Postdata #2: conversa con joven que va y vuelve(I)

“Mi vida afuera ha contribuido a cambiar y profundizar mis valores; de cierta manera, a sacar la mejor versión de mí, que no hubiese salido sola si hubiese crecido en Cuba ni si nunca hubiera regresado.”

La Habana, 2022. Foto: Kaloian Santos.

Como prometí al final de mi anterior Postdata a “Carta a un joven que se va”, en esta segunda me reencuentro con uno de los jóvenes que comentó la Carta original. Gracias a su noble disposición a conversar conmigo, y a la magia de wasap, comparto la primera parte de este diálogo con Maykel Galindo, con el valor añadido de diez años pasados, y de una conversación reanudada ahora en la tranquilidad de una madrugada.

Rafael Hernández (RH). ¿Cuándo te fuiste de cuba? ¿Qué edad tenías? ¿Qué hacías aquí? ¿Por qué te fuiste?

Maikel Galindo (MG): Salí de Cuba en el 2002, tenía diecinueve años y estaba en primer año de la carrera en el [Instituto Pedagógico] Varona, en Lengua Inglesa. Irme fue prácticamente un accidente. Nunca tuve pensado salir, ni tenía siquiera un criterio político bien formado. En el preuniversitario y en la escuela siempre fui estudioso, e incluso pertenecía a las filas de la Juventud [Comunista]. Lo era, creo que por mi madre, y por el historial revolucionario de mi familia. Mi abuelo por parte de madre participó en la guerrilla, llevaba cosas a la Sierra a Fidel. Y por parte de padre, mi abuela, que es de Santiago, también luchó por la Revolución. Crecí con historias de la Revolución. A pesar de haber vivido unos años tan complejos como el Período Especial, no creo nunca haberme formado con un criterio contrario a nada que tuviera que ver con el país.

El accidente fue que conocí a dos personas con quienes compartía un mismo estilo de vida, y me abrieron los ojos. Yo soy homosexual; y en Cuba en esos años era muy complicada la homosexualidad, no había la apertura que hay hoy, y mucho menos la voluntad política ni social de avanzar hacia más derechos para las personas LGTBI.

Me fui porque me invitaron a conocer otra cultura; porque era importante para mi carrera visitar Europa, quince días, por Navidad.

Yo no tenía pensado irme a vivir en el extranjero, sino conocer Bruselas, para descubrir, digamos, cosas personales. Era como un viaje hacia el interior de mí, hacia descubrirme y aceptar mi homosexualidad. Aquella era una sociedad más avanzada con respecto a temas LGTBI que Cuba, y como no tenía pensado quedarme, no fue difícil.

Lo difícil fue obtener la tarjeta blanca en Cuba, que en aquel momento hacía falta para salir; las colas inmensas en Inmigración, el “peloteo,” el “no está disponible todavía la liberación.” El proceso de salida fue muy complicado, angustioso. Cada vez que iba a Inmigración me trataban mal, hay que ser sincero, no eran amistosos, como lo son hoy. Cuando empecé a venir más tarde, ya como cubano residente en el extranjero, después de la reforma del 2011 llevada a cabo por Raúl Castro, me di cuenta de que había un cambio, porque los agentes de Inmigración al entrar eran muchos más amistosos.

Maikel en 2002, cuando salió de Cuba. Foto: su cortesía.

RH: ¿Te fue difícil tomar la decisión de irte? ¿Qué te costó más trabajo para hacerlo? ¿Cómo asimilaste pensar que no podrías vivir aquí otra vez?

MG: Las ganas de vivir en el extranjero, o de valorar no regresar a Cuba, empezaron con aquel maltrato, para lograr algo tan simple como viajar quince días de vacaciones y regresar. Para ver a personas homosexuales que vivían tranquilamente, y era una cuestión de tiempo que sucediese en Cuba. Porque yo vivía con mucha tristeza y dificultad mi sexualidad en La Habana. Estas personas que conocí querían mostrarme que, en algún momento de sus vidas, había sido así; y luego, cuando se asumieron, todo cambió. Era realmente un viaje hacia mí mismo.

Cuando ese proceso de salida del país se me hizo tan agobiante, empecé a pensar que quizás no viviría en Cuba de nuevo. El decano de mi Facultad, a quien fui a pedirle que me liberase para viajar durante quince días, me dijo que no. Tuve que pedir “una licencia para ocuparme de mi abuelo.” Y me di cuenta de que estaba luchando contra no sé quién o que me estaban viendo como un enemigo de algo, que no era.

RH: ¿Alguna vez sentiste la pérdida de tu vida aquí, tus amigos, tu ciudad, tus costumbres? ¿Qué era lo que más extrañabas? ¿Cómo lograste superar esa nostalgia?

MG: La pérdida de mi vida en Cuba la empecé a sentir años más tarde. Cuando tienes diecinueve años y llegas a un lugar donde todo es nuevo, increíblemente funcional, y sales de un país que tuvo tan cerca el recuerdo del Período Especial, no nos vamos a engañar: poco echas de menos lo que tenías, una ciudad ruidosa, disfuncional, caótica, machista.

Menos aun cuando se te ofrece un mundo lleno de posibilidades nuevas y experiencias, que como joven quieres al máximo, intensamente. El “gorrión,” la nostalgia llegó después, cuando ya asumes que estás en tu nuevo espacio de vida, y quisieras hacer con los amigos que dejaste atrás las cosas que estás haciendo con tus nuevas amistades; cuando ves a tu madre sentada haciéndote el desayuno, llevándote a la escuela, esas cosas que inevitablemente te invaden; cuando estás visitando cualquier ciudad europea y te das cuenta de que siempre hay una Bodeguita del Medio, de que hay algo que habla de Cuba, una publicidad de Havana Club, son cosas que te van conectando poquito a poco con tu ciudad. Así pasa cuando estás estudiando, y de momento en la clase de Doctrina Económica aparece La historia me absolverá, con carátula y todo, porque el profesor, nicaragüense sandinista, está haciendo algo parecido a una apología de Cuba y la Revolución.

Son cosas, como quiera que sea, que te llenan de orgullo. No lo digo para vanagloriar hoy a Cuba, ni ponerla delante de todo, pero te hacen pensar y conectarte con tu vida pasada. Entonces, lo que parecía oscuro, se convierte en objeto de investigación. Y empiezas a interesarte más por tu cultura, de dónde vienes, empiezas a querer ser menos la persona que querías ser y más la persona que eres, y la nostalgia aumenta. Lo que más extrañaba eran aquellos momentos con mis amigos; increíblemente, las comidas de la beca, las fiestas con ellos, en el Malecón, la guitarrita, esas descargas que vivíamos de manera inocente, cuando éramos jóvenes, y en mi caso, muy joven.

RH: ¿Viviendo en el país donde estabas, sentiste que estabas menos preparado que otros extranjeros para adaptarte? ¿Culturalmente?

MG: Cuando eres tan joven, la adaptación se hace de manera natural. Mis referencias en Cuba eran pocas. ¿Con diecinueve años, qué has hecho? La secundaria, el pre, el servicio militar: no son experiencias de vida que te formen o te den para vivir luego. Muchos de esos recuerdos se vuelven lindos con el tiempo. Pero todo lo que estaba viviendo entonces era tan excitante, desde un punto de vista emocional y para la vida, que no me sentía ni más ni menos preparado. Lo que estaba viendo era tan nuevo como puede serlo para un joven belga de dieciocho o diecinueve descubrir Barcelona. Culturalmente hablando, muchas cosas no me eran familiares. Para cualquier joven pobre como yo, todo era culturalmente desconocido.

Otros extranjeros en mi situación, jóvenes, pobres, procedentes de un país pobre, llegamos así.

Lo que sí puedo decir es que en la universidad no me sentí menos preparado. Sabiendo que tenía el apoyo de una familia y de gente en Bélgica, muchas de las cosas que viví se dieron de manera natural.

RH: ¿Crees que la mayoría de los cubanos que conociste allá comparten tu misma experiencia?

MG: Definitivamente, no. Primero, por haber llegado yo muy joven; segundo, haber tenido apoyo para estudiar allá. Estos dos elementos cambiaron completamente el rumbo de un inmigrante normal que viene por condiciones económicas.

Conozco a un par de cubanos que comparten la misma perspectiva mía con respecto a Cuba, al regreso, etc. Aunque tampoco conozco a muchos en Bélgica, por las razones que digo: soy un inmigrante atípico, que no tuvo que trabajar para alimentarse, ni que abandonar ciertos sueños, al contrario. A pesar de no haber nunca terminado nada, porque me pasé la vida cambiando de carrera, sí siempre estuve inmerso en ese mundo de estudiante, alejado de “una vida normal.” Difícil encontrarme hoy en día con personas que llegaron con mi edad y tuvieron ese camino, más bien, llegaron un poco mayores, y en otras condiciones. Claro que no comparten mi experiencia, y muchos menos mi visión.

RH: ¿Crees que tu vida afuera ha contribuido a cambiar tus valores? ¿A profundizarlos?

MG: Definitivamente, mi vida afuera ha contribuido a cambiarlos y a profundizarlos; de cierta manera, a sacar la mejor versión de mí, que no hubiese salido sola si hubiese crecido en Cuba ni si nunca hubiera regresado. O si yo hubiera nacido en Bélgica y no tuviera nada de cubano. Mi experiencia, haber estudiado, haber conocido gente increíble, adquirido la formación y los valores inculcados por mis padres, y haber estudiado también en una sociedad como la cubana.

Te cuento rápido una anécdota. En mi primer año como estudiante regular, en una clase de lengua inglesa, me presenté diciendo que era de Cuba, y al principio casi nadie quería hablarme. Unas semanas después, Dafne, una muchacha que luego se convirtió en mi amiga, me pregunta: “Maikel, ¿tú eres hijo de alguien del gobierno en Cuba?” Le dije que no. “¿De alguien rico de Miami?” Tampoco, ¿por qué? “No es normal que un cubano esté estudiando aquí sentado con nosotros, y te veas demasiado educado y de muy buena familia.” Me pareció curiosa esa dicotomía, como en Cuba, donde tienes que ser una cosa o la otra, y les dije: “Soy un muchacho que creció en un barrio muy malo, muy pobre, y soy el resultado de lo que es Cuba, donde estudiar y ser educado no es dado solamente a la gente de una cierta clase social, sino a todo el mundo.” Con los años, entendí lo que significa en Cuba cuando se dice “escuela gratis;” como también entendí que en la universidad belga, cuando eres una persona sencilla, también puedes estudiar y llegar lejos, sin tener que ser precisamente adinerado, sino es cuestión de voluntad. Si no hubiera sido por ese complemento de formación en Europa y esa base de formación en Cuba, con mi origen modesto, no me hubiera convertido en la persona que soy hoy.

Posdata a “Carta a un joven que se va”

RH: Entiendo que te consideras de izquierda, altermundialista, te opones a los excesos de desigualdad y a la injusticia. ¿has conocido a muchos cubanos emigrados que comparten tus ideas?

MG: Pues sí soy de izquierdas, definitivamente. No puede haber una persona que haga estudios humanistas y que apoye un sistema de explotación que está acabando con los recursos naturales del planeta. La formación, los estudios, te permiten tener claridad sobre ciertos temas. Yo padecí también esa fiebre de consumo, por la que todos pasamos, ya que naces en un país donde lo material es muy limitado, y llegas a otro donde no hay límites, y te conviertes en ese ser que nunca fuiste. Usando un poco de cabeza, logras luego un reajuste a la persona que eres y a tus valores.

Estamos en sociedades que no pueden continuar con un sistema injusto de repartición de riquezas, de consumo excesivo que no lleva a ningún lugar, destruyendo el planeta. Las personas con quienes me he encontrado me han llevado a afirmarme, a reconocerme e imponerme a mí mismo y acentuar mis valores. He conocido a cubanos, no precisamente en Bélgica, sino en otras partes del mundo, que comparten mis ideas, aunque no son muchos, desgraciadamente. La mayoría tiene una idea de prosperidad eterna, no se cuestionan que nuestros bienes de consumo actuales actúan en detrimento del bienestar de mucha gente en otros países del mundo, ni que la riqueza de los países ricos ha sido y sigue siendo creada en gran medida con la explotación de países pobres en el sur. Desgraciadamente, es un viaje que se da en las aulas, no escuchando el radio, la televisión o los medios de comunicación hoy en día, que evidentemente nos manipulan a todos.

RH: ¿Qué es lo más valioso que has adquirido en esos años viviendo fuera? ¿En qué sentido la vida en el país donde estabas te ha dejado lecciones útiles?

MG: Aunque resulte curioso lo que voy a decir, lo más valioso ha sido afirmar la persona que soy, hacerme redescubrir mi país, aceptarme con mi pasado. Cuando llegué, quise ser una persona que no era. Uno quiere esconder que tuvo un pasado pobre, quiere mostrar que es diferente. Lo más valioso que he aprendido con quienes me han rodeado es que todo lo vivido desde que tengo uso de conciencia hasta hoy es tan valioso, las buenas como las malas experiencias.

Bélgica es un país económica y políticamente estable. Cuando necesito irme a algún lugar adonde tengo que regresar a llenarme de energía y a actuar con la cabeza fría, es Bruselas, que me ha dado tanta paz y tanta estabilidad emocional, material, que realmente necesito.

Fue la vida en Bélgica, un país que da cierta neutralidad, la que me hizo sanar las heridas y los traumas que me dejó esa salida de Cuba. El viaje hubiera sido diferente si en vez de haber venido a Bruselas hubiese ido a Miami o a Madrid. Esta es una ciudad que no juzga, que ha podido mostrarme, siendo inmigrante, que existen múltiples visiones y realidades, en vez de una en un extremo y otra en otro. Los últimos estudios que cursé, de traducción e interpretación, están cargados de política, de bases económicas, de una visión global de culturas, lenguas y funcionamiento de instituciones, de las lenguas que estudias. Esto agregó un plus a mi formación política y a mi cubanía, porque Cuba salía en todas las clases en que participaba.

Entre esas lecciones, todas utilísimas, la del equilibrio para avanzar en la vida, emocional, psicológico. Para que mi vida fluyera, Cuba tenía que ser parte de mi presente.

RH: ¿Encuentras rasgos distintivos en los cubanos que se han arraigado en otra parte respecto a los que viven en cuba?

MG: En la Cuba actual, es mucho más fácil encontrar rasgos distintivos de cubanos que se han arraigado en otra parte respecto a lo que Cuba es, entre otras cosas, las ganas de emprender, de avanzar, de ver una Cuba próspera en un futuro. Esto es así para los que nacimos en los 80, vivimos en los 90, y hemos vivido durante muchos años con consignas como “Esta vez sí lo logramos, sí salimos adelante.” Aunque no vimos absolutamente nada de lo que escuchamos y vimos creciendo. Los rasgos distintivos de los cubanos que se han arraigado en otra parte y aquí se parecen más bien en esa lucha por lo económico.

Si hablamos de lo cultural, la cubanía es tan fuerte que nunca nadie la pierde. Cuando yo veo a un cubano en algo tan sencillo como caminar por la calle, sé que es cubano, o cuando lo veo en un metro gesticulando, sobre todo en estos países del norte, en que los rasgos son muy marcados. Las ganas de ayudar a la familia, de salir adelante, de emprender, de ser feliz; esa manera de tomarlo todo a la ligera y hacer la vida un poco más fácil, aunque tengas miles de problemas, son rasgos que compartimos todos en todas partes del mundo.

He hecho varios viajes a Estados Unidos, a Miami, porque allí tengo a mis hermanos. Hay que ver cómo en Miami, más allá de todo lo que podamos negar, la cubanía, la conservación de la cultura cubana, bien sea musical, gastronómica, es muy grande. Por otra parte, está el lado sentimental. Cuando llegas, te hacen ver como que todo lo que está sucediendo en Cuba es malo. Y si uno viene de una ciudad como Bruselas, donde aprende a verlo todo desde diferentes espectros, también se siente más cubano, e increíblemente bien en una ciudad que ha logrado conservar la cultura cubana, probablemente, aunque sea triste decirlo, incluso mejor a veces que en ciertos lugares de Cuba. Así como se siente dolido cuando no tratan de entender el proceso o lo que es Cuba realmente, desde un espectro despojado de cualquier tipo de matiz político. En Miami no hay justo medio, o es una cosa o la otra. Llegas y te sientes como en casa; pero al mismo tiempo, te sientes bandido cuando le dices a cualquiera de que eres un cubano que vivió en el extranjero y que regresó a Cuba, y que está tratando de lograr algo en Cuba. Es ahí, sin embargo, donde la influencia de lo que estás viendo y el escudo que tienes que ponerte te hacen sentir mil veces más cubano.

RH: ¿Te fue fácil re-adaptarte a vivir en cuba? ¿Qué es lo que más extrañas de tu vida en otro país? ¿Te fue fácil la repatriación? ¿A tus amigos les ha parecido buena tu decisión?

[Continuará]

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