CUP, CUC, convertidores y moneda total

La Habana, Cuba. Foto: Claudio Pelaez Sordo.

La Habana, Cuba. Foto: Claudio Pelaez Sordo.

Su pregunta me entró en los oídos y me hizo reconocer una realidad no imaginada antes por mí: “Profesor –me dijo– ¿cómo yo viviré ahora cuando haya una sola moneda?” Era una alumna de Pensamiento Económico Universal en la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana. Tenía 19 años.

Fue en 2014, cuando las autoridades cubanas anunciaron el inicio de los trabajos para la erradicación de la dualidad monetaria. Han pasado más de tres años y medio desde entonces. Imagino que mi alumna ya esté graduada, imagino que su preocupación sea la misma.

Pero la pregunta de mi joven estudiante me trajo a la realidad de que existe toda una generación de cubanos, nacidos a finales de los 80 y en los 90, que han vivido su vida en dos monedas (a veces hasta en tres, si pensamos en esa otra innovación nuestra que es la “moneda total”).

Lo que para mí, mi generación y otras anteriores a la mía, es una situación anormal, es para todos ellos los nacidos después, las más normal de todas las situaciones: vivir con dos monedas, comprar con dos monedas, comer con dos monedas, pensar en dos monedas.

Es la generación de la tabla del 24, o quizás de la del 25. Han crecido entre dos monedas, han estudiado entre dos monedas, se han hecho profesionales y técnicos entre dos monedas, han sido felices y han sufrido entre esas dos monedas. Se han sentido prósperos unas veces y otras tremendamente desdichados, con o sin esas dos monedas, pero siempre entre ellas.

Por eso la primera de las falacias que a mi juicio hay que desnudar, es aquella que asocia nuestra futura prosperidad de forma directa a que tengamos una sola moneda y una sola tasa de cambio. No será así. Cuando tengamos una sola moneda y una sola tasa de cambio y un régimen cambiario adecuado, tendremos mejores condiciones para avanzar hacia esa prosperidad deseada, pero esta dependerá de otros múltiples factores que desbordan “lo monetario y cambiario”.

Cuando tengamos una sola moneda, y una sola tasa de cambio y un régimen cambiario adecuado, entonces deberemos velar por la disciplina monetaria. Es quizás uno de los asuntos más sensibles y complicados para cualquier país. En Cuba, cuando se lanzó a la circulación el CUC y luego cuando se le dio curso forzoso en las operaciones entre empresas cubanas y extranjeras, esa moneda tan criticada ahora, era “tan buena como el dólar”, pues las autoridades monetarias cubanas velaban por que no existieran más CUCs en operaciones que los que tenían respaldo real en dólares estadounidenses.

Luego todo cambió, al par de la llamada –y nunca bien realizada– desdolarización, se rompió aquella restricción sobre el CUC, y hoy tenemos dos tipos de CUC, CUC con CL (con certificado de liquidez o respaldo en dólares) y CUC sin CL, otra innovación incuestionable, que resulta una forma particular de reconocer que la tasa de 1 CUC igual a 1 dólar estadounidense, está realmente sobrepreciada, lo que obliga a pensar que el arreglo cambiario en Cuba pasa también por la necesidad de la devaluación del CUC frente al dólar estadounidense, fenómeno que ya está ocurriendo en el mercado informal donde la “tasa de cambio” se ha movido desde los 0,92 o 0,93 centavos de CUC por dólar hasta los 0,97 en las últimas semanas.

Así pues, nuestro problema no es solo que tengamos el CUC y el CUP, ambos caminando por nuestras calles; nuestro problema es que la disciplina establecida para el CUC (y también para el CUP) fue rota y la economía se “infló” con operaciones en CUCs sin respaldo real. Lo mismo ha pasado y pasa con nuestro peso cubano (CUP). El asunto, entre otros, es la disciplina monetaria. Porque, como afirma Niall Fergusson en su libro El triunfo del dinero, el dinero es confianza inscrita. Por eso mientras existió aquella disciplina, la economía en CUC cumplía con su cometido.

Hoy tenemos centenares de personas trabajando para corregir este asunto, expertos internacionales, según se ha dicho. Tendrán que encontrar respuestas correctas, y sobre todo duraderas, a problemas como los que siguen:

a) Una economía dividida al menos en dos grandes sectores: el sector que opera a una tasa de conversión 24/25 CUP por dólar o CUC que desde hace ya muchos años se ha “adaptado” a la devaluación del CUP y por lo tanto costos, precios, salarios, etcétera, están “ajustados” a esa tasa. Ahí están la población cuando compra en la tienda en divisa y lógicamente el sector no estatal, que debe adquirir materias primas y paga salario a esa tasa de 24 a 1; y aquel otro sector, el estatal, que aún hoy opera con una tasa oficial con paridad 1 a 1 entre esas dos monedas, pero a la vez con múltiples “convertidores monetarios” y una moneda de cuenta , la llamada “moneda total”, que para nada puede dar señales correctas para la asignación de recursos.

¿Por qué no comenzar por el sector estatal, e intentar alcanzar una sola tasa de cambio para este, como primer paso para luego alcanzar la unificación cambiaria entre la que surja en aquel sector y la existente hoy para la población de 24/25 por CUC o dólar estadounidense?

b) La magnitud de la tasa es otro gran reto. Al parecer en las experiencias de este tipo, la magnitud de la devaluación es decisiva. No sería conveniente tener que volver a devaluar luego de haber decretado una primera devaluación, pues las devaluaciones sucesivas generan incertidumbre y obligan a nuevos “ajustes”, de costos, precio, salarios y también de las “expectativas” de los agentes económicos. Sin duda, una de las principales restricciones será la “capacidad fiscal” para respaldar ese proceso.

c) La necesidad de adoptar un régimen cambiario adecuado; algo que debe ser decidido antes de la unificación y garantice la convertibilidad en ambos sentidos. En especial ese régimen debe prevenir el surgimiento de nuevas distorsiones como las que padece nuestra economía hoy. Recordemos que una respuesta casi automática al déficit comercial externo es la devaluación de la moneda. Pues bien, desde 1960 la balanza comercial de Cuba es deficitaria, sin embargo, la devaluación de la moneda siempre fue algo pospuesto, hecho que puede ser explicado, pero la explicación no evita los efectos negativos sobre nuestra economía en el mediano y largo plazo que trajo el no haber devaluado.

d) Asegurar la capacidad para manejar los “impulsos inflacionarios” que la devaluación debe provocar en un determinado plazo de tiempo es otro de los grandes retos. La inflación descontrolada es algo demostrado que constituye uno de los peores enemigos de cualquier economía. Afecta de forma directa el ingreso real, esto es, tanto salarios, pensiones, así como utilidades y rendimientos de la inversión y puedo provocar una retracción en el ahorro ordinario, pues si la tasa de inflación es mayor que la tasa de interés, entonces la tasa de interés real sería negativa. En Cuba, el control directo de los precios por parte del Estado ha “evitado” el incremento de precios; sin embargo, se ha pagado un alto costo en el mediano y largo plazo en términos de productividad, eficiencia y asignación eficiente de recursos.

La historia monetaria de nuestro país nos dice que “vivir con dos monedas” no es un fenómeno nuevo, pasó en las primeras décadas del siglo XX, lo que no habíamos conocido en esa época era la dualidad cambiaria.

El dinero, esa rara mercancía que comenzó siendo cualquiera que por su valor de uso fuera generalmente aceptado por todos como el equivalente preferido, ha evolucionado tanto, que luego de tomar cuerpo en el oro y la plata y otros metales preciosos, dejó ese cuerpo sólido para vestirse de papel, luego de cheques de banco y de títulos de valor de renta fija y variable. Un día apareció vestido de plástico en forma de tarjetas de débito y crédito y otras más, luego desapareció materialmente en el espacio digital y ahora se ha vestido de cryptomonedas, algo tan aparentemente alejado de la economía real, que cuesta trabajo hasta imaginarlo.

Pero a pesar de ello, todavía hoy el dinero importa y aunque quizás no sea lo más importante, el mal manejo del dinero se paga todos los días y también en el largo plazo, porque ese mal manejo lo convierte en “no fiable”. Por eso hay que comenzar a resolver esta ya muy larga historia de desentendidos.

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