“I have a dream” a sus 60 años

“No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que el negro tenga garantizados sus derechos de ciudadano. Los remolinos de la revuelta continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que emerja el esplendoroso día de la justicia.”

Martin Luther King Jr.

Digo que no hay educación política como viajar, para conocer directamente cómo vive y piensa sus propios problemas la gente en otras partes. Cuando visité la India hace unos años, en un intercambio con instituciones académicas y de gobierno, aprendí que, para ellos, la primera constitución como nación independiente, sellada por la impronta de Nehru, era definitivamente socialista.

Cuando les pregunté por el legado de Mahatma Gandhi, uno me comentó: “Por ahí se repite que él era un pacifista. Pero la verdad es que fue un gran estratega, que inventó una manera de hacerle la guerra al imperio británico. Y ganarle“.

Releyendo hoy el extraordinario discurso político que, bajo la forma del Sermón de la Montaña, pronunció Martin Luther King hace sesenta años, al culminar la gigantesca marcha por los derechos civiles y delante del mausoleo a Lincoln, me viene a la mente aquella singular caracterización de Gandhi escuchada en la India. 

Con el dramatismo de las profecías evangélicas, el pastor bautista, convertido en líder cívico y político, se dirige todo el tiempo a los poderes establecidos, advirtiéndoles sobre la gravedad del momento. A pocos pasos de los monumentales edificios de estilo imperio romano, diseñados por Pierre L’Enfant, para producir el mismo efecto que los césares sobre súbditos y naciones bárbaras, MLK alude a esos poderes con nombres y apellidos, y les reclama el pago de una promesa pendiente desde hacía exactamente cien años. La emancipación de los esclavos no se ha cumplido, y esa marcha de miles está ahí para recordarlo.

Exhorta a los marchistas a no dejarse arrastrar por la brutalidad con que muchos de ellos han sido reprimidos; a los discriminados del profundo Sur, que siguen sin poder ir a las mismas escuelas, los mismos hoteles, parques, baños y bebederos, asientos en transportes públicos, empleos que los “blancos“. Pero a esos discriminados y reprimidos no les pide paciencia. Su llamado es a no responder a tiros a la policía, ni lanzarse a la calle a asaltar o quemar las oficinas de gobierno, para no darles a los poderes establecidos la justificación para escalar la represión.    

El discurso de King establece un nexo insoslayable entre libertad y justicia, como si una no fuera concebible sin la otra. Justicia significa aquí igualdad, pues afirma que el “legítimo descontento del negro no terminará hasta que venga un otoño revitalizador de libertad e igualdad“. E impugna de entrada cualquier intento de posponer soluciones, mediante lo que él llama “la droga tranquilizadora del gradualismo“. O sea, no hay más tiempo: “sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento“. Porque si los estadunidenses no se dan cuenta de la presión acumulada, y se les ocurre que los negros (no dice Afroamericans, sino negroes) tienen un problema psicológico de “frustración“ y que se van a contentar con migajas, como creen que ha sido hasta ahora, “tendrán un rudo despertar“.

Ese acento apocalíptico, en el sentido bíblico, alude a algo que va a pasar inevitablemente, no por carencia de buena voluntad o deseos, sino por la fuerza de factores sociales que no pueden manipularse mediante ninguna prestidigitación política. Así que no encierra un mensaje pacificador, en el sentido de appeasement, sino una trompeta de esas que aparecen a menudo en las profecías bíblicas del Antiguo Testamento, y que de pacíficas no tienen nada.

Debí haber empezado por decir que este pastor de una iglesia del profundo Sur, más bien conservadora en sus valores religiosos y morales, ha devenido portavoz de un movimiento que desborda las diferencias raciales, se ha vuelto un líder para numerosos estadunidenses que no son “negros“ ni “condenados de la tierra“, sino “blancos“ y gente de clase media. 

Porque no es un anarquista, un comunista, un socialista, un sindicalista representante genuino de los obreros, ni de ninguna otra corriente de los llamados radicals. Precisamente por eso, su convocatoria puede ser más alarmante y peligrosa que la de los antibelicistas, activistas de la contracultura, feministas, Panteras Negras, y demás movimientos contestatarios.

Lo amenazador para el establishment es, en última instancia, que esa convocatoria proyecta una vasta alianza, más cercana al concepto de pueblo, que a una clase social, a un credo religioso o ideológico determinado. Y que lo es no nada más porque lo hace dentro de la ley, sino porque se ha vuelto legítima, que es otra cosa, políticamente hablando. Hasta el punto en que no constituye un discurso aparte, separado de la nación y sus símbolos; una utopía nueva, un sueño que se reclama como diferente, sino engastado dentro del discurso fundador de EE. UU.

No por gusto cuando dice “I have a dream“, se apresura a agregar que está “arraigado profundamente en el sueño americano“. Y que permitirá a “esta nación elevarse y vivir el verdadero significado de su credo de… verdades evidentes: que todos los hombres son creados iguales“. Se trata de palabras de la Constitución de EE. UU.

Estos comentarios míos son solo una introducción a dos textos que adjunto. El primero es una selección de fragmentos del discurso de MLK el 28 de agosto de 1963, que he hecho expresamente para este aniversario. El segundo está formado por mi entrevista a dos personas ligadas al tema, y sometidas a un interrogatorio afín: uno, estadounidense, abogado y profesor de derechos civiles en Alabama; el otro, cubano, líder bautista, y pensador social y político.

En esa buena compañía dejo a los lectores.

Martin Luther King (1929 – 1968) se dirige a la multitud tras la marcha sobre Washington en el Lincoln Memorial, Washington DC, donde pronunció su discurso “Tengo un sueño”.

Discurso de MLK el 28 de agosto de 1963

(Fragmentos)

Hace cien años, un gran estadounidense, cuya sombra simbólica nos cobija, firmó la Proclama de Emancipación. Este importante decreto se convirtió en un gran faro de esperanza para millones de esclavos negros que fueron cocinados en las llamas de la injusticia. Pero 100 años después debemos enfrentar el hecho trágico de que el negro aún no es libre…el negro vive en una solitaria isla de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material…todavía languidece en los rincones de la sociedad estadounidense y se encuentra a sí mismo exiliado en su propia tierra.

Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y la Declaración de Independencia, firmaban una promisoria nota de la que todo estadounidense sería heredero. Esa nota era una promesa de que todos los hombres tendrían garantizados los derechos inalienables de “vida, libertad y búsqueda de la felicidad”… En vez de honrar su obligación sagrada, Estados Unidos dio al negro un cheque sin valor que fue devuelto con el sello de “fondos insuficientes”. Pero nos rehusamos a creer que el banco de la justicia está quebrado… Por eso hemos venido a cobrar ese cheque, un cheque que nos dará las riquezas de la libertad y la seguridad de la justicia.

También hemos venido a este lugar sagrado para recordarle a Estados Unidos la urgencia feroz del ahora. Este no es tiempo para tomar la droga tranquilizadora del gradualismo. Ahora es el tiempo de elevarnos del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el iluminado camino de la justicia racial… Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento. Este sofocante verano del legítimo descontento del negro no terminará hasta que venga un otoño revitalizador de libertad e igualdad. 1963 no es un fin, sino un principio. Aquellos que piensan que el negro sólo necesita evacuar su frustración y que ahora permanecerá contento, tendrán un rudo despertar si la nación regresa a su rutina.

No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que el negro tenga garantizados sus derechos de ciudadano. Los remolinos de la revuelta continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que emerja el esplendoroso día de la justicia… No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas de la resistencia a la fuerza física con la fuerza del alma. Esta nueva militancia maravillosa que ha abrazado a la comunidad negra no debe conducir a la desconfianza de los blancos, ya que muchos de nuestros hermanos blancos, como lo demuestra su presencia aquí hoy, se han dado cuenta de que su destino está atado al nuestro… No podemos caminar solos. Y a medida que caminemos, debemos hacernos la promesa de marchar siempre hacia el frente. No podemos volver atrás.

Hay quienes preguntan a los que luchan por los derechos civiles: “¿Cuándo quedarán satisfechos?”. Nunca estaremos satisfechos mientras el negro sea víctima de los inimaginables horrores de la brutalidad policial. Nunca estaremos satisfechos en tanto nuestros cuerpos, pesados por la fatiga del viaje, no puedan acceder a un alojamiento en los moteles de las carreteras y los hoteles de las ciudades. No estaremos satisfechos mientras la movilidad básica del negro sea de un gueto pequeño a uno más grande. Nunca estaremos satisfechos mientras a nuestros hijos les sea arrancado su ser y robada su dignidad con carteles que rezan: “Solamente para blancos”. No podemos estar satisfechos y no estaremos satisfechos en tanto un negro de Mississippi no pueda votar y un negro en Nueva York crea que no tiene nada por qué votar. 

No olvido que muchos de ustedes están aquí tras pasar por grandes pruebas y tribulaciones. Algunos de ustedes acaban de salir de celdas angostas. Algunos de ustedes llegaron desde zonas donde su búsqueda de libertad los ha dejado golpeados por las tormentas de la persecución y sacudidos por los vientos de la brutalidad policial. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen su trabajo con la fe de que el sufrimiento sin recompensa asegura la redención. Vuelvan a Mississippi, vuelvan a Alabama, regresen a Georgia, a Louisiana, a las zonas pobres y guetos de las ciudades norteñas, con la sabiduría de que, de alguna forma, esta situación puede ser y será cambiada… Les digo a ustedes hoy, mis amigos, que pese a todas las dificultades y frustraciones del momento, yo todavía tengo un sueño. Es un sueño arraigado profundamente en el sueño americano.

Yo tengo un sueño de que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo: “Creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”.

Yo tengo el sueño de que un día en las coloradas colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad.

Yo tengo el sueño de que un día incluso el estado de Mississippi, un estado desierto, sofocado por el calor de la injusticia y la opresión, será transformado en un oasis de libertad y justicia.

Yo tengo el sueño de que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter. ¡Yo tengo un sueño hoy!

Yo tengo el sueño de que un día, allá en Alabama, con sus racistas despiadados, con un gobernador cuyos labios gotean con las palabras de la interposición y la anulación; un día allí mismo en Alabama, pequeños niños negros y pequeñas niñas negras serán capaces de unir sus manos con pequeños niños blancos y niñas blancas como hermanos y hermanas. ¡Yo tengo un sueño hoy!…

Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la que regresaré al sur. Con esta fe seremos capaces de esculpir en la montaña de la desesperación una piedra de esperanza. Con esta fe seremos capaces de transformar las discordancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a prisión juntos, de luchar por nuestra libertad juntos, con la certeza de que un día seremos libres.

Y si Estados Unidos va a convertirse en una gran nación, esto debe convertirse en realidad…Y cuando esto ocurra, cuando dejemos resonar la libertad, cuando la dejemos resonar desde cada pueblo y cada caserío, desde cada estado y cada ciudad, seremos capaces de apresurar la llegada de ese día en que todos los hijos de Dios, hombres negros y hombres blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, serán capaces de unir sus manos y cantar las palabras de un viejo espiritual negro: “¡Por fin somos libres! ¡Por fin somos libres! Gracias a Dios todopoderoso, ¡por fin somos libres!”.

La lucha por los derechos civiles y la huella de MLK.
Visiones desde EE. UU. y Cuba.

No conozco a nadie que tenga un dominio intelectual y una experiencia vital tan profunda, singular y entrañable sobre este tema, como mis dos entrevistados. A ambos agradezco por compartir su especial testimonio, inseparable de un compromiso personal, pero también prenda de nuestra amistad inveterada.

Stanley Murphy es un abogado de derechos civiles en Alabama, donde ha sido profesor en la principal universidad del estado. Desciende de una familia de abogados y jueces blancos, que se involucró en la lucha contra el racismo en su expresión más recalcitrante, desafiando a la clase política y al Ku Klux Klan, en circunstancias de mayor confrontación y violencia. 

Joel Suárez es el director del Centro Memorial Martin Luther King Jr. (CMMLK) en La Habana, quien también desciende de figuras religiosas comprometidas con su fe y con el cambio social, y que reúne las cualidades de un líder y un pensador social, teológico y político reconocido en Cuba, América Latina y el Caribe. 

Stan, ¿cómo valoras los logros que alcanzaron los movimientos por los derechos civiles en la década de 1960? 

Stanley Murphy (SM): A partir de la década de 1940 y durante las dos décadas siguientes, Estados Unidos comenzó a utilizar el poder de las leyes federales contra los principios mayoritariamente atrofiados de la equidad racial que se formalizaron por primera vez después de la Guerra Civil (1861-1865). Excepto la esclavitud propiamente dicha, prácticamente no cambió ninguna de las formas institucionalizadas de desigualdad racial. A decir verdad, en la práctica, la combinación de un poder policial desenfrenado con fuerzas económicas y políticas actuando en complicidad o con deliberada indiferencia significaba que incluso hasta bien entrado el siglo XX existieron formas de trabajo forzado similares a la esclavitud. 

Con el uso tanto de prohibiciones legales explícitas como de normas arraigadas, se les excluyó de programas educacionales, servicios públicos, y oportunidades de expresión política y participación en la administración pública. Aunque el legado de la desigualdad racial no se limitaba a los estados sureños, fue en el Sur donde se formalizó como ley estatal. Fue sólo gracias a decisiones de la Corte Suprema de los Estados Unidos, estatutos aprobados por el Congreso, y cada vez más por la acción de los Presidentes, que se pudieron comenzar a eliminar las barreras legalizadas a la igualdad racial. 

Esa labor de desmantelamiento de las estructuras legales y culturales de la discriminación racial requirió abogados y jueces que estuvieran dispuestos a poner en riesgo sus carreras y su seguridad personal para hacer cumplir las leyes de Estados Unidos. La mayoría de ellos permanecieron al margen o no mostraron interés alguno. A los pocos que sí dieron el paso se deben muchos de los logros de las décadas de 1950 y 1960, para invalidar los vestigios explícitamente racistas posteriores a la Guerra Civil en el Sur.

Entre los acontecimientos más significativos estuvo la creciente toma de conciencia de que las mismas leyes y mecanismos que sustentaban el maltrato infligido a los ciudadanos negros también les impedían a otras personas vulnerables tener pleno acceso a muchas de las mismas oportunidades que fueran denegadas durante mucho tiempo por motivos raciales. 

Un gran paso de avance de la legislación fue el reconocimiento del abuso de poder, fuera gubernamental, económico, o como en el caso del KKK, criminalidad privada, ante el cual el gobierno no protegía a los ciudadanos, cuyo motivo común también se aplicaba contra otros grupos vulnerables y podía ser contrarrestado mediante los mismos principios legales desarrollados en la lucha por la equidad racial. Por tanto, pensar en el movimiento por los derechos civiles como algo vinculado sólo con la raza equivalía a limitarlo demasiado.

Joel, ¿qué significó MLK para las luchas por los derechos civiles en EE. UU. en los años 60? ¿Qué valor tuvo el discurso ante el monumento a Lincoln en aquel contexto? 

Joel Suárez (JS): Como suele suceder con algunas canciones como “Imagine”, de John Lennon, o “Blowing in the wind”, de Bob Dylan, su belleza musical, poética, sus contenidos o referentes utópicos esconden o invisibilizan una obra radical. Con “I have a dream”, los referentes bíblicos, a la etnología del gospel, al black spiritual, así como a la Constitución y a otros documentos históricos de los Estados Unidos, esa parte poética presente en lo mejor de la tradición de los cantos davídicos y de los salmos de la Biblia, de la tradición profética veterotestamentaria (Antiguo Testamento), esconden toda una zona del discurso donde él da un aldabonazo en medio de esa histórica, imponente e importante marcha, a la sociedad norteamericana y sus valores fundacionales. 

En ese discurso, tan temprano como el año 63, se puede apreciar el itinerario teopolítico de MLK, que tendrá su punto cimero el 4 de abril de 1967, año anterior a su asesinato, en Riverside Church, cuando él se manifiesta contrario a muchos de los líderes religiosos de la NAACP (Asociación para el Avance de las Personas de Color), y la Conferencia de Líderes Religiosos del Sur, con gran peso en el liderazgo del movimiento por los derechos civiles, quienes no querían que sus luchas por los derechos civiles se contaminaran con el movimiento antiguerra. 

Había zonas muy radicales, como los Panteras Negras, los Students for a Democratic Society (SDS), los Weathermen, los grupos vinculados a toda la movilización cultural, Abbie Hoffman, Jerry Robbins, Allen Ginsberg, etcétera, una zona muy radical, igual que las de clérigos, líderes religiosos y de otras confesiones, y que estaban también organizados, y son ellos precisamente, como William Sloane Coffin, quien muchos años después fue pastor de Riverside Church. Cuando yo lo conocí, lo conminan a que dé el paso, y es su famoso sermón Más allá de Vietnam, un discurso muy radical y muy antisistémico, una crítica ya no sólo a la guerra sino a la pobreza y la desigualdad, que implicó su sentencia de muerte.

¿Y cómo se recibió el legado de MLK en Cuba en aquella época? ¿Por qué la iglesia bautista Ebenezer de Pogolotti escogió el nombre de MLK para fundar el Centro en 1987? 

JS: Aunque el aislamiento de Cuba en los años 60 no permitía un acceso a toda la producción teopolítica de MLK, sus sermones, libros, etcétera, después que le es conferido el Premio Nobel, y ocurre su muerte, hay un grupo de iglesias de aquí de la ciudad que empiezan a encontrarse para celebrarlo y reunirse en torno a su memoria.

Entre sus textos recuerdo especialmente Quo vadis, Caos y comunidad, ¿Por qué no podemos esperar? y la famosa Carta desde la prisión de Birmingham (16 de abril, 1963), que nos llegaron en sobres de cartas, porque los que las remitían sacaban un bulto de pliegos de los libros, los metían en cartas, y cuando nos llegaban, los recomponíamos en libros aquí.

Ya a finales de los años 70, a través de México y su comunidad teológica, se mantenía contacto con todo el quehacer de la teología latinoamericana de la liberación. Fue crucial el encuentro entre esta y la teología negra de la liberación, a pesar de sus zonas de conflictos, debido a las perspectivas y análisis de los que se partía en cada caso, el racial y el socioclasista. 

En esos años y en ese itinerario teopolítico, en el caso particular de los pastores de la iglesia bautista Ebenezer, de Marianao, tenía lugar un proceso complejo, que implicaba desmontar toda la pesada armadura de Saúl, o sea, el esquema ideocultural formateado por los bautistas del sur de los Estados Unidos a través del Seminario Teológico Bautista, para entender la situación revolucionaria que vivía el país y dar los pasos posteriores, conocidos por todos. 

En ese sentido, la figura de MLK tenía un valor pedagógico extraordinario. En primer lugar, porque era un pastor, y eso le confería autoridad. En segundo, un pastor del sur de los Estados Unidos, o sea, del mismo ámbito al cual pertenecía la tradición de nuestros bautistas cubanos occidentales. O sea, anclado en su fe y en la reflexión bíblico-teológica, que opta por la justicia social. 

Este era un factor en los procesos de concientización hacia la comunidad de fe, a los miembros de la iglesia que estaban involucrados en ese proceso, y hacia otros bautistas, en tanto era un referente que rompía con los tradicionales de los misioneros y líderes bautistas del sur, que MLK critica de una manera muy profética en su Carta de la prisión de Birmingham.

A través de la comunidad teológica en México, el reverendo Raúl Suárez estudia teología latinoamericana de la liberación y asiste a esos encuentros de teólogos y cientistas sociales entre esa teología y la teología negra. Ahí tomamos contacto con el matrimonio del doctor Howard Dodson y su esposa Jualynne, quienes en ese momento lideraban y conducían el Proyecto de Teología Negra. 

Ese acceso a la filosofía de MLK, al conocimiento de su vida, de su obra, propicia que, cuando la iglesia decide constituir un centro al servicio de la formación socioteológica, pastoral, de formación popular, el trabajo social y comunitario, decide ponerle el nombre de Martin Luther King. 

Además, el nombre venía a desafiar una realidad que nos golpeaba directamente: la de una iglesia cubana de tradición sureña, anglosajona en su cosmovisión, en su liturgia. Aunque la nuestra era una iglesia de barrio, culturalmente era una iglesia blanca, pero enclavada en un barrio que tú conoces, el primer barrio obrero de La Habana, la barriada de Pogolotti, con fuertes tradiciones culturales y religiosas, una potencia en términos de tradiciones religiosas y culturales de origen africano.

La inserción de la iglesia en la comunidad, y la vida de la iglesia en esa comunidad, no podía ignorar ese hecho. Al cabo de los años, como resultado de todo ese proceso, es una iglesia multirracial con una liturgia más apegada a tradiciones que conforman la cultura cubana hoy.

Stan, ¿cuánto han avanzado esos movimientos desde entonces? 

SM: Sin minimizar el inmenso valor de la decisión de la Corte Suprema en el caso Brown vs. La Junta de Educación, o la aprobación por el Congreso de las Leyes de los Derechos Civiles de 1964 y 1965, cuando decimos que, por sí mismas, no ejercen casi nunca ninguna influencia práctica real en la calidad de la vida cotidiana de las personas que estaban destinadas a proteger. Cada protección legal que las cortes o el Congreso esperaban que se derivara de sus decisiones y estatutos ha dado lugar a miles de disputas, pleitos legales y peleas políticas en las décadas subsiguientes. El proceso de aplicación de los principios legales de tratamiento equitativo ha sido lento y en ocasiones amargo. Y la cosa continúa. Pero, en mi opinión, se han logrado grandes avances y, por difíciles que las cosas puedan ser incluso décadas después de los sucesos de los años 50 y 60, las perspectivas son mejores y los resultados más duraderos que en años anteriores.

Stan, ¿cómo describirías la situación actual de los derechos civiles en Estados Unidos? 

SM: Aunque las cosas están muchísimo mejoes que cuando yo crecía, hoy hay mucho menos consenso en cuanto a si continúan existiendo prácticas discriminatorias menos evidentes o vestigios de la discriminación del pasado, o si resultan apropiadas las medidas correctivas de conductas o exclusiones del pasado por motivos de raza. 

La ignorancia generalizada de la historia de Estados Unidos, incluso la contemporánea, y de los acontecimientos trascendentales del movimiento por los derechos civiles, puede constituir un problema fundamental. Parece haber incluso menos intención de aprender algo de la historia o sobre esa historia, o hasta de permitir que los alumnos en las escuelas aprendan mucho sobre el tema. Me temo que, sin ese conocimiento básico, la progresión del “arco de la justicia” será más lenta.

¿Y entonces de qué instituciones depende hoy la implementación de la legislación sobre derechos civiles?

SM: Desde mi punto de vista como abogado, las cortes han tenido y continúan teniendo una función esencial. El Congreso está básicamente inmovilizado sobre el tema, y la Corte Suprema está limitando sistemáticamente el poder del Presidente para tomar medidas ejecutivas dirigidas a la observancia de los derechos fundamentales. 

Con sus investigaciones y reportajes, los medios noticiosos siguen siendo tan indispensables como siempre, pero hay profundas tensiones económicas que reducen la eficacia del periodismo, cuyo valor también resulta perjudicado por el impulso reflexivo de muchas personas a aislarse totalmente de todo periodismo que represente un reto a su visión particular del mundo, que muy a menudo está alejada de la realidad objetiva. 

Le siguen las escuelas, aunque cada vez se ven más limitadas por su propia timidez y por los manifiestos esfuerzos políticos por excluir de las aulas tópicos “incómodos” tales como la raza y el racismo. Debido a que muchos aspectos de la historia racial de Estados Unidos resultan, cuando menos, incómodos, no se enseñará ni se aprenderá mucho sobre perspectiva histórica. 

Y mirando al presente y el futuro, ¿cómo ves los principales problemas en la lucha por los derechos civiles ahora mismo? 

SM: Pienso que uno de las principales dificultades ha sido la ingenuidad de las cortes al interpretar la realidad práctica de la vida en los centros de trabajo, las cabinas de votación, las escuelas, o incluso en las tribunas de los jurados. Con demasiada frecuencia, las decisiones judiciales en casos relacionados con demandas por discriminación racial o de género revelan su desconocimiento de las realidades pragmáticas que dieron lugar a la disputa, así como una preocupante reticencia a aprender.

En los últimos veinte años aproximadamente, las cortes han creado toda una serie de obstáculos procesales que interfieren con muchas reclamaciones sobre derechos civiles y a menudo impiden que las demandas por violaciones sustantivas lleguen alguna vez a los tribunales de justicia.

Las cortes desestiman muchas demandas serias antes de que los abogados y sus clientes puedan presentar evidencia suficiente para que se puedan aplicar racionalmente los principios legales establecidos y se pueda otorgar una compensación apropiada.

Estos obstáculos pueden tornarse en barreras fatales a la justicia para muchas personas perjudicadas, y a menudo logran que los abogados y las víctimas desistan incluso de entablar una demanda. Me temo que todo progreso será lento mientras los tribunales no se abran completamente a los juicios por reclamaciones sobre derechos civiles.

Joel, ¿cuáles aspectos del legado de MLK son los que el Centro Memorial Martin Luther King considera más relevantes en la actualidad? ¿Cómo contribuyen al entendimiento de los problemas de ambas sociedades y a facilitar su diálogo y convivencia?

JS: El antirracismo radical de Martin Luther King es uno de sus legados fundamentales; que él va vinculando a la pobreza y la situación económica, desde ese discurso de 1963, y a lo largo de su obra.

Así como su profetismo te recuerda que no tenemos el derecho a esperar, y que ante los desafíos de la realidad que vive el mundo, incluida Cuba, hay que tomar posturas como las de los grandes profetas  del Antiguo Testamento.

En ese legado, la crítica a la religión, al inmovilismo de las iglesias, sigue siendo un componente clave; a cierta pasividad, aunque no sea ya la marca en el escenario religioso, tomando en cuenta los nuevos movimientos y los llamados fundamentalismos religiosos evangélicos.

En ese legado se halla también descubrir cómo su pensamiento va evolucionando, sobre todo a partir del diálogo y la apertura permanentes ante los desafíos de la realidad.

En medio de ese discurso profético radical también está la tradición de las enseñanzas bíblicas referidas a la compasión, la misericordia, el amor, con una radicalidad extraordinaria, que no se agota en algunas de esas frases hermosas que pululan en redes sociales y a veces reducen la proyección de esas grandes figuras. 

Cuando te mencionaba el profetismo de MLK ligado a la tradición del profetismo veterotestamentario, me refería a esa actitud clásica del profeta, que es el hombre del camino, no el del balcón; metido en los conflictos, y que opta en el conflicto por el lado de la justicia y la dignidad del ser humano. Y que celebra o  denuncia en los proyectos humanos, según los hechos que estos producen, según su camino hacia la mayor suma de felicidad posible para todos y cada uno, y a la que hoy también añadiríamos el cuidado de la naturaleza. Cuando las realidades laceran la dignidad de los seres humanos, el profeta, como MLK, las denuncia, aunque sea al costo de su vida. 

El siempre me recuerda aquella frase del Apocalipsis: “Si no eres frío o caliente te expulsaré de mi boca.” Una expresión del profetismo de San Juan en el Apocalipsis, o sea, el hombre que toma partido por una causa, ejerciendo ese rol tan difícil y complejo de anunciar y denunciar.

Para la realidad cubana hoy, aquella apelación de “¿por qué no podemos esperar?” es como una brasa de carbón encendida en nuestros labios.

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