La inversión extranjera: el largo y sinuoso camino hasta tu puerta

Desde que se aceptó teóricamente y a regañadientes la presencia de inversión extranjera directa en Cuba –con el Decreto-Ley 50 de 1982– hasta la actualidad, ha corrido mucha agua.

Foto: Calixto N. Llanes.

Varios hechos se han combinado para volver a poner la inversión, en particular la extranjera directa, en las noticias y en las diferentes redes sociales donde se le dedican tiempo y neuronas a los problemas de la economía cubana.

Sin dudas las medidas en contra de Cuba que a cada cierto tiempo Mr. Trump se ocupa de promulgar siguiendo la agenda del “delfín” Marco Rubio, tiene mucho que ver. Pero también es cierto que ya Cuba tenía su propia agenda en relación a estos asuntos.

Intervenciones reiteradas de Miguel Díaz-Canel y de casi todo su equipo en diferentes lugares, una entrevista en Cubadebate con la Directora para la Inversión Extranjera del MINCEX, y una intervención muy divulgada del embajador de la Unión Europea en Cuba donde, además de enfatizar el respaldo de esa organización a Cuba en su lucha contra la Ley Helms-Burton, sugería un grupo de ideas bastante cercanas a las que muchos economistas cubanos hemos repetido durante años.

Desde la perspectiva keynesiana se presupone que existe una relación positiva entre la tasa de inversión y el crecimiento de la economía. El concepto del multiplicador de inversiones resumía de forma bastante clara esa relación. Luego se ha producido mucha teoría sobre este asunto

En el modelo keynesiano la elasticidad del ingreso de la oferta es muy alta, esto es, las economías capitalistas no enfrentan restricciones de oferta significativas y un segundo elemento importante es que la producción nacional es capaz de llenar una parte decisiva de esa oferta, por lo que la restricción externa y los problemas de balanza de pagos no son determinantes. Ese no era el caso de los países subdesarrollados a mediados del siglo XX y tampoco el de Cuba en la actualidad.

La Comisión Económica para América Latina y varios economistas cubanos en los años cincuenta se ocuparon de explicar que incluso aceptando que la relación inversión-crecimiento es alta y positiva, no ocurre igual con la relación crecimiento-desarrollo y menos aún con la relación inversión-desarrollo. De ahí la necesidad de políticas deliberadas hacia la inversión en pos del desarrollo.

En Cuba, por aquellos tiempos, una parte importante del efecto multiplicador se disipaba o perdía en importaciones para satisfacer el crecimiento de la demanda de consumo y de inversión y esa falla estructural todavía hoy permanece. Nos ocurrió incluso en la época soviética de nuestra economía y nos ocurre ahora en esta otra época post-soviética y trumpiana.

Regresemos a nuestra realidad de hoy.

La magnitud de la inversión, tanto nacional como extranjera es insuficiente. La tasa de formación bruta de capital era en el año 2018 apenas el 11% del PIB estimado a precios corrientes, a pesar de haber crecido en dos dígitos con relación al año anterior y la inversión extranjera directa alcanzaba una participación de menos de dos dígitos de la inversión total.

La asignación de los recursos de inversión, más la nacional que la extranjera (1) aún le debe al esfuerzo de desarrollo pues sectores decisivos en el crecimiento y la transformación productiva reciben un por ciento relativamente bajo del total. En el caso de la industria (azucarera y no azucarera) cuya participación el 2017 apenas fue del 9,89% del total de las inversiones, mientras que la agricultura recibió el 6,7% y la pesca apenas el 0,22% (pollo por pescado es la frase que lo sintetiza ahora).

En mejor situación se encuentra la infraestructura –electricidad, gas, agua, construcción, transporte, comunicaciones, entre otros– que alcanzó el 35,1% del total. Sin infraestructuras adecuadas los esfuerzos en pos del desarrollo no lograrán los resultados deseados.

Sin embargo, sectores decisivos en el esfuerzo de desarrollo, tales como ciencia y tecnología, educación, salud, cultura y deportes, en conjunto, apenas reciben el 4,37% contrastando con una asignación de más del 22,5% en el sector inmobiliario –entiendo que fundamentalmente en hoteles– algo, sin dudas cuestionable, dada la tasa de ocupación de los hoteles en la actualidad, las perspectivas de crecimiento en el arribo de turistas y la significativa cantidad de habitaciones fuera de orden existentes.

En resumen, existen problemas de asignación de los recursos de inversión que comprometen tanto el esfuerzo de crecimiento vía transformación productiva e inserción internacional, uno de los ejes estratégicos definidos, así como el esfuerzo de desarrollo.

Sectores decisivos en el largo plazo, como la educación, la ciencia y la cultura reciben relativamente pocos recursos de inversión. El eje referido al potencial humano y la tecnología tampoco resultan suficientemente beneficiados.

De otro lado, en la ejecución del proceso inversionista, existen problemas reiterados de año a año tanto para los procesos de inversión con recursos nacionales como aquellos proyectos de inversión extranjera. Ejemplos hay muchos, y serían demasiadas las anécdotas (2). Algunos debido a problemas de la propia planificación del proceso y otros más difíciles de solucionar referidos a las propias debilidades estructurales de nuestra economía y su falta de complementariedad.

Ahora miremos hacia la inversión extranjera identificada como estratégica en las aspiraciones de desarrollo de nuestro país. Lo primero es lograr atraer inversionistas extranjeros, esto es lo que llamaríamos promoción de inversiones, lo segundo es que los inversionistas extranjeros encuentren un ambiente favorable para materializar sus proyectos de inversión, a este se le denomina facilitación de la inversión.

Desde que se aceptó teóricamente y a regañadientes la presencia de inversión extranjera directa en Cuba –con el Decreto-Ley 50 de 1982– hasta la actualidad, ha corrido mucha agua. La percepción política e ideológica ha cambiado significativamente, al menos en la letra. Han sido vistas primero como un mal necesario y ahora como una necesidad estratégica para el desarrollo del país.

Hoy tenemos muchas más inversiones extranjeras que hace unos años, pero a la vez, muchas menos que nuestra competencia en la región.

Vayamos por partes.

Promover un país como destino de inversión es convencer a los futuros inversionistas de que ese país tiene ventajas competitivas con relación a otro.

Nuestras ventajas con relación a otros países están muy claras y son reconocidas por los inversionistas extranjeros: seguridad del país, instrucción de la fuerza de trabajo, bajos niveles de corrupción en comparación con otros países, estabilidad política, situación geográfica, altos estándares de salud e instrucción de la población.

Nuestras desventajas también son claras: bloqueo económico y persecución financiera por parte de los Estados Unidos que ejerce presiones extraterritoriales sobre los posibles socios, alto grado de centralización de las decisiones económicas y muy poca autonomía de las empresas estatales para “hacer negocios”; planificación altamente centralizada y expandida a todos los niveles de la economía, débil sistema bancario nacional con poca o ninguna autonomía, ausencia de banca internacional operando en el país, monopolio estatal sobre la exportación y la importación, imposibilidad de invertir fuera del ámbito de las empresas estatales o sin que estas medien en el proceso, distorsiones macroeconómicas dentro de las cuales la mayor de todas es la existencia de múltiples tasas de cambio, tasa de cambio sobrevaluada, sistema de precios relativos distorsionados, etcétera.

La facilitación de la inversión entonces se refiere a crear las condiciones para que los inversionistas puedan concretar sus proyectos de forma fácil. Aquí son determinantes desde los asuntos que tiene que ver con las normas de inmigración y aduana, la radicación en el país destino de la inversión, las facilidades para establecer residencia, la existencia de bajos niveles de burocracia para establecer los negocios, las facilidades para contactar con las posibles contrapartes, la existencia de servicios profesionales de consultoría a tarifas adecuadas, de servicios bancarios ágiles y modernos, de servicios financieros también ágiles y modernos, de servicios de infraestructura también modernos y a tarifas comparables con la media de la región, etcétera. En general hay estándares internacionales con los cuales se nos compara.

¿Entonces qué hacer para promover y facilitar la inversión extranjera en estos tiempos de tanta persecución por parte del gobierno de Trump y después, cuando ese gobierno ya no exista?

Mi experiencia al conversar con inversionistas extranjeros en Cuba es que todos destacan aquellas ventajas que mencionamos más arriba, pero a la vez piden:

1- Transparencia en temas tan sensible como la valoración de los activos que figuran como aporte de la parte cubana.

2- Contratación directa de la fuerza de trabajo a precios adecuados a la

región o utilización voluntaria de los servicios de las compañías de contratación de mano de obra.

3- Seguridad en el retorno de sus inversiones.

4- Mayores facilidades en los temas de importación y exportación.

5- Facilidades para establecerse en Cuba: trámites migratorios, compra de casa y de autos, cuentas bancarias personales, etcétera.

6- Algunos servicios tienen las tarifas más altas de toda la región del Caribe.

7- Menos burocracia en la cadena de negociación.

8- Más profesionalidad y capacidad de decisión de los grupos negociadores.

Y sobre todo un concepto del tiempo acorde a nuestros días. Es raro encontrar un proyecto de inversión en Cuba que se haya aprobado antes de dos años

Hacer el destino Cuba más competitivo que otros destinos, que son nuestra competencia, es fundamental.

Obviamente, lo primero es eliminar la sobrevaluación de la tasa de cambio y la existencia de múltiples tasas.

La poca autonomía de las empresas para decidir en los negocios es otro asunto y la elevada intermediación desde estructuras de gobierno también, y esto último genera mucha burocracia.

La inexistencia de bancos internacionales operando en el país, no solo con oficinas de representación, es también otra de esas limitantes.

Si se estudia la inversión extranjera, con un enfoque de procesos se pueden detectar sus puntos de estrangulamientos y reducirlos a la mínima expresión. ¿Acaso no es posible hacerlo?

Un asunto nuevo, no porque no estuviera contemplado en la ley, sino por la relevancia que alcanzado en estos días es el de las inversiones de cubanos con residencia permanente en el extranjero. China y Vietnam también usaron este “recurso” y no les fue mal.

Al capital le tiene sin cuidado de qué nacionalidad es su dueño. Él cumple su función, siempre que lo dejen, ya sea un vietnamita, o chino, o cubano residente en Estados Unidos o en Siberia.

Dado que en Cuba no existe una “ley de inversiones general a todo el país” – tampoco una ley de empresas, ni de pequeña y mediana empresa, ni de cooperativas y ese déficit legal es parte de la falta de transparencia – la ley de inversión extranjera viene a cubrir un vacío generado hace mucho tiempo y se enfoca en el propósito de atraer “ahorros externos en forma de inversión directa”.

En ese sentido, a los efectos de la inversión, un cubano con capital y domicilio legal en el extranjero en nada se distingue de cualquier otro inversionista. Lo peculiar en este caso es que para los cubanos con capital nacional y residencia legal en nuestro país no existe un cuerpo legal que le permita participar en igualdad de condiciones que sus compatriotas que viven fuera de Cuba. El cuerpo legal del trabajo por cuenta propia no puede de ninguna forma ser el “sustituto” de aquel otro.

Este, el de “cubanos de afuera” invirtiendo en la economía de “adentro”, va más allá del plano económico. Es, sin dudas, un asunto político y social y tiene que ver cómo reubicar culturas anteriores, prejuicios construidos en otra época, límites establecidos, con la forma de comprender el presente y el futuro de este nuestro país, que necesita hoy, más que nunca, de todos los cubanos que comparten los mínimos esenciales definidos en la visión de país.

Notas:

(1) No hay datos públicos actualizados de la magnitud de la inversión extranjera por sectores e industrias, por lo que resulta difícil conocer su capacidad de empuje y arrastre

(2) La mina de Zinc y plomo de Castellanos en Pinar del Río, cuya obra civil fue realizada en buena parte por cooperativas de construcción es quizás una de esas magnificas excepciones, habría que aprender de ese proyecto.

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