El tiempo, el implacable, el que pasó…

Hacer casi eterna en el tiempo la implementación de medidas económicas anunciadas y vueltas a anunciar es costoso.

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

Releía los comentarios a un  artículo aparecido en Cubadebate y recordé esa magnífica canción de Pablo Milanés, pues en buena parte de ellos era posible detectar ese sinsabor de un grupo de personas que siente que ese viajero incansable que es el tiempo, se la va entre las manos.

Luego, el amigo y colega Pedro Monreal me recordaba la importancia del tiempo en el manejo macroeconómico. Como no lo voy a hacer mejor que él reproduzco, con su permiso, sus comentarios al respecto:

Hay por lo menos tres conceptos de gestión macroeconómica relativos a la variable “tiempo” que deberían considerarse:

 El “desfasaje interno” (inside lag): el tiempo transcurrido entre el shock económico y la respuesta de política económica.

 El “desfasaje externo” (outside lag): el tiempo transcurrido entre la respuesta de política económica y su impacto en la economía.

 Y quizás el más importante de todos “la inconsistencia en el tiempo” (time inconsistency): determinadas políticas que parecen “óptimas” cuando se anuncian, dejan de ser las políticas adecuadas cuando pasa algún tiempo.

 De hecho, una de las posibles causas de “la inconsistencia en el tiempo” es que el anuncio de futuras política puede afectar la marcha de la economía en el presente, es decir, con anterioridad a la aplicación de las medidas. Si con el anuncio se cambia el comportamiento de determinados actores ahora, entonces la política anunciada pudiera dejar de ser “óptima”.

En términos de teoría económica son fenómenos a los cuales se le ha dedicado mucha atención, están asociados a los comportamientos de los agentes económicos, a sus expectativas, y se han agrupado en dos corrientes fundamentales denominadas expectativas adaptativas una y la otra expectativas racionales. Hay muchos libros y hasta un Premio Nobel por el medio de esta historia.

En los dos primeros “desfases” el diseño institucional es clave, las intermediaciones y demoras que en ambos casos se producen debido a un diseño institucional que queda retrasado o que a pesar de que se intenta adecuar a las nuevas condiciones no logra hacerlo por factores de tipo “subjetivo”, cuesta y cuesta caro, aun cuando no sea posible medirlo.

Es cierto que todo este profundo, complicado, complejo, enrevesado, difícil proceso de transformaciones en el que el país está enfrascado y la población está atrapada, se ha hecho bajo la premisa de “sin prisa, pero sin pausa”. Es cierto también que en estos asuntos de tanta complejidad y todos los otros adjetivos que he usado arriba, la prisa no es lo más aconsejable.

Sin embargo, no debiera entenderse, al menos en economía, que ir sin prisa significa tomarse todo el tiempo del mundo desconociendo la importancia del factor tiempo en la toma de decisiones.

También hay que atender el sentido político del tiempo, esto es, el impacto que sobre los seres humanos tiene la extensión indefinida de procesos de los cuales esos mismos seres humanos son objetos y sujetos y de los cuales esperan resultados que, al menos en nuestro caso, parece seguirán demorando.

La cautela es necesaria, pero la lentitud es costosa.

Vi en uno de los reportajes de la televisión y me agradó, la vehemencia con que nuestro joven Ministro de Economía y Planificación reclamaba decisiones ágiles y rápidas y me resultó un contraste muy fuerte con otras intervenciones que también vi, donde lejos del espíritu del joven Ministro, otras personas volvían a reclamar más tiempo para seguir estudiando algo que ya está más que estudiado, y para seguir experimentando algo que ya ha sido más que experimentado.

Es para mí sorprenderte porque estos son tiempos de andar con el paso largo y firme y no por eso dejar de ser cautelosos. Y no solo por las amenazas del sempiterno gobierno de Estados Unidos y su presidente showman, sino, porque nuestro país lo viene necesitando desde antes de Mr. Trump, entre otras razones, porque una parte de nuestros jóvenes lamentablemente emigran, una parte considerable de nuestra población vive en situación de pobreza y otra parte se convierte en comerciantes de oportunidad y se van olvidando la instrucción adquirida, las habilidades profesionales ganadas con años de estudio y con un enorme sacrificio de todos los cubanos.

El tiempo, esa variable que es decisiva para las personas, también lo es para las empresas y los países donde esas personas viven y aquellas empresas funcionan.

Si las empresas cubanas, sea cual sea la razón, no logran responder a tiempo a una oportunidad de mercado no exportarán.

Decía John Maynard Keynes hace ya mucho tiempo que se debe conocer mejor que el mercado lo que traerá el futuro. Eso es cierto, pero no basta, si se quiere tener éxito en las exportaciones, por ejemplo, además de conocer mejor que el mercado el futuro,  habrá que anticiparse a él.

Demorar la respuesta a un shock es tan costoso como responder de manera inadecuada, o con medidas que no atacan la raíz del problema.

Hacer casi eterna en el tiempo la implementación de medidas anunciadas y vueltas a anunciar es igual de costoso.

Pongamos algunos ejemplos:

Son sólo algunos ejemplos de cuánto cuesta el factor tiempo aun cuando no podamos ponerle una cifra al lado de ese cuenta que se debe llamar tiempo perdido (y que por cierto sí se utiliza en la producción azucarera).

Reitero una idea que ya he utilizado otras veces para ilustrar este asunto del tiempo: mis estudiantes de Economía que se graduaron en 1990 dentro de un año cumplirán treinta años de graduados. Sus hijos, que probablemente hayan nacido en la década del noventa estarán ya graduados. Es el tiempo que no hay cómo recuperarlo.  Y es que un día nos pasa como dice Pablo en esa bella canción: “Al hacer un recuento ya nos vamos y la vida pasó sin darnos cuenta”.

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