Ahora que Obama regresó a su tierra

Foto: Claudio Peláez Sordo

Foto: Claudio Peláez Sordo

Mi amigo Goyo, como casi siempre, me ayuda a ver otros matices de los mismos hechos, ya sean cotidianos o extraordinarios. Ahora con la visita del presidente Barack Obama, me dijo: “Al final me gustó la visita, porque no fuimos mirando p’abajo y con la mano extendida, ni pidiendo limosnas”. “El tipo (Obama) se portó elegante y se ve que está entrena’o pa’ estas cosas”, me comentó.

Pensé entonces: es cierto, Cuba no llegó al convite de la visita presidencial con la cabeza gacha y la mano extendida. Llegó, es verdad, con la ropa raída por el descuido propio y por los avatares de llevar 56 años resistiendo el envión de un ¿vecino? devenido enemigo por decisión de muchos Presidentes electos antes que Obama. Parece que ese vecino entendió que la fuerza y el odio solo genera más fuerza y más odio.

La visita y sus resultados han despertado todo tipo de impresiones y de posiciones. Allá, en su tierra, muchos han criticado al mandatario por atreverse a dar este paso. De este lado del canal de las Bahamas algunos están más empeñados en resaltar las amenazas que las oportunidades resultantes de esta visita. Pareciera que los críticos de aquí y de allá preferirían otros 56 años más de bloqueo antes que embarcarse en el complicado camino de la normalización. Son las paradojas de una realidad que parece cambiar más rápido que parte de sus protagonistas.

Desde mi perspectiva el saldo para Cuba de esta visita es muy positivo, Agustín Lage hace un listado pormenorizado con el que concuerdo plenamente. No vino el Presidente de los Estados Unidos a exigir sumisión, sino a reiterar públicamente y ¡en Cuba! que más de cinco décadas de una política beligerante habían resultado un fracaso rotundo. Vino a reconocer públicamente y ¡en Cuba! el derecho de nuestro pueblo a decidir por sí mismo su destino.

Los que se esfuerzan en empañar el éxito de esta visita, su trascendencia, su significado para Cuba, poco favor nos hacen y menos aún a los gobiernos que lograron al fin y en apenas unos tres años, lo que en otros cuatro intentos, durante más de cincuenta, no fue posible.

Por supuesto, Obama vino también a decirnos cuál es para él la forma de avanzar, como hicieron otros, ahora amigos, antes que Barack. Es algo menos que inevitable que casi todos los políticos de países desarrollados intenten darnos sus propias fórmulas, y también que casi todos se desentiendan de la responsabilidad de sus predecesores respecto a Cuba.

No olvidemos, por ejemplo, que la Posición común de la Unión Europea aún está vigente. Es cierto, en las palabras de Obama hay una agenda sustentada en los valores del capitalismo norteamericano, y dependerá de nosotros saber qué es lo aprovechable y qué no. Será nuestra y de nadie más la responsabilidad.

Nos toca, sin embargo, mirar a nuestro país para poder tener una idea real de las oportunidades.

La Cuba que Obama acaba de visitar está imbuida en una agenda de transformaciones que se elaboró mucho antes del inicio de las conversaciones. Esa agenda se discutió con todo nuestro pueblo y en ella se reconoce, primero, que el sector socialista (¿estatal?) seguirá siendo decisivo pero a la vez, que se necesitan de todas las otras formas de propiedad para alcanzar el objetivo de ser prósperos.

Y esa premisa no es una concesión a ninguna tesis procapitalista, es el reconocimiento a esa misma historia que hoy reclamamos no olvidar,  a nuestras propias insuficiencias e ineficiencias.

De los casi cinco millones de cubanos que hoy trabajan, el 70 por ciento, es decir casi 3,5 millones de personas, lo hacen en entidades del Estado: empresas, entidades presupuestadas y organizaciones sociales y políticas. Al cierre del 2015 las organizaciones en Cuba tenían la siguiente estructura:

Estructura instituciones de Cuba

En estos datos no están incluidas las “organizaciones políticas y de masas”. Tampoco se suman las instituciones sin fines de lucro, empresas mixtas, empresas de capital totalmente extranjero, sucursales en Cuba de empresas extranjeras, la Cámara de Comercio ni los Bufetes Colectivos.

Están excluidos de igual manera los trabajadores por cuenta propia. Ese otro medio millón de cubanos y cubanas todavía hoy no están oficialmente comprendidos dentro de ninguna forma organizativa, entre otras razones porque no son considerados ni micro, ni pequeños ni medianos empresarios, algo que en algún momento y ojalá más temprano que tarde, debe ocurrir.

Dentro de las entidades presupuestas es el segmento correspondiente a la Administración Pública, Defensa y Seguridad Social el que más entidades tiene con 691. La cifra excede a la cantidad de entidades existentes en la Salud Pública (497) Educación (294) y Ciencia y Tecnología (91).

Según algunas estimaciones, en la Administración Pública se emplea el 25 por ciento de toda la fuerza laboral del país empleada en el sector estatal; esto es, casi un millón de personas se desempañan en trabajos no productivos y que tampoco impactan directamente ni en la Salud, ni la Educación ni la Ciencia.

Esa es la razón por la que desde hace varios años el programa de transformaciones (o Actualización del Modelo Económico) contempló la necesidad de reducir la cantidad de personas empleadas en esa parte del sector estatal y hoy más de 500 mil personas se han desplazado hacia otros empleos o hacia el sector por cuenta propia, o lo que es más lamentablemente, han emigrado en busca de empleos mejores y mejores salarios.

Ante el bajo crecimiento del empleo en el sector estatal, la baja tasa de inversión y la baja dinámica de la inversión extranjera, el empleo en el sector no estatal ha devenido decisivo para que una parte de la población se mantenga empleada y ofrezca servicios y productos necesarios y demandados.

Pero muchos de esos servicios y productos son de bajo valor agregado. Es una asignatura pendiente aún convertir  al sector no estatal en generador de puestos de alta calificación y en productor de bienes y servicios de mayor valor agregado. Y no porque Obama lo haya recomendado, sino porque nuestro país lo necesita.

Es cierto que se paga un precio en la distribución del ingreso. Es cierto también que la competencia y el mercado no producen equidad de forma natural ni la han producido jamás. La competencia  y el mercado producen eficiencia y productividad, si los arreglos institucionales son adecuados. Y pueden contribuir al desarrollo social, a la equidad, si los arreglos institucionales son pertinentes y obligan a la mejora sistemática de los bienes y servicios, e inducen a la innovación como un requisito sin el cual no es posible permanecer en el mercado.

Hoy no sólo es el ingreso lo que produce inequidad, lo es también una política de precios que grava a todos los ciudadanos, en las mal llamadas tiendas en divisas, y que privilegia la recaudación a todo costo, antes que la expansión del consumo, en especial en aquellos bienes más necesarios como leche, carne, pollo, aceite, etcétera.

Lo mismo nos pasa con el salario. Por ejemplo, ¿cómo es posible elevar el salario de los maestros si tenemos casi un millón de trabajadores recibiendo salarios por estar empleados en labores burocráticas, muchas de ellas innecesarias?

Pero además de regular el mercado tenemos que perfeccionar nuestras políticas sociales, adecuarlas a estos tiempos nuevos, para que pueden ser suficientemente efectivas.

Dependerá de nosotros, de los cubanos todos, de nuestra habilidad para diseñar nuestro propio programa de desarrollo, que el mercado, la competencia y la pequeña y mediana empresa, ya sea privada o cooperativa, produzcan los resultados que necesitamos y permitan consolidar la economía del país.

Este viernes, mientras caminaba por el césped de los terrenos de la Ciudad Deportiva esperando por el concierto de los Rolling Stones me encontré con muchos viejos conocidos, algunos de ellos (no pocos) los mismos que a finales de los años sesenta calificaron a muchos, yo entre ellos, como “desviados ideológicos” por escuchar a este grupo musical británico.

Ni ellos ni yo hemos olvidado aquel pasado que es también parte de la historia, pero estábamos allí todos, disfrutando el presente y mirando el futuro.

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