Cuba, ¿un nuevo momento histórico?

Entrevista con Alina López Hernández, una de las ensayistas más activas y polémicas de la actualidad cubana, autora del libro "En tiempos de blogosfera"

Foto: Julio César Guanche

Alina López Hernández (Matanzas, 1965) es Doctora en Ciencias Filosóficas y Miembro correspondiente de la Academia de la Historia de Cuba. Ha dedicado largos años a la docencia pero la visibilidad mayor como intelectual se debe a sus agudas participaciones en el blog La Joven Cuba (LJC). Alina es la autora de los volúmenes Segundas lecturas: intelectualidad, política y cultura en la república burguesa (Ed. Matanzas, 2013 y 2015) y El (des)conocido Juan Marinello. Estudio de su pensamiento político (Ed Matanzas, 2014). Recientemente presentó en su provincia natal su tercer título: En tiempos de blogosfera, bajo el mismo sello editorial, que reúne pequeños ensayos y artículos de opinión previamente publicados en LJC.  

En tiempos de blogosfera se agotó apenas se puso a la venta. Sus 500 ejemplares “volaron” en dos días. Estoy entre los afortunados que pudo hacerse con uno, que literalmente devoré. Allí encontré infinidad de temas que me son afines, puntos de vista originales e inquietantes, una prosa diáfana y un desembozado anhelo de participar, desde la academia y la teoría, en el escrutinio de nuestra contemporaneidad.  De ahí mi propósito de compartir con los lectores de OnCuba esta fugaz conversación con la autora, preludio (¡ojalá!) de otras muchas.

Alina B. López en la presentación del libro «En tiempos de blogosfera», sede de la UNEAC, 6 de marzo de 2020

¿Cuál es el papel de las ciencias sociales cubanas en este momento?

Las ciencias sociales en Cuba han estado mucho tiempo de espalda unas a otras. Hijas de un siglo que, como el XIX, definió rígidos objetos de estudio y metodologías particulares; ellas se encerraron en compartimentos y reclamaron para sí una parte de la realidad social. Ocurre, sin embargo, que la sociedad es una, y compleja, y mientras más se fraccione para su estudio, menor será la riqueza de sus resultados.

Ante fenómenos sociales, siempre multicausales, serán necesarios enfoques multidisciplinarios. El profesor Esteban Morales ha abordado este asunto en diversos momentos, recuerdo un ensayo que dedicó al tema. 

Otra problemática es que, ya sea en los centros de investigación del campo social, muchos de gran prestigio en Cuba, como en las universidades, existen limitaciones a las investigaciones que se involucren, por ejemplo, en el sistema político cubano y en la participación de la ciudadanía en él.

Los estudios de opinión pública, a pesar de ser una de las vías naturales de retroalimentación que obliga a los gobiernos a tener resultados en un plazo prudencial, le han sido incautados a las ciencias sociales en nuestro medio. Los científicos sociales cubanos no pueden realizar estudios de opinión masiva sobre el gobierno y sus políticas si no son “convocados” por este. Hasta para aplicar una encuesta masiva relativa a la utilización del tiempo libre o a los hábitos de lectura debemos ser autorizados previamente.

Como secuela, las carreras universitarias que tienen un perfil social: Economía, Sociología, Derecho o Estudios socioculturales, entre otras que pudieran asesorar al gobierno, no logran cumplir con su rol de diagnosticadoras y transformadoras de la sociedad. La forma de culminación de estudios y posterior superación de los profesionales de esas especialidades casi siempre asume la modalidad de “estudios de caso”, una metodología que impide apreciar tendencias y generalizar opiniones sobre determinados aspectos o fenómenos.

A esto se suman las presiones recibidas por profesionales de las ciencias sociales para que no publiquen en medios alternativos sus análisis sobre temas considerados tabúes o problemáticos. Tal situación ha conducido incluso a que algunos sean expulsados de las universidades y centros donde laboraban.

Es una verdadera paradoja la altísima calificación que el sistema educativo cubano proporciona a estos científicos y cómo son desaprovechadas las potencialidades de su propia creación en algo que puede ser beneficioso para la prospectiva, diagnóstico y perspectiva de la sociedad cubana.

No quiero decir con esto que no existan resultados relevantes en muchos campos de las ciencias sociales, pero considero que no se aplican en la medida en que se necesita dados los grandes retos que tenemos por delante.   

¿Es aún el marxismo una herramienta eficaz para la interpretación de la realidad? ¿Las personas que entre nosotros defienden los materialismos histórico y dialéctico como filosofía y práctica social, lo dominan a cabalidad?

La eliminación del guión entre las palabras marxismo y leninismo, que fue aprobada en la nueva Constitución, no garantiza que actuemos como marxistas consecuentes. Solo cuando sometamos a una crítica detallada el diagnóstico y el pronóstico de la actualidad nacional, cuando seamos capaces de realizar una radiografía total a nuestro maltrecho socialismo utilizando el método de Marx, estaremos en condiciones de defenderlo.

Es crucial comprobar si el pensamiento de los que dirigen el proceso en Cuba es marxista como declaración ideológica de principios o lo es porque se apoye en la dialéctica materialista como método. Cuando el marxismo es reducido solamente a su dimensión ideológica y se convierte en una ideología de Estado ésta es sumamente dañina por el carácter instrumental que adopta.

Una ideología política que intente presentar un futuro de prosperidad siempre inaccesible, y que pida fidelidad y trabajo constante a sus seguidores, deja de ser liberadora para instrumentarse como un mecanismo de dominación. En el mismo instante en que no sea capaz de autocorregirse, en que se considere eterna, dejará de ser marxista.

En Cuba se manifiesta un estancamiento de las fuerzas productivas, reprimidas por relaciones de producción que se deciden a nivel político, por ello, sin realizar cambios en esa esfera no avanzaremos. El marxismo considera como una ley la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, pues cuando no se manifiesta tal correspondencia se abre un camino que puede determinar la transición de un régimen social a otro.

En la economía cubana nada es verdaderamente lo que parece. Las relaciones de propiedad, núcleo de las relaciones de producción, se manifiestan como una mistificación de la realidad: la propiedad socialista no es verdaderamente social, ya que ha sido suplantada por una propiedad estatalizada que escapa al control de los trabajadores; y la propiedad privada —reconocida en esta constitución— no es suficientemente privada, dados los excesivos obstáculos con que la rodean las determinaciones políticas. La propiedad cooperativa no despliega sus alas a pesar de todas las declaraciones y lineamientos que en el mundo son. Este no ser realmente lo que se pretende nos ha llevado a un punto de inmovilidad.

Insistir en que la eternidad del modelo sociopolítico se daba a un artículo de la Constitución y no conseguir el funcionamiento exitoso de ese sistema es algo ajeno al método marxista.  La apelación constante a un cambio de mentalidad y a una revolución en las ideas, intenta crear la imagen del progreso entendido como cosa hacia dentro, y no como el despliegue de las fuerzas externas, y se ha convertido de este modo en una filosofía de la parálisis.

Ciertamente, no existe nada tan conservador, tan sutilmente desmovilizador para las sociedades en crisis, necesitadas de cambios estructurales y de transformaciones profundas, que el requerimiento a un cambio de mentalidades, al rescate de valores o a la defensa de conceptos. Esto sería invertir el axioma materialista de que las personas piensan de acuerdo con cómo viven, y sugerir que transmutar las formas de pensamiento es suficiente para una evolución de la vida material.    

¿Crees que Cuba está avocada a un nuevo momento histórico?

Sí, lo creo. Una crisis no es tal hasta que los actores sociales no toman cuenta de ella, ahí es determinante el factor subjetivo. Es una especie de malestar de época, por decirlo de un modo que ciertos críticos hallarán metafórico. Casi siempre se relaciona con el agotamiento de un modelo, fíjate que no digo de un sistema.

Cuando se habla de los años veinte del pasado siglo en Cuba hablamos de uno de esos momentos. La generación de esos años tomó cuenta de sí y se distanció de los políticos de su época. Se quebró así el monopolio político del mambisado ante la falta de confianza popular. El golpe de Batista en 1952 impulsó otro de esos momentos de convencimiento general en que había que oponerse a un estado de cosas.

Para la llegada a ese momento de malestar existen hoy, en mi opinión, dos condicionantes. Por un lado la incapacidad de nuestros gobernantes de encauzar un camino de reformas exitoso. Ya son más de tres décadas del derrumbe del campo socialista y dos períodos de intento de reformas, uno en los noventa y otro a partir del 2010, este último incluso de modo formal y con una gran cantidad de documentación confirmatoria. Por otro lado, existe la capacidad ciudadana de someter a juicio público esa incapacidad, eso es algo novedoso. La ruptura de un canal de información unidireccional permite visibilizar las señales de alarma. Y los que dirigen lo saben bien pero han sido incapaces de responder adecuadamente.

Mi opinión es que presenciamos el agotamiento definitivo de un modelo económico y político, el del socialismo burocrático. Quienes dirigen no logran hacer progresar la nación con los viejos métodos, pero no son capaces de aceptar formas más participativas, con un peso mayor de la ciudadanía en la toma de decisiones.

https://jovencuba.com/2019/01/07/pulgas-y-dragones/

Pienso que existe la percepción generalizada de que el gobierno cubano está gestionando bien la crisis provocada por la covid-19. Estas semanas de reclusión forzosa y de aislamiento social han hecho aflorar fortalezas y debilidades de nuestro Estado. ¿Cuáles serían unas y otras?

El manejo de la situación sanitaria ha mostrado un sistema de salud cubano bien organizado y estructurado, que sabe hacer frente a períodos críticos y al que se le puede objetar la falta de ciertos insumos pero al que hay que reconocerle que respondió de manera efectiva en un momento en que algunos países económicamente poderosos no lo hicieron mejor. Cuba, con gran tendencia a la centralización, tiene experiencia en manejo positivo de este tipo de trances.

Pero también ha sido contundente la demostración de debilidad de la economía, que no viene de esta etapa; de la escasez, de la pobreza de enormes sectores sociales. De la falta de protección que sufren muchos trabajadores que laboraban como empleados en el denominado sector del cuentapropismo. La tardía entrada de internet a la Isla ha provocado que servicios que hubieran sido muy oportunos ahora, colapsaran ante la demanda. La crítica constante del gobierno a las colas en los mercados pasa por alto un proceso de deterioro que viene agravándose desde el 2016, pero que el año pasado llegó al punto de casi paralizar el país ante una situación que no es coyuntural sino sistémica.

No soy economista, pero no hay que serlo para comprobar que el proceso de reformas anunciadas hace más de una década se ha estancado. Esa es una debilidad que además cuestiona al propio proceso revolucionario. No olvidemos que la revolución tuvo objetivos muy precisos: la independencia nacional y una política social que fuera realmente justa. ¿Somos independientes económicamente hoy? Una Constitución que declare la admisión al capital extranjero y no al nacional creo que debería revisarse, porque uno de los grandes problemas de Cuba a lo largo de su historia ha sido esa ecuación geopolítica que siempre ha incluido, por la fuerza o por decisión propia, a un compañero de viaje. Claro que debemos tener relaciones comerciales con otros países, pero depender de otra nación, jamás. Esa es una deuda pendiente.

Los recursos estatales puestos en función del sector de la salud, y la concepción de un sistema epidemiológico muy organizado son indudables fortalezas que deberían mantenerse y perfeccionarse. Pero es justo reconocer otros baluartes que han salido a la luz en esta situación, aunque ya lo habían hecho a escala más pequeña a raíz del tornado que asoló la capital el pasado año. Son fuerzas y recursos cívicos no atribuibles al Estado sino a la sociedad, aunque evidentemente constituyen un complemento suyo y demuestran las potencialidades y vitalidad de la sociedad civil. Esto debería convencer al Estado de lo conveniente que sería la proliferación de asociaciones, para lo cual tendríamos que contar con una legislación menos intransigente en materia asociacionista que la que rige hoy.

Se ha evidenciado la solidaridad a causas justas, como pueden ser la donación de alimentos por parte de campesinos a los centros de aislamiento. Que el movimiento de protección animal continúe, sin apoyo estatal y sin marco legal que lo ampare, tratando de rescatar, alimentar, curar y dar en adopción a los animales abandonados, muchos más en este momento por todo el país. Que algunos dueños de medianos y pequeños negocios, miembros de iglesias y de proyectos culturales, integrantes de la comunidad LGBTI, compatriotas residentes dentro y fuera de Cuba, asumieran la ayuda a ancianos solos y personas discapacitadas es otro ejemplo.

La función de las redes sociales para encauzar acciones espontáneas que permiten crear tramas cívicas encaminadas a localizar a los más vulnerables, sean personas o animales, identificar y priorizar determinadas necesidades y garantizar apoyo inmediato; es una lección para los que solo valoran a esas plataformas como antros de banalidad.

El Estado debería permitir saludables márgenes de autonomía. Considero preferible una ciudadanía espontánea, emprendedora y autónoma. Quizás no tan disciplinada como es lo políticamente correcto, pero en cambio más sincera, más decidida a ser un verdadero factor de transformación y mejoramiento social. Ello no es irreconciliable con un proyecto socialista.

¿Qué futuro tiene la prensa alternativa o no oficial en Cuba? ¿Podría el Estado socialista servirse de esta como instrumento de escrutinio social?

Me preguntas por el futuro de la prensa alternativa y te digo que más nebuloso es el futuro de la prensa oficial. Claro que el Estado debería servirse de la prensa alternativa. Existen medios, tampoco generalizaré, donde se hace un periodismo de calidad, de investigación, y donde se conciben ideas pertinentes y agudas sobre Cuba. Una revisión de los debates que se suscitan en sus foros, o de las opiniones que generan, convence de las reservas cívicas latentes, de la profundidad de ciertas propuestas. Un ejemplo evidente se tuvo durante la consulta al proyecto Constitucional, de esa etapa atesoro los análisis valiosísimos de muchos colegas: juristas, historiadores, economistas, filósofos, sociólogos, comunicadores… 

En mi criterio, los medios oficiales no ofrecen una respuesta a las necesidades de la ciudadanía, y eso es peligroso porque esta puede buscar respuestas que se muevan a extremos de intolerancia, donde se mezclen la verdad y la mentira, o el fanatismo. Si la gente no se ve expresada en los medios oficiales buscará las vías para encontrar su reflejo. Ya no es posible mantener el monopolio de la información y las comunicaciones, vivimos una época interesante donde se deconstruyen puntos de vista establecidos, sistemas de ideas. Si no se entra de lleno en esa polémica, asumida no como injuria sino como razonamiento, se perderá credibilidad y base social; creo que ya se ha perdido demasiado de ambos. Pero la tesis ortodoxa de la unanimidad se ha convertido en su talón de Aquiles, fíjate que la campaña que hace el aparato ideológico para vilipendiar a los medios alternativos es tan burda que los desacredita a ellos. Se han lanzado a combatir, con armas viles, a “un enemigo común” que existe solo en sus retorcidos sueños, y han creado su propia Némesis, de opuesto signo ideológico, pero tan dado al sectarismo y a la unanimidad como ellos. Y tan dañino.

Después de la salida de tu exitoso volumen En tiempos de blogosfera, ¿se avizoran nuevos títulos?

En tiempos de blogosfera tuvo una pequeña tirada, solo quinientos ejemplares que se vendieron prácticamente el día de la presentación; sin embargo, creo que es un texto importante por el precedente que podría sentar, ¿lo sentará en verdad? Hasta donde conozco, es el primer ejemplar publicado por una editorial del Instituto Cubano del Libro que reúne artículos divulgados originalmente en un blog alternativo. Se han publicado textos sobre otros blogs pero que son parte de la esfera mediática oficial.

La Joven Cuba, surgido hace una década, es un blog alternativo afín al socialismo, pero aboga por cambios trascendentales y desde él se hace una crítica profunda a nuestra realidad. Entonces la aparición del libro, a pesar del patético intento de censura que debió soportar, es muestra igualmente de la pluralidad, el respeto a las ideas y a la diferencia que deberá llegar a ser algo natural entre nosotros y no una excepción. Estoy realmente satisfecha de la recepción que ha tenido.

Me parece raro cuando me definen como bloguera pues, quizás por la generación a la que pertenezco, es un término que no me atribuyo. Yo no creé el blog, ni siquiera decido qué se publica en él. Agradezco a los editores, actualmente de ellos solo se mantiene Harold Cárdenas, que me garanticen un espacio donde ofrecer mis opiniones, entendidas solo como puntos de vista de una intelectual y ciudadana. Es un ejercicio de libertad de expresión muy reconfortante que me ha hecho reencontrar esa dimensión política que admiraba tanto al estudiar a los intelectuales de la república.

Tengo casi listo otro libro de ensayos, es mi género predilecto por la libertad que permite, se titula La Historia, el arte y el tiempo. También doy forma de libro a la tesis de maestría de una alumna querida, Liset Hevia, que falleció muy jovencita hace dos años y dejó esa importante investigación sobre la evolución de la crítica artística y literaria en el diario Noticias de Hoy, órgano oficial de los comunistas cubanos desde 1938. Es un tema poco tratado pero muy adecuado para comprender actitudes aún vigentes en el ámbito ideológico y cultural.  

¿Eres optimista con respecto al futuro de Cuba?

Sí y no. La primera respuesta la doy como historiadora, como alguien que entiende los tiempos históricos y el devenir de los procesos. En tal sentido estoy convencida de que el agotamiento del modelo de socialismo burocrático, para mí definitivo y no reformable, llevará necesariamente a un cambio profundo, que deberá incluir no solo la dimensión económica como se ha pretendido vanamente, sino también la dimensión política que permita controlar desde abajo, y hacer avanzar, el proceso de transformaciones ya impostergables. A lo largo de nuestra historia los cubanos hemos sido consecuentes, a veces con demora pero siempre con determinación, con el principio de hacerlo todo por la Patria, por una isla independiente de cualquier nación. Y tengo entera confianza en que ese futuro de transformaciones tan necesarias se hará manteniendo esa directriz.

La segunda respuesta es la de la ciudadana, trabajadora, mujer y madre, que desde hace décadas aguarda porque se concrete la promesa de un futuro mejor. Esta juzga el tiempo en sentido cronológico y espera sin emigrar, trabajando en instituciones estatales presupuestadas. Es la persona que ha visto marcharse a familiares y amigos, a hijos de amigos que ahora están solos, y piensa en sus hijas y en la premura de los jóvenes que necesitan cambios y que no ven que su país se los ofrezca. Es la que se intranquiliza por la falta de sensibilidad de quienes nos dirigen ante las necesidades de las mayorías y por su recurrencia en estrategias fallidas.

Mi consternación se hace mayor al ver la inadecuada respuesta que se ofrece para intentar controlar la relación de la ciudadanía y el gobierno, en una época en que las redes sociales y los medios alternativos rompen con la acostumbrada verticalidad de las comunicaciones y mensajes. Y me preocupa muchísimo que esa intolerancia pueda convertirse en un verdadero conflicto.         

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