¡Bienvenido el dólar plástico!

Disponer de divisas es una necesidad en ascenso de la economía nacional, entre otras cosas, porque la debilidad de su sistema productivo la ha hecho crecientemente dependiente de las importaciones.

Foto: Kaloian Santos

Unas semanas atrás, CADECA anunciaba que se suspendía temporalmente el canje de dólares por pesos cubanos en las terminales aeroportuarias del país debido a la poca disponibilidad de divisas existentes para cumplir con dicha disposición, algo entendible por casi todos, si se atiende al hecho de la drástica reducción de la entrada de divisas al país motivado por la disminución del turismo, de las remesas y de otros ingresos provenientes de fuentes externas.

El jueves 10 de junio en la noche el Banco Central de Cuba anunciaba que a partir del 21 de este mes las oficinas comerciales del sistema bancario y también las casas de cambio, no aceptarían depósitos en dólares físicos, debido a la dificultad de los bancos cubanos para poder utilizar esos dólares en efectivo en operaciones internacionales, algo provocado por la persecución que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos ha mantenido sobre cualquier operación comercial o financiera que involucre a Cuba y que se ha incrementado exponencialmente desde la administración Trump.

Una situación contradictoria

Lo cierto es que un país que enfrenta una fuerte restricción por balanza de pagos, la cual impacta negativamente en el crecimiento, en la oferta de bienes, y en la dinámica y magnitud de la exportaciones, que tiene una fuente de ingresos legítimos en las remesas y cualquier otro dólar de cualquier otra fuente legal, se ve privado de poder sacarles un mayor partido por imposiciones extraterritoriales.

Quienes han tenido que lidiar con la odisea de llevar a término una operación comercial con Cuba conocen perfectamente de las dificultades para lograrlo y de los costos financieros que pueden conllevar.

Disponer de divisas es una necesidad en ascenso de la economía nacional, entre otras cosas, porque la debilidad de su sistema productivo la ha hecho crecientemente dependiente de las importaciones, ahora acrecentada por la pandemia y por las consecuencias de corto plazo de una errónea implementación de la tarea ordenamiento, en especial en el sector agropecuario.

Las remesas, junto con la inversión extranjera y los ingresos generados por las exportaciones son una de las fuentes principales de “liquidez” de la economía nacional y con seguridad la primera de todas las fuentes de “divisas” de la población del país. Existen diferentes estimaciones sobre la magnitud de la remesas, desde los 2000 millones de dólares hasta los 3 500 millones. En los últimos años esos flujos han disminuido, pero aun así, las remesas aventajan prácticamente a todos los sectores de la economía nacional en términos de ingreso neto. No existen cifras públicas sobre su peso como proporción del PIB o de las inversiones, algunas estimaciones las situaban cercanas al 15% para el año 2017, otros trabajos han afirmado que entre 300 millones y 600 millones de dólares anuales de remesas van a la inversión en el sector privado, algo prácticamente imposible de confirmar. En su mayoría la moneda en que se reciben son dólares norteamericanos, y por vías no formales.

Siendo uno de los ingresos más importantes del país desde los años iniciales de la década del noventa, resulta paradójico que Cuba no tenga formulada una política para la captación y utilización de las remesas, recomendaciones al respecto han existido desde hace mucho. También lo es que en todos estos años en que hemos estado sometidos a la persecución de la administración Trump —y todo parece indicar que continuará en el gobierno de Biden—, no se haya podido innovar suficientemente en términos financieros como para encontrar alternativas posibles a ese ataque sistemático del cual no existe ninguna garantía de que vaya a detenerse en un futuro cercano. Por ejemplo, siempre me preguntaré por qué razón no existen más medios de pago electrónicos (tarjetas de débito, giftcards) emitidas por instituciones fuera del control del gobierno norteamericano ¿acaso no es posible?, compañías con posibilidades y decisión de hacerlo seguro existen.

No obstante lo anterior, también se pueden identificar un grupo de acciones con ese propósito en estos últimos años. Listo algunas de ellas:

Opinar sobre los argumentos para tomar esta medida requeriría, al menos en mi caso, de información y datos de los cuales no dispongo. Lo que es innegable es que las medidas tomadas por la administración norteamericana dificultan la colocación de dólares norteamericanos por Cuba en los canales financieros y bancarios internacionales y elevan el costo de cualquier operación de este tipo.

La decisión y su contexto.

No hay señales públicas aún de que la administración Biden-Harris cambie algo sustantivo de lo implementado por la administración Trump. Tiene asuntos más relevantes y al final si un día decide negociar llegará en una buena posición. Cuba es y seguirá siendo una moneda de cambio para las administraciones norteamericanas, algo que vivimos cada cuatro años.

A lo interno, nuestra economía enfrenta graves problemas no resueltos e incluso algunos incrementados después del “ordenamiento”, algo que en cierta medida también era de esperar, dada la magnitud de la devaluación.

Hoy se enfrenta a un proceso inflacionario con una dinámica muy alta, una tasa de cambio cup–dólar que ha multiplicado al menos por tres el valor de la tasa oficial, un mercado negro en físico y en las redes muy difícil de controlar/reducir/eliminar con medidas administrativas y de otros tipos, un déficit de oferta en todos los mercados y en todas las monedas y la permanente deuda de corto plazo a proveedores.

Una tasa de cambio fijo y la pasividad de la política monetaria son también parte de las razones de la situación actual.

¿Cuáles pueden ser los efectos esperados?

De forma inmediata la tasa de cambio del dólar en el mercado informal ha bajado su cotización de los 70 y 72 cup por dólar hasta los 50 -55 cup por dólar. Un efecto esperado, deseado y buscado por las autoridades monetarias cubanas. Sin embargo, no creo posible esperar que disminuya hasta valores cercanos a la tasa oficial, al final el dólar norteamericano físico aunque no tenga “valor de uso” seguirá siendo para todos los cubanos reserva de valor y medio de pago.

Es posible esperar también una reducción de la emisión de las remesas en dólares físicos estadounidense como efecto directo de la medida y a la vez un crecimiento de la paquetería enviada desde Estados Unidos, de la misma forma que aunque las dificultades son elevadas también es posible esperar un incremento de las remesas vía transferencia digital.

Sin embargo, la facturación de las tiendas en divisas es previsible se reduzca, al menos en el corto plazo, debido a la reducción de la demanda debido a la prohibición de recargar las tarjetas en MLC con dólares americanos físicos a partir del día 21 de junio.

De la misma forma la cotización del “dólar plástico” (las tarjetas en MLC) ha subido y es probable siga subiendo, lo cual puede generar una mayor concentración de riqueza, algo muy difícil de gravar adecuadamente, pues una parte de esa operación se producirá fuera de Cuba.

Al sector cuentapropista no exportador —prácticamente todo, pues en nueve meses solo se han realizado poco menos de 100 operaciones de exportación—, se le reducen sus posibilidades de reabastecimiento en el corto plazo, lo cual puede impactar negativamente en la oferta, algo para nada conveniente.

La temporalidad de la medida, atendiendo a las razones dadas, no dependerá de acciones que las autoridades cubanas puedan tomar.

Tampoco parece posible esperar un incremento de la oferta en ninguna moneda ni en ningún mercado, una de las causas principales del crecimiento de la tasa de cambio informal y la correspondiente devaluación real del peso cubano.

¿Y por qué si tenemos problemas para comprar bienes para nuestras tiendas y mejorar la oferta —debido a la imposibilidad de colocar nuestros dólares físicos en los canales financieros internacionales—, entonces no permitimos que cadenas de tiendas internacionales abran establecimientos en Cuba? De esa forma, ¿cuántos problemas nos quitamos de encima?, además de cobrarle a esas compañías impuestos sobre ventas, salario de los trabajadores, arrendamiento de locales y quitarnos de encima, inventario, robo, custodios, incertidumbre con nuestras cuentas, etc.  y lo más importante, mejorar la oferta, en cantidad, variedad y precios, algo tan estratégico y a la vez urgente; en estos tiempo en que la pandemia , Trump+Biden, nuestras fallas estructurales no resueltas y los errores del “ordenamiento” lo han hecho más difícil.

¿Hasta cuándo seguir presos de nuestras propias cabezas “acostumbradas”?

 

Salir de la versión móvil