Construir, construir

En el Vedado, después de Irma. Foto: Buen Ayre Visual.

En el Vedado, después de Irma. Foto: Buen Ayre Visual.

La conversación, como era de esperarse, derivó hacia el tema que nos tiene a todos atentos, ocupados y preocupados, y también –por qué no decirlo– orgullosos: el enorme esfuerzo que todo el país está haciendo para recuperarnos de los tremendos estragos causados por Irma. A los pocos minutos la conversación se concentró en el sector de la construcción –un sector decisivo para crecer y desarrollarnos– que intenta alcanzar la cantidad de habitaciones que se han planeado para el turismo, hacer un país más moderno y menos costoso renovando las infraestructuras y construyendo otras nuevas, y que todos los cubanos puedan tener una vivienda adecuada, capaz de resistir mejor los embates de ciclones tan devastadores como el último.

Hablábamos del sector de la construcción, no del Ministerio de la Construcción, pues son, aunque parezca que no, dos asuntos relativamente diferentes. Lo primero que nos sorprendió es que nuestro sector de la construcción es hoy muy diverso, existen desde empresas estatales, hasta compañía extranjeras que disfrutan casi de exclusividad en proyectos asociados al turismo; hasta cooperativas, cuentapropistas, contratistas y obreros y, junto a ello, toda una industria de materiales de la construcción donde empresas “nacionales” coexisten con las industrias locales que producen materiales para las obras. Confundir el sector de la construcción con el Ministerio de la Construcción y sus empresas subordinadas sería cometer ese tipo de error estadístico que es “aceptar algo falso”.

Por eso le agradezco tanto a aquel buen amigo mío, que me explicó con pelos y señales el éxito de las cooperativas de la construcción en la obra civil del proyecto minero de Castellanos, en Matahambre. Pues sí, la obra civil del proyecto minero más importante que ha acometido el país en los últimos años se hizo por constructores no pertenecientes a empresas del Ministerio de la Construcción: se hizo por cooperativas, con cooperativistas, y se hizo en tiempo y con la calidad requerida.

Qué bueno que un día hace ya varios años, el gobierno cubano autorizara la creación de las cooperativas de construcción en el país. No sé si alguien se sentirá molesto o preocupado por ello, pero yo les confieso que estoy feliz de ese éxito.

Qué gran sorpresa pues es bien conocido que uno de los grandes problemas que tenemos hoy en Cuba es el del incumplimiento de los cronogramas de ejecución, mismo que compite mana a mano con el de la mala calidad de las obras. Por eso me resulta difícil de explicar que en nuestro cartera de inversiones 2016-17 solo tengamos 9 empresas con capital extranjero en el sector y las propuestas hechas solo sean 10 empresas, entre las cuales aparece una sola para la modernización de sistemas ingenieriles.

Sin un sector de la construcción poderoso, competitivo, tecnológicamente avanzado, donde muchas empresas compitan en igualdad de condiciones y con las mismas prerrogativas por los proyectos existentes será muy difícil avanzar hacia el desarrollo y la prosperidad. Y lo cierto es que mucho ha cambiado dentro del sector. Su evolución en los últimos años, atendiendo al valor producido, es como se muestra a continuación.

Tabla 1. Valor de la construcción ejecutada:

Hay dos asuntos a tener presente. Aun cuando la economía nacional ha estado creciendo a una tasa promedio que no rebasa el 3 por ciento, entre el año 2012 y el 2016, el valor total ejecutado en la construcción ha crecido en un 70 por ciento. ¿Si la economía cubana creciera a la tasa a la que se aspira –esto es entre un 5 y un 6 por ciento, a cuánto tuviera que crecer el sector de la construcción? Lo segundo que llama la atención es el ascenso de la participación del sector cooperativo, aun cuando esta no rebase el 8 por ciento del total. Por eso no me explico por qué hoy se ha convertido en un preocupación para algunos.

Otro aspecto que también destaca es la distribución del valor de la construcción por sectores. Así el sector de los servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler y el de la administración pública, defensa, seguridad social… concentran el 43 por ciento de los valores ejecutados, contrastando significativamente con la agricultura (4,1 por ciento), la pesca (0,1 por ciento), industria azucarera (2,1 por ciento), la industria manufacturera (5,0 por ciento), la educación (5,1 poro ciento), la ciencia y la innovación tecnológica (0,7 por ciento) y la salud pública y asistencia social (5,1por ciento). Sin duda, parece que algo habrá que enmendar en las prioridades sectoriales si queremos tener una industria poderosa y agricultura que produzca, al menos, lo que necesitamos para nuestro mercado interno.

Otro punto es de los que siempre está en primer lugar: la vivienda, hoy dañada en cantidades significativos por Irma, pero que siempre ha sido una de los grandes problemas no solucionados a pesar de los esfuerzos. La vivienda es uno de los problemas cuya solución impacta decididamente en la prosperidad y el bienestar de las familias cubanas. No es un problema nuevo: Fidel Castro en La Historia me absolverá lo señala que uno de los flagelos de la sociedad de aquel entonces. No es tampoco un asunto privativo de Cuba, por el contrario, es uno de esos que amenazan a muchas familias en el mundo. Mientras que tener una vivienda propia es quizás de las aspiraciones más queridas de muchas familias en el mundo. En Cuba, una parte muy alta de la población es dueña de su vivienda. Las políticas adoptadas por la Revolución favorecieron esta situación. Sin embargo, el de la vivienda sigue siendo un Problema (con mayúsculas).

En la construcción de vivienda en Cuba se han operado cambios drásticos. En 1995 se construyeron 44,490 viviendas en todo el país, el Estado fue responsable del 54 por ciento, mientras el sector no estatal construía el 46 por ciento. El año 2006 fue el año del boom constructivo en cuanto a viviendas, se terminaron 111,373, correspondiendo al Estado el 26,7 por ciento y al sector no estatal el 73,3 por ciento. A partir de ese año el comportamiento ha sido como se muestra en la tabla más abajo:

Todo indica que el esfuerzo en la construcción de viviendas tendrá que ser incrementado. En 2016 se terminaron menos de la mitad de las viviendas terminadas en 2007, y solo el 67 por ciento de las terminadas en 2011. Revertir ese proceso es sin duda una tarea muy difícil.

El Estado cubano ha implementado un grupo de medidas para facilitar que los ciudadanos puedan asumir esa tarea, sin embargo, los números muestran que no es suficiente. El costo de construcción de una vivienda se ha elevado sustancialmente, por lo que las posibilidades individuales de hacerlo, sin ayuda estatal, están bastante concentradas en un sector reducido de la población, con ingresos suficientes para hacerlo. Cierto es que una parte de los materiales que se necesitan tienen precios relativamente altos y mientras que en otros, la producción nacional y la oferta no son suficientes.

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Se deberá encontrar una mejor combinación de programas, y crear otros nuevos que sumen a los ya existentes y permitan desde el Estado y desde las familias, la creación de fondos no estatales para la construcción de viviendas. También podrían llevarse a efecto otras variantes que posibiliten al Estado concentrarse en las familias y personas con situaciones críticas y recursos realmente insuficientes, a la vez que permitan avanzar más rápido en la construcción de nuevas viviendas. Es necesario que evite que el acceso a una vivienda decorosa sea en un elemento de diferenciación decisivo en nuestro país.

Para todo ello también necesitamos un sector de la construcción que camine junto a las aspiraciones de prosperidad y desarrollo.

*Todos los datos proceden del Anuario Estadístico de Cuba 2016, Edición 2017, Oficina Nacional de Estadísticas e Información, Cuba.

 

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