¡¿Bella Isla?!

Turistas en la Plaza de La Revolución José Martí, La Habana, Cuba. Foto: Otmaro Rodríguez.

Turistas en la Plaza de La Revolución José Martí, La Habana, Cuba. Foto: Otmaro Rodríguez.

El nombre, Bella Isla, augura algo agradable. En el medio de un gran salón climatizado, rodeada de decenas de clientes ávidos por consumir algo, clientes que además no tienen otro lugar al que acudir, algunos de ellos después de un largo recorrido para llegar al lugar, y al parecer decididos a probar los productos que esa cafetería les ofrece. Es –por qué no– una situación realmente ventajosa para esa cafetería.

Allí delante de lo tres puntos de despacho que ese día funcionaban, muchos clientes hacían fila, a veces relativamente larga, para obtener los manjares de Bella Isla. El despacho muy práctico, pues los clientes salían con sus entrepanes envueltos en un papel, los pomos de agua en la otra mano y en un ejercicio de malabares digno del Circo del Sol, lograban llegar sin percances hasta alguna de las mesas vacías (no eran muchas las que así estaban) y sentarse para degustar, en la agradable luz tenue del salón, del sándwich por el cual habían esperado tanto.

Para Bella Isla, la única cafetería que ofrece entrepanes y café y otros productos parecidos en la terminal 3 del Aeropuerto de Rancho Boyeros, la situación es perfecta. Los pasajeros no tienen otra alternativa, o comen allí o… sencillamente no comen. Es probable que hace diez o quince años cuando la terminal 3 parecía que sobraba para la cantidad de vuelos que recibía, tener una sola cafetería no era un problema. Relativamente pocos vuelos y consecuentemente pocos pasajeros, probablemente en aquellos tiempos no había presión.

Pero los tiempos han cambiado y hoy decenas de vuelos al día ponen en tensión a Bella Isla y a toda la infraestructura de esa terminal. No manejo la cantidad de pasajeros que todos los días entran o salen de Cuba por ahí, pero creo que no me equivoco si afirmo que es la terminal de más tráfico. Tampoco me equivoco si afirmo que es por donde entra la mayoría de los 4,7 millones de turistas que arribaron a Cuba en 2017 y debe ser igual en 2018.

Quizás Bella Isla y la empresa a la cual ella pertenece no hayan pedido tener el monopolio del expendio de algún tipo de comida caliente en la terminal 3, pero el hecho real es que son los únicos y que los pasajeros que salen de Cuba (los que entran no tienen ninguna cafetería a la cual acudir, ni siquiera un mostrador que les permita comprar una botella de agua en ese largo camino que va desde el avión hasta el momento en que logran recoger sus equipajes y salir a la “superficie”).

Es cierto también que esos cuellos de botella no siempre se producen, más bien son relativamente esporádicos y no siempre usted ve pasajeros en una fila  esperando por su sándwich. También puede ser cierto que la ausencia de platos puede haber obedecido a una situación coyuntural, igual que la ausencia de bandejas, o la ausencia de azucareras que obliga a usar vasos plásticos en esa función. Pero llama la atención que cosas como estas pasen en el más importante aeropuerto internacional de Cuba.

Yo estoy convencido de que la empresa de Bella Isla ingresa una cantidad de CUCs, dólares y euros no despreciable todos los días, pero también sé que los que dirigen la empresa no tienen la suficiente autonomía para decidir ellos mismos comprar los insumos que necesitan para que el servicio cumpla con un mínimo de estándares y los pasajeros también disfruten esas dos o tres horas en que se despiden de Cuba. Es más, estoy convencido de que ellos tienen mis mismas preocupaciones y ese mismo sinsabor en la boca que le deja a cualquier cubano ver que despedimos a los pasajeros con un servicio de esta calidad.

Mi primera pregunta cae por su propio peso: ¿Acaso no es posible que con una pequeña parte de esos ingresos, la empresa “dueña” de esa cafetería no pueda garantizar la logística de los platos y las bandejas?

Mi segunda pregunta es un poco más compleja: ¿Acaso no es posible pensar en permitir que otras empresas pongan sus cafeterías; por ejemplo la cadena Palmares?

No estoy hablando de “privatizar” los espacios de la terminal 3 del aeropuerto, no estoy diciendo que se “renten” espacios a cooperativas de gastronomía o a restaurantes y cafeterías privadas. Estoy hablando de diversificar a los usufructuarios e introducir otros, también estatales, que de alguna manera resulten otra opción para los pasajeros y también pongan un poco de presión, de “competencia” a la empresa dueña de Bella Isla. Quizás haya quien piense que tampoco será suficiente, pero al menos podríamos probar, empezando por ahí.

Y entonces pienso siempre en el turismo. Pienso en esa aspiración de llegar a 5 millones este año, pienso en ese indicador que es la repitencia, pienso en cuántos pequeños detalles pueden dañar un propósito tan importante y pueden convertirse en factores negativos para un sector que hoy por hoy resulta estratégico.

En el año 2016, según el Anuario Estadístico de Cuba, los ingresos por concepto de transporte aéreo alcanzaron una cifra de 161 millones de dólares. Es muy probable que en 2017, dado el incremento en el arribo de turistas, esos ingreso sean mayores. En el anuario no aparecen los ingresos por concepto de ventas de “alimentos y bebidas”, no hay cómo conocerlos, pero imagino que no sean pocos.

Es cierto que existe un proyecto para construir una terminal nueva, algo de ello se anunció hace ya más de un año. Es cierto que según ese anuncio una empresa francesa de aeropuertos se va (o se iba) a ocupar de ese asunto. Pero es cierto también que en lo que ello ocurre, los servicios de “alimento y bebida” en la terminal 3 del aeropuerto internacional de La Habana dejan mucho que desear y no por la dedicación de los hombres y mujeres que laboran día a día en la cafetería Bella Isla. Ellos también son sufrientes, pues son lo que tienen que dar la cara y explicar lo inexplicable.

Quizás hace muchos años, los aeropuertos eran el lugar donde las personas iban a tomar un avión, un lugar de “paso rápido”. Hoy ese concepto ha cambiado radicalmente. Cumplen un rol fundamental en la “cadena de valor” del turismo, generan ingresos sustanciales a los territorios donde están enclavados, son un generador significativo de empleos para esos mismos territorios, se constituyen en espacios para promover los productos nacionales, la cultura nacional, para publicitar los lugares y las costumbres, para conectar personas, para hacer reuniones de negocios. Son mucho más que la cara, o el portal o el vestíbulo del país.

 

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