El diseño y la realidad

Se hace mucho más fácil explicar la capacidad de nuestro sistema productivo para obtener un producto tan sofisticado como una vacuna, que explicar su incapacidad para producir cerdos, o azúcar, o pollos de ceba, o boniatos, o maíz.

Foto: Otmaro Rodríguez

Dime mi herma, ¿qué es más difícil, producir vacunas o producir puercos? Esa fue la pregunta de mi amigo Goyo, su regalo por el reencuentro y por este fin de año.

Sin dudas, esa es la gran paradoja de nuestra realidad. Y cuesta mucho explicarla. Se hace mucho más fácil explicar la capacidad de nuestro sistema productivo para obtener un producto tan sofisticado como una vacuna, que explicar su incapacidad para producir cerdos, o azúcar, o pollos de ceba, o boniatos, o maíz.

Este año 2021, uno de los más aciagos que la población cubana haya vivido, en especial por la dureza con que la pandemia nos golpeó, termina con un éxito innegable, la capacidad demostrada de un grupo de industrias e institutos científicos para producir en tiempo record y con todas las de la ley, un grupo de vacunas que han permitido, al menos hasta hoy, controlar de forma efectiva la COVID-19. Es cierto que no fue lo único, pero sin las vacunas todo hubiera sido muy diferente.

No ocurre así con la economía. Mas allá de las cifras del PIB, lo que la mayoría de la población percibe hoy es que su economía, la de todos los días, la del salario monetariamente ordenado, no mejora. El 2021 convirtió en cotidiano y repetitivo el término inflación, hizo común la MLC (Moneda Libremente Convertible) y nos ha permitido el ejercicio de la conversión monetaria múltiple —ayudándonos a mejorar nuestras habilidades aritméticas— y consolidó la “cola” en su triple papel, el de proveer ingresos no provenientes del trabajo formal, el de proveer a las “cadenas” informales, alimentando el mercado negro y la especulación y el de alimentar la dinámica inflacionaria. Cierto que nada de esto estaba en “el diseño”, pero ha ocurrido.

He escuchado en reiteradas ocasiones argumentar que parte de las causas de lo que ha ocurrido en nuestra economía está en el hecho de que la realidad no siguió al diseño. Si el diseño estuvo perfecto o no en los papeles ya no es relevante, lo cierto es que la realidad lo sobrepasó sumamente rápido, de hecho en mi opinión personal ya estaba sobrepasado antes del 1 de enero del 2021, si atendemos a esa señal del “mercado cambiario informal” donde ya el dólar se cotizaba entre 36 y 40 CUP. En otras palabras, ya en ese momento la nueva tasa de cambio “única” y formal estaba “retrasada” con relación a lo que “el mercado” pagaba por esos mismos dólares.

Otra de las “señales del mercado” fue el crecimiento de los precios durante el 2020, algo que utilizando el Índice de Precios al Consumidor se estimó en 18, 5 %  de variación en el 2020, un crecimiento de casi 20 puntos porcentuales con respecto al 2019 y que tuvo su expresión palpable en los mercados agropecuarios, lo que indujo a la decisión de topar precios, provocando un desabastecimiento aun mayor. Es cierto que hoy el crecimiento de los precios es de tres y hasta cuatro dígitos para algunos productos y servicios y que la especulación se ha expandido en todas las direcciones, dada la “pasividad” de la oferta y la baja respuesta de la producción. Quizás el diseño no entendió las señales.

Sin embargo, creo que entender lo que ha pasado este 2021 nos obliga a no conformarnos con la evolución de este mismo año. Parte de los problemas de hoy responden a deficiencias que se fueron acumulando en los años anteriores y que tampoco aquellos otros diseños lograron corregir.

Una de ellas ayuda a entender la débil respuesta productiva y también el relativamente alto deterioro de nuestras sistema productivo, me refiero a la inversión. Cuba tiene pocos recursos para invertir, de hecho poco mas de 9 mil millones de pesos, 8,4% del PIB a precios corrientes (poco mas del 15% del PIB a precios constantes). Es sabido que esos volúmenes de inversión son insuficientes. Si a los pocos recursos para invertir se le suma que su asignación sectorial no es la más adecuada, entonces tenemos otra explicación para la debilidad de nuestro sistema productivo.

Estructura sectorial de la inversión acumulada 2016 – 2020

 

La distribución sectorial que se muestra en el gráfico permite al menos avanzar la hipótesis de que una de las causas de la debilidad de nuestro sistema productivo y de nuestra poca destreza para producir alimentos tiene que ver con esta asignación de los recursos de inversión.

Los recursos asignados al sector productor de bienes en su conjunto es mucho menor que el asignado al sector del comercio, la hotelería y la “construcción inmobiliaria”, como se muestra en el gráfico siguiente.

Estructura de la inversión por grandes sectores agregados

No parece posible aspirar a encontrar la senda del decrecimiento económico, del incremento de la oferta con bienes nacionales si la mayor proporción de la inversión es colocada en sectores que no los producen. Tendremos habitaciones para turistas, pero no tendremos, ni pescado nacional, ni productos nacionales para esos mismos turistas.

De otra parte quedan preocupaciones de más largo plazo. Si realmente se desea transformar productivamente el país y aprovechar esa ventaja reconocida asociada al capital humano, entonces habrá que dedicarle más recursos de inversión a la ciencia, la educación y la salud. De no hacerlo se corre el riesgo de perder una ventaja adquirida que es probablemente el resultado más importante de las estrategias de desarrollo entre los años 60 y 90 del siglo pasado. En resumen, según los datos, la asignación de recursos de inversión entre los grandes sectores agregados de nuestra economía no es coherente con la transformación productiva deseada y con el aprovechamiento del potencial humano, la ciencia y la innovación. Corregir esa asignación parece una necesidad impostergable.

Sin dudas la asignación no es el único de los problemas asociados a la inversión, su ejecución eficiente y el rendimiento de los fondos son también aspectos decisivos. Pero si los recursos de inversión no se asignan a donde realmente hace falta, lo demás va siendo secundario.

Parece entonces que la realidad pudo más que el diseño o quizás haya que decir que aquel diseño no logró captar en toda su riqueza la realidad donde se iba a aplicar. En todo caso lo que resulta claro leyendo los datos es que se necesita un nuevo diseño.

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