José Franco: “Los dos metros cuadrados donde estoy parado son mi isla”

“Mi trabajo parte del análisis de la relación del hombre con la naturaleza, como admirador y como contrario. Soy una especie rara en el arte cubano en general.”

"Contrarios", 2007. Instalación, acrílico, tela y madera, dimensiones variables.

José “Pepe” Franco es habanero, modelo de 1958. Desde 1983 se viene haciendo un nombre en la vanguardia del arte nacional. Pintor, dibujante, instalacionista, su obra se ha mostrado con éxito en Cuba, Portugal, Argentina, Uruguay, Francia, Alemania, Chipre, Suecia, Bolivia, Estados Unidos, Panamá, México, República Dominicana y Hungría. Es, además, muralista, con piezas de ese género en ciudades como Miami, Buenos Aires, Cali y Aveiro.

En la década de los años ochenta se operó un proceso de regeneración del arte en Cuba. Mayor apertura hacia el exterior, y, por consiguiente, aumento de la circulación de la información y de las ideas. Una época de cierto bienestar económico que se vería truncado por la implosión del campo socialista, en 1989. Pepe Franco es uno de los testigos de ese momento esplendente.

Mediante una conexión Habana-Buenos Aires establecemos este diálogo.

José Franco. Foto: Federico Lobianco.

Todos los niños, en mayor o menor medida son artistas.  El proceso de aprendizaje escolar, tal como se concibe en Occidente, lejos de preservar y potenciar esa sensibilidad, la inhibe en la mayoría de los casos, en la búsqueda de una estandarización que facilite el proceso docente. ¿Qué factores decidieron en ti para que el niño artista que fuiste se mantuviera en un proceso de desarrollo creciente?

Siempre me gustó dibujar. Muy tempano descubrí que tenía facilidades, copiaba los animados de la TV, los llevaba a la escuela y los mostraba a mis compañeros; también ayudaba a los alumnos a hacer los mapas, y en las clases de biología me encargaba de los dibujos de las plantas.

Mis padres, que eran sensibles al arte también, me proveían de materiales como plastilina y lápices de colores. Eduardo Abela Alonso era muy amigo de ellos, y al ver lo que hacía me alentó a continuar dibujando.

«Extraño equilibrio», 2007. Acrílico sobre tela, 150×200 cm.

¿Cómo fue tu trayectoria de aprendizaje académico dentro de las artes visuales?

Los talleres de Abela y del caricaturista Juan David quedaban exactamente a mitad de camino entre la escuela secundaria y mi casa. Pasaba mucho por sus estudios. Los escuchaba hablar sobre el arte, me regalaban materiales y me hacían comentarios sobre mis dibujos.

En esa época, julio y agosto de 1967, y a propuesta de Wifredo Lam, se realizó el Salón de Mayo en La Habana, que fue el primer evento de esa magnitud en Cuba, con obras de doscientos artistas, entre las que se encontraban las de Picasso, Max Ernst, Miró, el propio Lam, Roberto Matta, Fernand Léger y René Magritte. Ese acontecimiento me impactó mucho, sobre todo el mural Cuba colectiva, que se hizo para la ocasión.1

Ya en la secundaria, se abrieron escuelas vocacionales nocturnas para trabajadores. Una de ellas es la actual “Antonio Díaz Peláez”, antigua 23 y C, en la que se dictaban clases elementales de pintura y dibujo. Me inscribí y pase varios años ahí.

En esa escuela conocí a José Omar Torres, quien, además de profesor, era mi vecino; él trabajaba en el Taller Experimental de Gráfica de la Plaza de la Catedral. Las visitas al TEG me permitieron conocer, además de las técnicas de grabado, a muchos artistas y gente del circuito del arte de esa época en la Habana. Así, cuando ingresé en la Academia de San Alejandro ya tenía ciertas referencias del ambiente artístico.

En San Alejandro tuve muy buenos profesores. Recuerdo especialmente a Antonio Alejo, quien impartía Historia del Arte. Alejo despertó en mí la avidez por adquirir cultura general. También ahí hice amigos que me duran hasta hoy. Con varios de ellos, inclusive, seguí los estudios en el Instituto Superior de Arte (ISA).

En los primeros años del ISA, tuvimos varios docentes soviéticos. Ellos nos dieron una rígida formación académica. Por suerte, pronto se renovó el staff de profesores con artistas de las nuevas generaciones, como Flavio Garciandía, que modernizaron la visión del arte y los métodos enseñanza a un nivel superior. Fue una época importante, que propició que alumnos y maestros llegáramos a ser colegas cercanos.

«El mártir», 2019. Acrílico sobre madera, 40x40x40.

Hablemos de 4×4: Finalé, Gustavo Acosta, Carlos García y tú. ¿Qué los llevó a constituirse como grupo? ¿Profesaban ideas estéticas comunes? ¿Escribieron algún manifiesto? ¿Cómo se fundó el grupo y hasta cuándo duró?

4 x 4 surgió en el ISA. En los comienzos nos reunimos seis o siete artistas para tratar de exponer como colectivo. En ese momento era difícil hacerlo de manera individual.

Nos unía la amistad, las ganas de mostrar nuestras obras y, sobre todo, el empeño por trabajar en los formatos tradicionales, bidimensionales, en una época donde había furor por las instalaciones.

De los participantes en estos encuentros nos quedamos los cuatro que mencionas. No teníamos estéticas comunes, pero compartíamos las ganas de pintar y exponer.

Como grupo, alcanzamos a realizar tres exhibiciones, lo que permitió que nuestras obras se conocieran, y nos abrió la posibilidad para exponer individualmente.2

«Los orígenes», 2007. Acrílico sobre tela, 150×200 cm.

 De 1982 es tu primera exposición personal: Signos y cinco sentidos en la pintura, en la galería de la Casa de la Cultura de Plaza. ¿Qué significó ese salir a la palestra?

Imagínate, fue mi tesis de graduación del ISA. Tuve como tutor a Aldo Menéndez y como profesor a Flavio Garciandía.

Seleccioné el tema Abstracción y Realidad. Traté de delimitar qué era abstracto y qué era real, en contrapunto con los patrones de la naturaleza. Me interesaba entonces, y me sigue interesando, la relación entre lo tridimensional y lo bidimensional. De hecho, en esta muestra había cuadros de formatos irregulares, con elementos que sobresalían del marco.

Esto me abrió la senda para interconectar los ámbitos naturales, la ecología y la tecnología.

«Conversación 1907-2007», 2007. Acrílico sobre tela, 150×200 cm.

Grosso modo, ¿cómo fue la movida de las artes visuales cubanas en los años 80?

Muy interesante. Se volvió la mirada hacia el arte contemporáneo. Una ruptura con lo que se venía trabajando, una puesta al día en la manera de abordar el arte, sus conceptos y las nuevas técnicas de comunicación. Se trataba de sintonizar el arte cubano con lo más avanzado que se estaba haciendo a escala mundial.   

Esto comenzó con la ruptura que representó el grupo Volumen 1, formado por jóvenes artistas que luego fueron figuras importante del arte de los 80: José Bedia, Flavio Garcíandia, Tomás Sánchez, José Manuel Fors, Ricardo Rodríguez Brey, Leandro Soto, Gustavo Pérez Monzón, Rubén Torres Llorca, Rogelio López Marín (Gory), Juan Francisco Elso e Israel León.3

El arte cubano estaba bastante aislado del mundo, y éste grupo abrió una brecha por la cual continuamos todos; nuevas formas de hacer y de pensar el arte, instalaciones, fotografía, performance, video; un momento que no estuvo marcado por lo comercial, sino por lo creativo. No existía el turismo occidental ni se permitía a la población la tenencia de dólares. Los artistas de los 80 estaban ajenos al mercado del arte internacional. Era lo más cercano a lo que llamamos el arte por el arte. Detrás de Volumen 1, siguiendo sus huellas, surgieron un montón de artistas, como Arturo Cuenca, Consuelo Castañeda y Humberto Castro, entre muchos otros.

Fue una época que, a mi entender, puede dividirse en dos partes: una primera, donde los artistas estaban enfocados en sus investigaciones, en sus poéticas personales, antropológicas y culturales y, en mi caso, ecológicas; un arte más internacional.

La segunda parte corresponde a los jóvenes educados por esta generación, que también fueron docentes; crearon un arte más político, contestatario y local. Era difícil conseguir información y, mucho más viajar. La mayoría de los artistas de esta generación está fuera de Cuba. Creo que aún falta un estudio serio de esa etapa en el arte cubano. Se han hecho intentos, como el libro Artistas en el Purgatorio, que alude a buena parte de estos creadores, pero no me parece suficiente.

«Cebras y leopardos somos todos», 1990. Instalación, madera, tela y acrílico, medidas variables.

Ayúdanos a comprender tu trabajo. Intenta una periodización del mismo.

Mi trabajo parte del análisis de la relación del hombre con la naturaleza, como admirador y como contrario. Soy una especie rara en el arte cubano en general. Mi interés comenzó primero por la belleza natural y sus patrones. Empecé realizando una serie de trabajos casi abstractos, que partían de detalles naturales, como texturas de peces, de cebras, de cualquier animal que me llamara la atención. Mi asombro ante la belleza de lo natural era una especie de Pop de la naturaleza. Luego me fui interesando por las relaciones que se dan tanto entre los animales como entre las personas, que muchas veces son muy parecidas. Y, por último, mi mirada se centra en la relación entre la ecología y la tecnología.

Para el desarrollo de estos temas he utilizado recursos como la pintura, el dibujo, la instalación, el video… Intento desentrañar esas relaciones y contradicciones de una forma poética, metafórica; dialogo con artistas que han tratado el tema de la naturaleza, como Henri Rousseau y Lam; asumo la cita, la apropiación.

Aunque parezca increíble, antes de la pandemia comencé una serie que se llama La estrategia del erizo o No te me acerques, en la que recreo los recursos que tienen estos animales para defenderse. Quedé asombrado. El arte a veces tiene la capacidad de predecir los fenómenos. Ahora estamos “erizados”, y no dejamos que nadie se nos acerque y nos toque. 

«La estrategia del erizo», 2021. Acrílico sobre madera, 40x25x25 cm.
«Máscara» De la serie «No te me acerques», 2020. Foto digital.

Durante diez años (1982-1992) ejerciste como profesor de arte en La Habana, primero en la Escuela Elemental “20 de Octubre” y luego en el Instituto Superior de Arte. ¿Aún hoy enseñas?

La docencia me permite tener contacto con diferentes generaciones y formas de pensar. En la actualidad sigo compartiendo mi trabajo como artista con la enseñanza, una labor que me produce mucho placer. Es una doble vía: uno aprende, también, de los alumnos. En las circunstancias actuales de pandemia, ha sido de gran importancia estar en la docencia, pues me obliga a adentrarme en técnicas digitales, programas de dibujo y edición de video, y en el uso de plataformas de comunicación grupal, que de otra forma no hubiese conocido.

«Constelaciones familiares», 2019. Acrílico, madera y tela, 200×200 cm aprox.

¿Cuándo decides irte a vivir a la Argentina?

Me establezco en Argentina a principios de los 90. Cuba se había convertido en un país muy difícil para vivir. Por suerte, tenía la beca Guggenheim, que aliviaba en lo económico y me permitía viajar y trabajar en el exterior. Escogí Argentina por relaciones familiares.

Mis primeros años fueron como todos los de quienes van a vivir a un nuevo lugar: aprender sus reglas y su forma de vida. Estoy conectado con amigos, artistas, galerías, críticos, coleccionistas argentinos. Mi obra ha tratado siempre temas  universales, aunque aquí he tomado temas de la literatura (Borges o Cortázar) y animales y texturas de la fauna local. A pesar de tantos años transcurridos, sigo siendo “el pintor cubano”, no obstante me invitan a las muestras y bienales que se hacen de este lado del mundo. Argentina es mi base, desde donde puedo moverme sin restricciones, viajar con entera libertad.

«By Pass», 2017. Acrílico sobre tela, 60×200 cm.

¿Existe la cubanía como marca antropológica?

No creo en la cubanía como marca antropológica, pero sí creo que cada uno lleva dentro sus raíces, tradiciones y todo lo que aprendió de su país. Hace tiempo escribí un poema. Te digo algunos de sus versos:

Un hombre es una isla cuando sigue pensando como en su isla,

Cuando cocina y come los alimentos de su isla,

Sea esta isla real o mental.

(…)

Los dos metros cuadrados donde estoy parado son mi isla,

Son mi yo y serán siempre Cuba.

 

Notas:

1 Por Cuba se sumaron a la confección del mural, la noche del 17 de julio, artistas y escritores. Entre los primeros cabe citar a Eduardo Abela, Jorge Camacho, Agustín Cárdenas, Fayad Jamís, Raúl Martínez, Amelia Peláez, Sandú Darié, Tomás Oliva, Mariano Rodríguez, Domingo Ravenet y Antonio Vidal. Son reconocibles las firmas de los escritores Roberto Fernández Retamar, Heberto Padilla, Lisandro Otero, Pablo Armando Fernández y Oscar Hurtado. También es de destacar la participación de estudiantes de escuelas de artes, entre los que estaba Luis Miguel Valdés.

El mural pertenece a los fondos del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, y ha sido exhibido ocasionalmente. (Todas las notas son del autor)

2 4×4 debutó en 1982, en el Centro de Arte 23 y 12. Ese mismo año el grupo tuvo otra confrontación con el público habanero: 4×4, Segunda edición, en la Galería L.

3 Volumen 1 se inauguró el miércoles 14 de enero de 1981 en el entonces Centro de Arte Internacional de Ciudad de La Habana, sito en la calle San Rafael. La curaduría y las palabras del catálogo estuvieron a cargo de Gerardo Mosquera. Está conceptuada como una de las exposiciones más sobresalientes del arte cubano en el Siglo XX. Según Rufo Caballero, “el legado más trascendente de la muestra” fue la introducción de “la investigación como premisa del hecho artístico, el acto de creación cual un proceso de cognición tanto en su génesis como en su destino”.  (Caballero, Rufo. “La década prodigiosa”. El Caimán Barbudo, La Habana, agosto de 1990. Citado por Yanelys Núñez Leyva en “Recordando la exposición ‘Volumen Uno’”, Havana Times en Español, 2013)

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