La emigración en la economía cubana, más allá de las remesas

Pensar en la emigración como una fortaleza del país, buscar la forma de poder aprovechar ese potencial humano de mejor manera, es también pensar como país.

Foto: Otmaro Rodríguez.

Mientras un son de Los Van Van llena los espacios del local, una bailarina profesional cubana, hace ya varios años emigrada[1] en Varsovia, le indica a mujeres y hombres polacos, los pasos elementales para seguir la música de Formell. Ella empezó estas clases con una decena de “alumnos” como un recurso para sobrevivir en un país que apenas conocía –menos el idioma. Hoy tiene más de 4 000 estudiantes, muchos han aprendido el español a lo cubano y otros tantos han viajado a la Isla para conocer el origen in situ de la música y del baile que tanto gustan.

En Varsovia, en pleno invierno, ella divulga nuestra cultura, maneras de hablar el “español”, costumbres y sitios de su tierra natal. Es quizás una de las mejores formas de hacer promoción: cara a cara, boca a boca, cuerpo a cuerpo, porque así lo exige el baile. Gracias a esas habilidades también logra obtener ingresos, una parte de los cuales envía a Cuba, para “ayudar” a sus padres y a que su hermana pequeña realice sus sueños de ser abogada, y ahorra un poco cada mes porque aspira a tener su propio negocio en su patria.

Como fenómeno mundial que marca esta época, la migración masiva devino pandemia y derecho individual, además de recurso económico para muchos países. En Cuba, la emigración, por virtud del tiempo que todo lo puede, de los cambios aquí “adentro” y allá “afuera”, del paso generacional, de la imperiosa necesidad económica de las familias y el país, del ansia individual de encontrar mejores opciones o del diseño familiar de sobrevivencia, del deslumbramiento acrecentado de lo “foráneo” o de la decepción repetida de fallidos intentos de “levantar cabeza” en el patio, ha devenido, de hecho excepcional marcado políticamente, a suceso cotidiano y normal que aun sin perder ese halo desgarrador, ha dejado de ser terriblemente trágico.[2]

Todos los cubanos de hoy somos hijos, nietos o bisnietos de inmigrantes y, a la vez, padres abuelos o bisabuelos de emigrantes reales o potenciales.

Hay cubanos emigrantes en todos los confines del mundo, desde Alaska hasta la Patagonia, desde la costa este de Estado Unidos hasta la tierra del sol naciente. No escapan de nosotros ni la impresionante Siberia rusa, ni tampoco las cálidas y siempre míticas islas del Océano Índico, aunque la mayoría de los emigrantes cubanos se concentran probablemente en apenas unos tres-cuatro países; Estados Unidos, España y probablemente México.[3]

Pero sin dudas, emigración y remesas van de la mano, en el mundo y en Cuba. Los flujos mundiales de remesas son cada vez mayores y el papel de estas en las economías de algunos países es decisivo, no solo por su monto absoluto, sino también por su peso en los ingresos externos y por su papel dinamizador de la demanda doméstica y la inversión.[4]

También en Cuba ese rol de las remesas es significativo. Las remesas alcanzan un monto de entre los 2 000 y 3 000 millones de dólares, cifra comparable al monto total de exportaciones del 2018, que fue de 2 372 779 millones de dólares. Si se convierte ese monto de remesas a pesos cubanos a la tasa de CADECA (24 pesos cubanos por 1 dólar) se alcanzan los 60 mil millones de pesos cubanos.

Si se compara con el consumo final efectivo de los hogares que para el año 2018 fue de 77 881 millones de pesos cubanos, entonces las remesas significarían el 77 % de ese consumo. Si se compara el salario total devengado por la fuerza de trabajo[5] que fue alrededor de 41 776,6 millones de pesos cubanos, entonces las remesas serían el 143 % del salario devengado en el 2018.

Si se asume que entre el 25 y el 30 % de esos flujos se dedica a la inversión en negocios privados, asumiendo el 25 %, entonces se tiene que unos 625 millones de dólares anuales son invertidos año tras año procedente de las remesas, comparado con los montos de inversión extranjera comprometidos, unos 1 600 millones[6] anuales de las remesas son el 40 % de ese total.[7]

Foto: Otmaro Rodríguez.
Foto: Otmaro Rodríguez.

En resumen, ya sea por su peso en el consumo, en los salarios, o por su peso en la inversión, las remesas tienen gran importancia para la economía nacional, lo cual, sin dudas, ha sido la principal razón de que el dueto Rubio-Trump haga lo imposible por limitar y entorpecer sus flujos hacia Cuba. Este fenómeno no es exclusivo de Cuba. En otros muchos países las remesas son también decisivas en la dinámica de sus economías.

Es también por esa razón que para Cuba resulta de mucha importancia lograr mantener e incrementar los flujos de remesas, desde todos los lugares del mundo. Ello dependerá de los incentivos que el gobierno cubano genere en relación con ese propósito.

Las restricciones impuestas por el gobierno norteamericano que sanciona cualquier operación en dólares hecha por Cuba o que se relacione con alguna entidad cubana, hasta la limitación del monto de remesas a enviar retomado por la administración Trump, son quizás los mayores desincentivos a la entrada de dólares al país. Poco puede hacerse por ese camino.

Esa misma razón es la que obliga a pensar en cuánto se puede hacer desde Cuba para equilibrar este pulseo. La apertura al sector de los pequeños negocios privados ha sido, sin dudas, uno de los grandes estímulos al envío de remesas al país, de igual forma, la apertura de un “mercado en dólares” para la compra de bienes de consumo también resulta otro de esos incentivos. Pero aún queda mucho por hacer.

En mi opinión, bajar los precios del pasaporte cubano (más de 800 dólares para un pasaporte válido por seis años en el caso de los cubanos residentes en Estados Unidos, que lo convierten en el pasaporte más caro del mundo), sería una medida que estimularía los viajes a la Isla y sería muy bien recibida por la inmensa mayoría de los cubanos residentes en el exterior y sus familiares.

Otra medida importante sería crear mecanismos, instrumentos, entidades, que permitan una mejor utilización de las remesas y, sobre todo, que amplifiquen su impacto en beneficio de todos los cubanos.

La creación de fondos de inversión con destinos específicos[8] (viviendas, por ejemplo); la titularización de las remesas,[9] la creación de instituciones de micro crédito para estimular las inversiones en pequeñas industrias, serían otras medidas necesarias. Sin dudas, cualquiera de ellas constituye un gran reto en el orden financiero y también en el político.

Pero la emigración, al menos en el caso cubano, es mucho más que remesas. Una parte importante de la emigración cubana de los últimos treinta años, yo diría que una parte decisiva de ella, es emigración económica.

Una parte de esa emigración se ha logrado posicionar en sus respectivos países de residencia. Una parte de ellos se han convertido en empresarios exitosos y otros en ejecutivos capaces y bien conectados en sus respectivos ámbitos de negocios. Una buena parte de todos ellos reconoce que la formación recibida en Cuba es un componente esencial de su éxito. Muchos han manifestado públicamente ante las autoridades cubanas su interés por invertir o establecer algún tipo de relación de comercio con Cuba, sin embargo, no creo que muchos lo hayan logrado. Por lo general, es mucho más fácil para un empresario extranjero lograr un negocio en Cuba, ya sea comercial o de inversión, que para un cubano emigrado.

Pensar en la emigración como una fortaleza del país, buscar la forma de poder aprovechar ese potencial humano de mejor manera, es también pensar como país.

 Notas:

[1] “Cuando se refiere al fenómeno de los migrantes, se habla de una población que porta cualidades específicas que le permiten tomar la decisión de cambiar de escenario geográfico, económico, social, familiar en particular, e incluso político. Existe otra, aquella que se ve desplazada por fenómenos medioambientales, las guerras y las ideologías entre otros factores”, Antonio Aja Díaz y col.: “La migración internacional de cubanos. Escenarios actuales”, en Novedades en población, no. 26, vol. 13, La Habana, jul.-dic. 2017.

[2] Prácticamente toda la emigración posterior a enero de 2013 asume un carácter “temporal”, en la medida en que no pierde sus derechos en el país y puede regresar cuando así lo desee, si cumple con las normas establecidas al efecto, lo cual se ajusta a la práctica internacional respecto a los derechos de los migrantes. Ibídem.

[3] Se reportan cubanos en 129 países aproximadamente; el 98 % se concentra en 20 naciones: Estados Unidos, España, Venezuela, México, República Dominicana, Costa Rica, Ecuador, Alemania, Italia, Canadá, Colombia, Nicaragua, Francia, Chile, Argentina, Suecia, Suiza, Rusia, Panamá y Brasil. Ibídem.

[4] En nuestra región de Latinoamérica, el caso de El Salvador y el de México son altamente ilustrativos.

[5] Estimado sobre la base del salario medio mensual, reportado en el Anuario estadístico de Cuba 2018, que fue 777 pesos cubanos y la cantidad de personas ocupadas que fue de 4 482,7 millones de personas.

[6] José Luis Rodríguez estima que entre el 2014 y el 2019 se han firmado acuerdos de inversión extranjera por 8 000 millones, lo que hace unos 1 600 millones/año de IED.

[7] Las comparaciones macro son solo eso. En realidad, el impacto final de la remesas sobre el crecimiento de la economía está lejos de su potencial real debido a que la atomización de esos montos y de los beneficios entre los receptores limita su efecto real sobre la economía global del país.

[8] La experiencia de México con el proyecto Facilitación del acceso de receptores de remesas al financiamiento para la vivienda, es un ejemplo.

[9] Esto es la emisión de títulos de valor respaldados en la captación de remesas.

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