La dulce francesa

Artemisa, Cuba. Foto: Ramón Espinosa / AP

Foto: Ramón Espinosa / AP.

“Francesa, mi hermano, y está buenísima. Si mi abuelo se levanta de la tumba va directo pa’l cardiovascular y sin regreso”. Así me dijo mi amigo Goyo para sacudirme en la cara un hecho rarísimo: se estaba vendiendo en las bodegas “por la cuota” un azúcar blanco refino importado de… Francia. Al menos los sacos donde viene dicen eso, aunque me parece obvio que no ha sido producida en ningún central azucarero que muela caña de azúcar en ese país de Europa.

Volví a mi casa, tomé en la mano un puñado de esa azúcar y comprobé lo que mi amigo me había dicho. Era cierto, era francesa y estaba buenísima. La calidad del grano, de un blanco transparente como pequeños pedacitos de piedras preciosas, con muy poca o ninguna humedad, contrastan con el azúcar refino nacional, cuando este existe.

Varias imágenes vinieron a mi mente, desde el rostro de mi abuelo hasta la figura del político de mi brigada en la Zafra del 70, cuando todos los estudiantes del Pre del Vedado (y de todos los otros Pre de Cuba) pasamos meses cortando caña (a veces caña quemada, a veces para normas técnica, a veces a lo australiano) y nos afanábamos por aportar a la meta colectiva de los 10 millones.

Por eso del azúcar refino, también me vino al recuerdo un pequeño pueblo casi perdido en el norte de la hoy provincia de Mayabeque, que por los años 20 o 30, vio nacer una fábrica de refinar azúcar y que produjo durante mucho tiempo uno de los refinos de mejor calidad del mundo. El Central se llamaba Jersy[1], (luego de haber sido cubanizado su nombre, que en inglés es, o era Hershey) y fue fundado por el mismo industrial norteamericano (Milton Hershey, 1857-1945) que años antes creara la marca de chocolate Hershey, en su tiempo la más famosa del mundo y erigiera un emporio industrial y una ciudad (la ciudad de Hershey) que todavía hoy sigue produciendo ese mismo producto. El pueblo, el central –refinadora, unos jardines de especial belleza y ¡sorpresa! un tren eléctrico (el tren de Jersy) que comunicaba a la Habana con Matanzas[2] y de alguna manera era la vida de pequeños pueblos en el entorno de la vía.

Lo cierto es que en otras ocasiones, Cuba se ha visto en la necesidad de importar azúcar refino para satisfacer la demanda nacional, en especial la que se entrega por la libreta, pues una parte importante de la producción nacional debe ser empleada para pagar compromisos internacionales, en lo fundamental créditos recibidos. Lo cierto también es que nuestra producción nacional desde hace ya algún tiempo apenas alcanza los niveles de producción de azúcar que se obtenían a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

La producción azucarera cubana ha encontrado un listón difícil de sobrepasar en los 2 millones de toneladas[3] (base 96), a pesar de que las capacidades existentes hoy permitirían producir mas de 3 millones.  La producción cayó en picada en la zafra 2018, al producir solamente 1,1 millones de toneladas. Cierto que hubo afectaciones climatológicas, pero no solo  la “madre natura” tiene que ver.  Mientras la producción de azúcar refino, según muestran los datos no ha alcanzado los 350 mil toneladas en los últimos cinco años.

Consecuente con esa caída de la producción, los volúmenes de exportación de azúcar no han rebasado los 1,5 millones de toneladas con ingresos que en ningún año entre 2011 y 2016 han alcanzado los 450 millones de dólares.

No alcanzar mayores volúmenes de producción para poder exportar más, ha implicado dejar de obtener ingresos considerables. Soló para que se tenga una idea de los ingresos perdidos se reproduce más abajo los precios promedios del azúcar del contrato No. 11 de la bolsa de Nueva York y lo que ha significado no poder exportar un millón de toneladas más.

Precio Promedio anual en Centavos usd/ lib Ingresos dejado de percibir en millones de dólares por tonelada
2013 17,47733104 384.501.282,82
2014 16,33606397 359.393.407,43
2015 13,14142185 289.111.280,70
2016 18,14367731 399.160.900,84
2017 15,83465496 348.362.409,10

Esto es, si aceptamos que tenemos capacidad para producir al menos 3 millones de toneladas de azúcar, entonces, en los últimos cuatro años, se han dejado de ingresar al país 1.780.529.280,89 dólares, sin dudas algo mucho más dañino que las famosas manzanas de La Puntilla.

Imaginemos que el 30% de ese ingreso se hubiera dedicado a reinvertirlo en el propio sistema o cadena productiva del azúcar y que el 10% se invirtiera en fomentar la industria química a partir del alcohol. Imaginemos cuanto petróleo se podría ahorrar y cuanta polución se evitaría si producto de esos esfuerzos se hubiera podido desarrollar un sistema de transporte basado en el alcohol.

En los mismos años en que Cuba reducía drásticamente su capacidad de producción de azúcar, Brasil expandía sus capacidades y las modernizaba de tal forma que hoy constituye una industria con una alta flexibilidad para moverse entre la producción de azúcar y la de alcohol.

En Cuba sin embargo, la industria de la caña de azúcar, donde tenemos ventajas naturales innegables y donde tuvimos una cultura a nivel mundial, ha visto pasar los días en que era la principal fuente de empleo del país y también la principal fuente de ingresos externos. En el año 2016 solo alcanzó a emplear 48, 2 mil personas entre hombres y mujeres (en el 2014, 69 mil personas; en el 2015, 55 mil). La pérdida de ese cantidad de empleo no solo significa la pérdida de la persona física, sino también la pérdida de un intangible, el conocimiento asociado a esa actividad. Pero así ha sido, la “destrucción no creativa” de la planta industrial azucarera cubana significó también la pérdida de un intangible de incalculable valor, la “cultura azucarera”  cuyo impacto en la situación actual de la industria resulta muy difícil de estimar, pero es sin dudas muy alto.

Sin embargo, el sector ha experimentado una recuperación en los volúmenes de inversión en los últimos años, desde los 85 millones de pesos en el 2011, hasta los 204 millones en el 2016, aunque su participación porcentual en el total de las inversiones  nunca ha rebasado el 3,5 % en los años comprendidos entre el 2011 y el 2016.

Los salarios que se pagan, son, según el Anuario Estadístico de Cuba del 2016,  de los mejores, sino el mejor del país y para ese año eran en mas de un 60% superiores al salario promedio nacional (1 246 pesos cubanos por 740 cup).

Inversiones en crecimiento, salarios mejores que los de otros sectores. Pero el azúcar sigue brotando con poca fuerza de la caña o del Central y Cuba este año ha tenido que hacer compras de azúcar para poder completar la cuota que se entrega de forma racionada.

Recuerdo mas de una tesis acerca del rol de la industria de la caña de azúcar en la economía del país. Sobre su amplia versatilidad que le permite producir desde alimentos hasta energía renovable. De hecho es en esa dirección hacia donde apuntan hoy todos los ojos y también la inversión extranjera directa porque es indudable que tiene potencialidades únicas para cambiar la matriz energética cubana.

Siempre llama la atención que, siendo Cuba un país con condiciones naturales  muy ventajosas para la producción de azúcar de caña, el sector haya estado en la práctica excluido de la Inversión Extranjera Directa desde los mismos inicios de la misma a finales de los ochenta, a pesar de las necesidades de modernización tecnológica que esta industria tiene y las “facilidades” de obtener retorno en tanto es un comodity. Cuando aquello, se identificaba a la “industria azucarera” como la industria emblemática del sector industrial cubano. No hubo inversión extranjera directa, un hubo nuevos recursos para invertir y h la que fuera “industria nacional” es apenas la tercera parte de lo que fue, razón por la cual, quizás sea mas factible hoy impulsar la inversión de capital extranjero en toda la cadena productiva del sector.

Este mes, endulzaremos el ¿café? con azúcar francesa, hubo un tiempo en que le tocó al azúcar de Colombia cumplir ese rol. Espero no tener que endulzar el café con azúcar rusa producida en Siberia bajo asesoramiento de técnicos azucareros cubanos, pero a estas alturas casi todo es posible, menos que el que fuera central Camilo Cienfuegos, antiguo Hershey renazca de sus ruinas.

1] Llego a ser uno de los mayores y más eficientes de Cuba, su capacidad de molienda era de 560 mil arrobas diarias. Entre sus instalaciones se destacaba una refinería de azúcar, considerada en esa época como la mayor y más completa del país; una planta extractora de aceites de girasol y una henequenera, entre otras instalaciones industriales.

[2] A diferencias de los ferrocarriles tradicionales este funcionaba con energía eléctrica que le proporcionaba una planta eléctrica del mismo central, con los subproductos que se originaban (bagazo de la caña). La energía eléctrica (1200 volts) también abastecía las viviendas del batey, los poblados vecinos en un radio de 40 km y hasta los tranvías de la ciudad de Matanzas.

 

[3] ONEI, Anuario estadístico de Cuba 2017, Cap. 11. Tabla 11.4

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