incluido, y los brazos abiertos del presidente de EEUU en persona. Así salieron 125 mil (casi 135 mil según el cómputo total de 1980), el 80% entre mayo y junio de 1980. Al cabo de seis meses había pasado de chorro a goteo. Su imagen de crisis masiva corresponde a que su puesta en escena transcurrió en un teatro bastante más tenso y dramático que la del puente aéreo 1965-73.

Relaciones bilaterales

La segunda variable, mucho más interesante,  ha sido menos elaborada como factor migratorio por los estudiosos del tema. Se trata de la expectativa que las relaciones bilaterales crean entre los cubanos, y su efecto sobre la decisión de migrar.

Por ejemplo, ¿qué impacto tuvo el factor Obama, es decir, la normalización de relaciones, sobre el flujo migratorio al margen del acuerdo entre los dos países?

Aunque el gobierno de EEUU se negó casi todo el tiempo a suspender la aplicación de pies secos/pies mojados, alegando que era parte del reglamento de la Ley de Ajuste Cubano, y que solo el Congreso podría, etc., la lógica de la normalización tendía a poner un signo de interrogación sobre la excepcionalidad migratoria cubana. Habituados, de ambos lados, a olfatear la dirección del viento en las relaciones bilaterales y a prever sus efectos potenciales, muchos anticiparon que la normalización no era buena noticia para quienes podrían pensar en emigrar. 

El hecho cierto es que el flujo de cubanos que entraron sin visa a EEUU, al amparo de la Ley de Ajuste, se multiplicó entre 2014 (24 mil) y 2016 (56 mil), especialmente a través de la frontera de México (2/3 del total). En esos dos últimos años de Obama hubo el mismo incremento en los intentos de entrada por vía marítima: el número de los que fueron interceptados saltó de 3 500 (2015) a más de 5 mil (2016).

Los que se fueron o intentaron salir podrían constatar luego que el fin de la política de pies secos/pies mojados, adoptada por Obama apenas una semana antes de abandonar la Casa Blanca, forzó la caída en picada de quienes intentaban salir por vía marítima. Súbitamente, por obra y gracia de esa decisión de último minuto, el servicio de Guardacostas que patrulla el estrecho de la Florida se quedó casi sin botes cubanos que buscar y rescatar. 

¿Qué efecto tuvo el factor Trump sobre el flujo migratorio, con y sin visas? 

Apenas seis meses después de tomar posesión, la nueva administración encontró una novedosa manera de provocar el virtual congelamiento del acuerdo migratorio con la isla, denominada “ataques sónicos al personal diplomático en La Habana.” Su efecto neto sobre el flujo migratorio se revela en cifras.

En el contexto de los otros flujos migratorios de la región, la isla no había tenido un lugar principal durante el segundo periodo de Obama, como tampoco en el de Trump. Entre 2015 y 2020, entraron anualmente más personas de otros cuatro países que de Cuba. Entre esos principales emisores de ALyC, en 2020, México (>100 mil),  República Dominicana (>30 mil), El Salvador (17 mil), Brasil (>16,5 mil) superaban a Cuba (16,367). En ese lapso de seis años, la caída en la tasa del flujo de cubanos se manifestó claramente entre 2018 y 2020, por el efecto combinado del fin de pies secos/pies mojados, y la continuada interrupción del servicio consular en La Habana.

Aunque se mantendría la intercepción y la devolución de los que intentaban entrar por vía marítima, el paquete de medidas de Trump contra Cuba incluyó, junto al cierre del consulado, una reapertura de facto de pies secos/pies mojados en la frontera mexicana. En otras palabras, reactivó el efecto de esa excepcionalidad, y su acción estimulante, en la línea de levantar presión migratoria interna.

La expectativa creada sobre el progreso de las relaciones bilaterales y posible re-normalización con la administración Biden traería nuevos vientos de incertidumbre sobre la excepcionalidad migratoria. Esa expectativa, combinada con las noticias sobre la tolerancia de la policía fronteriza hacia los cubanos, el estrechamiento del acceso al consumo y el impacto de la COVID en Cuba provocarían una tormenta perfecta en 2021-2022. La apertura de Nicaragua, frente a la intransigencia de otros en la Cuenca del Caribe ante el tránsito de los cubanos, abriría un canal para que ese potencial exacerbado encontrara salida hacia la ciudad de Yuma, donde los esperaba una vez más la Migra. 

La ruta migratoria centroamericana: testimonio de una migrante cubana (I)

Al apretar las clavijas a la Isla, cerrar las visas de inmigrantes y visitantes, y al mismo tiempo, abrir una rendija en la frontera mexicana, la situación migratoria acumulada se les fue de las manos y desembocó en crisis (igual que en 1965, 1980, 1994).

Estos migrantes, como dije antes, no “se van definitivo del país,” como antes, porque pueden regresar. Que lo hagan o no depende de ellos y del país. O sea, del contexto de sus vidas y de la circunstancia de la Isla. Ni ellos son unas semillitas al viento, ni la Isla es un paisaje hechizado por “la maldición de estar rodeada de agua por todas partes.”

Cosas migratorias (I)

Empecé esta serie evocando una “Carta a un joven que se va,” cuya publicación cumplirá diez años dentro de veinte días. Entre las respuestas que conservo más nítidamente en la memoria hubo una amarga y rotunda, de un joven que vivía en Bélgica, quien cogía mi carta como material de estudio para decir todo lo que él pensaba del sistema. Aunque ignoró el diálogo que había en mi carta, me resultó explicable, y le agradecí por responderme. Él terminaba diciendo que no iba a regresar a Cuba hasta que no imperara aquí la democracia que disfrutaba en su país europeo.

Voy a aprovechar el décimo aniversario de mi one and only best-seller para escribir un epílogo a aquella Carta, y contar lo que pasó después con ese joven, y otras lecciones que aprendí.

Entonces pido al lector que tenga la indulgencia de dejarme terminar esta serie demasiado larga con una brevísima cita de aquella cartica a un joven que se va de hace una década. Dice así: “Levántate cada día recordando esta nave donde seguimos remando, que solo se mueve si todos la empujamos. También tú puedes remar desde allá, para que siga a flote y se encamine a buen puerto…Nosotros seguimos contando contigo…Lleva con orgullo que eres un ciudadano de este país, porque la cubanía no es un documento de viaje, ni la patria un pedazo de tela. Habrá quienes te digan que somos una isla virtual o imaginada, un territorio diaspórico y otras metáforas. Tú y nosotros sabemos que Cuba es el espacio real donde compartimos cosas tangibles como riesgos y resultados, costos y aspiraciones, entre todos. Así debe ser; y será, si nos lo proponemos duro. Buena suerte y hasta pronto.”

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