Claribel Terré Morell: “A Cuba la siento, pero no puedo explicarla con palabras”

Claribel es, para decirlo rápido y mal, una dama ejecutiva, sustantivo y adjetivo que no siempre andan juntos.

Claribel Terré Morell. Foto: Eve Grynber.

Si no llevara la sonrisa por delante, Claribel sería, al menos para mí, inabordable. Imponen sus casi seis pies de estatura, su elegancia y cierta languidez de quien mira la vida con cariñosa condescendencia. Es, para decirlo rápido y mal, una dama ejecutiva, sustantivo y adjetivo que no siempre andan juntos. También es una socia, en la acepción de sana complicidad que tiene el término para los cubanos.

Nos conocimos en su Cienfuegos natal hace más años de los que a los dos nos gustaría contar. Desde entonces, nos hemos visto con intermitencia en La Habana y Buenos Aires. De aquellos tiempos conserva intactas la buena onda y, otra vez, la sonrisa adolescente.

Claribel Terré Morell. Foto: Eve Grynber.

Narradora, editora, especialista en relaciones públicas, comunicadora, se ha enrolado en notables proyectos culturales, como la BIENALSUR y, más recientemente, la revista Be Cult, que día a día gana lectores. Artículos suyos se publican con alguna frecuencia en Clarín e Infobae, es autora de siete libros y pertenece a la Comisión Directiva de la Asociación de Corresponsales Extranjeros en Argentina (ACERA). Es, además, cofundadora de la Editorial La Bohemia, la misma que dirigió en su primera etapa, a inicios del año 2000.

En tu currículo apareces con filiación cubano-argentina. ¿Es el resultado de una trayectoria vital o una construcción “operativa” de identidad?

Tengo una identidad móvil, mestiza. He vivido casi la misma cantidad de tiempo en ambos países.

Suelo viajar por el mundo y a los lugares que voy quien me presenta  dice: Ella es cubana. Si estoy en un terreno laboral ahí aparece lo de cubana-argentina. Siempre soy cubana para ti, para los otros y, sobre todo, para mí. También siempre soy inmigrante. 

Una casa lejos de casa, es un libro que escribió Clara Obligado, una escritora argentina que vive en España; ella desarrolla este tema de una manera profunda y pone en palabras lo que a uno le pasa cuando se va de su lugar natal y tiene que acostumbrarse a vivir entre personas de otra cultura.

¿Cómo cargas los años cubanos?

Los años en la Isla no me pesan, me acompañan, que es otra manera de sentir. En Cuba, viví todo lo bueno y todo lo malo también. No hay quien me haga un cuento de algo que no conozca. Tuve una niñez feliz, una adolescencia divertida, una primera juventud que creí eterna; en cada etapa pasé carencias, como todos; desarrollé mi fuerte optimismo ante cualquier situación, cambió mi pensamiento político, que era negro o blanco, para encontrar los matices de la convivencia. Todo lo que soy es gracias a eso que viví.

Claro que desde hace mucho tiempo estoy lejos. Yo me entero de lo que pasa, casi siempre por lo que leo en los medios o en las redes, y depende de donde lees, todo está bien o todo está mal. Los matices en Cuba parecen existir poco. Para mí es evidente lo que inexorablemente pasará. Cuba debe abrirse a un mundo que sigue girando. Un mundo que tampoco es perfecto, pero donde sí hay lugar para la disidencia de pensamiento y de acción, tal como ocurre aquí. El cómo, lo decidirán los que viven en Cuba. El mientras, necesita coraje, diálogo e inclusión. No es lógico un mismo gobierno y un único partido durante más de 60 años, sobre todo porque no existe un pensamiento único en nosotros los humanos, y es inmoral que por no pensar lo mismo cubanos vayan a la cárcel.  

¿Condiciona tu pensamiento el vivir, formar familia y crear en Argentina?

A Argentina la quiero de una manera totalmente justa. Si Cuba parece un país estancado en el tiempo, aquí la inmovilidad no existe, sea quien sea el que esté en el poder, un gobierno de izquierda, como el que se supone que está ahora, o de derecha. Tengo deberes y obligaciones, pero también tengo derechos como ciudadana de este país. Tampoco es que vivo en un mundo ideal. Muchos creen que emigras y todo se resuelve en tu vida por arte de magia. No es así.

En la vida cotidiana no uso el vos, tengo un acento extraño. Me sigo riendo a carcajadas, digo malas palabras en cubano, hago comida cubana cuando estoy triste y también cuando estoy alegre, y vivo en una democrática casa en Buenos Aires, con marido e hijos argentinos, donde todos somos distintos y donde se puede hablar de cualquier cosa aunque no pensemos lo mismo.

 La identidad también es adaptación.

¿Posees una definición de patria o hay alguna otra con la que te sientas identificada?

“Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos”, aseguró Jorge Luis Borges. Para seguir usando palabras de otros: “Patria, palabra triste, como termómetro o ascensor”, dejó escrito Pablo Neruda. “Quizá mi única noción de patria sea esta urgencia de decir Nosotros”, lo dijo Benedetti.

Y hay otra, que dice más o menos: “Puesta a elegir entre la Patria y los amigos, yo elijo a los amigos”, que no recuerdo donde la leí o si es exactamente así, pero que comparto totalmente. La Patria es una palabra etérea, intangible y, a la vez, sublime. Como tal puede estar en muchos lados y ser sentida de diferentes formas. A Cuba la siento, pero no puedo explicarla con palabras. Los amigos están y son palpables. Por eso no peleo con ninguno por temas políticos, ni me erijo como fiscal, entre unos y otros. Puedo conversar, analizar, empatizar o no, escribir columnas de opinión en medios de prensa que toquen el tema de la Patria, llevado a la tierra natal, y mostrar mi pensamiento. Nadie me lo va a impedir. Si deciden no ser más mis amigos, eso ya es un problema de ellos. Entre mis amigos no hay asesinos, pero si hay liberales, demócratas, republicanos, conservadores, de izquierda, de derecha, de los centros, anarquistas, comunistas…

Para los cubanos el tema de la Patria es un tema de vida. No debería ser de muerte.

¿Pesa la cubanidad, cualquier cosa que sea lo que el término signifique?

Personalmente no me pesa. El peso pueden sentirlo los que te interpelan, según sean sus intenciones.

El hecho de ser una sobreviviente, te hace más comprensiva con la mirada ajena. Y en esa mirada ajena siempre pesa el hecho de donde naciste. Las preguntas incisivas: ¿por qué no hablas más de la situación en Cuba? Las tontas: ¿llegaste en balsa? Las crueles: ¿es verdad que todos en Cuba se mueren de hambre? Las equivocadas: ¿eras jinetera?

Respondo a todas, si tengo ganas, tal como hacía en Cuba. Al duro y sin guante.

Mi amiga Ani Mestre, que también nació en Cuba —es la hija de Goar Mestre quien fue el dueño del grupo mediático más grande de Cuba, el Circuito CMQ— hace poco me dedicó un poema que se llama “A cuestas”, y comienza así: Qué nos une de esta/ nacionalidad, amiga mía, una insularidad natal/ incomprendida aquí/ donde el mar es pampa llana/ y las palabras viborean/ en lugar de nuestra incisiva/ y desnuda flecha recta/. Las dos somos  sin filtros, que es como se les dicen aquí a quienes acostumbran a decir lo que piensan. Ella vino con nueve años. Yo, con más de treinta, pero ambas sentimos que es algo que nos dio Cuba.

También están los estereotipos. Por ser cubana o cubano, tienes que reírte siempre, tener buen humor, bailar salsa, gritar: ¡Azúcar!, opinar de todo, amar u odiar al Ché, a la Revolución…

Tengo amigos que cuando le preguntan de dónde eres, responden: “soy cubano o cubana pero hace mucho tiempo que vivo aquí”, y el “aquí”, son muchos lugares, y el “pero”, y “el hace mucho”, siempre me suena a disculpa. No es mi caso.

Claribel Terré Morell. Foto: Eve Grynber.

Voy a nombrarte dos ciudades y dos instituciones. Me dices qué evocaciones te provocan.

Cienfuegos.

El lugar a donde siempre vuelvo. No importa si lo hago realmente o no. Yo sueño poco, y cuando lo hago casi siempre estoy en Cienfuegos. Allí están mi madre y mis amigos de la infancia, casi los mismos que conservo hoy. Todo lo buena y lo mala que puedo ser se lo debo a lo que aprendí en esa ciudad, donde tuve los primeros amores, el primer trabajo y también las primeras decepciones. Ahí están mis casas, que ya no son mías: la de mi infancia y la de mi primera juventud, desde donde partí a La Habana.

La Habana

Era mi lugar soñado y lo fue durante muchos años. Sigue siendo un lugar que quiero mucho, lleno de gente cercana. Escenario de muchos cuentos de la vida real y la ficción. Algunos desopilantes. Allí estaba cuando murió mi padre. Allí estudié Periodismo en la Universidad, seguí trabajando como periodista, estuve en lo que era el diario Trabajadores —una cantera de cosas buenas y donde me pasó lo más feo que me ha ocurrido en mi larga vida profesional— y en Bohemia, lugar que recuerdo con especial cariño. Desde allí vine para Buenos Aires.

Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana

Un lugar mítico con el que soñé desde niña. Siempre quise ser periodista. Parece increíble, pero desde los cuatro años sabía lo que quería estudiar. Cursé por dirigido. Cuando terminé el preuniversitario era el tiempo en que las carreras venían por puntos académicos, y una sola por provincia. Y no fue para mí. Así es que empecé a trabajar con 18 años en el periódico 5 de Septiembre, en Cienfuegos. Estoy entre las fundadoras. Estuve unos meses como correctora, y después me pasaron a la redacción. Enrique Román era el director en ese tiempo, y confió en mí. Él quería que yo escribiera de deportes, y yo le dije: “mejor de cultura”; y así fue como comenzó mi vida como periodista. Trabajaba en el periódico de Cienfuegos cuando se abrieron los cursos dirigidos para la Licenciatura en Periodismo. Y esta vez sí me tocó.

Cada 21 días tenía clases en La Habana. Fueron 5 años de estudios, más teóricos que otra cosa. La mayoría de mis compañeros eran mucho mayores que yo, trabajaban en medios y necesitaban un título, por eso estaban ahí. También conocí a muchos estudiantes regulares, y sabía de primera mano lo que pasaba a diario en las aulas de la Facultad. Las preocupaciones, los debates sobre lo que reflejaba la prensa cubana, nunca me fueron ajenos. De hecho, en todos los medios en los que trabajé como periodista siempre tuve fama de contestataria. Siempre dije lo que creía y muchas veces sufrí las consecuencias.

Bohemia

Mi último trabajo en la Isla. En ese tiempo era una revista semanal donde coexistían generaciones diferentes que se llevaban bien. Estaba Juan Sánchez, con quien me gustaba hablar de arte, sin saber que después buena parte de mi vida fuera de Cuba estaría ligada al arte; Elsa Claro, Ariel Terrero, Cary Carrobello, Pedro Juan Gutiérrez (PJ). Con PJ compartía la máquina de escribir; fui una de sus primeras lectoras.

La revista en ese entonces la dirigía Caridad Miranda. Aprendí de ella la capacidad de escuchar, de tratar de entender aunque no se piense igual, de ser cortés, de no gritar para demostrar que se tiene la razón. Yo era totalmente frontal, lo sigo siendo, pero ahora uso los buenos modales.

En Bohemia solía escribir de temas culturales, y durante un tiempo hacía entrevistas de apertura. Le hice una a Silvio Rodríguez que se llamó “La Mala fama”. Eran tiempos también convulsos en la isla. Silvio contó en un programa de radio que después de esa entrevista había escrito su canción “El necio”.

Con el actor cubano César Évora en sus años de periodista en La Habana. Foto
cortesía de la entrevistada.

¿Cuándo, cómo, por qué decides establecerte en Argentina?

La típica historia. En una entrevista en 1992 conocí a un argentino. Un economista que tenía hecha su vida en su país. Un economista extranjero en Cuba no puede trabajar y una periodista puede en cualquier parte. Cuando vine, tres años después, no sabía si era por mucho tiempo, y ya llevo 27 años en el mismo país y con el mismo argentino. No me arrepiento.

Como escritora, ejerces varios géneros. Hablemos de tres títulos, entre los siete que tienes publicados.

Archivo de guerra para mujeres decentes (Poesía, 1997)

Un libro de poesía bastante autobiográfico. Como un viendo mi vida pasar. Un librero argentino me dijo que era un libro “desnudo”.

Cubana confesión (Novela, 2000)

Fue escrita de corrido, y la publicó Planeta. El tema Cuba aparece con su carga de dolor y también de gozadera, contada en tres planos. La cubana que emigra narra su vida en la Habana, el novio argentino de la cubana que va a la Isla y no reconoce la historia que ella le cuenta, y la nostalgia de los cubanos fuera de la Isla, que son capaces de asar un puerco en un balcón del centro porteño. No soy yo la protagonista, aunque la foto de portada era bastante parecida a la que fui por entonces. Lo que se cuenta puede pasar hoy, pero de poder escribirla de nuevo, lo haría de otra manera.

Hay una segunda parte, que sigue la vida de cada uno de los personajes en la Argentina, años después. Está lista para publicar, pero no la acabo de entregar. Se supone que si lo hago, habrá una reedición de Cubana confesión, que cuando salió se agotó.

La muerte está servida (Novela, 2006)

Iba a ser una novela ficcionada sobre un uruguayo que recorrió Cuba y se enamoró de Carilda Olivier Labra. Del personaje supe por un libro del matancero Urbano Martínez Carmenate, a quien he tratado de localizar sin éxito. Viviendo tan cerca de Uruguay, comencé a investigar sobre su vida y había muy pocos datos. Encontré un artículo escrito por Eduardo Galeano; Eduardo me condujo a un discípulo suyo que no quería hablar sobre él, y para despedirse me envió un recorte de un diario donde aparecía un anciano que construía relojes de sol en Blumenau, Brasil. Tomé un avión y lo fui a ver al ancianato donde vivía. Félix Peyrallo tenía 98 años y no sabía que Carilda le había dedicado algunos de sus mejores poemas, entre ellos “Carta: Ni palabra de amor para nombrarte/ ni siquiera ese gesto en el vacío/ por algo que se va, por algo mío…

De Brasil viajé a Cuba. Le conté a Carilda, que también lo creía muerto. Ella le hizo una carta. Yo la llevé a Brasil junto con los poemas citados. Comencé a escribir lo que él me contó.

La historia de Félix era tan fabulosa, había recorrido el mundo, conocido a tanta gente importante como Lorca, Dalí, Frida, que comencé a transcribir lo que me decía. La última vez que lo vi me pidió que me llevara de su cajón de libros lo que quisiera. Yo me traje algunas fotos y croquis de sus relojes de sol. Dejé, entre otras cosas, las cartas que intercambió con Bertrand Rusell. Félix murió antes de que yo lo volviera a ver. Las cartas y sus papeles se perdieron. Supongo que muchos fueron a parar a la basura. Regresé poco después de su muerte, para despedirme. Cuando llegamos al cementerio, había un perro negro cerca de su tumba. Bebimos vino, su novia tocó el violín.

Terminé el libro, lo publicamos. Supongo que la cantidad de situaciones, a todas luces improbables, que se tuvieron que dar para que yo encontrara a Félix tienen una explicación. No sé cuál, pero existe. Hay un director y actor conocido que quiere llevar el libro al cine. Carilda y Félix están muertos, como casi todos los que aparecen en el libro.

En los últimos años, mis otros trabajos en Comunicación y Relaciones Públicas dejaron de lado a la escritora. No sé si para bien o para mal. El año que viene salen tres libros seguidos. Una novela, un ensayo sobre el odio, y un videocuento; este último se inscribe en lo que ahora se llama “literatura del yo”, y entra de lleno en los “nuevos medios”.

Cuando me enviaste el cuestionario yo llevaba varios días releyendo a Pessoa. Hay una frase suya: “nos servimos de la ficción para entendernos los unos a los otros”. En esa definición entran mis libros.

¿Cómo llegaste a la poesía?

Soy más bien una buena lectora de poesía. Siempre lo he sido. Con mi abuelo postizo, Nicolás, mi abuela Nereida, que era maestra, y mi bisabuela Carlota, que tenía 100 años y leía siempre, aprendí los primeros poemas en Cienfuegos. Puedo recordar de memoria un poema de la Avellaneda que lo considero premonitorio en mi vida. Lo recité a los cinco años en el preescolar. La maestra llamó a mi mamá, preocupada.

¿Por qué yo, en tanto, con afán insano

quiero indagar la suerte que me espera?

¿Por qué del porvenir el alto arcano

mi mente ansiosa comprender quisiera?

Mi mamá también es maestra, yo soy la hija mayor y generalmente la acompañaba a trabajar. Me quedaba en la biblioteca leyendo sin que nadie me molestara, hasta que a los siete años me descubrieron leyendo el Decamerón en aquella edición cubana de Huracán, que tenía hombres y mujeres desnudos en la portada.

La poesía me emociona. De los cubanos contemporáneos leo a Ramoncito Fernández Larrea, a Víctor Rodríguez Núñez, a Antón Arrufat, a Miguel Cañellas, a Reina María, a Atilio Caballero, a Damaris Calderón, a Juan Carlos Rivera, a Margarita García Alonso, a Albis Torres, a quien quise mucho, y a su hija Wendy Guerra. De los jóvenes poetas cubanos conozco muy poco.

Fuera de Cuba tengo un gusto muy amplio que no cree en épocas, ni países.

De hecho, en la revista que dirijo y de la que soy fundadora, Be Cult, publicamos mucha poesía. En marzo del año que viene haremos un maratón de lectura por el mundo del argentino Abelardo Castillo. Ya estamos recibiendo videos de sus lectores, leyéndolo en Venecia, en París, en Barcelona, en Japón…

Volviendo a Cuba. Hay una frase que repetía un amigo común y se ha popularizado. Siempre la escucho. No importa en qué país esté, si hay cubanos que escriben, aparece con diferentes entonaciones: “¡Pinga y poesía!” Lo divertido es que casi siempre los no cubanos te preguntan qué significa la primera palabra.

Aunque suene repetido, el mejor acto poético de todos es estar vivos y también dar vida: a hijos, libros. La vida ha de ser una celebración constante.

Claribel Terré Morell. Foto: Eve Grynber.

Explica brevemente qué es la BIENALSUR.

BIENALSUR es un evento de arte deslocalizado, que rompe con todos los preceptos y que se sucede de manera simultánea en más de veintitrés países del mundo, más de treinta ciudades, con la presencia de más de cuatrocientos artistas, consagrados y emergentes, que llegan a través de un proceso abierto de selección. Nació en Argentina, en la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF), una academia pública que, a su vez, tiene cinco museos de arte.

Está dirigida por el sociólogo y rector Anibal Jozami y la dirección artística es de Diana Wechsler, historiadora del arte. Dos soñadores con una capacidad de trabajo increíble. Fue la única bienal que se hizo en tiempo de pandemia, precisamente por su formato. Yo soy la jefa de prensa desde el inicio, hace 6 años; también de los museos que nacieron junto con la UNTREF. No importa el país en el que inaugure la BIENALSUR, ahí seguro saldrá en la prensa. Es mi trabajo y me gusta.

Entre los cubanos que han expuesto, formando parte de ella, están José Franco, José Bedía, René Francisco, Gustavo Pérez Monzón, Los Carpinteros, Dagoberto Rodríguez, ya con un trabajo individual, y Belkis Ayón. La muestra de Belkis en el Reina Sofía, en España, está asociada a BIENALSUR.

¿Qué condicionó el nacimiento de la revista Be Cult? ¿Cuál es su línea editorial? ¿A qué público aspira?

Hace unos días, la Revista Be Cult fue declarada de Interés cultural por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, votación unánime de los 64 legisladores que la integran. Es una revista difícil de definir. Su número de lectores en el mundo crece cada día, contraviniendo todo lo que se supone que debe ser una revista digital con textos pequeños y el manejo de sus redes como principal soporte. Nosotros generalmente publicamos textos largos, la permanencia de los lectores es de más de 6 minutos, y aunque tenemos redes y las respetamos, no funcionamos atendiendo sus demandas.

La leen más hombre que mujeres, tenemos un newsletter en español, inglés y francés; vamos sumando secciones, y un análisis de ella, utilizando Google Analytics, nos depara siempre sorpresas.

Tratamos de que recorra el mundo apelando siempre a la calidad y a la sorpresa. Entrevistamos tanto a un Premio Nobel de Literatura como a un escritor que nos conmueve y acaba de publicar su primer libro.

En este año pandémico organizamos el Concurso Internacional de Cuento “Abelardo Castillo”, que es también un premio monetario importante, con la característica de que se concede a un solo cuento. Se presentaron 3.064 cuentos de veintisiete países. En el jurado me acompañaron Leonardo Padura y el argentino Esteban Basualdo, y tuvo un prejurado de selección que acogió a importantes escritores. El próximo año volvemos a lanzar la convocatoria y vamos a  presentar un maratón de lectura por el mundo, que utiliza las nuevas tecnologías, entre otras actividades.

La revista la pensamos con Antonio Birabent, músico, actor y periodista argentino, conocido y respetado, un gran amigo. Llegó la pandemia y decidimos seguir, se nos unió Esteban De Gori, que es sociólogo, especialista en imaginarios latinoamericanos. Fuimos mutando los planes y nació como revista digital con colaboradores en muchos países.

Sentíamos que pasara lo que pasara debíamos hacerla. En el medio algunos de los colaboradores se enfermaron, otros murieron por COVID-19, nosotros, junto con la diseñadora Liliana Chazo, nos veíamos por Zoom. Era un escenario difícil pero nació y está viva. Pueden verla en Revista Be Cult  y seguirla, si quieren, por las redes sociales @revistabecult.

Te percibo como una profesional exitosa

El éxito no es algo sobre lo que hoy me pregunte demasiado, y soy totalmente honesta cuando lo digo. Yo trabajo. ¡Mucho! A veces con más protagonismo y otras con total bajo perfil. Sí me gusta saber que intervine —intervengo— en muchos proyectos de bien común que hoy son exitosos en el mundo, y no me preocupa que se sepa que estuve detrás de ellos. Sé que soy respetada en los medios laborales donde me muevo, que siempre están relacionados con la Comunicación y las Relaciones Públicas, que logro armar buenos equipos y generar un buen clima de trabajo, y eso sí lo valoro. En el camino he tenido malos ratos, algunas traiciones que en su momento no entendí y de las que ya me olvidé.

¿Cómo te ves de aquí a diez años?

No suelo mirar mucho el futuro cuando se relaciona conmigo. Me preocupa, eso sí, el de los demás, el de mis hijos, mi familia, mis amigos, el de este mundo que cada vez es más violento, y me gustaría imaginar que todo estará bien.

Me viene a la mente un poema de Rolando Escardó: En esta noche todo se desploma/Ay, yo debía haber muerto algún día. He estado a punto de morir tres veces. He sufrido mucho dolor físico, tengo siete clavos de titanio en mi columna… Es sabido que el titanio es un material tan fuerte como el acero. Dentro de diez años espero estar viva.

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