De empresas y de empresarios (I)

Empresa cubana

La reforma de la empresa estatal socialista es un componente fundamental en el proceso de actualización del modelo económico / Foto: Roberto Ruiz.

El mundo empresarial cubano ha experimentado una diversificación significativa en los últimos años. Para algunos esa diversificación es la manera lógica que tiene la economía cubana de adecuarse a las nuevas condiciones en las que tiene que vivir y desarrollarse, en el extremo y muy extremo, están los que piensan que esa diversificación es un síntoma de debilidad del socialismo cubano que ellos ya imaginaron, muchas veces, calco de aquel que intentamos construir cuando el campo socialista y la Unión Soviética.

Dentro de ese amplio marco de discusiones y opiniones diversas, hay también quienes atribuyen una parte de los males que aquejan a nuestras empresas estatales socialistas al surgimiento y expansión de un sector no estatal (cooperativo, privado nacional y privado extranjero) fomentado por nuestro gobierno como elemento necesario de la transformación imprescindible. ¿Y antes de que este sector surgiera y se expandiera, cuál era la causa de la ineficiencia de nuestras empresas estatales socialistas?

También están aquellos otros que entienden que seguir esforzándose en mantener un sector empresarial estatal socialista no tiene sentido. ¿Y entonces cómo logramos construir una sociedad socialista?

Y claro, están los que –y ahora me incluyo– defienden la idea de un tejido empresarial diverso en formas de propiedad y de gestión, liderado por la empresa estatal socialista, consolidada en sectores realmente estratégicos, o sea, que aporten de manera decisiva a los ejes estratégicos. Un sector empresarial, adecuadamente regulado, funcional a los propósitos de edificar el socialismo próspero y sostenible que se desea alcanzar en este país que debe seguir siendo soberano e independiente y que debe construir una democracia que satisfaga esos propósitos.

Toda esa diversidad de criterios es también el producto de preocupaciones de índole política e ideológica, legítimas sin duda, pues en estos últimos 500 años en que el homo sapiens ha devenido en casi dios, la empresa se ha constituido no solo en “célula” fundamental / esencial de la economía de un país sino también de su dinámica social y política. También es así para nuestro socialismo cubano.

Pero la diversidad de criterios, lejos de ser perjudicial, es la principal fuente de las buenas soluciones. Así que bienvenida la discrepancia.

Sin embargo, creo que entender la actualidad de la empresa cubana nos obliga a conocer la historia de su evolución. Tomaré el riesgo de hacer una descripción sintética de ese largo y complejo proceso, donde lamentablemente no tenemos (al menos no la conozco) una “taxonomía de la evolución de las empresas cubanas desde 1959”.

Adelanto que es imposible aislar la evolución de ese mundo empresarial de las condicionantes políticas y sociales del proceso revolucionario –incluido por supuesto el bloqueo del gobierno de Estados Unidos de América y nuestra relación estratégica con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Ambas, relaciones de dependencias, aunque esencialmente diferentes, que condicionaron en gran medida la estructura empresarial, la forma de organización y el sistema regulatorio de nuestras empresas.

La Historia sí importa. El mundo empresarial que la Revolución Cubana encuentra en 1959 fue el resultado de la evolución de una economía que hasta más allá de la mitad del siglo XIX basó su dinámica y riqueza en la explotación del trabajo esclavo y en un producto líder en el mercado mundial: el azúcar.

Luego, desde inicios del siglo XX ese entramado empresarial cambiaría drásticamente en su estructura y en sus maneras de organizarse. “La elevada dependencia de nuestro comercio exterior, el fenómeno del latifundio, la extremada especialización de la producción, la progresión del capital foráneo” [1], la inmigración masiva de peninsulares españoles que ocuparon un lugar destacado en la dinámica económica del país y la presencia dominante de las empresas norteamericanas en renglones decisivos de la economía nacional, fueron decisivos en esa configuración moderna de la empresa cubana en aquellas primeras décadas.

Así, el mundo empresarial cubano de la primera mitad del siglo XX se desarrolló dentro de un país subdesarrollado, tremendamente desigual y dependiente, pero a la vez y contradictoriamente, con una no despreciable propensión a la modernidad tecnológica y al mercado mundial. Ese mundo empresarial[2] en sí mismo fue el reflejo de esa tremenda contradicción que emana de la convivencia de la modernidad y el subdesarrollo, tan gráfica en la Cuba anterior a 1959.

Necesitamos conocer la historia, busquemos una foto de aquel mundo empresarial.

Fuente: Jiménez Soler G.

Obviamente aquí no están todas, están solo las más significativas. Lamentablemente no tenemos datos para asegurar que estas empresas significaban el 80 por ciento del PIB de 1958, pero es posible que se acerquen bastante a esa proporción; especialmente si tenemos en cuenta que para aquella época la industria azucarera y el turismo eran los dos sectores más importantes de nuestro país.

Faltarían en esta foto otras muchas. No están los más de 67 000 colonos no propietarios de tierra (convertidos la mayoría en propietarios en virtud de la ley de Reforma Agraria del Gobierno Revolucionario), tampoco aparecen los pequeños comercios minoristas –más de 6 500– y comisionistas –700– sólo en La Habana[3], pero que alcanzaban los 20 000[4] en todos el país. Tampoco aparecen los llamados “chinchales” y los trabajadores a domicilio del sector industrial que hacían las 2/3 partes de todo el sector industrial no azucarero, estatizados después en 1968. En fin, todo ese enorme número de trabajadores por cuenta propia, micro, pequeñas y medianas empresas que eran también, en buena medida, parte del pueblo definido por Fidel Castro en La Historia me absolverá.

Aquel universo empresarial, con todas sus deformaciones, funcionaba todo él bajo las leyes del mercado, dentro de un entorno regulatorio muy laxo, donde por ejemplo, “el Ministerio de Hacienda, el organismo recaudador, era una de las instituciones más débiles, sin prestigio y en extremo corrupto… y mientras el Código de Comercio obligaba en su artículo 157 a publicar en la Gaceta Oficial los balances contables, tal estipulación era en general desconocida y su incumplimiento carecía de sanción alguna”[5]. Por cierto, ese código aún está vigente.

En resumen, “el rechazo de gobernantes y políticos a legislar un ordenamiento pleno en el campo empresarial, fiscal o bolsístico… les facilitaba enmascarar sus bienes de origen turbio mediante testaferros y acciones al portador”[6].

El mundo empresarial que hereda la Revolución es así de variopinto. Con empresarios de alta escuela y bien entrenados en una parte de ese ¿sistema? empresarial y otros, en buena parte la mayoría, con pocos conocimientos de “managment” y una instrucción elemental, que en lo fundamental practicaban la “dirección por intuición” y en buena medida, sobre todo en ese segmento de micro, pequeñas y medianas empresas, sobrevivían en el día a día, con baja tecnología y sin inquietudes innovadoras, salvo muy raras excepciones.

Ese mundo empresarial fue también el escenario de polémicas nunca superadas, como la que existió entre un sector empresarial interesado en producir para el mercado nacional y aquel otro cuyo interés principal era gozar de todas las prebendas posibles para importar, en lo fundamental desde Estados Unidos, la mayoría de los bienes que el país necesitaba y que dado su poder político y capacidad para obtener “privilegios” constantemente escatimaría a aquel otro es posibilidad.

Con el triunfo y profundización de la Revolución no solo se destruye el aparato estatal burgués, sino también el mundo empresarial creado con anterioridad. En parte por la lógica de la aplicación del Programa del Moncada, en parte por la reducción primero y luego la terminación de las relaciones económicas y financieras con Estados Unidos y la implantación del Bloqueo; en parte también por el comienzo de la construcción del socialismo en condiciones de subdesarrollo y también por la expansión de una visión “romántica” de cómo construirlo. También desaparece aquel empresario en un por ciento elevado porque abandonan el país, o porque no son políticamente confiables para dirigir las empresas nacionalizadas y estatizadas, etcétera.

De aquel abigarrado y diverso mundo empresarial pasamos a otro, condicionado por factores externos (bloqueo estadounidense y aislamiento económico) e internos (construcción de un socialismo muy cercano al soviético…) mucho más homogéneo cuya figura protagonista ha sido la empresa estatal socialista, que rápidamente ganó espacio hasta que se hizo prácticamente única, situación que solo cambio hace poco más de veinte años.

A esa otra parte de nuestra historia empresarial volveremos la próxima vez.

Notas

[1] Zanetti O. En Las empresas de Cuba 1958 Jiménez Soler G. . Prólogo.

[2] Jiménez Soler G. En Las empresas de Cuba 1958. Editorial Ciencias Sociales, 2014.

[3] Jiménez Soler G. Pág. Pág. 7

[4] Castro Ruz F. La historia me absolverá.

[5] Jiménez Soler G. Pág. 11.

[6] Idem. Ant.

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